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ARTÍCULO VI.

Procedimientos escandalosos de la Inquisicion de Córdoba, reclamacion de Castilla y Andalucía, variedad de sucesos en este punto con el gobierno y pronta muerte del rey Felipe Primero.

Muerta la incomparable reyna Doña

Isabel, vino de Flandes su yerno Felipe Primero á Castilla, ansioso de gobernar el reyno como marido de la reyna propietaria Doña Juana, enferma de demencia. Logró sus deseos mediante la concordia con el rey de Aragon su suegro, verificada en Villafafila dia 27 de Junio de 1506. Goberno solos tres meses por haber fallecido en Burgos á 25 de Septiembre; y este corto tiempo bastó para proporcionar memorias históricas que confirmen el concepto de que la Inquisicion tenia contra sí el voto nacional. Referiré los hechos para sacar despues las conseqüencias.

El inquisidor general, arzobispo de Sevilla, Don Fray Diego Deza, confe

sor del rey Fernando, habia puesto por inquisidor de Córdoba á Diego Rodriguez de Lucero, dignidad de maestrescuelas de la catedral de Almería, luego canónigo de Sevilla, en tiempo que la Inquisicion de Córdoba incluía el territorio del arzobispado de Granada. Lucero aborrecia naturalmente á los cristianos nuevos de orígen hebreo. Este odio le hizo tener por sospechosos de heregía judaica á todos, interrogar á los presos quanto pudiera dar noticias de otras personas, y tomar de unas causas ocasion para formar otras, multiplicandolas de manera que apenas bastaban las cárceles para tanto número de presos como habia en el año 1506, quando el rey Fernando dexó de gobernar á Castilla, y comenzó el rey Felipe, antes de cuya venida estaba causado el daño baxo el gobierno del rey católico.

Entre los presos habia gentes de todas clases, fortunas y talentos, y algunos creyeron mejorar su suerte complicando en sus causas á sugetos constituidos en dignidad, persuadiendose que habiendo gran multitud de reos, y personas poderosas entre ellos, se tomaria un rumbo distinto

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del ordinario, cortando los procesos por medio de una providencia general benigna, con apercibimientos para lo futuro. Efecto de tal idéa fueron los procesos formados contra el venerable Don Fernando de Talavera, primer arzobispo de Grana→ da, confesor, y tal vez único confidente de la reyna católica difunta, contra una hermana del mismo arzobispo, y los hijos de esta, entre ellos Don Francisco Herrera, dean de la metropolitana de Granada, contra el consejero Illescas, los secretarios Alonso del Marmol, y Rui Lopez, el contador Baeza, y otros varios eclesiásticos y seculares.

No solo comprometieron á muchos personages de Andalucía, sino aun de Ĉastilla, suponiendo que habia sinagogas en Córdoba, donde decian celebrarse todas las funciones solemnes de la religion hebrea, predicarse con aparato la ley de Moises, y concurrir de Castilla para esto en procesiones formadas á oir los sermones y solemnizar las fiestas, muchísimas gentes de todas clases, estados y edades, sin excluir sacerdotes seculares y regulares, doncellas de pocos años, y aun monjas; añadiéndose para ultimo complemen

to de la malicia que algunos concurrentes tenian pacto con el demonio, en cuya virtud iban á Córdoba y llevaban á otros por los aires en figura de animales sin ser vistos en el camino ni echados de menos en sus casas, iglesias y conventos.

Resultó, pues, infamada toda la corona de Castilla, en tanto grado que apenas habia familias principales del Andalucía y aun de Castilla, que no participasen del daño por sí mismas ó por sus conexîones, singularmente las de Córdoba; por lo que el obispo Don Juan Daza, el cabildo de la catedral, el ayuntamiento de la ciudad y el cuerpo de la nobleza cordobesa, teniendo á su frente al marques de Priego, y al conde de Cabra, se consideraron precisados á procurar el remedio.

Estos dos caballeros escribieron al inquisidor general, residente en la ciudad de Toro (donde se hallaba la corte) pidiéndole que removiese á Diego Rodriguez de Lucero, á quien atribuían la causa de tantos males, para cuya persuasion expusieron que unas veces con promesas, otras con amenazas tormentos y medios reprobados, inducia á los presos á declarar contra otras personas crímenes no co

metidos; porque era de carácter duro, cruel y sanguinario, y se dexaba llevar de la pasion de odio particular contra unos, de resentimientos personales contra otros, complaciéndose por lo mismo en proporcionar ocasion á los presos para seguir la propia idea.

y

El cabildo catedral envió por diputados con igual comision á Don Pedro Ponce de Leon, canónigo y dignidad de Chantre, y Don Francisco de Mendoza, arcediano de Pedroches, despues obispo de Oviedo y Palencia. Y el ayuntamiento de la ciudad comisionó á los regidores veinte y quatros Diego Ruiz de Aguayo, y Pedro Angulo el jóven. Pero el inquisidor general estaba preocupado por las sugestiones de Lucero, y solamente respondió á los diputados de los cabildos eclesiástico y secular, y á los títulos citados que probasen lo que decian contra Lucero, y lo removeria.

Esto parecia imposible por el secreto con que se actuaba en los procesos de la Inquisicion; pues solamente se podia fundar el concepto en la voz comun y rumor popular, nacidos de la inverosimilitud de ciertos hechos referidos en autos

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