Viendose preso y atado, Al principio muy ayrado, Pugnava por defenderse. Y en sus alas estrivando Forcejava peleando,
Y tentava (aunque desnudo,) De desatarse del ñudo Para valerse volando.
Pero viendo la blancura,
Que sus tetas descubrian, Como leche fresca y pura,
Que á su madre en hermosura Ventaja no conocian,
Y su rostro, que encender
Era bastante y mover Con su mucha lozania
Los mismos Dioses; pedia
Para dexarse vencer.
Buelto á Venus, á la hora
Hablandole desde allí,
Dixo, madre, Emperadora,
Desde oy mas, busca, señora, Un nuevo Amor para ti. Y esta nueva, con oylla, No te mueva o dé mancilla, Que aviendo yo de reynar, Este es el proprio lugar, En que se ponga mi silla.
Lope de Vega Carpio.
El siglo de oro. *)
Fábrica de la immensa arquitectura De este mundo inferior, que el hombre imita, Pues como punto indivisible cierra De su circunferencia la hermosura, Ya copiosa la tierra
De quanto en ella habita
Con tantos peregrinos ornamentos, Llenos los tres primeros elementos De peces, fieras, y aves, que vivian De toda ley esentos,
Si bien al hombre en paz reconocian. Aun no palido el oro,
Porque nadie buscaba su tesoro,
Y el diamante tan bruto, aunque brillante, Que mas era peñasco que diamante. Los árboles sembrados de colores,
Y los prados de flores.
Buscando los arroyos sonorosos
En arenosas calles
Por las obliquas sendas de los valles
Los rios caudalosos:
Y suberbios los rios
Entre bosques sombrios,
Vestidos de cristales transparentes,
Sin volver la cabeza á ver sus fuentes,
*) Gedichte dieser Art nennen die Spanier Silvas, wegen der Regellosigkeit, mit welcher die Keime in ungleichen Versen angebracht werden.
Anhelando á Oceános,
Perdiendo en él sus pensamientos vanos. Y sin temor alguno,
De verse el tridentifero Neptuno Oprimido del peso de las naves, Abriendo sendas por sus ondas graves Los hijos de los montes,
Excelsos pinos, y labradas hayas, Para pasar por varios horizontes A las remotas playas
De climas abrasados, Frigidos, ó templados.
Ni el caballo animoso relinchaba
Al son de la trompeta. :
Ni la cerviz sugeta
Al yugo el tardo buey el campo araba; Que sin romper la cara de la tierra Con natural impulso producia Quanto su pecho generoso encierra; Que como en la primera edad vivia Con desorden florida y balbuciente, Daba prodigamente
Con fértil abundancia
Al mundo su riqueza,
Porque, como múger, naturaleza
Es mas hermosa en la primera infancia. No haciendo distincion de tiempo alguno, Daba flores Vertuno
Con diferentes frutas primitivas,
Las parras y pácíficas olivas,
Y la Dodonea encina por la rubia
Ceres, que no tenia Necesidad de lluvia,
Y de su misma caña renacia, Matizando los prados de violetas, De rosas, y de candidas mosquetas, No de otra suerte que la alfombra pinta El Tracio con la seda de colores En cada rueda de labor distinta Arabicos carácteres y flores;
Que la naturaleza aun no pensaba', Que el arte su pincel perficionaba. A la parte oriental Euro tendia Las alas vagarosas,
El Austro al mediodia,
Y Boreas fiero á las distantes osas Por el septentrion temor ponia. El sol por sus dorados paralelos. Comenzaba el camino de los cielos, Que por no diestra del calor la copia Blanca Alemania fué, negra Etiopia, Cuya eclyptica de oro no sabia El nombre de los signos que tenia, Ni en su campo pensó, que espigas de oro Paciera el aries, y rumiára el toro. La casta Luna en su argentado plaustro No se mostraba al austro
Lluviosa, alternativa las dos puntas, Una á la tierra, y otra al claro cielo, Sin pidiendo con las manos juntas Calor al Sol para su eterno yelo. Sin tener el piloto en sus confines
Del vasto mar astrólogos delfines, Que pacifico Rey de su elemento Se imaginaba superior al viento, Los hombres por las selvas discurrian Amando solo al dueño que tenian, Sin interes, sin zelos.
O dulces tiempos! o piadosos cielos! Allí no adulteraba la hermosura El marfil de su candida figura,
Ni la fingida nieve,
Y el bastardo carmin daban al arte
Lo que naturaleza no se atreve.
Ni á Venus bella en conjuncion de Marte Al cielo el Sol zeloso descubrią,
Ni en Chipre se vendia
Amor artificial. O siglo de oro,
De nuestra humana vida desengaño, Si vieras tanto engaño,
Tan poca fé, tan bárbaro decoro!
Todo es amor suave, honesto, y puro Todo limpio y seguro,
Tanto que parecia
Una misma harmonía
La del cielo, y del suelo,
Que aspiraba á juntarse con el Cielo. En este tiempo, de los altos coros Hermosa Virgen con real ornato Baxó á la tierra, que adoró el retrato De Júpiter divino, y por los poros De sus fertiles venas
Vertió blancos racimos de azucenas;
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