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pió Don Luis, no espero tener jamas semejante flaqueza, y convengo desde luego en que, por mortificar á esa ingrata, se ponga inmediatamente en obra lo que hemos pensado.

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Sin perder tiempo fuí yo mismo, á traerles papel y tinta, y uno y otro se pusiéron á componer dos papeles muy lisongeros para la hija del doctor Márcos de la Llána, especialmente Pacheco no encontraba voces tan fuertes que le contentasen para explicar quanto deseaba la viveza de su irritada imaginacion; y asi hizo pedazos cinco ó seis billetes por parecerle sus expresiones poco enérgicas y poco duras. Al cabo compuso uno que le satisfizo, y á la verdad tenia razon para quedar satisfecho, porque estaba concebido en estos términos: Aprende ya á conocerte, reyna mia, y no tengas la vanidad de creer que yo te amo. Para esto era menester otro mérito mayor que el tuyo. No veo en tí el menor atractivo que merezca mi atencion mas que un momento. lamente puedes aspirar á los inciensos que te tributarán las hopalandas miserables de la universidad. Escribió, pues, esta graciosa carta, y quando Aurora acabó el suyo, que no era ménos excesivo, los cerró entrambos baxo una cubierta, y entregándome el pliego: toma, Vincente, me dixo, y procura que Isabel reciba este pliego esta noche. Ya me entiendes, añadió guiñándome de ojo; señal cuyo significado entendi perfectamente. Si señor, le respondi: será V. S. servido como desea.. Responderle esto, hacer una reverencia y salir

So

de casa todo fué uno.

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Luego que me vi en la calle, me dixé á mí mismo; con que, señor Vicente, vmd. en esta comedia hace el importante papel de criado confidente? Si señor. Pues, amigo mio, es menester mostrar que tienes habilidad para desempeñar un papel que pide maña. El señor Don Felix se contentó con hacerte una seña. Fióse de tu penetracion. Entendiste bien lo que aquella guiñada queria decir? Si por cierto. Quisome dar à entender que entregase solamente el billete de Don Luis. No significaba otra cosa la gitanesca guiñadura. No tuve en esto la menor duda: con que diciendo y haciendo rompi el sobrescrito, saqué de él la carta de Pacheco, y la llevé á casa del Doctor Marcos, habiéndome antes informado donde vivia. Encontré á la puerta al mismo pagecito que habia visto en la posada de los caballeros. Hermano, le dixe; sereis vos por fortuna el criado de la hija del señor Doctor Mar cos de la Llana? Respondióme que si, en tono de mozo experto en estos lances; y yo le añadi: teneis una fisonomia tan honrada, y una cara tan de amigo de servir al próximo, que me atrevo á suplicaros entregueis à vuestra ama ese papelito de cierto caballero que conoce. Y quién es ese caballero? me preguntó el pagecillo; y apénas le respondí que era Don Luis Pacheco, quando todo regocijado me respondió: ah! si el papel es de ese señorito, sigueme, que tengo órden de mi ama de introducirte en su quarto, y quiere hablarte. Seguile en efecto, y llegué á una sala, donde

muy presto se dexó ver la señora. Quedé admira do de su hermosura, tanto que me pareció no haber visto jamas facciones mas finas. Tenia cierto ayre tan delicado y melindroso que parecia una niña de quince años, sin embargo de que habia mas de treinta que caminaba por sí misma, sin necesitar de andadores. Amigo, me preguntó con cara riśueña; eres criado de Don Luis Pacheco? Si señora, le respondí, tres semanas ha que entré á servir su señoria; y diciendo esto le puse respetosamente en la mano el papel que se habia encomendado. Leyóle dos ó tres veces, en ademán de quien desconfiaba de lo que sus mismos ojos le decian. Con efecto ninguna cosa esperaba menos que semejante respuesta. Levantaba los ojos al cielo, mordiase los labios, y todos sus indeliberados movimientos hacian patente lo que. pasaba dentro de su corazon. Volvióse despues hácia mi con impetu, y toda azorada me preguntó: Don Luis se ha vuelto loco desde que se ausentó de mi? Dime, amigó, si lo sabes, que motivo ha tenido para escribirme un papel tan cortesano, tan atento? Que demonio se ha apoderado de él? Si queria romper conmigo; es posible que no lo supo hacer sino ultrajándome con tan groseras y torpes frases?

Señora, la respondi con hipocresía, es cierto que mi amo no ha tenido razon; pero en cierta manera se vió en términos de no poder hacer otra čosa. Si me asegurais el secreto yo os decubriré todo este enredo. Te ofrezco guardarle, me respon

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dió ella prontamente. No temas que te sacrifique; y así explícate con toda libertad. Pues, Señora, continué yo: he aquí el caso en dos palabras. Un momento despues que mi amo recibió vuestro papel entró en la posada una dama de tapadillo, cubierta con un manto de los mas dobles. Preguntó por el Señor Pacheco, hablóle en particular, y pasado algun tiempo, al fin de la conversacion le oi estas precisas palabras: me jurais que nunca la volvereis á ver; pero no me contento con esto, Es menester que en este punto la escribais un Billete que yo misma quiero dictar. Esto quiero absolutamente de vos. Rindióse Don Luis á todo lo que deseaba aquella muger, y entregándome despues el Billete, me dixo: toma este papel, infórmate donde vive el Doctor Marcos de la Llana, y procura con destreza que esta carta se entregue á su hija Isabel en propia mano.

I

Mas

De aquí inferireis, Señora, que la tal carta es obra de alguna enemiga vuestra, y por consiguiente que mi amo poca ó ninguna culpa ha tenido en esta maniobra. Oh cielos! exclamó ella pues, esto es mas aun de lo que yo pensaba. me' ofende su infidelidad que las indignas y ultrajantes palabras que se atrevio a escribir aquella bárbara mano. Pero revistiendose de repente de aquella fiereza que en una muger despreciada induce la vengativa sensibilidad del sexó, añadió despechada: abandónese en buen hora libremente a la ingratitud y á su nuevo amor. Nada me im porta á mí: no me estimo en tan poco que me

abata á perturbarle. Decidle de mi parte que no necesitaba echar mano de groserías y de insultos para obligarme á dexar libre el campo á mi competidora. Me sobra el desprecio con que miro á un amante tan ligero, para que jamas se atreva la memoria á ponérmele delante: diciendo esto me despidió, volviéndome las espaldas muy irritada contra Don Luis.

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Yo salí muy satisfecho de mí mismo, cono❤ ciendo bien que si queria aprender el oficio de tercero me hallaba con suficientes talentos para salir maestro en poco tiempo. Volvíme á nuestra posada, donde encontré á los Señores Mendoza y Pacheco, que estaban cenando juntos, y conver saban con tanta confianza como si se hubieran tratado y conocido muchos años. Conoció Aurora en mi alegre y risueño semblante que no habia desempeñado mal mi comision. Con que ya estás de vuelta, Vincente? me dixo en tono festivo. Ea, daños cuenta del suceso de tu embaxada.

Tuve

Dixe

para responder que recurrir á mis talento.

que habia entregado el pliego en mano propia; que despues de haber leido los dos dulcí, simos y ternísimos papeles, prorrumpió en grandes carcaxadas como una loca, diciendo, por vida los dos señoritos escriben en un bellisimo estilo.

mia

que

No se puede negar que nadie sabe imitarle. Eso, dixo mi ama, se llama sacar el caballo ó salir del atolladero con grande ayre. En verdad que la tal señora mia es una chula ma gistral y muy diestra. Desconozco enteramente

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