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mo en sustancia: respondió el Rey que lo miraria mas de espacio. En el entretanto que andaban los tratos de paz, acaso, un dia miércoles que se contaban diez y nueve de mayo, vinieron por un accidente á las manos y se dió la batalla. Pasó asi que el príncipe Don Enrique con el brio de mozo se acercó al muro con cinqüenta de á caballo para escaramuzar con el enemigo. Salieron del pueblo otros tantos, pero con espaldas de los hombres de armas. Espantáronse los del Príncipe con ver tanta gente, y vueltas las espaldas, se pusieron en huida. Siguiéronles los Aragoneses hasta las mismas trincheas de los reales. Pareció gran desacato y atrevimiento: salen las gentes del Rey en guisa de pelear. En la avanguardia iba el condestable Don Alvaro por frente, y á los costados los hombres de armas, y por sus capitanes Don Alonso Carrillo obispo de Sigüenza, y su hermano Pedro de Acuña, Iñigo Lopez de Mendoza y el conde de Alba. En el cuerpo de la batalla iba el príncipe Don Enrique con quinientos y cinqüenta hombres de armas, que debaxo del gobierno de Don Gutierre de Sotomayor maestre de Alcántara cerraban el esquadron. El Rey y en su compañía Don Gutierre arzobispo de Toledo y conde de Haro guiaban y regian la retaguardia, cuyos costados fortificaban de una parte el prior de San Juan y Don Diego de Zúñiga, de otra Rodrigo Diaz de Mendoza mayordomo de la casa Real y Pedro de Mendoza señor de Almazan. Estuvieron en esta forma gran parte del dia sin que de la villa saliese ni se moviese nadie. Apenas quedaron dos horas de sol quando mandaron que la gente se recogiese á los reales. Entonces los Aragoneses salieron con grande alarido á cargar en los contrarios. Pensaban que la escuridad de la noche que estaba cercana, si fuesen vencidos, los cubriria, y si venciesen, no los estorbaria por ser pláticos de la tierra y por sus muchos caballos. Cerraron los primeros los caballos ligeros. Acudieron los demas, con que la pelea se avivó. Las gentes de Aragon iban en dos esquadrones, el uno que llevaba por caudillo al infante Don Enrique, acometió á los del condestable Don Alvaro: el de Navarra cargó contra el príncipe Don Enrique su yerno. Pelearon valientemente por ambas partes. Adelantáronse el maestre de Alcántara y Iñigo Lopez de Mendoza para ayudar á los suyos que andaban apretados: muchos de ambas partes huiap, en

quien el miedo podia mas que la vergüenza. En especial los Aragoneses eran en menor número, y por la muchedumbre de los contrarios comenzaban á ciar. Cerraba la noche: el de Navarra y Don Enrique su hermano cada qual con su banda particular discurrian por las batallas, socorrian á los suyos, cargaban á los contrarios donde quiera que los veian mas apiñados, acudian á todas partes ; mas no podian por estar alterados los suyos ponellos á todos en razon y en ordenanza, ni ser parte para que con la escuridad de la noche que todo lo cubre y lo iguala, no se pusiesen en huida. Los Infantes, desbaratados y huidos los suyos, se retiraron á Olmedo: el de Benavente y el Almirante se acogieron á otros lugares; el conde de Castro y Don Enrique hermano del Almirante, y Hernando de Quiñones fueron presos en la batalla y con ellos otros docientos los muertos fueron pocos, treinta y siete murieron en la pelea y de los heridos mas. Los Infantes de Aragon por no fiarse en la fortaleza del lugar la misma noche se partieron á Aragon, sin entrar en poblado porque no los detuviesen. El de Navarra sin lesion, Don Enrique en breve murió en Calatayud de una herida que le dieron en la mano izquierda: entendióse le atosigaron la llaga, con que se le pasmó el brazo. Fué hombre de grande ánimo, pero bullicioso y que no podia estar sosegado: su cuerpo sepultaron en aquella ciudad. Del segundo matrimonio dexó un hijo de su mismo nombre, que no dará en lo de adelante mucho menos en que entender que su padre. Los vencedores recogieron los despojos, y luego escribieron cartas á todas partes, con que avisaban como gañaran la jornada. Demas desto en el lugar que se dió la batalla por voto del Rey y por su mandado levantaron una ermita con advocacion del Espíritu Santo de la Batalla para memoria perpetua desta pelea muy memorable.

Capitulo m.

De las bodas de Don Fernando hijo del Rey de Aragon y de
Nápoles.

MEJOR y mas prósperamente procedian las cosas de Aragon en el reyno de Nápoles en Italia. El Rey Don Alonso en gracia

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del Padre Santo quitó la Marca de Ancona á la gente de Francisco Esforcia. Ellos aunque despojados de las ciudades y pueblos de que contra razon estaban apoderados, partido el Rey, no se sosegaban por estar ensoberbecidos con la memoria de las cosas que hicieran, muchas y grandes en Italia. Revolvió el Rey de Aragon á instancia del Pontífice Eugenio, y llegado con sus gentes á la Fontana del Pópulo, pueblo no lexos de la ciu dad de Theano, mandó que acudiesen allí los señores. Vino con los demas Antonio Centellas marqués de Girachi con trecientos de á caballo. Era de parte de padre de los Centellas de Aragon, de parte de madre de los Veintemillas de Nápoles, y en la guerra pasada sirvió muy bien, y ayudó á sugetar lo de Calabria, Basilicata y Cosencia con su buena maña, y con gran suma de dineros que vendidas sus particulares posesiones juntó para pagar á los soldados. Queria el Rey que Enricota Rufa hija del marqués de Croton, y heredera de aquel estado, casase con Iñigo Dávalos: casamiento con que pretendia premialle sus servicios. Cometió este negocio á Antonio Centellas para que le efectuase: ganó él por la mano, y quiso mas para sí aquel estado, y casó con la doncella. Aumentó con esto el po, y creció tambien en atrevimiento. Disimulóse por entonces aquel desacato; pero poco despues en esta sazon fué castigado por todo. Achacábanle que trató de dar la muerte á un cortesano muy poderoso y muy querido del Rey : él por miedo del castigo se partió de los reales que tenian cerca de la Fontana del Pópulo, y no paró hasta llegar á Catanzaro pueblo de su jurisdiccion. Alterado el Rey (como era razon) por este caso, envió á la Marca á Lope de Urrea y otros capitanes, y él mismo porque con disimular aquellos principios no cundiese el mal (ca temia si pasaba por aquel desacato, no le menospreciasen los naturales en el principio de su reynado, y con la esperanza de no ser castigados creciese el atrevimiento) dió la vuelta á Nápoles, desde donde para justificar mas su causa envió personas que reduxesen á Antonio Centellas; pero él hacíase sordo á los que le amonestaban lo que le convenia. Vinieron á las armas : el mismo Rey pasó á Calabria, y de su primera llegada tomó á Rocabernada, y á Bellicastro. Croton sufrió el cerco algunos dias: despues por miedo de mayor mal abrió las puertas y se rindió. Desde allí marchó el Rey la vuel

der

ta de Catanzaro, do Antonio Centellas se hallaba con su muger® y hijos y todo el menage y repuesto de su casa. No se vino á las manos á causa que perdida la esperanza de defenderse, y por ver que los otros grandes no se movian en su ayuda, bien que en prometer liberales, mas mostrábanse recatados en el peligro, trató de pedir perdon y alcanzóle con condicion que se rindiese á sí y á sus cosas á voluntad del Rey. Hízose asi : mandó el Rey le entregase aquella ciudad y el castillo de Turpia, y él fué enviado á Nápoles con su muger y hijos y toda su recámara ; que fué un grande aviso para entender que en la obediencia consiste la seguridad, y en la contumacia la total perdicion. El principal movedor desta alteracion fué un Milanés por nombre Juan Muceo, que á la sazon residia en Cosencia. Tuvo el Rey órden para habelle á las manos: perdonóle al tanto; si bien poco despues pagó con la cabeza sus malas mañas, ca el duque de Milan, do se acogió, le hizo dar la muerte por otra semejante deslealtad. Por esta manera se conoció la providencia y poder de Dios en castigar los delitos ; y aquellas grandes alteraciones que tenian suspensa y á la mira toda Italia, tuvieron remate breve y fácil. Festejóse y aumentóse la alegría de haber sosegado todo aquel reyno con las bodas de Don Fernando hijo del Rey, que casó en Nápoles á treinta de mayo dia domingo con Isabel de Claramonte, con la qual antes estaba desposado. Pretendíase con aquellas bodas ganar de todo punto al Príncipe de Taranto, tio de parte de madre de aquella doncella, porque hasta entonces parecia andar en balanzas. En medio destos regocijos vinieron nuevas tristes y de mucha pesadumbre, esto es que las dos Reynas hermanas del Rey, y Don Enrique de Aragon fallecieron, como queda dicho. Demas desto que vencido el de Navarra, le echaran de toda Castilla; tal es la condicion de nuestra naturaleza, que ordinariamente las alegrías se destemplan con desastres. Al embaxador que envió el Rey de Navarra para avisar desto, y de su parte hacia instancia que el de Aragon volviese á España, dió por respuesta que la guerra de la Marca estaba en pie, por tanto que ni su fe ni su devocion sufria desamparar al Pontífice y faltar en su palabra: acabada la guerra, que él iria á España, pero avisaba que de tal manera se asegurasen de su ida, que no dexasen por tanto de apercebirse de todo lo ne

cesario: que nombraba en lugar de la Reyna para el gobierno al Rey de Navarra, y por sus consejeros á los obispos de Zaragoza y de Lérida y otras personas principales que no seria dificultoso con las fuerzas de Navarra y de Aragon resistir á las de Castilla; en conclusion otorgaba que con los Moros de Granada (lo qual pedia asimismo el Rey de Navarra) se concertasen treguas y confederacion por un año: ciudad y nacion en que por el mismo tiempo hobo mudanza de Reyes. Dado que Mahomad por sobrenombre el Izquierdo con las guerras civiles de Castilla tuvo sosiego algunos años, de la paz como es ordinario resultaron entre los Moros grandes discordias. Los tiempos eran tan estragados, que no podian sosegar por largo espacio : si faltaban enemigos de fuera nacian dentro de casa. Fué asi que dos primos hermanos, hijos que eran de dos hermanos del Rey Moro, el uno llamado Ismael, ό por miedo de la tempestad que amenazaba, ó temiendo la ira de su tio, se fué al Rey de Castilla para serville en la guerra, con cuya ayuda esperaba podria recobrar su patria, sus riquezas y la autoridad que antes tenia. El otro que se llamaba Mahomad el Coxo, porque renqueaba de una pierna, en la ciudad de Almería do era su residencia, se hermanó con algunos Moros principales. Con esta ayuda se apoderó del castillo de Granada que se llama el Alhambra : hobo otrosí á las manos al Rey su tio y le puso en prision. Hecho esto, se alzó con todo el reyno y se quedó por Rey. Esto fué por el mes de setiembre: mes que aquel año conforme á la cuenta de los Arabes fué el que llama aquella gente Iamad el segundo. Dividiéronse con esto los Moros en bandos. Andilbar gobernador que era de Granada, con sus deudos y aliados se apoderó de Montefrio, que era un castillo muy fuerte no lexos de Alcalá la Real, y por tener poca esperanza de restituir y librar al Rey viejo que preso estaba, convidó con el reyno á Ismael : apresuróse él para tomalle, con ayuda que le dió el Rey de Castilla de dinero y de gente. La esperanza que tenia de salir con su intento, era alguna el miedo era mayor á causa de sus pocas fuerzas, y que le convenia contrastar con la mayor parte de aquella nacion, que los mas quien de voluntad, quien por contemporizar procuraban ganar la gracia del Rey Mahomad, y por este camino entretenerse y mirar por sus particulares. Mas esto sucedió al

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