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fin deste año: volvamos a contar lo que se nos queda atrás. ›

Capítulo IV.

Que Don Alvaro de Luna fué hecho maestre de Santiago.

GANADA la batalla de Olmedo, sobre lo que debian hacer se tuvo consejo en la tienda de Don Alvaro de Luna, que salió herido de la refriega en la pierna izquierda. Allí determinaron por comun acuerdo de todos que los bienes y estados de los conjurados fuesen confiscados: tomaron la villa de Cuellar, y pusieron cerco sobre Simancas. El Príncipe Don Enrique queria que el almirante Don Fadrique fuese exceptuado de aquella sentencia, y que se le diese perdon; los demas eran de parecer contrario. Decian que su causa no se podia apartar de la de los demas, antes juzgaban de comun consentimiento y tenian su delito por mas grave y calificado por ser el primero y principal, y que movió á los demas á tomar las armas. Por esta causa el Príncipe se fué á Segovia. El Rey su padre alterado por su partida, y por recelo no fuese este principio de nuevos alborotos dexó á Pedro Sarmiento el cuydado de apoderarse de los demas pueblos de los alborotados, y él mismo se fué á Nuestra Señora de Nieva con deseo de sosegar á su hijo. Para obedecer pidió el Príncipe que para sí le diesen á Jaen, á Logroño y á Cáceres, y á Juan Pacheco á Barcarrota, Salvatierra y Salvaleon, pueblo á la raya de Portugal: condescendió el Rey con él; ¿ mas qué se podia hacer? desta manera por lo que era razon fueran castigados, les dieron premio: tales eran los tiempos. Fuera desto en Medina de Rioseco se dió perdon al Almirante con tal que dentro de quatro meses se reduxese al deber, y en el entretanto Doña Juana Reyna de Navarra su hija estuviese detenida en Castilla como en rehenes. Tomado este asiento, el castillo de aquella villa que se tenia por el Almirante, se entregó al Rey : los demas pueblos de Castilla la Vieja que eran de los alterados, en breve tambien vinieron á su poder. Al principio desta guerra por consejo de Don Alvaro, dado que al conde de Haro y otros grandes no les parecia bien, envió el Rey de Castilla por gente de socorro á Portugal:

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acordó con esta demanda el gobernador Don Pedro duque de Coimbra. Juntó dos mil de á pie y mil y seiscientos caballos, y por general á su hijo Don Pedro, que si bien no pasaba de diez y seis años, por muerte del Infante Don Juan su tio poco antes le habian nombrado por condestable de Portugal. Llegó esta gente á Mayorga, do el Rey estaba: su venida no fué de efecto alguno por estar ya la guerra concluida; sin embargo festejaron al general, regalaron á los capitanes, y les presentaron magníficamente segun que cada qual era. No resultó algun otro provecho desta venida y deste ruido; solamente Don Alvaro secretamente y sin que el mismo Rey lo supiese, segun se dixo, concertó de casalle segunda vez con Doña Isabel hija de Don Juan maestre de Santiago en Portugal, con el qual Don Alvaro tenia grande alianza y muchas prendas de amor : tan grande era la autoridad y mano que Don Alvaro se tomaba, tan rendido tenia al Rey. Decia que aquel parentesco seria de mucho provecho por el socorro de gente que les vendria de aquel reyno, fuera de que hacian suelta por este respeto de gran suma de dineros que se gastaron en la paga de los soldados ya dichos. Despedido el socorro de Portugal, pasó la corte á Búrgos allí muy fuera de lo que se pensaba, á los condes de Banavente y de Castro se dió perdon á tal que por espacio de dos años ni el de Castro saliese de Lobaton, ni el de Benavente se partiese de aquella su villa de Benavente. A otros grandes hicieron crecidas mercedes, mayores al cierto que sus servicios Don Iñigo Lopez de Mendoza fué hecho marqués de Santillana y conde de Manzanares : Villena se dió á Don Juan Pacheco con nombre tambien de marqués: demas desto en Avila Don Alvaro de Luna fué elegido por voto de los caballeros de aquella órden en maestre de Santiago: parece que la fortuna le subia tan alto para con mayor caida despeñalle. A Don Padro Giron mas por respeto de Don Juan Pacheco su hermano que por sus méritos, pues antes siguiera el partido de Aragon, dieron el maestrazgo de Calatrava para este efecto depusieron á Don Alonso de Aragon; cargábanle que siguió á su padre en la guerra pasada. No faltó quien tachase aquellas dos elecciones como no legítimas, de que resultaron debates y competencias. Contra Don Alvaro pretendia Don Rodrigo Manrique, ayudado (como se dirá luego) del favor del Príncipe

Don Enrique : contra Don Pedro Giron se oponia Don Juan Ramirez de Guzman comendador mayor de Calatrava, que desde la eleccion pasada pretendia algun derecho, y en la presente tuvo algunos votos por su parte, de que resultaron grandes alteraciones y discordias. Alburquerque se tenia todavía por los Aragoneses: acudió el Rey en persona á rendir la villa y la fortaleza, que finalmente le entregó su alcayde Fernando Dávalos. Dió el Rey la vuelta á Toledo, y allí removió á peticion de la ciudad de la tenencia del alcázar y del gobierno del pueblo á Pero Lopez de Ayala, y puso en su lugar á Pero Sarmiento: acuerdo poco acertado, por lo que avino adelante, y aun de presente se disgustó asaz el Príncipe Don Enrique por el mucho favor que hacia al depuesto Pero Lopez de Ayala. Al fin deste año á los quatro de diciembre, finó en la su villa de Talavera Don Gutierre arzobispo de Toledo (1): su cuerpo sepultaron en el sagrario al cierto de aquella iglesia colegial. Sobre si le trasladaron á la villa de Alba, como él mismo lo dexó dispuesto en su testamento, hay opiniones diferentes quien dice que nunca le trasladaron, y que yace en el mismo lugar sin lucillo y sin letra, solo un capelo verde, que cuelga de la bóveda en señal de aquel entierro; otros porfian que los de su casa le pasaron á Alba, sin señalar quándo, ni cómo : solo consta que en San Leonardo convento de Gerónimos de aquella villa hay un sepulcro de mármol blanco suyo, que de en medio de la capilla mayor en que estaba, le pasaron al lado del Evangelio, pero sin alguna letra que declarase si están dentro los huesos. En suma en lugar de Don Gutierre alcanzó aquella dignidad Don Alonso Carrillo, obispo á la sazon 1446. de Sigüenza, por principio del año mil y quatrocientos y quarenta y seis. Su padre Lope Vazquez de Acuña, que de Portugal se vino á Castilla: sus hermanos Pedro de Acuña señor de Dueñas y Tariego, y otro Lope Vazquez de Acuña ; demas desto era tio de Don Juan Pacheco, y hombre de gran corazon, pero bullicioso y desasosegado, de que son bastante prueba las alteraciones largas y graves que en el reyno se levantaron, y él las fomentó. Hízose consulta sobre lo que quedaba por

(1) Hernan Perez de Guzm. en sus Clar. varou. c. 29. dice que murió el año 1444, y que yace en Alba.

concluir de la guerra. Atienza y Torija solamente se tenian por el de Navarra en toda Castilla; pero fortificadas para todo lo que podia suceder, guarnecidas de buen número de soldados, que salian á correr los campos comarcanos, hacer presas de ganados y de hombres. Demas desto crecia la fama de cada dia, y venian avisos que el de Navarra se aprestaba para volver de nuevo á la guerra : cosa que ponia en cuydado á los de Castilla, tanto mas que el Rey Moro con intento de ganar reputacion, y á instancia de los Aragoneses, con una entrada que hizo por las fronteras del Andalucía, tomara por fuerza á Benamaruel y Benzalema pueblos fuertes en aquella comarca : afrenta mayor que el miedo y que el daño. No se podia acudir á ambas partes marcharon las gentes del Rey contra los Aragoneses por el mes de mayo, y despues que tuvieron cercada á Atienza por espacio de tres meses, se trató de hacer paces. Concertaron que aquellos dos pueblos se pusiesen en tercería, y estuviesen en poder de la Reyna de Aragon Doña María hasta tanto que los jueces nombrados de comun consentimiento determinasen á quien se debian entregar. Hecha esta avenencia, el Rey de Castilla fué recebido dentro del pueblo á doce de agosto. Hizo abatir ciertas partes de la muralla y poner fuego á algunos edificios. Los vecinos pretendian se quebrantaran las condiciones del concierto y asiento tomado, y asi no le quisieron recibir en el castillo. Por esto sin acabar nada fué forzado volver atrás, y irse á Valladolid; solamente dexó ordenado que el nuevo arzobispo de Toledo y Don Carlos de Arellano quedasen con gente para reprimir los insultos de los Aragoneses por aquella parte, y en ocasion se apoderasen de aquellos pueblos. No por esto los Aragoneses quedaron amedrentados, antes desde aquellos lugares hacian de ordinario correrías y cahalgadas por todos aquellos campos hasta Guadalaxara, do el de Toledo y Arellano residian. Algunos de los parciales andaban al tanto por toda la provincia esparcidos y mezclados con los demas que á la sorda alteraban la gente, y eran causa que resultasen nuevas sospechas entre los grandes de Castilla: maña en que el de Navarra tenia mayor fiucia que en las armas. Demas desto Don Alvaro y Don Juan Pacheco cada qual por su parte con intento de aprovecharse del daño ageno sembraban con chismes y reportes semilla de discordias entre el Rey y su

hijo el Príncipe, que debieran con todas sus fuerzas atajar :
cruel codicia de mandar y ciego ímpetu de ambicion, quán
grandes estragos haces! en un delito quán gran número de
maldades se encerraban! Pasaron tan adelante en estas discor-
dias, que por ambas partes hicieron levas de soldados. En
cierto asiento que se hizo entre el Rey y el Príncipe su hijo,
hallo que el Rey perdona al conde de Castro; y á sus hijos
manda se les vuelvan sus estados y bienes. Don Rodrigo Man-
rique confiado en estas revueltas mas que en su justicia, por
nombramiento del Pontífice Eugenio, y á persuasion del Rey
-de Aragon, sin tener el voto de los caballeros se llamó maes-
tre de Santiago. Pretendia él por las armas apoderarse de los
lugares del maestrazgo, Don Alvaro le resistia ; de que resul-
taron daños de una parte y de otra muertes y
robos por todas

aquellas partes. Estas alteraciones y revueltas fueron causa que pocos cuydasen de lo que mas importaba: asi los Moros por 1447. principio del año mil y quatrocientos y quarenta y siete hicieron entrada en nuestras tierras ; llevaron presas de hombres y de ganados, quemaron aldeas, talaron los campos, las rozas y las labranzas, y en particular ganaron de los nuestros los pueblos de Arenas, Huesca, y los dos Velez, el Blanco y el Roxo, que están en el reyno de Murcia poco distantes entre sí. No tenian bastante número de soldados, ni estaban bastecidos de vituallas ni de almacen : asi no pudieron mucho tiempo sufrir el ímpetu de los enemigos. Esto y las sospechas que todos tenian de mayores males, eran los frutos que de las discordias que andaban entre los grandes, resultaron.

Capítulo v.

De la guerra de Florencia.

No será fuera de propósito (como yo pienso) declarar en breve las causas y el suceso de la guerra de Florencia que por el mismo tiempo se emprendió en Italia. Blanca hija de Philipo duque de Milan casó con Francisco Esforcia: el dote setenta mil escudos, y entretanto que se la pagaban, en prendas á Cremona ciudad rica de aquel ducado, la qual el yerno con es

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