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peranza que tenia de suceder en aquel estado, aunque le ofrecia el dinero, no quiso restituir á su suegro, confiado en la ayuda de Venecianos, en aquella sazon por sí mismos, y por la liga que tenian con Florentines y Ginoveses, poderosos por mar y por tierra. Envió Philipo por su embaxador al obispo de Novara para que tratase con el Rey Don Alonso moviese guerra á los Florentines, para con esto recobrar él á Cremona sin embargo del favor que daban á su yerno los Venecianos. El Pontífice Eugenio era contrario á los Venecianos y á sus aliados y intentos, y por el contrario amigo del duque Philipo. Por esta causa atizaba y persuadia al Rey hiciese esta guerra, dado que no era menester por lo mucho que él mismo debia al Duque: asi hizo mas de lo que le pedian. Envió por una parte al estado de Milan á Ramon Buil, excelente capitan y de fama en aquella era; él mismo por otra sin mirar que era invierno, pasó á Tib ur cerca de Roma, Entretanto que allí se entretuvo para ver como las cosas se encaminaban, y que los Florentines hacian buenas ofertas por divertir la guerra de su casa, los Venecia nos con las armas se apoderaron de gran parte del d ucado de Milan. Por esta causa fué forzado el Duque de rece bir á su yerno en su gracia: lo mismo hizo el Rey Don Alonso á sú instancia y aun envió al Duque dinero prestado. Hallábanse las cosas en este estado, quando súbitamente mudado el Duque de voluntad convidó al Rey de Aragon y le llamó para entregalle el estado de Milan. Resistió el Rey á esto, y no aceptó la oferta por juzgar era cosa indigna que Príncipe tan grande se reduxese á vida particular y déxase el mando. Estas demandas y respuestas an daban, quando el Papa Euge. nio que era tanta parte para todo, falleció en Roma á veinte y dos de febrero: apresuróse el cón clave, y salió por Pontífice dentro de diez dias el cardenal Thomás Sarzana natural de Luca en Toscana, con nombre en el pontificado de Nicolao Quinto: buen Pontífice, y que la baxeza de su linage, que fué grande, ennobleció con grandes virtudes; y por haber sido el que puso en pie y hizo se estimasen las letras humanas en Italia, es justo que los doctos le amen y alaben. Fué admirable en aquella edad no solo en la virtud, sino en la buena dicha con que subió á tan alto estado, tan amigo de paz quanto su predecesor de guerra. En el estado de Milan se hacia la guerra con

diferentes sucesos. El duque Philipo pasado que hobo con su exército el rio Abdua, congoxado de cuydados y desconfiado de sus fuerzas, trató de veras con Ludovico Despuch embaxador del Rey Don Alonso de renunciar aquel estado y entregalle á su señor, ca estaba determinado de trocar la vida de Prínci⚫ pe, llena de tantos cuydados y congoxas, con la de particular mucho mas aventurada: sobre todo deseaba castigar los desacatos de su yerno. Decia que á causa de su vegez ni el cuerpo podia sufrir los trabaxos ni el corazon los cuydados y molestias: que seria mas á propósito persona de mas entera edad y mas brio, para que con su esfuerzo y buena dicha reprimiese la lozanía y avilenteza de los Venecianos. En el entretanto que Ludovico con este recado va y vuelve, el duque Philipo falleció en el castillo de Milan á los trece de agosto de calenturas y cámaras, y principalmente de la pesadumbre que le sobrevino con aquellos cuydados que le apretaron en lo postrero de su edad: aviso que la vida larga no siempre es merced de Dios. ¿Mas qué otra cosa sugetó á aquel Príncipe poco antes tan grande á tantas desgracias sino los muchos años? de manera que no siempre se debe desear vivir mucho, que los años sugetan á las veces los hombres á muchos afanes, y el fallecer en buena sazon se debe tener por gran felicidad. Aquel mismo mes se celebraron las bodas del Rey de Castilla y Doña Isabel en Madrigal: las fiestas no fueron grandes por las alteraciones que andaban todavía entre los grandes. La suma es que entre el Rey y la Reyna sin dilacion se trató de la manera que podrian destruir á Don Alvaro de Luna, negocio que aun no estaba sazonado, dado que él mismo por no templarse en el po der caminaba á grandes jornadas á su perdicion: este fué el galardon de ser casamentero en aquel matrimonio. El Rey Don Alonso, como lo tenian tratado, fué por el duque Philipo nombrado en su testamento por heredero de aquel estado. En esta conformidad Ramon Buyl, uno de los comisarios del Rey en Lombardía, en cuyo poder quedó el un castillo de aquella ciudad, hizo que los capitanes hiciesen los homenages y juramento al Rey Don Alonso como duque de Milan: la muchedumbre del pueblo con deseo de la libertad acudió á las armas con tan grande brio que se apoderaron de los dos castillos que tenia Milan, y sin dilacion los echaron por tierra y los arrasa

ron. Don Alonso no podia acudir por estar ocupado en la guerra de Florencia que ya tenia comenzada, en que se apodepor las armas de Ripa, Marancia, y de Castellon de Pescara en tierra de Volterra. Los Florentines alterados por esta causa llamaron en su ayuda á Federico señor de Urbino, y á Malatesta señor de Arimino. El Rey puso cerco sobre Piombino, y se apoderó de una isla que le está cercana, y se llama de! Lillo. Los de Piombino asentaron que pagarian por parias cada un año una taza de oro de quinientos escudos de peso, los Florentines otrosí se concertaron con el Rey debaxo de ciertas condiciones con que dexadas las armas se partió para Sulmona. Quedaron por él en lo de Toscana la isla del Lillo y Castellon de Pescara. Erale forzoso acudir á lo de Milan, y aquella guerra. Hobo diversos trances: venció finalmente Francisco Esforcia mozo de grande ánimo, pues pudo por su esfuerzo y con ayuda de Venecianos quitar la libertad á los Milaneses, y al Rey Don Alonso el estado que le dexara su suegro: cepa de do procedió una nueva línea de Príncipes en aquel ducado de Milan, y ocasion de nuevas alteraciones y grandes, en que Francia con Italia, y con ambas España se revolvieron con guerras que duraron hasta nuestro tiempo, variables muchas veces en la fortuna y en los sucesos, como se irá señalando en sus pro pios lugares.

Capítulo vi.

Que muchos señores fueron presos en Castilla.

LAS cosas de Castilla aun no sosegaban: de una parte apretaba el Rey Moro, ordinario y ferviente enemigo del nombre de Christo; de otra estaba á la mira el de Navarra, que tenia mas confianza que en sus fuerzas, en la discordia que andaba entre los grandes de Castilla. Este era el mayor daño. El de Toledo, y Iñigo Lopez de Mendoza que fué puesto en lugar de Arellano, con un largo cerco con que apretaron á Torija, le forzaron á rendirse á partido que dexasen ir libres á los soldados que tenia de guarnicion. Este daño que recibió el partido de Aragon, recompensaron los soldados de Atienza con apode

TOMO V.

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rarse en tierra de Soria de un castillo que se llama Peña de Alcázar. El Rey de Castilla irritado con esta nueva pérdida, desde Madrigal do estaba, partió por el mes de setiembre para Soria: seguíanle tres mil de á caballo, número bastante para hacer entrada por la frontera y tierras de Aragon. Por el mismo tiempo en Zaragoza se tenian córtes de Aragon para proveer con cuydado en lo de la guerra que les amenazaba. Entendian que tantos apercebimientos como en Castilla se hacian no serian en vano. Hiciéronse diligencias extraordinarias para juntar gente: mandaron y echaron bando que todos los naturales de diez uno, sacados por suertes, fuesen obligados á tomar las armas y alistarse: resolucion que si no es en estremo peligro, no se suele usar ni tomar. No obstante esta diligencia enviaron por sus embaxadores á Soria á Iñigo Bolea y Ramon de Palomares para que preguntasen qual fuese el intento del Rey, y lo que con aquel ruido y gente pretendia, y le advirtiesen se acordase de la amistad y liga que entre los dos reynos tenian jurada: si confiaba en sus fuerzas, que tomadas las armas, lo que era cierto, se hacia dudoso y se aventuraba: que comenzar la guerra era cosa fácil, pero el remate no estaria en la mano del que le diese principio, y fuese el primero á tomar las armas. A esta embaxada respondió el Rey á veinte de setiembre en una junta mansamente y con disimulacion, es á saber que él tenia costumbre de caminar acompañado de los grandes y de su gente que los Aragoneses hicieron lo que no era razon, en ayudar al de Navarra con consejo y con fuerzas; si no lo emendaban, lo castigaria con las armas. Envió junto con esto á sus reyes de armas, llamados Zurban y Carabeo, para que en las córtes de Zaragoza se quexasen destos desaguisados; los Aragoneses asimismo tornaron á enviar al Rey otra embaxada. Entretanto que estas demandas y respuestas andaban, los soldados de Castilla de sobresalto se apoderaron del castillo de Verdejo que está en tierra y en el distrito de Calatayud: con esto desistieron de tratar de las paces, y luego vinieran á las manos, si un nuevo aviso que vino de que los grandes en el interior y en el riñon de Castilla se conjuraban y ligaban entre sí, no forzara al Rey de Castilla á dar la vuelta á Valladolid. En aquella villa tuvo las pasquas de Navidad, 1448. principio del año de mil y quatrocientos y quarenta y ocho.

En el mismo tiempo un esquadron de gente de Navarra tomó la villa de Campezo y el gobernador de Albarracin se apoderó de Huelamo, pueblo de Castilla á la raya de Aragon, y que está asentado en la antigua Celtiberia no lexos de la ciudad de Cuen. ca. Desta manera variaban las cosas de la guerra : asi es ordinario. El mayor cuydado era de apaciguar á los grandes, y reconciliar con el Rey al Príncipe su hijo, ca por su natural liviano nunca sosegaba del todo, ni era en una cosa constante. La ambicion de Don Alvaro y de Juan Pacheco era impedimento para que no se pudiese efectuar cosa alguna en esta parte. Menudeaban las quexas; cada qual de los dos pretendia derribar al otro, y por este medio subir él al mas alto grado. Entendió esto Don Alonso de Fonseca obispo de Avila, persona de ingenio sagaz procuró concordatos y hacellos amigos; decíales que si se aliaban, tendrian mano en todo el gobierno, la discordia seria causa de su perdicion. Tomóse por expediente para atajar las conjuraciones de los grandes prender muchos dellos en un dia señalado. Para poner esto en execucion tuvieron habla el Rey y el Príncipe su hijo entre Medina del Campo y Tordesillas á once de mayo, sábado víspera de pasqua de Espíritu Santo. Como se concertó asi se hizo, que Don Alonso Pimentel conde de Benavente y Don Fernan Alvarez de Toledo conde de Alba, Don Enrique hermano del Almirante, los dos hermanos Pedro y Suero de Quiñones fueron presos. Al de Benavente, Don Enrique y á Suero llevaron á Portillo ; al de Alba y Pedro de Quiñones á Roa para que allí los guardasen. Achacábanles que trataban de hacer volver al Rey de Navarra á Castilla: como los hombres naturalmente se inclinan á creer lo peor, decía el vulgo que á nadie perdona, era todo invencion para aplacar el odio del pueblo concebido por aquellas prisiones. El Almirante y el conde de Castro como no les hobiesen podido persuadir que viniesen á la corte, avisados de lo que pasaba, se retiraron á Navarra : lo que era consiguiente, tomáronles los estados sin dificultad por no tener quien los defendiese, ni estar los pueblos apercebidos de vituallas;' estos fueron Medina de Ruyseco, Lobaton, Aguilar, Benavente, Mayorga con otro gran número de pueblos y castillos. Diego Manrique de su voluntad entregó los castillos de Navarrete y de Treviño como en rehenes y para seguridad que guar

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