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doza alcayde de la fortaleza que en aquel tiempo se veia en lo mas alto de la ciudad: al presente hay solamente piedras y paredones, muestra y rastros de edificio muy grande y muy fuerte. Estos intentos salieron tambien en vacío en esta parte á causa que el obispo Barrientos defendió con grande esfuerzo la ciudad. Pasado este peligro, en Aragon se movieron nuevos tratos con ocasion de la vuelta del Almirante de Castilla, de quien se dixo qué pasó en Italia. Convocaron los procuradores de las ciudades y los demas brazos para que se juntasen en Zaragoza leyéronse los órdenes é instrucciones y mandatos que el Rey de Aragon enviaba, y conforme á ellos pretendian que se juntasen las fuerzas del reyno, y se abriese la guerra con Castilla. Esquivaban los procuradores el rompimiento: decian no estaba bien al reyno trocar fuera de sazon la paz que tenian.con Castilla, con la guerra, especial ausente el Rey, y los tesoros del reyno acabados; por esto intentaron otros medios y ayudas: tratóse de casar al Príncipe de Viana con hija del Conde de Haro procuraron otrosí que los grandes de Castilla tuviesen entre sí habla, y sobre todo y lo mas principal convidaron al Príncipe de Castilla Don Enrique para ligarse con los que fuera del reyno y dentro andaban descontentos. Atreviéronse á intentar esta prática por no haberse aun el Príncipe reconciliado con su padre, antes en su deservicio estaba apoderado de Toledo. La muchedumbre del pueblo le entregó la ciudad: los movedores del alboroto pasado querian darse al Rey; por esto y por sus deméritos grandes fueron presos dentro de la Iglesia mayor donde se retraxeron. A los principales alborotadores, que eran los dos canónigos de Toledo, enviaron presos á Santorcaz para que en aquella estrecha cárcel (que lo es mucho la que en aquel castillo hay) pagasen su pecado: no les quitaron las vidas como merecian, por respeto que eran eclesiásticos. Marcos García, y Hernando de Avila uno de los principales delinqüentes, fueron arrastrados por las calles, y de muchas maneras maltratados hasta dalles la muerte: ágradable espectáculo para los ciudadanos, cuyas casas y bienes ellos robaron, castigo muy debido á sus maldades. La soltura de los Moros á la sazon era grande: con ordinarias cabalgadas que hacian, trabaxaban, quemaban y robaban los campos del Andalucía á su reyno comarcanos, hicieron

grandes presas, llegaron hasta los mismos arrabales de Jaen y de Sevilla, que fué grande befa, afrenta de los nuestros y mengua del reyno. Su orgullo era tal que el Rey Moro prome tió al de Navarra, el qual hacia gente en Aragon, que si por otra parte acometia á las tierras de Castilla, no dudaria de asentar sus reales y ponerse sobre Córdoba, sin cesar de combatilla hasta della apoderarse. Dió el Navarro las gracias á los embaxadores por aquella voluntad, pero dilatóse por entonces la execucion, sea por no ser buena sazon, sea por no haeer mas odiosa aquella su parcialidad, si pasaba tan adelante. En Coruña cerca de Soria se juntaron muchos grandes de Castilla á veinte y seis de julio: halláronse presentes los marqueses de Villena y de Santillana, el Conde de Haro, el almirante de Castilla y Don Rodrigo Manrique que se intitulaba maestre de Santiago; no falta otrosí quien diga que se halló en esta junta el Príncipe de Castilla Don Enrique. Quexáronse del mal gobierno de Don Alvaro: que por su causa la nobleza de Castilla andaba unos desterrados, otros en prisiones despoxa. dos de sus estados: que en ningun tiempo tuvo con el Rey tanta cabida y privanza como al presente tenia: si no se ligaban entre sí, ninguna esperanza les quedaban ni á los afligidos, ni á los demas, para que no viniesen á perecer todos por el atrevimiento de Don Alvaro, que de cada dia se aumentaba. Acordaron que hasta mediado el mes de agosto cada qual por su parte con las mas gentes que pudiese juntar, acudiese á los Reales del Principe Don Enrique; pero aunque al tiempo señalado estuvieron puestos cerca de Peñafiel villa de Castilla la Vieja, los grandes se iban poco á poco sin hacer mucha dili gencia para acudir á lo que tenian concertado. Detenia á cada uno su particular temor, acordábanse de tantas veces que se mejantes deseños les salieron vanos: demas que no se fiaban bastantemente del Príncipe Don Enrique, por ser paco constante en un parecer; y aun el Rey de Navarra que acaudillaba á los demas descontentos, sabian estar por el mismo tiempo embarazado en sus cosas propias y en las de Francia. Poseia este Príncipe en la Guiena un castillo llamado Maulison, que le entregó el Rey de Inglaterra, y tenia puesto en su lugar para guardalle su mismo condestable. Este castillo acometió á tomar el Conde de Fox con un grueso exército, en que se con

taban doce mil hombres de á pie y tres mil de á caballo. Fortificó sus estancias en lugares á propósito con sus fosos y trincheas: comenzó luego despues desto á batir las murallas. El de Navarra con las gentes que arrebatadamente pudo juntar, acudió al peligro. Puso sus reales en un llano poco distante de los del contrario. Hobo habla entre el yerno y el suegro, pero por mucho que supo decir el de Navarra, no persuadió al de Fox que levantase el cerco: escusábase que tenia dada palabra y prometido al Rey de Francia de serville en aquella empresa: que no podia alzar el cerco antes de salir con su intento y tomar el castillo. Por esta manera como quier que el de Navarra se volviese á España, los cercados fueron forzados á rendirse á partido que dexase ir á los soldados de guarnicion libres á sus casas. La tar danza del Rey de Navarra y poco brio de los grandes dió en Castilla lugar á tratar de reconciliar al Príncipe Don Enrique con su padre. Con la esperanza que se concluiria la paz, derramaron las gentes que por una y otra parte tenian levantadas: tras esto concertaron las diferencias entre los dos Príncipes padre y hijo. Hecho esto, el Rey se quedó en Castilla la Vieja, el Príncipe Don Enrique volvió á Toledo, do fué recebido con grande aplauso del pueblo con danzas y regocijos á la manera de España: allí finalmente Pero Sarmiento porque trataba de dar aquella ciudad al Rey, y por no poner fin y término á los robos y agravios que hacia, fué privado de la alcaydía del alcázar, y del gobierno de la ciudad por principio del 1450, año mil y quatrocientos y cinqüenta. Quexábase él mucho de su desgracia, imploraba la fe y palabra que el Príncipe le diera: no le valió para que no se executase la sentencia y saliese de la ciudad. Llevaba consigo en docientas acémilas cargados los despojos que robara, tapices, alhombras, paños ricos, xilla de oro y de plata; hurto vergonzosísimo, demasías y cohechos exorbitantes: bramaba el pueblo y decia era justo le quitasen por fuerza lo que á tuerto robó. No pasaron de las palabras y quexas á las manos: nadie se atrevió á dalle pesadumbre por llevar seguridad del Príncipe; verdad es que parte de la presa le robaron en el camino: lo mas dello en Gumiel, do su muger y hijos estaban, poco despues por mandado del Rey fué confiscado. El mismo Sarmiento se retiró á Navarra, y adelante alcanzado que hobo perdon de sus desórdenes,

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en la Bastida pueblo de la Rioja cerca de la villa dé Haro, el qual solo de muchos que tenia, le dexaron, pasó la vida sugeto á graves enfermedades y miedos, torpe por las fealdades que cometió despojado de sus bienes y tierras por mandado del Padre Santo, con quien este negocio se comunicó. Los compañeros que tuvo en los robos, fueron mas gravemente castigados: en diversas ciudades los prendieron y con extraordinarios tormentos justiciaron: castigo cruel; pero con la muerte de pocos pretendieron apaciguar el pueblo alterado, aplacar la ira de Dios, y reprimir tan graves maldades y excesos; juntamente se dió aviso á los demas puestos en gobierno, que en semejantes cargos no usen de violencia, ni empleen su poder en cometer desafueros y desaguisados.

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Capitulo x.

De las cosas de Aragon.

APENAS se habia sosegado la ciudad de Toledo, quando en Segovia, donde el Príncipe Don Enrique era ido, se levantó un nuevo alboroto por esta ocasion : á Don Juan Pacheco marqués de Villena achacó un delito y exceso por el qual merecia ser preso, Pedro Portocarrero que comenzaba á tener cabida con el Príncipe: ayudábanle y deponian lo mismo el obispo de Cuenca y Juan de Silva alférez del Rey y el mariscal Pelayo de Ribera. Avisaron al Príncipe que usase de toda diligencia, y que mirase por sí el castigo dado á Don Juan Pacheco seria á los demas aviso para que no recompensasen con deslealtad mercedes tan grandes como tenia recebidas. Aprobado este consejo, se acordó fuese preso: era tan grande su poder que no era cosa fácil executallo; y él mismo, avisado del enojo del Príncipe, se apoderó de cierta parte de la ciudad y en ella se barreó para hacer resistencia á los que le acometiesen. Recelábanse que el negocio no pasase adelante, y no fuese necesario venir á las armas, con que se ensangrentasen todos: permitiéronle se fuese á Turuégano, pueblo de su jurisdiccion. Desde allí procuró ganar á Pedro Portocarrero para esto le dió una hija suya bastarda por nombre Doña Beatriz por mu

TOMO V.

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ger, y en dote á Medellin (1), villa grande en Estremadura y cerca de Guadiana; con esta maña enflaqueció el poder de sus enemigos, y la ira del Príncipe comenzó á amansar. La guerra con los Aragoneses se continuaba, bien que no con mucho calor y cuydado, ni con mucha gente por estar todos cansados de tan largas diferencias. El castillo de Bordalua en la frontera de Aragon tomaron á los Aragoneses, que ellos de nuevo y en breve recobraron. El enojo que se tenia contra el Rey de Navarra, era mayor por ser causa y movedor de todos estos males ofrecíase coyuntura para tomar dél emienda con ocasion de algunas diferencias que resultaron en aquel reyno. Fué asi que muchos inducian al Príncipe de Viana se apoderase del reyno decian que era de su madre; y su padre hacia agravio á él pues tenia ya bastante edad para gobernar, y á toda la nacion pues siendo estrangero, sin ningun derecho ni razon queria ser y llamarse Rey de Navarra: estas eran las zanjas que se abrian de grandes alteraciones que adelante se siguieron. Estaba el Rey de Navarra en Zaragoza, donde se tuvieron córtes de Aragon entrado bien el verano: tratóse de los pesquisidores, que solian ser como tenientes del justicia de Aragon, y fué acordado que el oficio destos se templase y limitase con ciertas leyes que ordenaron para que no abusasen en agravio de nadie del poder que para bien comun se les daba. Determinóse otrosí que los bienes sobre que hobiese pleyto se pusiesen en tercería en poder de un depositario general, á propósito que los jueces por tenellos en su poder no dilatasen las sentencias y alargasen los pleytos. El Rey Don Alonso de Aragon, dado que ocupado y entretenido en Nápoles, todavía cuydaba de las cosas de España. Despachó embaxadores á los Príncipes con que los exhortaba á la paz, resuelto (si hobiese guerra) de acudir con fuerzas y consejo á su hermano y á sus vasallos. Por lo demas parecia estar olvidado de su patria, en tanto grado que nunca le pudieron persuadir volviese á España, puesto

(1) Que Medellin se dió á Don Juan Pocheco, dícelo la Cronic. del Rey Don Juan el Segundo, año 45, cap. 86. Que él la dió en dote á su hija, dícenlo Garib. lib. 16, cap. 41: Rades en la vida de Don Juan Pacheco Gud. en sus Girones, átbol 25, y otros. Los privilegios se sacan en nombre del que quiere al que se hace la gracia.

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