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poca gente: por donde y porque ni aun tampoco los Agramonteses tenian bastantes fuerzas para sosegar aquellas alteraciones, le fué necesario dar la vuelta á Zaragoza con intento de levantar mas número de gente de Aragon. Con su vuelta el Rey de Castilla y su hijo á instancia del Príncipe Don Cárlos, como si la guerra quedara acabada, se volvieron á Búrgos sin dexar hecho efecto de importancia. Hízole daño á Don Carlos su buena, sencilla y mansa condicion. Su padre como artero con soldados y número de gente que juntó, mas fuerte y experimentado en la guerra que mucha en número, puso sus reales sobre la villa de Ayvar que se tenia por los contrarios, fortificada con buen número de soldados y baluartes: acudió el hijo á dar socorro á los cercados, asentó los reales á vista de los de su padre. A tres de octubre sacaron los unos y los otros sus gentes y ordenaron sus batallas en forma de pelear. Pretendian personas religiosas y eclesiásticas, á quien parecia co ́sa grave y abominable que parientes y aliados viniesen entre sí á las manos, en especial el hijo contra su padre, ponellos en paz y hacellos dexar las armas. El Príncipe Don Cárlos daba de buena gana oido á lo que le proponian, á tal que su padre perdonase á todos sus sequaces y al mismo Don Luis de Biamonte, que era conde de Lerin y condestable, y que á él le restituyese el principado de Viana, y le dexase la mitad de las rentas Reales con que sustentase su vida y el estado de su casa; en conclusion que el Rey de Castilla aprobase esta confederacion, ca tenia jurado el Príncipe Don Carlos que no se haria concierto sin su voluntad. El Rey de Navarra pasaba por algunas condiciones, otras no le contentaban el Príncipe feroz con la esperanza de la victoria, ca tenia mas gente que su padre dió señal de pelear; lo mismo hicieron los contrarios. Encontráronse las haces con tanto denuedo de los Biamonteses que hicieron retirar el primer esquadron del Rey de Navarra; solo Rodrigo Rebolledo que era su camarero mayor, huidos los demas, detuvo y sufrió el impetu de los enemigos que ferozmente se iban mejorando, con cuyo esfuerzo animados los demas esquadrones se adelantaron á pelear. Los mismos que al principio volvieron las espaldas, procuraban con el esfuerzo y corage recompensar la falta y mengua pasada: fué tan grande la carga que no los pudieron sufrir los contrarios,

y se pusieron en huida los primeros los caballos del Andalucía que tenian de su parte. Eran los del Príncipe gente allegadiza, mas número que fuerzas ; los soldados de su padre viejos y experimentados. Los muertos no fueron muchos, los cautivos en gran número: el mismo Príncipe de Viana, rodeado por todas partes de los enemigos, y puesto en peligro que le maş tasen, entregó la espada y la manopla á Don Alonso su hermano en señal de rendirse. Fué esta batalla de las mas señaladas y famosas de aquel tiempo : los principios tuvo malos, los medios peores, y el remate fué miserable. No escriben el número de los que pelearon, ni de los que fueron muertos; ni aun concuerdan los escritores en contar y señalar el órden con que se dió la batalla, ni tampoco en que tiempo vergonzoso descuydo de nuestros coronistas. El Príncipe Don Cárlos por mandado de su padre fué llevado primero á Tafalla, y despues á Monroy. Dícese que por todo el tiempo de su prision tuyo grande recelo que le querian dar yerbas, y que despues de la batalla no se atrevió á gustar la colacion que truxeron hasta tanto que su mismo hermano le hizo la salva. El de Navarra alegre con esta victoria dió la vuelta á Zaragoza, y con él la Reyna su muger, que en breve se hizo preñada. Los Biamonteses no dexaron por ende las armas, ni perdieron el ánimo, en especial que el Príncipe Don Enrique en odio de su suegro acudió luego á les ayudar. Demas desto los señores de Aragon favorecian al Príncipe Don Carlos, y comenzaban á mover tratos para ponelle en libertad. Era miserable el estado de las cosas en Navarra : por los campos andaban sueltos los soldados á manera de salteadores, dentro de los pueblos ardian en discordias y bandos, de que resultaban riñas, muertes y andar todos alborotados. En el Andalucía las cosas mejoraban, en particular cerca de Arcos reprimieron los fieles cierto atrevimiento de los Moros: fué asi que seiscientos Moros de á caballo y ochocientos de á pie hicieron entrada por aquella parte. Acudió menor número de los nuestros, que los desbarataron y pusieron en huida á nueve de febrero del año que se contaba de nuestra salvacion mil y quatrocientos y cinqüenta y dos: el 1452. capitan desta empresa, y que apellidó la gente y la acaudilló, Don Juan Ponce conde de Arcos y señor de Marchena. Mayor estrago recibieron el mes luego siguiente en el reyno de Mur

cia seiscientos Moros de á caballo y mil y quinientos peones que entraron á robar : en un encuentro que tuvieron cerca de Lorca, los desbarataron y quitaron la presa que era muy grande, de quarenta mil cabezas de ganado mayor y menor, trecientos de á caballo de los Christianos y dos mil infantes : los caudillos Alonso Faxardo adelantado de Murcia, y su yerno García Manrique, y con ellos Diego Ribera á la sazon corregidor de Murcia. Desta manera por algun tiempo quedaron reprimidos los brios y orgullo de los Moros, y se trocó la suerte de la guerra: ademas que los Moros cansados del gobierno del Rey Mahomad el Coxo, comenzaban á tratar de hacer mudanza en el estado y en el reyno y revolverse entre sí. No aconteció en España en este año alguna otra cosa memorable fuera de que al Rey Don Juan de Navarra nació un hijo á diez dias del mes de marzo en un pueblo llamado Sos, que está á la raya de Navarra y de Aragon. Iba la Reyna de Sangüesa adonde el Rey su marido estaba, quando de repente le dieron los do lores de parto. Parió un hijo que se llamó Don Fernando, al qual el cielo encaminaba grandísimos reynos y renombre inmortal por las cosas señaladas y excelentes que obró adelante en guerra y en paz. En Sena ciudad de Toscana se vieron y juntaron el Emperador Federico que venia de Alemania, y Doña Leonor su esposa enviada por mar desde Portugal. Allí se ratificaron los desposorios : hizo la ceremonia Eneas Sylvio, persona á la sazon señalada por la cabida que con aquel -Príncipe alcanzó y su mucha erudicion. En Roma los veló y coronó de su mano el Pontifice, en Nápoles consumaron el matrimonio: las fiestas fueron grandes, y los regocijos tales que los vivos no se acordaban de cosa semejante.

Capítulo xu.

Como Don Alvaro de Luna fué preso.

SIN razon se quejan los hombres de la inconstancia de las cosas humanas, que son flacas, perecederas, inciertas, y con pequeña ocasion se truecan y revuelven en contrario, y que se gobiernan inas por la temeridad de la fortuna que por consejo

y prudencia, como á lá verdad los vicios y las costumbres no concertadas son los que muchas veces despeñan á los hombres en sú perdicion. ¿Qué maravilla si á la mocedad perezosa se si→ gue pobre vejez? si la luxuria y la gula derraman y desperdi→ cian las riquezas que juntaron los antepasados? si se quita el poder á quien usa dél mal? si á la soberbia acompaña la envi dia y la caida muy cierta ? La verdad es que los nombres de las cosas de ordinario andan trocados: dar lo ageno y derramar lo suyo, se llama liberalidad: la temeridad y atrevimiento se alaba, mayormente si tiene buen remate : la ambicion se cuenta por virtud y grandeza de ánimo: el mando desapoderado y violento se viste de nombre de justicia y de severidad. Pocas veces la fortuna discrepa de las costumbres: nosotros como imprudentes jueces de las cosas escudriñamos y buscamos cau"sas sin propósito de la infelicidad que sucede á los hombres las quales si bien muchas veces están ocultas y no se entien-. 'den, pero no faltan. Esto me pareció advertir antes de escri bir el desastrado fin que tuvo el condestable y maestre Don Alvaro de Luna. De baxos principios subió á la cumbre de la buena andanza : della le despeñó la ambicion. Tenia buenas partes naturales, condicion y costumbres no malas: si las faltas, si los vicios sobrepujasen, el suceso y el remate lo muestra. Era de ingenio vivo y de juicio agudo, sus palabras concertadas y graciosas, usaba de donayres con que picaba, aunque ́éra naturalmente algo impedido en la habla : su astucia y disi'mulacion grande, el atrevimiento, soberbia y ambicion no menores : el cuerpo tenia pequeño, pero recio y á propósito para los trabaxos de la guerra; las facciones del rostro menudas y graciosas con cierta magestad. Todas estas cosas comen·zaron desde sus primeros años, con la edad se fueron aumentando. Allegóse el menosprecio que tenia de los hombres: comun enfermedad de poderosos. Dexábase visitar con dificultad, mostrabase áspero, en especial de media edad adelante 'fué en la cólera muy desenfrenado : exâsperado con el odio de sus enemigos, y desesperado por los trabaxos en que se vió, á manera de fiera que agarrochean en la leonera y despues la sueltan, no cesaba de hacer riza: ¿qué estragos no hizo con el deseo ardiente que tenia de vengarse? con estas costumbres no es maravilla que cayese, sino cosa vergonzosa que por tan

to tiempo se conservase. Muchas veces lé acusaron de secreto y achacaron delitos cometidos contra la magestad Real. Decian que tenia mas riquezas que sufria su fortuna y calidad, sin cesar de acrecentallas; en particular que derribada la nobleza, estaba asimismo apoderado del Rey y lo mandaba todo : finalmente que ninguna cosa le faltaba para reynar fuera del nombre, pues tenia ganadas las voluntades de los naturales, poseia castillos muy fuertes, y gran copia de oro y de plata, con que tenia consumidos y gastados los tesoros Reales. No ignoraba el Rey ser verdad en parte lo que le achacaban, y aun muchas veces con la Reyna se quexaba de aquella afrenta, ca no se atrevia á comunicallo con otros, parecia como en lo demas estaba tambien privado de la libertad de quexarse. Ofrecióse una buena ocasion y qual se deseaba para derriballe: esta fué que Don Pedro de Zúñiga conde de Plasencia se habia retirado en Bejar pueblo de su estado por no atreverse á estar en la corte en tiempos tan estragados; Don Alvaro persuadido que se ausentaba por su causa, se resolvió de hacelle todo el mal y daño que pudiese. Está cerca de Bejar un castillo llamado Piedrahita, desde donde Don García hijo del conde de Alba nunca cesaba de hacer correrías y robos en venganza de su padre que preso le tenian : Don Alvaro fué de parecer que le sitiasen con intento de prender tambien al improviso con la gente que juntasen, al conde de Plasencia. Esto pensaba él; Dios el mal que aparejaba para los otros, volvió sobre su cabeza, y un engaño se venció con otro fué así que el conde de Haro y el marqués de Santillana á instancia del conde de Plasencia trataron entre sí y se hermanaron para dar la muerte al autor de tantos males. El Rey de Burgos era venido á Valladolid para proveer á la guerra que se hacia entre los Navarros. Enviaron los grandes quinientos de á caballo á aquella villa con órden que les dieron de matar á Don Alvaro de Luna, que estaba descuydado desta trama. Para que el trato no se entendiese, echaron fama que iban en ayuda del conde de Benavente contra Don Pedro de Osorio conde de Trastamara, con quien tenia diferencias. Súpose por cierto aviso lo que pretendian aquellos grandes por esto la corte á persuasion de Don Alvaro dió la vuelta á Búrgos, que fué acelerar su perdicion por el camino que pensaba librarse del peligro, y de aquella zalagar

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