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ni semejantes cosas. Quien tal hace, que asi lo pague.» En medio de la plaza de aquella villa tenian levantado un cadahalso, y puesta en él una Cruz con dos antorchas á los lados y debaxo una alhombra. Como subió en el tablado, hizo reverencia á la Cruz, y dados algunos pasos, entregó á un page suyo que allí estaba, el anillo de sellar y el sombrero con estas palabras: «Esto es lo postrero que te puedo dar. » Alzó el mozo el grito con grandes sollozos y llanto, ocasion que hizo saltar á muchos las lágrimas, causadas de los varios pensamientos que con aquel espectáculo se les representaban. Comparaban la felicidad pasada con la presente fortuna y desgracia, cosa que aun á sus enemigos hacia plañir y llorar. Hallóse presente Barraza caballerizo del príncipe Don Enrique: llamóle Don Alvaro y díxole: « Id y decid al Príncipe de mi parte que en gratificará sus criados no siga este exemplo del Rey su padre.». Vió un garfio de hierro clavado un un madero bien alto : preguntó al verdugo para qué le habian puesto allí, y á qué propósito. Respondió él que para poner allí su cabeza luego que se la cortase. Añadió Don Alvaro : « Despues de yo muerto, del cuerpo haz á tu voluntad, que al varon fuerte ni la muerte puede ser afrentosa, ni antes de tiempo y sazon al que tantas honras ha alcanzado.» Esto dixo, y juntamente desabrochado el vestido, sin muestra de temor abaxó la cabeza para que se la cortasen á cinco del mes de julio. Varon verdaderamente grande, y por la misma variedad de la fortuna maravilloso. Por espacio de treinta años poco mas o menos estuvo apode rado de tal manera de la casa Real, que ninguna cosa grande ni pequeña se hacia sino por su voluntad, en tanto grado que ni el Rey mudaba de vestido ni manjar ni recebia criado si no era por órden de Don Alvaro y por su mano. Pero con el exemplo deste desastre quedarán avisados los cortesanos que quieran mas ser amados de sus Príncipes que temidos, porque el miedo del señor es la perdicion del criado, y los hados cierto Dios apenas permite que los criados soberbios mueran en paz. Acompañó á Don Alvaro por el camino y hasta el lugar en que le justiciaron, Alonso de Espina frayle de San Francisco, aquel que compuso un libro llamado Fortalitium fidei, magnífico título, bien que poco elegante : la obra erudita y excelente por el conocimiento que da y muestra de las

cosas divinas y de la Escritura sagráda. Quedó el cuerpo cortada la cabeza por espacio de tres dias en el cadahalso, con uná bacía puesta allí junto para recoger limosna con que enterrasen un hombre que poco antes se podia igualar con los Reyes: asi se truecan las cosas. Enterráronle en San Andrés, enterramiento de los justiciados: de allí le trasladaron á San Francisco monasterio de la misma villa, y los años adelante en la iglesia mayor de Toledo en su capilla de Santiago sus amigos por permision de los Reyes le hicieron enterrar. Dicese comunmente que Don Alvaro consultó á cierto astrólogo que le dixo su muerte seria en cadahalso: entendió él no que habia de ser justiciado, sino que su fin seria en un pueblo suyo que tenia de aquel nombre en el reyno de Toledo, por lo qual en toda su vida no quiso entrar en él : nos destas cosas (como sin fundamento y vanas) no hacemos caso alguno. Estaban á la sazon los reales del Rey sobre Escalona pueblo que despues de la muerte de Don Alvaro le rindió su muger à partido que los tesoros de su marido se partiesen entre ella y el Rey por partes iguales. Todo lo demas fué confiscado; solo Don Juan de Luna hijo de Don Alvaro se quedó con la villa de Santistevan que su padre le diera, cuya hija casó con Don Diego hijo de Don Juan Pacheco, y por medio deste casamiento se juntó el condado de Santistevan que ella heredó de su padre, con el marquesado de Villena. Tuvo Don Alvaro otra hija legítima por nombre Doña María, que casó con Iñigo Lopez de Mendoza duque del Infantado. Fuera de matrimonio á Pedro de Luna señor de Fuentidueña, y otra hija que fué muger de Juan de Luna su pariente, gobernador que era de Soria. Esto baste de la caida y muerte de Don Alvaro. En Granada el Moro Ismael (que los años pasados fué de nuevo enviado por el Rey á su tierra) ayudado de sus parciales que tenia entre los Moros, y con el favor que los Christianos le dieron, despojó del reyno á su primo Mahomad el Coxo. No se señala el tiempo en que esto sucedió, del caso no se duda. Las desgracias que el año pasado sucedieron á los Moros, habian hecho odioso al Rey Mahomad para con aquella nacion, de suyo muy inclinada á mudanza de Príncipes. Ismael apoderado del reyno no guardó mucho tiempo con los Christianos la fe y lealtad que debiera: quando era pobre, se mostraba afable y amigo, después de la victoria olvi➡

dóse de los beneficios recebidos. En Portugal se acuñaron de nuevo escudos de buena ley que llamaron Cruzados: la causa del nombre fué que por el mismo tiempo sé concedió jubileo á todos los Portugueses que con la divisa de la Cruz fuesen á hacer la guerra contra los Moros de Berbería. El que alcanzó esta cruzada del Sumo Pontífice Nicolao Quinto, fué Don Alvaro Gonzalez obispo de Lamego, varon en aquel reyno esclarecido por su prudencia y por la doctrina y letras de que era dotado.

Capítulo xiv.

Como falleció el Rey Don Juan de Castilla.

Con la muerte de Don Alvaro de Luna poco se mejoraron las cosas, mas aina se quedaron en el mismo estado que antes, dado que el Rey estaba resuelto (si la vida le durara mas años) de gobernar por sí mismo el reyno, y ayudarse del consejo del obispo de Cuenca y del prior de Guadalupe fray Gonzalo de Illescas, varones en aquella sazon de mucha entereza y santidad, con cuya ayuda pensaba recompensar con mayores bienes los daños, y soldar las quiebras pasadas; á la diligencia muy grande de que cuydaba usar, ayuntar la severidad en el mandar y castigar, virtud muchas veces mas saludable que la vana muestra de clemencia: con esta resolucion los llamó á los dos para que viniesen á Avila, á donde él se fué desde Escalona. Pensaba otrosí á entretener á sueldo ordinario ocho mil de á caballo para conservar en paz la provincia y resistir á los de fuera; demas desto dar el cuydado á las ciudades de cobrar las rentas Reales, para que no hobiese arrendadores ni alcabaleros, ralea de gente que saben todos los caminos de allegar dinero, y por el dinero hacen muy grandes engaños y agravios. Por otra parte los Portugueses comenzaban á descubrir con las navegaciones de cada un año las riberas exteriores de Africa en grandísima distancia, sin parar hasta el cabo de Buena Esperanza, que (adelgazándose las riberas de la una parte y de la otra en forma de pyrámide) se tiende de la otra parte de la equinoccial por espacio de treinta y cinco grados.

Con estas navegaciones destos principios llegó aquella nacion á ganar adelante grandes riquezas, y renombre no menor. El primero que acometió esto, fué el infante Don Enrique tio det Rey de Portngal por el conocimiento que tenia de las estrellas y por arder en deseo de ensanchar la Religion Christiana: celo por el qual merece inmortales alabanzas. El Rey de Castilla pretendia que aquellas riberas de Africa eran de su conquista, y que no debia permitir que los Portugueses pasasen adelante en aquella demanda: envió por su embaxador sobre el caso á Juan de Guzman; amenazaba que si no mudabán propósito, les haria guerra muy brava. Respondió el Rey de Portugal mansamente que entendia no hacerse cosa alguna contra razon, y que tenia confianza que el Rey de Castilla antes que aquel pleyto se determinase por juicio, no tomaria las armas. Habíase ido el Rey de Castilla á Medina del Campo y á Valladolid para ver si con la mudanza del ayre mejoraba de la indisposicion de quartanas que padecia, que aunque lenta, pero por ser larga le trabaxaba. Por el mismo tiempo Juan de Guzman volvió con aquella respuesta de Portugal, y la Reyna de Aragon con intento de hacer las paces entre los Príncipes de España llegó á Valladolid. No fue su venida en balde, porque con el cuydado que puso en aquel negocio y su buena maña, demas que casi todas las provincias de España se hallaban cansadas y gastadas con guerras tan largas, se efectuó lo que deseaba, sin embargo de la nueva ocasion de ofension y desabrimiento que se ofrecia á causa del repudio que el príncipe Don Enrique dió á Doña Blanca su muger, que envió á su padre con achaque que por algun hechizo no podia tener parte con ella. Este era el color: la verdad y la culpa era de su marido, que aficionado á tratos ilícitos y malos (vicios que su padre muchas veces procuró quitalle) no tenia apetito, ni aun fuerza para lo que le era lícito; especial con doncellas: asi se tuvo por cosa averiguada, por muchas congeturas y señales que para ello se representaban. El que pronunció la sentencia del divorcio la primera vez, fué Luis de Acuña administrador de la iglesia de Segovia por el cardenal Don Juan de Cervantes: confirmó despues esta sentencia el arzobispo de Toledo por particular comision del Pontífice Nicolao, que le envió su breve sobre el caso, con gran de maravilla del mundo que sin embargo del repudio de Doña

Blanca el príncipe Don Enrique se tornase á casar, que pa, rece era contra razon y derecho. A trece de noviembre nació al Rey de Castilla en Tordesillas un hijo que se llamó Don Alonso, el qual si bien murió de poca edad, fué á los naturales ocasion de una grave y larga guerra, como se verá adelante. A instancia pues de la Reyna de Aragon se trató de hacer las paces entre Castilla y Aragon : lo mismo procuraba se hiciese en Navarra entre los Príncipes padre y hijo. Para resolver las condiciones que se debian capitular, concertaron treguas por todo el año siguiente. Estaba todo esto para concluirse quando la dolencia del Rey de Castilla se le agravo de tal suerte que re cebidos todos los Sacramentos finó en Valladolid á veinte de 1454. julio año de mil y quatrocientos y cinqüenta y quatro. Mandóse enterrar en el monasterio de la Cartuxa de Búrgos fúndacion de su padre, y que él le dió á los frayles Cartuxos: allí se hizo adelante su entierro; por entonces le depositaron en San Pablo de Valladolid. Fué el enterramiento muy solemne, y en las ciudades y pueblos se le hicieron las honras y exequias co. mo era justo. Hasta en la misma ciudad de Nápoles el mes luego siguiente se hizo el oficio funeral y honras, en que entre los demas enlutados el embaxador de Venecia pareció vestido de grana y carmesí: espectáculo, que por ser tan extraordinario fué ocasion que las lágrimas se mudaron en risa. Sucedió otra cosa notable, que con las muchas hachas y luminarias se quemó gran parte del túmulo que para la solemnidad tenian de madera en medio del templo levantado. Mandó el Rey en su testamento que al infante Don Alonso su hijo que poco antes le nació, se diese en administracion el maestrazgo de Santiago: nombróle otrosí por condestable de Castilla: dignidades la una y la otra que vacaron por muerte de Don Alvaro de Luna. Señaló por sus tutores al obispo de Cuenca y al prior de Gua dalupe, y á Juan de Padilla su camarero mayor. Si no fuera por su poca edad, y por miedo de mayores alborotos, le nom. brara por sucesor en el reyno, por lo menos trató de hacello: tan grande era el desabrimiento que con el Príncipe tenia cobrado. A la infanta Doña Isabel mandó la villa de Cuellar y gran suma de dineros: á la Reyna su muger á Soria, Arévalo, Madrigal, con cuyas rentas sustentase su estado y llevase las incomodidades de la viudez y soledad.

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