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Capítulo xv.

Como el Principe Don Enrique fué alzado por Rey de Castilla.

Con la muerte del Rey Don Juan de Castilla el reyno, como éra justo, se dió á Don Enrique su hijo. Hízose la ceremonia acostumbrada en una junta de grandes, parte de los quales se hallaban á la sazon presentes en Valladolid, parte acudieron de nuevo, sabida la muerte del Rey. Quatro dias adelante tomó las insignias Reales, y levantaron por él los estandartes de Castilla. Luego pusieron en libertad á los Condes de Alba y de Treviño, con que se hizo la fiesta de la coronacion muy mas regocijada; los demas grandes que fueron con ellos presos por diversas ocasiones y accidentes, estaban ya libres: continuaron en sus oficios todos los ministros de la casa Real de su padre. Comenzóse asimismo de nuevo á tratar de la paz por parte de la Reyna de Aragon, que para ello tenia poderes bastantes de su marido y cuñado los Reyes de Aragon y de Navarra; concluyóse finalmente con estas condiciones: El Rey de Navarra, Don Alonso su hijo, Don Enrique hijo del Infante de Aragon Don Enrique déxen la pretension de los estados y dignidades que en Castilla pretenden; en recompensa el Rey de Castilla cada un año les señale y pague enteramente ciertas pensiones, en que se concertaron : el Almirante de Castilla y Don Enrique su hermano, y Juan de Tovar señor de Berlanga con los de> mas que siguieron el partido y voz de Navarra, puedan volver á sú patria y á sus estados. Era ya fallecido el Conde de Castro Don Diego Gomez de Sandoval en la mayor calor de la preten> sión que traia sobre la restitucion que pedia se le hiciese de los estados que por causa de las revueltas pasadas le quitaron á tuerto, como sus letrados alegaban: su cuerpo enterraron en Borgia. Antes que falleciese, en premio de la lealtad que guardó á los Aragoneses, le dieron á Denia en el reyno de Valencia, y á Lerma en Castilla la Vieja. Estos pueblos déxó á Don Fernando su hijo, el qual con algunos otros de los foragidos quedó excluido del perdon para que no volviese á Castilla sin particular licencia del nuevo Rey. Demas desto acordaron que

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los castillos que se tomaron de una parte y de otra durante la guerra en las fronteras de Castilla y de Aragon, se restituyesen enteramente á sus dueños; por Atienza en particular dieron al Rey de Navarra quince mil florines á cuenta de lo que en defender aquella plaza gastara. Concluida en esta forma la paz entre Castilla y Aragon, se intentó de sosegar los bullicios de Navarra: negócio mas dificultoso, y que en fin no tuvo efecto por ser entre padre y hijo, ca ordinariamente quanto el deudo y obligacion es mayor, tanto la enemiga› quando se enciende, es mas grave. Entretanto que los Príncipes interesados en la confederacion de que se ha tratado, firmaban las condiciones y acuerdo tomado, se concertó alargasen las treguas por otro año. Asentado esto, la Reyna de Aragon se volvió á su reyno. Don Juan Pacheco marqués de Villena sin competidor quedó en Castilla el mas poderoso de todos los grandes por sus riquezas y privanza que alcanzaba con el nuevo Rey de Castilla; el qual y Don Ferrer de Lanuza que viño en compañía de la Reyna de Aragon, y Don Juan de Biamonte hermano del condestable de Navarra (estos tres señores con poderes de los tres Príncipes sus ámos el Rey Don Enrique y el Rey de Navarra, y el Príncipe Don Carlos de Viana) se juntaron 1455. en Agreda por principio del año mil y quatrocientos y cinqüenta y cinco, lugar que está en Castilla y á lá raya de Navar ra y de Aragon, en lo qual fuera de la comodidad que era para todos, tambien se tuvo consideracion á dar ventaja y reconocer mayoría al Rey de Castilla Don Enrique. Llevaban comision de concertar al Rey de Navarra con su hijo. Junta que fué de poco efecto. El de Navarra y su parcialidad no aprobaban las condiciones que por la otra parte se pedian. Entendíase que Don Juan Pacheco de secreto procuraba impedir la paz de Navarra entre el padre y el hijo, por miedo que si las cosas del todo se sosegaban, él no tendria tanto poder y autoridad. Solo se concertaron treguas que durasen hasta todo el mes de abril. Esto en lo que toca á Navarra. En Castilla las esperanzas que los naturales tenian que las cosas con la mudanza del gobierno mejorarian, salieron del todo vanas. El reyno á guisa de una nave trabaxada con las olas, vientos y tempestad tenia necesidad de hombre y de piloto sabio, que era lo que hasta allí principalmente les faltara. El nuevo Rey salió en

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el descuydo semejable á su padre, y en cosas peor. No echaba de ver los males que se aparejaban, ni se apercebia bastantemente para las tempestades que le amenazaban, si bien era de vivo ingenio y ferviente, pero de corazon flaco, y todo él lleno de torpezas, en particular el cuydado del gobierno y de la república le era muy pesado. Don Juan Pacheco lo gobernaba todo con mas recato que Don Alvaro de Luna y mas templanza, ó por ventura fué mas dichoso, pues se pudo conservar por toda la vida. Tenia el Rey Don Enrique la cabeza grande, ancha la frente, los ojos zarcos, las narices no por naturaleza sino por cierto accidente romas, el cabello castaño, el color roxo y algo moreno, todo el aspecto fiero y poco agradable, la estatura alta, las piernas largas, las facciones del rostro no muy feas, los miembros fuertes y á propósito para la guerra: era aficionado asaz á la caza y á la música, en el arreo de su persona templado: bebia agua, comia mucho, sus costumbres eran disolutas, y la vida estragada en todas maneras de torpe za y deshonestidad; por esta causa se le enflaqueció el cuerpo, y fué sugeto á enfermedades: muy inconstante y variosen lo que intentaba. Llamáronle vulgarmente el Liberal y el Impotente: el un sobrenombre le vino por la falta que tenia natural, el otro nació de la estrema prodigalidad de que usaba, en tanto grado que en hacer mercedes de pueblos y derramar sin juicio, y por tanto sin que se lo agradeciesen, los tesoros que con codicia demasiada juntaba, parecia aventajarse á todos sus antepasados. Disminuyó sin duda por esta via y menoscabó la magestad de su reyno y las fuerzas. Era codicioso de lo ageno y pródigo de lo suyo, vicios que de ordinario se acompa ñan: olvidábase de las mercedes que hacia, y tenia memoria de los servicios y buenas obras de sus vasallos, que solia pagar con mas presteza que si fuera dinero prestado. Sus palabras eran mansas y corteses, á todos hablaba benigna y dulcemente, en la clemencia fué demasiado: virtud que si no se templa con la severidad, muchas veces no acarrea menores daños que la crueldad, ca el menosprecio de las leyes, y la esperanza de no ser castigados los delitos, hacen atrevidos á los malos. Esta variedad de costumbres que tuvo este Rey, fué causa que en ningun tiempo las revueltas fuesen mayores que en el suyo: reynó por espacio de veinte años, quatro meses, dos dias. Fal

tole en conclusion la prudencia y la maña bien asi para gobernar á sus vasallos en paz, como para sosegar los alborotos que dentro de su reyno se levantaron.

Capítulo XVI.

neo De la paz que se hizo en Italia.

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སོ་ *།

EMPRENDIOSE una brava guérra en Italia tres años antes deste con esta ocasion: Francisco Esforcia despues que se apoderó del estado de Milan, requirió á los Venecianos le entregasen ciertos pueblos que dél tenian en su poder por la parte que corre el rio Abdua; y porque no lo hacian, acordó valerse de las ar mas: convidó á los Florentines para que le ayudasen; vinieron en ello, y hicieron entre si una liga secreta. Llevaron, esto mal los Venecianos, y lo primero mandaron que todos los Florentines saliesen de aquella señoría, y no pudiesen tener en ella contratacion. Tras esto por medio de Leonello marqués de Ferrara trataron de hacer alianza con el Rey de Aragon : representáronle que si él movia guerra á los Florentines en sus tierras, Esforcia quedaria para contra ellos sin fuerzas bastan tes. Hecha esta nueva liga, Guillermo marqués de Monferrat con quatro mil caballos y dos mil infantes al sueldo de Aragon fué enviado para que hiciese entrada, y comenzase la guerra contra el Duque por la parte de Alexandría de la Palla. A Don Fernando hijo del Rey de Aragon, duque de Calabria, que ya tenia tres hijos, cuyos nombres eran Don Alonso, Don Fadrique y Doña Leonor, dió su padre cargo de acometer á los Flo rentines, todo á propósito que se hiciese la guerra con mas autoridad, y se pusiese mayor espanto á los contrarios. Dióle seis mil de á caballo y dos mil Infantes, acompañado otrosí de dos muy señalados capitanes Neapoleon Ursino y el Conde de Urbino. Entraron por la comarca de Cortona y Arezo : talaron los campos, saquearon y quemaron las aldeas, y ganaron por fuerza á Foyano pueblo principal. Demas desto vencieron en batalla á Astor de Faenza, que á instancia de los Florentines el primero de todos les acudió, con que de nuevo algunos otros castillos se ganaron. Por otra parte Antonio Olcina en la

comarca de Volterra, apoderado de otro pueblo llamado Vado, desde allí no cesaba de hacer correrías por los campos cómarcanos de la jurisdiccion de Florentines, y robar todo lo que hallaba en el estado de Milan se hacia la guerra no con menor corage. Por el contrario Francisco Esforcia convidó á Renato duque de Anjou á pasar en Italia desde Francia: prometíale que acabada la guerra de Lombardía, juntaria con él sus fuerzas para que echados los Aragoneses recobráse el reyno de Nápoles. Halló Renato tomados los pasos de los Alpes por el de Saboya y el marqués de Monferrat, ca á instancia de Venecianos ponian en esto cuydado. Por esta causa fué forza, do á pasar á Génova en dos naves: llevaba poco acompaña, miento, y su casa y criados de poco lustre; comenzaron por esto á tenelle en poco: muchas veces cosas pequeñas son ocasion de muy grandes, y mas en materia de estado. Verdad es que el delphin de Francia Ludovico, que fué despues Rey de Francia el Onceno de aquel nombre, por tierra llegó con sus gentes y entró en favor del duque de Milan y de Renato hasta Asta: alegría y esperanza que en breve se escureció porque pasados tres meses, no se sabe con que ocasion de repente aquellas gentes dieron la vuelta y se tornaron para Francia. Murmuraban todos de Renato, y juzgábanle por persona poco á propósito para reynar. Hallábanse en grande riesgo los negocios, porque desamparados los Milaneses y Florentines de sus confederados no parecia tendrian fuerzas bastantes para contrastar á enemigos tan bravos como tenian. El desastre ageno fué para ellos saludable. La triste nueva que vino, de la pérdida de Constantinopla, comenzó á poner voluntad en aquellas gentes de acordarse y hacer paces, mayormente que se rugía que aquel bárbaro Emperador de los Turcos, ensoberbecido con victoria tan grande, trataba de pasar en Italia, y parecíales con el miedo que ya llegaba. Simon de Camerino frayle de San Agustin, persona mas de negocios que docta, andaba de unas partes á otras, y no perdonaba ningun trabaxo por llevar al cabo este intento: su diligencia fué tan grande que el año próximo pasado á nueve de abril se concertó la paz en la ciudad de Lodi entre los Venecianos, Milaneses y Florentines con condiciones que á todos venian muy bien: poco adelante se asentó entre los mismos liga en Venecia á treinta

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