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en la misma vega de Granada á vista de la ciudad. Mostrában, se por todas partes los enemigos, pero no pareció al Rey venir con ellos á batalla, por tener acordado de quemar por espacio de tres años los sembrados y los campos de los Moros, con que los pensaba reducir á estrema necesidad y falta de mantenimiento. Los soldados como los que tienen el robo por sueldo, la codicia por madre, llevaban esto muy mal: gente arrebatada en sus cosas y suelta de lengua. Echábanlo á cobardía, y amenazaban que pues tan buenas ocasiones se dexaban pasar, quando sus capitanes quisiesen y lo mandasen, ellos no querrian pelear. Los grandes otrosí se comunicaban entre sí de prender al Rey, y hacer la guerra de otra suerte: la cabeza desta conjuracion, y el principal movedor era Don Pedro Giron maestre de Calatrava. Iñigo de Mendoza hijo tercero del marqués de Santillana dió aviso al Rey, y le aconsejó que desde Alcaudete donde le querian prender, con otro achaque se volviese á la ciudad de Córdoba, sin declaralle por entonces lo que pasaba. Llegado el Rey á Córdoba, fué avisado de lo que trataban por esto y estar ya el tiempo adelante despidió la gente para que se fuesen á invernar á sus casas con órden de volver á las banderas y á la guerra luego que los frios fuesen pasados, y el tiempo diese lugar. Los señores al tanto fueron enviados á sus casas, y los cargos que tenian en aquella guerra, se dieron á otros; que fué castigo de su deslealtad, y muestra que eran descubiertos sus tratos. El mismo Rey se partió para Avila: desde allí pasó á Segovia para recrearse y exercitarse en la caza, si bien tenia determinacion de dar en breve la vuelta y tornar al Andalucía: en señal de lo qual tomó por divisa y hizo pintar por orlo de su escudo y de sus armas dos ramos de granado trabados entre sí, por ser estas las armas de los Reyes de Granada. Queria con esto todos entendiesen su voluntad, que era de no dexar la demanda antes de concluir aquella guerra contra Moros, y desarraygar de todo punto la morisma de España. En Nápoles al principio del año siguiente que se contó de mil y quatrocientos y cinquenta y 1456. seis, Don Alonso de Aragon Príncipe de Cápua, y Doña Leonor su hermana, nietos que eran del Rey de Aragon casaron á trueco con otros dos hermanos hijos de Francisco Esforcia. Don Alonso con Hipólita y Doña Leonor con Esforcia María,

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trase en esta pretension, y les ayudase á Hlevar adelante está resolucion tan estraña. El Rey de Castilla Don Enrique hacia las partes del Príncipe Don Carlos: corria peligro no se revolviese por esta causa Francia con España, puesto que el Rey Don Enríque por el mismo tiempo se hallaba embarazado en apercebirse para la guerra de Granada, y para efectuar su casamiento que de nuevo se trataba. Tuviéronse cortes en CueHlar, en que todos los estados del reyno, los mayores, medianos y menores, se animaron á tomar las armas, y cada uno por su parte procuraba mostrar su lealtad y diligencia para con el nuevo Rey. Quedaron en Valladolid por gobernadores del reyno en tanto que el Rey estuviese ausente, el arzobispo de Toledo y el Conde de Haro. Hecho esto, y juntado un grueso exército en que se contaban cinco mil hombres de á caballo sin dilacion hicieron entrada por tierra de Moros: llegaron hasta la vega de Granada. Asimismo poco despues con otra nueva entrada pusieron á fuego y á sangre la comarca de Má▴ Jaga con tanta presteza que apenas en tiempo de paz pudiera un hombre á caballo pasar por tan grande espacio. Estaba desposada por procurador con el Rey de Castilla Doña Juana hermana de Don Alonso Rey de Portugal: celebráronse las bodas en la ciudad de Córdoba á veinte y uno de mayo: fueron grandes los regocijos del pueblo y de los grandes, que de toda la provincia en gran número concurrieron para aqueHla guerra. Hiciéronse justas y torneos entre los soldados y otros juegos y espectáculos: algunos tenian por mal agüero que aquellas bodas y casamiento se efectuasen en medio del ruido de las armas; sospechaban que dél resultarian grandes inconvenientes, y que la presente alegría se trocaria en tristeza y llanto. Veló los novios el arzobispo de Turon que era venido por embaxador á Castilla de parte de Carlos Rey de Francia, con quien tenian los nuestros amistad, con los Ingleses discordias por ser como eran mortales enemigos de la corona de Francia. A la fama que volaba de la guerra que se emprendia contra Moros, acudian nuevas compañías de sol dados, tanto que llegaron á ser por todos catorce mil de ǎ caballo, y cinquenta mil de á pie: exército bastante para qualquiera grande empresa. Con estas gentes hicieron por tres veces entrada en tierras de Moros hasta llegar á poner fuego

en la misma vega de Granada á vista de la ciudad. Mostrában. se por todas partes los enemigos, pero no pareció al Rey venir con ellos á batalla, por tener acordado de quemar por espacio de tres años los sembrados y los campos de los Moros, con que los pensaba reducir á estrema necesidad y falta de mantenimiento. Los soldados como los que tienen el robo por sueldo, la codicia por madre, llevaban esto muy mal: gente arrebatada en sus cosas y suelta de lengua. Echábanlo á cobardía, y amenazaban que pues tan buenas ocasiones se dexaban pasar, quando sus capitanes quisiesen y lo mandasen, ellos no querrian pelear. Los grandes otrosí se comunicaban entre sí de prender al Rey, y hacer la guerra de otra suerte: la cabeza desta conjuracion, y el príncipal movedor era Don Pedro Giron maestre de Calatrava. Iñigo de Mendoza hijo tercero del marqués de Santillana dió aviso al Rey, y le aconsejó que desde Alcaudete donde le querian prender, con otro achaque se volviese á la ciudad de Córdoba, sin declaralle por entonces lo que pasaba. Llegado el Rey á Córdoba, fué avisado de lo que trataban por esto y estar ya el tiempo adelante despidió la gente para que se fuesen á invernar á sus casas, con órden de volver á las banderas y á la guerra luego que los frios fuesen pasados, y el tiempo diese lugar. Los señores al tanto fueron enviados á sus casas, y los cargos que tenian en aquella guerra, se dieron á otros; que fué castigo de su deslealtad, y muestra que eran descubiertos sus tratos. El mismo Rey se partió para Avila : desde allí pasó á Segovia para recrearse y exercitarse en la caza, si bien tenia determinacion de dar en breve la vuelta y tornar al Andalucía: en señal de lo qual tomó por divisa y hizo pintar por orlo de su escudo y de sus armas dos ramos de granado trabados entre sí, por ser estas las armas de los Reyes de Granada. Queria con esto todos entendiesen su voluntad, que era de no dexar la demanda antes de concluir aquella guerra contra Moros, y desarraygar de todo punto la morisma de España. En Nápoles al principio del año siguiente que se contó de mil y quatrocientos y cinqüenta y 1456. seis, Don Alonso de Aragon Príncipe de Cápua, y Doña Leonor su hermana, nietos que eran del Rey de Aragon casaron á trueco con otros dos hermanos hijos de Francisco Esforcia. Don Alonso con Hipólita y Doña Leonor con Esforcia María,

parentesco con que parecia grandemente se afirmaban aqueHlas dos casas. El Pontífice Calixto se alteró por esta alianza que era muy contraria á sus intentos, mayormente que todo se enderezaba para asegurarse dél. El Rey de Castilla volvió con nuevo brio á la guerra de los Moros, pero sin los grandes: siguió la traza y acuerdo de antes, y asi solo dió la tala á los campos, y se hicieron presas y robos sin pasar adelante, por la qual causa los soldados estaban desgustados, y porque no les dexaban pelear, á punto de amotinarse. El Rey para prevenir mandó juntar la gente, y les habló en esta manera: « Justo fuera, soldados, que os dexárades regir de vuestro capitan, y no que le quisiérades gobernar; esperar la señal de la pelea, y no forzar á que os la den. Las cosas de la guerra anas consisten en obedecer que en exâminar lo que se manda: y el mas valiente en la pelea, ese antes della se muestra mas modesto y templado. A vos pertenecen las armas y el esfuerzo á nos debeis dexar el consejo y gobierno de vuestra valentía: que los enemigos mas con maña que con fuerzas se han de vencer, género de victoria mas señalada y mas noble. Por todas partes estais rodeados de enemigos poderosos y bravos. ¿Quán grande gloria será conservar el exército sin afrenta, siu muertes y sin sangre, y juntamente poner fin y acabar guerra tan grande? mucho mayor que pasar á cuchillo innumerables huestes de enemigos. Ninguna cosa, soldados, estimamos en mas que vuestra salud: en mas tengo la vida de qualquiera de wos, que dar la muerte á mil Moros. Con este razonamiento los soldados mas reprimidos que sosegados, fueron llevados á Córdoba, y despedidos, cada qual por su parte se partieron para sus casas, otros repartieron por los invernaderos; el Rey otrosí por fin deste año se fué para la villa de Madrid. En este tiempo el Rey de Portugal envió una gruesa armada la vuelta de Italia para que se juntase con la de la liga. Llegó en sazon que el fervor de las potencias de Italia se halló entibiado, y que nuevas alteraciones en Génova y en Sena ciudades de Italia se levantaron muy fuera de tiempo: asi la armada de Por. tugal dió la vuelta á su casa sin hacer efecto alguno ; cuya Reyna Doña Isabel falleció en Ebora á los doce de diciembre: sospechose y averiguóse que la ayudaron con yerbas. Hizo dar crédito á esta sospecha el grande amor que en vida la tuvieron

sus vasallos, de que dió muestra el lloro universal de la gente por su muerte. El Rey dado que quedaba en el vigor y verdor de su edad, por muchos años no se quiso casar. Fué este año no menos desgraciado para la ciudad de Nápoles y todo aquel reyno por los temblores de tierra con que muchos pueblos y castillos cayeron por tierra ó quedaron maltratados. El estrago mas señalado en Isornia y en Brindez en lo postrero de Italia algunos edificios desde sus cimientos se allanaron por tierra, otros quedaron desplomados, hundióse un pueblo llamado Boiano, y quedó allí hecho un lago (1) para memoria perpetua de daño tan grande. Muchos hombres perecieron, dícese que llegaron á sesenta mil almas: el Papa Pio Segundo y San Antonino quitan deste cuento la mitad, ca dicen que fueron treinta mil personas, de qualquier manera, número y estrago descomunal.

Capítulo xvII.

Como el Rey de Aragon falleció.

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No podia España sosegar, ni se acababa de poner fin en alte raciones tan largas. Los Navarros andaban alborotados con mayores pasiones que nunca: los Vizcaynos sus vecinos por la libertad de los tiempos toma ron entre sí las armas, y se ensangrentaron de cada dia con las muertes que de una y otra parte se cometian; los nobles y hidalgos robaban el pueblo, confiados en las casas que por toda aquella provincia á manera de castillos poseen las cabezas de los linages, gran número de las quales abatió el Rey Don Enrique, que de presto desde Segovia acudió al peligro y á sosegar aquella tierra con gente bastante. Esto sucedió por el mes de febrero del año de mil y 1457. quatrocientos y cinqüenta y siete. Desta manera con el castigo de algunos pocos se apaciguaron aquellos alborotos, y los demas quedaron avisados y escarmentados para no agraviar á nadie. En esta jornada y camino recibió el Rey en su casa un mozo natural de Durango, que se llamó Perucho Munzar, ade

(1) En la descripcion de Europa cap. 56, part. 3 tít. 22 cap. 14 § 3.

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