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reyno, y asi pedia tambien se mudase esto. Gastóse mucho tiempo en consultar: al fin ni todo lo que pedia le otorgaron, ni aun lo que le prometieron, se lo cumplieron con llaneza. Decíase y creia el pueblo que todo procedia de la Reyna, que como madrastra aborrecia al Príncipe y procuraba su muerte, por temer y recelarse no le iria bien á ella ni á sus hijos, si el príncipe Don Carlos llegase á suceder en los reynos de su padre.

Capítulo xx.

De ciertos pronósticos que se vieron en Castilla.

LA semilla de grandes alteraciones que en Castilla todavía duraba, en breve brotó y llegó á rompimiento. El Rey demas de su poco órden se daba á locos amores sin tiento, y sin tener cuydado del gobierno : primero estuvo aficionado á Cathalina de Sandoval, la qual dexó porque consintió que otro caballero Ja sirviese; sin embargo poco despues la hizo abadesa en Toledo del monasterio de monjas de San Pedro de las Dueñas, que estuvo en el sitio que hoy es el hospital de Santa Cruz. El color era que tenian necesidad de ser reformadas: buen título, pero mala traza, pues no era para esto á propósito la amiga del Rey; á su enamorado Alonso de Córdova hizo cortar la cabeza en Medina del Campo. En lugar de Cathalina de Sandoval entró Doña Guiomar, con quien ninguna fuera de la Reyna se igualaba en apostura, de que entre las dos resultaron competencias á la dama favorecia Don Alonso de Fonseca, que ya era arzobispo de Sevilla; á la Reyna el marqués de Villena. Con esto toda la gente de palacio se dividió en dos bandos, y la criada se ensoberbecia y engreia contra su ama. Llegaron, á malas palabras y riñas dixéronse baldones y afrentas, sin que ninguna dellas pusiese nada de su casa; llegó el negocio á que la Reyna un dia puso las manos con cierta ocasion en la dama, y la mesó malamente, cosa que el Rey sintió mucho, y hizo demonstracion dello. Añadióse otra torpeza nueva, y fué que Don Beltran de la Cueva mayordomo de la casa Real y muy querido del Rey, á quien el Rey diera ri

quezas y estado, halló entrada á la familiaridad de la Reyna sin tener ningun respeto á la magestad ni á la fama. El pueblo que de ordinario se inclina á creer lo peor, y á nadie perdoha, echaba á mala parte esta conversacion y trato: algunos tambien se persuadian que el Rey lo sabia y consentia para encubrir la falta que tenia de ser impotente: torpeza increible y afrenta. Puédese sospechar que gran parte desta fábula se forjó en gracia de los Reyes Don Fernando y Doña Isabel quando el tiempo adelante reynaron; y que le dió probabilidad la floxedad grande y descuydo deste Príncipe Don Enrique, junto con el poco recato de la Reyna y su soltura. Los años adelante creció esta fama quando por la venida de un embaxador de Bretaña Don Beltran en un torneo que se hizo entre Madrid y el Pardo, fué mantenedor, y acabado el torneo, hizo un banquete mas, espléndido y abundante que ningun particular le pudiera dar de que recibió tanto contento el Rey Don Enrique, que en el mismo lugar en que hicieron el torneo, mandó edificar un monasterio de frayles Gerónimos; del qual sitio por ser mal sano, se pasó al en que de presente está cerca de Madrid. A exemplo de los Príncipes el pueblo y gente menuda se ocupaba en deshonestidades sin poner tasa ni á los deleytes, ni á las galas. Los nobles sin ningun temor del Rey se hermanaban entre sí, quien por sus particulares intereses, quien con deseo de poner remedio á males y afrentas tan grandes. Hobo en un mismo tiempo muchas señales que pronosticaban, como se entendia, los males que por estas causas amenazaban. Estas fueron una grande llama que se vió en el cielo, que dividién. dose en dos partes, la una discurrió ácia Levante y se deshizo, la otra duró por un espacio. Item en el distrito de Burgos y de Valladolid cayeron piedras muy grandes, que hicieron grande estrago en los ganados. En Peñalver pueblo del Alcarria en el reyno de Toledo se dice que un infante de tres años anunció los males y trabaxos que se aparejaban, si no hacian penitencia y se enmendaban. Entre los leones del Rey en Segovia hobo una grande carnicería, en que los leones menores mataron al mayor, y comieron alguna parte dél: cosa extraordinaria asaz. No faltó gente que pensase y aun dixese, por ser aquella bestia rey de los otros animales, que en aquello se pronosticaba que el Rey seria trabaxado de sus grandes. El

TOMO V.

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pueblo atemorizado con todas estas señales y pronósticos ha cia procesiones y votos para aplacar la saña de Dios. Lo que importa mas, las costumbres no se mejoraron en nada, en es pecial era grande la disolucion de los eclesiásticos: á la verdad se halla que por este tiempo Don Rodrigo de Luna arzobispo de Santiago de las mismas bodas y fiestas arrebató una moza que se velaba, para usar della mal : grande maldad, y causa de alborotarse los naturales debaxo de la conducta de Don Luis Osorio hijo del conde de Trastamara: en emienda de caso tan atroz despojaron aquel hombre facineroso y malvado de su silla y de todos sus bienes. Su fin fué conforme á su vida y á sus pasos: lo que le quedó de la vida pasó en pobreza y tor. pezas, aborrecido de todos por sus vicios, y infame por aquel exceso tan feo. Desta forma en breve penó el breve gusto que tomó de aquella maldad, con gravísimos y perpetuos males, con que por justo juicio de Dios fué como lo tenia bien mèrecido rigurosamente castigado.

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LIBRO VIGESIMOTERCIO.

Capítulo primero.

Del concilio de Mántua.

As cosas ya dichas pasaban en España en sazon que el Pontífice Pio enderezaba su camino para la ciudad de Mántua, do á su llamado de cada dia acudian prelados y Príncipes en gran número. De España enviaron por embaxadores para asistir en el concilio el Rey de Castilla á Iñigo Lopez de Mendoza señor de Tendilla, el Rey de Aragon á Don Juan Melguerite obispo de Elna en el condado de Ruysellon, y á su ma. yordomo Pedro Peralta. Solicitaba el Pontífice los de cerca y los de lexos para juntar sus fuerzas contra el comun enemigo. David Emperador de Trapisonda ciudad muy antigua, y que está asentada á la ribera del mar mayor que llaman Ponto Euxino, y Ussumcassam Rey de Armenia, y Georgio que se inti tulaba Rey de Persia, prometian (por ser ellos los que estaban los mas cerca del peligro) de ayudar á esta empresa con grandes huestes de á caballo y de á pie, y por mar con una gruesa armada. El Padre Santo no se aseguraba mucho que tendrian efecto estas promesas. De las naciones y provincias del Occi dente se podia esperar poca ayuda, por las diferencias domés, ticas y civiles que en Italia, Francia y España prevalecian, por cuyo respeto y en su comparacion no hacian mucho caso de la

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causa comun del nombre Christiano. Es asi que el desacato de la Religion y daño público causa poco sentimiento, si punza el deseo de vengar los particulares agravios. Sin embargo de todas estas dificultades no desmayó el Pontífice, antes determinado de proballo todo y hacer lo que en su mano fuese, en una junta muy grande de los que concurrieron al concilio de todo el mundo, hizo un razonamiento muy á propósito del tiempo, cosa á él fácil por ser persona muy eloqüente, y que desde su primera edad profesó la rethórica y arte del bien hablar. Declaró con lágrimas la caida de aquel nobilísimo imperio de Grecia, tantos reynos oprimidos, tantas provincias quitadas á los Christianos: donde Christo Hijo de Dios por tantos siglos fué santísimamente acatado, de donde gran número de varones santísimos y eruditísimos salieron, allí prevalecia la impiedad y supersticion de Mahoma: «Si va á decir verdad, no por otra causa sino por habellos nosotros desamparado, se ha recebido este daño y esta llaga tan grande; á lo menos ahora conservad estas reliquias medio muertas de Christianos. Si la afrenta pública no basta á moveros, el peligro que cada uno corre, le debe despertar á tomar las armas. Conviene que todos nos juntemos en uno para que cada qual por sí, si nos descuydamos, no seamos robados, escarnidos y muertos. Tenemos un enemigo espantable, y que por tantas victorias se ha hecho mas insolente si vence, sabe executar la victoria, y sigue su fortuna con gran ferocidad: si es vencido, renueva la guerra contra los vencedores no con menos brio que antes: tanto mas nos debemos despertar. No podrá ser bastante contra las fuerzas de los nuestros, si se juntan en uno; mayormente que Dios, al qual tenemos ayrado por nuestras ordinarias diferencias, á los que fueren concordes, será favorable. Poned los ojos en los antiguos caudillos, y en las grandes victorias que en la Suria los nuestros unidos y conformes ganaron contra los Bárbaros. ¿Los que somos fuertes y diestros pa ra las diferencias civiles y domésticas, por ventura serémos cobardes y descuydados para no acudir al peligro comun y vengar la afrenta de la Religion Christiana ? hay alguno que se ofrezca por caudillo para esta guerra sagrada? hay quien lleve delante en sus hombros el estandarte de la Cruz de Christo Hijo de Dios para que le sigan los demas ? hay quien quiera ser

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