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soldado de Christo? Ofrezcámonos por capitanes, que no faltarán varones fuertes y diestros, y soldados muy nobles que se conformen en su valor y esfuerzo, y parezcan á sus antepasados. Determinado estoy, si todos faltaren, ofrecerme por alférez y caudillo en esta tan santa guerra. Yo con la Cruz entraré y romperé por medio de las haces y huestes de los enemigos, y con nuestra sangre, si no se ganare la victoria, por lo menos aplacaré la ira de Dios, y inflamaré con mi exemplo vuestros ánimos para hacer lo mismo; que resuelto estoy de hacer este postrero esfuerzo y servicio á Christo y á la Iglesia, á quien debo todo lo que soy y lo que puedo. » Movíanse los que se hallaron presentes con el razonamiento del Pontífice; mas los embaxadores de los Príncipes gastaban el tiempo en sus particulares contiendas y controversias, y asi todo este esfuerzo salió vano; en especial Juan duque de Lorena, hijo de Renato duque de Anjou, se quexaba mucho que el Papa hobiese confirmado el reyno de Nápoles, y dado la investidura de aquel estado á Don Fernando su enemigo: á causa destos debates no se pudo en la principal empresa pasar adelante, de palabra solamente se decretó la guerra sagrada. El Papa asimismo publicó una bula en que al contrario de lo que sintió en conformidad de los padres de Basilea antes que fuese Papa, proveyó que ninguno pudiese apelar de la sentencia del Romano Pontífice para el concilio general: con esto se. disolvió el concilio el octavo mes despues que se abrió. Los embaxadores de Aragon, despedido el concilio, fueron á Nápoles á dar el parabien del nuevo reyno al Rey Don Fernando. Iñigo Lopez de Mendoza alcanzó del Pontífice un jubileo para los que acudiesen con cierta limosna; del dinero edificó en su villa de Tendilla un principal monasterio de frayles Isidros con advocacion de Santa Ana. En este comedio á su hermano Don Diego de Mendoza quitaron la ciudad de Guadalaxara, de que sin bastante título se apoderara: el comendador Juan Fernandez Galindo caudillo de fama con seiscientos caballos que el Rey le dió, la tomó de sobresalto. Agravíaronse desto los demas grandes ocasion de nuevos desabrimientos, y de que se ligasen entre sí de nuevo en deservicio de su Rey. El almirante Don Fadrique atizaba los desgustos: convidó á su yerno el Rey de Aragon para se juntar con los grandes desgustados y alterados,

y mover guerra á Castilla. Entraban en este acuerdo el arzó-: bispo de Toledo y Don Pedro Giron maestre de Calatrava, y los Manriques, linage poderoso en riquezas y aliados; y ahora de nuevo se les ayuntaron los Mendozas por estar irritados con este nuevo (que llatnaban) agravio. El color y voz que tomaron, era honesto, es á saber reformar el estado de las cosas, estragado sin duda en muchas maneras. Estos intentos y tratos no podian estar secretos: Don Alonso de Fonseca arzobispo de Sevilla dió aviso de lo que pasaba al Rey Don Enrique ; el premio que le dieron por este aviso, fué la iglesia de Santiago, que á la sazon vacó por muerte de Don Rodrigo de Luna, J se dió á un pariente suyo llamado tambien Don Alonso de Fonse-a ca dean que era de Sevilla. Estaba apoderado de los derechos de aquella iglesia (como poco antes queda dicho) Don Luis Osorio, confiado en el poder de Don Pedro su padre conde de Trastamara: era menester para reprimille persona de autoridad; por esto los dos arzobispos permutaron sus iglesias, y con consentimiento del Rey Don Alonso de Fonseca el mas viejo pasó de Sevilla á ser arzobispo de Santiago. La iglesia de Pamplona por muerte de Don Martin de Peralta se encomendó al cardenal Besarion, Griego de nacion, persona de grande erudicion y de vida muy santa, para que sin embargo de estar ausente lá gobernase, y gozase de la renta de aquella dignidad y obispado.

Capitulo n.

Como Scanderberchio pasó en Italia.

LAS alteraciones de Nápoles eran las que principalmente entretenian los intentos del Pontífice Pio, que de noche y de dia no pensaba sino en como daria principio á la guerra sagrada contra los Turcos. El fuego se emprendia de nuevo entre Juan hijo de Renato, y el nuevo Rey Don Fernando: las voluntades de Italia estaban divididas entre los dos, y la mayor parte de la nobleza Neapolitana cansada del señorío de Aragon se inclinaba á los Angevinos: ¿con qué esperanza? con qué fuerzas? el ciego ímpetu de sus corazones hizo que antepusiesen lo du

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doso á lo cierto. El primero que tomó las armas, fué Antonio Centellas marqués de Croton : con la mudanza de los tiempos alcanzara la libertad, y ardia en deseo de vengarse; mas el Rey ganó por la mano, desbarató sus intentos, y púsole de nuevo en prision con gran presteza. Quedaba Martin Marciano Du, que de Sessa, que sin respeto del deudo que tenia con el Rey (ca estaba casado con Doña Leonor su hermana) se hizo caudi, llo de los rebeldes. Fué grande este daño: muchos movidos por su exemplo se juntaron con esta parcialidad, y entre ellos el Príncipe de Taranto, primero de secreto y despues descu biertamente, y con él Antonio Caldora y Juan Paulo Duque de Sora el número de los nobles de menor quantía no se puede contar. Francisco Esforcia Duque de Milan en el tiempo que se celebraba el concilio de Mántua do vino en persona, aconsejó al Pontífice hiciese liga con el Rey Don Fernando; que echados los Franceses de Italia, se allanaria todo lo demas que impedia el poner en execucion la guerra contra los Turcos. Al Pontífice pareció bien este consejo; mas no era fácil executalle á causa que el Rey Don Fernando, cercado dentro de Barleta ciudad de la Pulla, se hallaba sin fuerzas bastantes para defenderse en aquel trance y peligro que de repente le sobrevino. Estaba muy lexos, y el enemigo apoderado de los pasos: por esto no podia el Pontífice envialle socorro por tier. ra. Determinó despachar sus embaxadores al Epiro ó Albania para llamar en ayuda del Rey á Georgio Scanderberchio, que era en aquel tiempo por las muchas victorias que ganara de los Turcos, capitan muy esclarecido. El sabida la voluntad del Pontifice, y movido por los ruegos del Rey de Nápoles que envió por su parte á pedir le asistiese, no le pareció dexar pasar ocasion tan buena de servir á la Religion Christiana y mostrar su buen deseo. Envió delante á Coyco Strofio, pariente suyo, acompañado de quinientos caballos albaneses. El mismo se aprestaba con intento de ir en persona á aquella empresa: para hacello le daban lugar las treguas que tenia asentadas con los Turcos por tiempo de un año. Juntada pues una armada, pasó á Ragusa, ciudad que se entiende llamaron los antiguos Epidauro: desde allí aportó á Barleta, por ser la travesía del mar muy breve. Fué su venida tan á propósito que los enemigos no se atrevieron á aguardar, antes sin dilaçion alzado el

rase,

cerco se fueron de allí bien lexos. Con este socorro Don Fernando, y con gentes que todavía le vinieron de parte del Pontífice y del Duque de Milan, despues de algunas escaramuzas y encuentros que tuvo con los enemigos, asentó sus reales cerca de Troya, ciudad de la Pulla, que se tenia por los rebeldes. Tenian los contrarios hechas sus estancias en Nucera, ciudad distante ocho millas. En medio desta distancia y espacio se levanta el monte Segiano : quien dél primero se apodeparecia se aventajaria á sus contrarios, asi en un mismo tiempo Scanderberchio por una parte, y Jacobo Picinino, un principal caudillo de los Angevinos, por otra parte partieron para tomalle. Adelantáronse los Albaneses por ser más ligeros y haberse puesto en camino antes que amaneciese ; que la diligencia es importante y mas en la guerra. Luego que llegó el dia, cada qual de las partes ordenó sus haces para pelear: dióse la señal de acometer: cerraron los unos y los otros con igual denuedo, duró la pelea hasta la tarde sin reconocerse ventaja; mas en fin vencidos, desbaratados y puestos en huida los Angevinos, el campo y la victoria quedaron por los Aragoneses, y juntamente el reyno, corona y ceptro: en breve las ciuda'des y pueblos que se tenian por los enemigos, se recobraron. Hecho esto, Scanderberchio un año despues que vino, con grandes dones que el Rey le dió, y volvió á su tierra con sus soldados alegres y contentos por el buen tratamiento y los 'despojos que tomaron á los enemigos. En particular dió el Rey á Scanderberchio por juro de heredad la ciudad de Trani, y los castillos de San Juan el Redondo y el de Siponto, en que está el famoso templo de San Miguel Archângel, todo en el reyno de Nápoles. Despues desto vuelto á su tierra ganó nuevas victorias de los Turcos, con que se hizo mas esclarecido y sin par por la perpetua felicidad que tuvo. Falleció siete años adelante, agravado de una dolencia que le sobrevino en Alesio pueblo de su estado. Dexó un hijo llamado Juan debaxo de la tutela de Venecianos. Sin embargo le dexó mandado que hasta tanto que fuese de edad bastante para recobrar aquel estado y gobernalle se entretuviese en el reyno de Nápoles con los pueblos y estado que el Rey Don Fernando le dió en premio de lo que le sirvió y ayudó. Desta cepa procedió la familia y alcuña nobilísima en Italia de los Castriotos Marqueses que

fueron de Civita de Santangelo, puesta en aquella parte del reyno de Nápoles que se llama el Abruzo. Uno destos señores bisnieto del grande Scanderberchio, y á él muy semejante en el rostro y en el valor de su ánimo, Fernando Castrioto Marqués de Civita de Santangel, murió en la famosa batalla de Pavía que se dió el año de mil y quinientos y veinte y cinco. Descuydóse de llevar cadenas en las rien das que le cortaron, y el caballo le metió entre los enemigos sin poderse reparar. Las cosas de Albania luego que Scanderberchio murió, fueron de caida: tan grande es el reparo que muchas veces hace el esfuerzo y prudencia de un solo capitan, y en tanto grado es verdad que un hombre presta mas que muchos. En España Don Cárlos Príncipe de Viana, alcanzado de su padre perdon para sí y para los suyos, y con pacto que le darian cada un año cierta renta con que se sustentase, de Mallorca llegó á Barcelona á los veinte y dos de marzo año de mil y quatrocientos y sesen- 1460. ta: no entendia el pobre Príncipe que se le apresuraba su perdicion. Tratábase por medio de embaxadores que de ambas partes se enviaron, de casalle con Doña Cathalina hermana del Rey de Portugal: ya que el negocio estaba para concluirse Don Enrique Rey de Castilla le desbarató con una embaxada que le despachó, en que iban el electo obispo de Ciudad-Rodrigo frayle de profesion, cuyo nombre no hallo, y Diego de Ribera su aposentador mayor. Estos persuadieron á Don Cárlos antepusiese al casamiento de Portugal el de Doña Isabel hermana del Rey Don Enrique, especial que le ofrecian por medio de las fuerzas de Castilla alcanzaria de su padre, que tan duro se mostraba, todo lo que desease. Daba él de buena gana oidos á estas práticas, y parecíale que este partido le venia mas á cuento: por tanto cesó y se dexó de tratar del casamiento de Portugal. La infanta Doña Cathalina, perdida aquella esperanza, ó lo mas cierto por su mucha santidad, se entró en el monasterio de Santa Clara de Lisboa, y en él estuvo hasta que murió á tiempo que de nuevo se trataba de casalla con el Rey de Ingalaterra Eduardo Quarto deste nombre: el cuerpo desta señora fué enterrado en la misma ciudad en San Eulogio. Dexó por su albacea á Jorge de Acosta que fué su ayo desde su primera edad, principio para subir á grandes dignidades en particular de cardenal: falleció en Roma los años adelante,

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