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porfía y codicia le tenian casi consumido el reyno de Navarra. Murieron asimismo otros Príncipes: Cárlos Seteno Rey de Francia, al qual sucedió Luis Onceno su hijo. El Infante Don Enrique tio del Rey de Portugal finó por este mismo tiempo sin haberse jamás casado, y sin llegar á muger: vivió setenta y siete años; su muerte fué á trece de noviembre en el Algarve en un pueblo de su estado que se llama Sagra. Depositáronle en Lagos entonces: desde allí adelante le trasladaron á Alju, barrota. Quedaba de todos sus hermanos Don Alonso el bastardo Duque de Berganza, que falleció tambien el año siguient te: de Doña Beatriz su muger hija del condestable Nuño Pereyra, dexó un hijo llamado Don Fernando, de quien sin que haya faltado la línea, descienden los Duques de Ber ganza señores los mas principales y ricos en el reyno de Portugal.

Capítulo iv.

De las alteraciones que hobo en Cataluña.

Con la muerte del príncipe Don Carlos, si bien cesó la causa de las diferencias y debates, no quedaron las discordias apaci guadas. Don Fernando hermano del muerto fué luego jurado por Príncipe y heredero de los estados de su padre primero en Calatayud en las córtes de Aragon que allí se juntaron, despues en Barcelona donde la Reyna su madre le llevó; pero toda la esperanza que por esta causa tenian de que todo se apaciguaria, salió vana á causa que la gente Catalana de repente tomó las armas, y los nobles por estar desabridos con el Rey 1 de Aragon pretendian, y aun decian en secreto y en público que por engaños de su madrastra el Príncipe su antenado fué muerto: maldad muy indigna y impiedad intolerable. El que mas encendia el pueblo, era fray Juan Gualves de la órden de Santo Domingo: persuadíales en sus sermones sediciosos que con las armas se satisfaciesen de aquel exceso tan grave y feo: que quando ellos disimulasen, el cielo en la sangre del pueblo tomaria sin duda venganza : que debian aplacar á Dios con castigar ellos primero delito tan atroz. Alterada la muchedumbre

y el pueblo, la Reyna se salió de Barcelona: el color era sosegar ciertes alborotos de Ampurias, la verdad que no se atrevia á salir en público, ca temia no le perdiesen el respeto los que tan alterados andaban, acordó de reparar en la ciudad de Girona, que está en lo postrero de Cataluña, hasta ver qué término tomaban las cosas. El Rey de Aragon por otra parte, vista la tempestad que se levantaba, convidaba á los Príncipes estraños á que se confederasen con él, en particular pedia al Rey de Francia le ayudase, y al de Castilla que á lo menos no le hiciese daño; qué pues Don Carlos en cuyo favor tomó las armas, era muerto, sacase las guarniciones de soldados que tenia puestos en Navarra. Hallábase á la sazon el Rey Don Enrique en Madrid, desecho su campo, y alegre por la preñez de la Reyna su muger, que hizo traer allí en hombros porque con el movimiento no recibiese qual que daño. Al principio 1462. pues del año mil y quatrocientos y sesenta y dos, le nació una hija que se llamó Doña Juana, luego todos los estados del reyno la juraron por Princesa y heredera de Castilla; gran mengua, engerir en la sucesion Real la que el vulgo estaba persuadido fuese habida de mala parte, tanto mas que para honrar á Don Beltran y gratificalle sus servicios le hizo á la sazon el Rey conde de Ledesma, que fué nueva ofension y ocasion de mas murmurar. En su lugar fué puesto por mayordomo en la casa Real Andrés de Cabrera, grande amigo suyo y aliado: principió de do como de escalon vino á alcanzar adelante grandes riquezas, no sin, ofension de muchos y sin envidia de los que llevaban mal que un hombre poco antes particular subiese en breve tan alto. Estaba á la sazon en la corte el conde de Armeñaque, que vino por embaxador del Rey de Francia para tratar de hacer paces y confederacion entre los dos Reyes. El arzobispo de Toledo reconciliado á la sazon con el Rey era el que todo lo mandaba, tanto que cada semana se tenia en su casa consejo y audiencia de los oydores para determinar los pleytos y negocios. Los embaxadores de Aragon por la mucha instancia que hicieron, en fin concertaron se hiciese confederacion á veinte y tres de marzo con las capitulaciones infrascritas Que entre Castilla y Aragon hobiese paz: el Rey de Castilla retuviese como en rehenes y por resguardo los castillos de la Guardia y de San Vicente, Arcos, Raga y Viana, y vol

viese todo lo demas que tenia en Navarra: demas desto que en la raya de Aragon y de Navarra pusiese en tercería á Jubera y á Cornago, y en el reyno de Murcia á Lorca: los depositarios fuesen el arzobispo de Toledo y el maestre de Calatrava y Juan Fernandez Galindo para efecto que si el Rey de Castilla quebrantase la alianza, entregasen estos pueblos al Rey de Aragon; el qual en Olite donde se hallaba para desde allí acudir á todas partes, puso su confederacion con el Rey de Francia á doce de abril. Asentaron que el Rey de Francia enviase al Aragonés de socorro setecientos hombres de armas, y docientos mil ducados para pagar el sueldo á su gente; y que el Rey de Aragon entre tanto que no pagase esta suma, diese en prendas lo de Cerdania y Ruysellon, y todavía por las rentas de aquellos estados no se desfalcase parte alguna del principal. Para que esta avenencia tuviese mas fuerza, se concertó habla entre los Reyes de Francia y Aragon en Salvatierra pueblo de Bearne. Juntamente al conde de Fox por la instancia que sobre ello hacia, concedió que Doña Blanca hermana del príncipe Don Cárlos (á quien pertenecia el reyno de Navarra) fuese puesta en su poder: notable agravio, quitalle el reyno y despojalla de la libertad; ¿pero qué no hace la codicia desenfrenada de reynar? Luego que tomaron este acuerdo, desde Olite con grande desgusto suyo la llevaron á Bearne. Quexábase mucho á los Santos y á los hombres de un desafuero tan grande. Escribió al Rey y Don Enrique una carta en la qual le pedia tuviese compasion de su suerte ; que sobre las otras desgracias le quitaban la libertad, y en breve le quitarian la vida, si él no le daba alguna ayuda y la mano: suplicábale á lo menos vengase la muerte de su hermano y sus desventuras como era justo, que se membrase del amor antiguo, que aunque desgraciado, al fin era de marido y muger. Pusiéron la en el castillo de Ortes del estado de Fox: allí no mucho despues fué muerta con yerbas que le dieron, sin que ninguno saliese á la venganza; la fama de su muerte tan injusta y cruel por mucho tiempo estuvo secreta. En fin los desastres de su vida tuvieron aquel desgraciado remate; que quando la miseria persigue á uno, ó fuerza mas alta, no para hasta acaballe: su cuerpo enterraron en la ciudad de Lescar. Estaba el Rey de Aragon en Tudela, y el Rey Don Enrique por Segovia y Aranda pasó á Alfaro, pueblo no muy

TOMO V.

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lexos de Tudela. Allí con intervencion del marqués de Villena los dos Reyes firmaron las capitulaciones del concierto que en Madrid tenían ácordadas, á la misma sazon que los Catalanes á treinta del mes de mayo cercaron á la Reyna de Aragon den→ tro de Girona, mas congoxada por el riesgo que corria su hijo el Príncipe, que por su mismo peligro. El caudilló de la comunidad era Hugo Roger conde de Pallas: el principal que defendia la ciudad por el Rey, Luis Despuch maestre de Montesa. Entraron la ciudad los Comuneros: acometieron el castillo viejo que se llamaba Gironela, do la Reyna se recogió. Salieran los Catalanes con su intento, sino sobreviniera la caballería Francesa, con cuya ayuda no solo cesó el peligro, pero aun echaron de la ciudad á los levantados. Acudió al tanto el Rey de Aragon con presteza, como al que el cuydado que tenia de su muger y hijo le punzaba: hobo muchos encuentros y re friegas, en que los levantados, como gente recogida de todas partes, no se igualaban á los soldados viejos. El Rey despues de haber reducido á su obediencia muchas ciudades y pueblos llegó á poner sus estancias junto á Barcelona. La Reyna de Castilla malparió en esta sazon en Aranda con gran riesgo de su vida. Por la vidriera de cierta ventana el rayo del sol que entraba, le comenzó á quemar el cabello, y le ocasionó aquel sobresalto y daño. La tristeza que causó está desgracia en la corte, en breve se trocó en alegría á causa que Don Beltran conde de Ledesma casó con la hija menor del marqués de Santillana : las bodas se celebraron en Guadalaxara con grandes fiestas; halláronse á ellas presentes el Rey y la Reyna. Acabadas las fiestas, la Reyna se fué á Segovia, y el Rey se partió para Atienza con intento de darse á la caza por ser aquella comarca muy á propósito para ella. Allí vino un caballero llamado Copones en nombre y como embaxador de Barcelona: ofrecíanle aquel estado de Cataluña, si les enviasé. genté de socorro y los recibiese debaxo de su amparò. Era este negocio muy grave: habido su acuerdo y aceptada la oferta, les envió el Rey de socorro dos mil y quinientos caballos, que por caminos extraordinarios llegaron á Cataluña : con este socorro aquella muchedumbre levantada se animó, confiada que por aquel camino, se podría defender y sustentar. En cumplimien. to de lo asentado levantaron los pendones por el Rey Don En.

a

rique: apellidáronle conde de Barcelona, y batieron con su cuño y armas la moneda de aquel estado; por esta manera sè despeñaban loca y temerariamente en su perdicion. Alegróse con esta nueva el Rey de Castilla Don Enrique, pero mucho mas con saber que Don Juan de Guzman duque de Medina Sidonia quitó á Gibraltar á los Moros, y el maestre de Calatrava á Archidona. Mandóse poner entre los otros títulos Reales al principio de las provisiones el de Gibraltar á exemplo de Abomelique, el qual era de linage de los Merines, y como arriba queda dicho se llamó Rey de Gibraltar.

Capítulo v.

De una habla que tuvieron los Reyes, el de Castilla y el de
Francia.

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ENTRARON otras bandas de soldados de Castilla por tierras del reyno de Valencia y Aragon : el miedo y el espanto fué grande, si bien aquel Rey acudió luego al peligro. Pudiéranle qui, tar el reyno por estar gastado y sin sustancia él y sus vasallos, si quan grandes eran las fuerzas de Castilla, tan grande brio y ánimo tuviera el Rey Don Enrique: por esto el de Aragon po nia gran cuydado en reconciliarse con él. Para este efecto vino por embaxador del Rey de Francia Juan de Rohan señor, de Montalvan y almirante de Francia: llegó á Almazan, donde el Rey Don Enrique se hallaba, por principio del año mil y qua- 1463. trocientos y sesenta y tres: fué muy bien recebido y festejado con convites muy espléndidos, con bayles y con saraq3. Danzaban entre sí los cortesanos, y sacaban á danzar á lạs damas de palacio: en particular la Reyna, presente el Rey y por su mandado, salió á baylar con el embaxador Francés: él acabado el bayle, juró de no danzar mas en su vida con muger alguna en memoria de aquella honra tan señalada como en Cas>> tilla se le hizo. Acordóse por medio desta embaxada que los Reyes de Castilla y de Francia se viesen y hablasen para tratar en presencia de todas las diferencias que tenian, y componer sus haciendas. Como se concertó; asi se hizo, que aquellos Príncipes tuvieron su habla por el fin del mes de abril cercą

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