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que se les daba y se estragasen. Comunmente la gente avisada temia no se volviese á perder España, y los males antiguos se renovasen por estar cerca los Moros de Africa, como en tiempo del Rey Don Rodrigo aconteció. La ocasion no era menor que entonces, ni menos el peligro á causa de la grande discordia que reynaba en el pueblo; y la deshonestidad y cobardía de la gente principal. Pasaron en esto tan adelante que vulgarmente llamaban por baldon al arzobispo de Toledo Don Oppas; en que daban á entender le era semejable, y que seria causa á su patria de otro tal estrago qual acarreó aquel prelado. Estas discordias dieron avilanteza al conde de Fox, que con las armas pretendia apoderarse del reyno de Navarra como dote de su muger, y que se le hacia de mal aguardar hasta que su suegro muriese. Conforme al comun vicio y falta natural de los hombres hacia él lo que en su cuñado culpaba el Príncipe Don Carlos; y aun pasaba adelante con su pensamiento, ca queria hacer guerra á Castilla y forzar al Rey Don Enrique le entregase los pueblos de Navarra en que tenia puestas guarniciones Castellanas. De primera entrada se apoderó de la ciu- ́ dad de Calahorra y puso cerco sobre Alfaro. Para acudir á este daño despachó el de Castilla á Diego Enriquez del Castillo su capellan y su coronista, cuya corónica anda de los hechos deste Rey. Llegado acometió con buenas razones á reportar al Conde; mas como por bien no acabase cosa alguna, juntadas que hobo arrebatadamente las gentes que pudo, le forzó á que alzado el cerco de priesa, se volviese y retirase: asimismo la ciudad de Calahorra volvió á la obediencia del Rey, ca los ciudadanos echaron della la guarnicion que el de Fox allí dexó. Desta manera pasaban las cosas de Navarra con poco sosiego. En Cataluña se mejoraba notablemente el partido Aragonés: los contrarios en diversas partes y encuentros fueron vencidos, y muchos pueblos se recobraron por todo aquel estado. Lo que hacia mas al caso, Don Pedro el competidor yendo de Manre sa á Barcelona, falleció de su enfermedad en Granolla un domingo á veinte y nueve de junio: su cuerpo enterrraron en Barcelona en nuestra Señora de la Mar con solemne enterramiento y exêquias. El pueblo tuvo entendido que le mataron con yerbas, cosa muy usada en aquellos tiempos para quitar la vida á los Príncipes: yo mas sospecho que le vino su fin por

tener el cuerpo quebrantado con los trabaxos, y el ánimo aquexado con los cuydados y penas que le acarreó aquella des graciada empresa. Este fué solo el fruto que sacó de aquel principado que le dieron y él aceptó poco acertadamente, como lo daba á entender un alcotan con su capirote que traia pintado como divisa en su escudo y blason en sus armas, y debaxo estas palabras: «molestia por alegría.» Dexó en su testamento á Don Juan Príncipe de Portugal su sobrino hijo de su hermana aquel condado en que tan poca parte tenia; ademas que los Aragoneses con la ocasion de faltar á los Catalanes cabeza se apoderaron de la ciudad de Tortosa y de otros pueblos. Para remedio deste daño los Catalanes en una gran junta que tuvieron en Barcelona, nombraron por Rey á Renato duque de Anjou, perpetuo enemigo del nombre Aragonés; resolucion en que siguieron mas la ira y pasion que el consejo y la razon: á la verdad poca ayuda podian esperar de Portugal; y llamado el duque de Anjou, era acaso forzoso que los socorros de Francia desamparasen al Rey de Aragon, y por andar el conde de Fox alterado en Navarra entendian no tendria fuerzas bastantes para la una y la otra guerra. Por el contrario por miedo desta tempestad el Rey de Aragon convidó al duque de Saboya y á Galeazo en lugar de su padre Francisco Esforcia, ya difunto, duque de Milan para que se aliasen con él. Representabales que Renato con aquel nuevo principado que se le juntaba, si no se proveia, era de temer se quisiese aprovechar de Saboya que cerca le caia, y de los Milaneses por la memoria de los debates pasados. Acometió asimismo á valerse por una parte de los Ingleses, por otra al principio del año de nuestra salvacion de mil y quatrocientos y sesenta y siete envió á Pedro Peralta 1467. su condestable á Castilla para que procurase atraer á su partido, y hacer asiento con los señores confederados y conjurados contra su Rey. Y para mejor expedicion le dió comision de concertar dos casamientos de sus hijos Doña Juana y Don Fernando con el Infante Don Alonso hermano del Rey Don Enrique, y con Doña Beatriz hija del marqués de Villena: tan grande era la autoridad de aquel caballero poco antes particuJar, que pretendia ya segunda vez mezclar su sangre y emparentar con casa Real: ayudabale para ello el arzobispo de Toledo, clara muestra de la grande flaqueza y poquedad del Rey

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Don Enrique; verdad es que ninguno destos casamientos tuvo efecto. Al Infante Don Alonso asimismo poco antes le sacaron de poder del arzobispo de Toledo con esta ocasion: el conde de Benavente Don Rodrigo Alonso Pimentel, réconciliado que se hobo con el Rey Don Enrique, alcanzó dél le hiciese merced de la villa de Portillo, de que en aquella revuelta de tiempos estaba ya él apoderado; deseaba servir este beneficio y merced con alguna hazaña señalada. El Infante Don Alonso y el arzobispo de Toledo, donde algun tiempo estuvieron, pasaban á Castilla la Vieja. Hospedóle el Conde en aquel pueblo: el aposento del Infante se hizo en el castillo, á los demas dieron posadas en la villa. Como el dia siguiente tratasen de seguir su camino, dixo no daria lugar para que el Infante estuviese mas en poder del arzobispo. Usar de fuerza no era posible por el pequeño acompañamiento que llevaban, y ningunos tiros ni ingenios de batir; sugetáronse á la necesidad. El Rey Don Enrique alegre por esta nueva en pago deste servicio le dió intencion de dalle el maestrazgo de Santiago que el Rey tenia en administracion por el Infante su hermano : merced grande, però que no surtió efecto por la astucia del marqués de Villena, con quien el de Benavente comunicó este negocio y puridad. Pensaba por estar casado con hija del Marqués que no le pondria ningun impedimento: engañóle su pensamiento, ca el marqués quiso mas aquella dignidad y rentas para sí que para su yerno; y no hay leyes de parentesco que basten para reprimir el corazon ambicioso. De aquí resultaron entre aquellos dos seño, res odios inmortales, y asechanzas que el uno al otro se pusieron. El Marqués era mañoso: hizo tanto con el Conde que restituyó el Infante Don Alonso á los parciales; con estn la esperanza de la paz se perdió, y volvieron á las armas. El Rey Don Enrique sintió mucho esto por ser muy deseoso de la paz, en tanto grado que sin tener cuenta con su autoridad de nuevo tornó á tener habla con el marqués de Villena primero en Coca villa de Castilla la Vieja, y despues en Madrid; y aun para mayor seguridad del Marqués puso aquella villa como en tercería en poder del arzobispo de Sevilla. No fueron de efecto alguno estas diligencias, dado que Doña Leonor Pimentel muger del conde de Plasencia acudió allí, llamada de consentimiento de las partes por ser hembra de grande ánimo,

y muy aficionada al servicio del Rey; por este respeto juzgaban seria á propósito para reducir á su marido y á los demas alterados, y concertar los debates. Tenia el marqués de Villena mas maña para valerse que el Rey Don Enrique recato para guardarse de sus trazas. Concertarón nueva habla para la ciudad de Plasencia. Los grandes que andaban en compañía del Rey, llevaban mal estos tratos: temian algun engaño, y de. cian no era de sufrir que aquel hombre astuto se burlase tantas veces de la magestad Real. De Madrid pasó el Rey á Segovia al principio del estío, los rebeldes se apoderaron de Olmedo i entrególes aquella villa Pedro de Silva capitan de la guarnicion que allí tenia. La Mota de Medina se tenia por el arzobispo de Toledo: los moradores de aquella villa por el mismo caso eran molestados: y corria peligro de que los señores no se apodera sen della. El Rey Don Enrique movido por el un desacato y por el otro mandó hacer grandes levas de gente: llamó en part ticular á los grandes; acudió el conde de Medinaceli, el obispo de Calahorra y el duque de Alburquerque Don Beltran, que hasta entonces estuvo fuera de la corte. Asimismo Pero Her nandez de Velasco, alcanzado perdon de su yerro pasado, fué enviado por su padre con șetecientos de á caballo, y un fuerte esquadron de gente de á pie. Por este servicio alcanzó se le hiciese merced de los diezmos del mar: asi se dice comunmente, y es cierto que se los dió (1). Era tanto el miedo del Rey, y el deseo que tenia de ganar á los grandes, que para asegurar en su servicio al marqués de Santillana puso en su poder á su hija la princesa Doña Juana, y asi la llevaron á su villa de Buytrago: grande mengua. Todos los grandes vendian lo mas caro que podian, su servicio á aquel Príncipe cobarde : persuadíanse que con aquello se quedarian que alcanzasen y apañasen en aquellas revueltas. Despues que el Rey tuvo junto un buen exército, enderezó su camino la vuelta de Medina: llegó por sus jornadas á Olmedo: los conjurados con intento de impedir el paso á la gente del Rey salieron de aquella villa puestos en ordenanza. El Rey Don Enrique deseaba escusar la batalla : su autoridad era tan poca y los suyos tan deseosos de pelear que no les pudo ir á la mano; la batalla, que fué una de las mas

(1) Garib. lib. 17. cap. 16.

señaladas de aquel tiempo, se dió á veinte de agosto dia de San Bernardo. Encontráronse los dos exércitos, pelearon por grande espacio, y despartiéronse sin que la victoria del todo se declarase, dado que cada qual de las dos partes pretendia ser suya: la oscuridad de la noche bizo que se retirasen. Los parciales se volvieron á Olmedo con el Infante Don Alonso: las gentes del Rey que eran dos mil infantes, y mil y setecientos caballos, prosiguieron su camino y pasaron á Medina del Campo. El Rey Don Enrique no se halló en la batalla: Pedro Peralta le aconsejó, ya que estaban para cerrar las haces, se saliese del peligro: algunos cuydaron fué engaño y trato doble á causa que de secreto favorecia á los conjurados, á los quales habia venido por embaxador; en particalar era amigo del arzobispo de Toledo, á cuyo hijo llamado Troylo dió poco antes por muger á Doña Juana su hija y heredera de su estado. Tampoco se halló presente el marqués de Villena por estar embarazado en el reyno de Toledo á causa de la junta y capítulo que tenian los Treces de Santiago, que por el mismo tiempo le nombraron por maestre de aquella órden; debió ser con beneplácito del Rey: tal fué su diligencia, su autoridad y su maña. Con esto él creció grandemente en poder, y el recelo y temor de los demas grandes, pues con ser él principal autor de toda aquella tragedia, al tiempo que otro fuera castigado, de nuevo acumulaba nuevas dignidades y juntaba mayores riquezas. En Navarra tenia el gobierno por su padre Doña Leonor condesa de Fox en el tiempo que por diligencia de Don Nicolas Echevarri obispo de Pamplona recobraron los Navarros á Viana, que hasta entonces quedó en poder de Castellanos. Un hijo desta señora llamado Gaston como su padre, de madama Madalena su muger hermana que era de Luis Rey de Francia, hobo á esta sazon un hijo llamado Francisco, al qual por su grande hermosura le dieron sobrenombre de Phebo: otra hija del mismo, que se llamó Doña Cathalina, por muerte de su hermano juntó por casamiento el reyno de Navarra con el estado de Labrit, que era una nobilísima casa y linage de Francia, como se declara en su lugar. Hacia de ordinario su residencia el Rey de Aragon en Tarragona para proveer desde allí á la guerra de Cataluña, y dado que era de grande edad, y tenia perdida la vista de ambos ojos, todavía el espíritu era muy

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