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vivo y el brio grande. En aquella ciudad concertó de casar una hija suya bastarda llamada Doña Leonor con Don Luis de Biamonte conde de Lerin: desposólos á veinte y dos de enero del año mil y quatrocientos y sesenta y ocho Don Pedro de Urrea, 1468. arzobispo de aquella ciudad, y patriarcha de Alexandría. Señaláronle en dote quince mil florines, todo á propósito de ganar aquella familia poderosa y rica en el reyno de Navarra: buen medio, si la deslealtad se dexase vencer con algunos beneficios Hacíanse las córtes de Aragon en la ciudad de Zaragoza: presidia, en ellas la Reyna en lugar de su marido; allí de enferme-. dad que le sobrevino, falleció á trece de febrero con grande yi largo sentimiento del Rey. Dolíase que siendo él viejo, y su hijo de poca edad, les hobiese faltado el reparo de una hembra tan señalada. A la verdad ella era de grande y constante ánimo, no menos bastante para las cosas de la guerra que para las del gobierno. Poco antes de su muerte tuvo habla con Doña Leonor su antenada condesa de Fox en Exea á la raya, de Aragon, do pusieron alianza en que expresaron que los mismos tuviesen las dos por amigos y por enemigos: palabras de ánimo varonil, y mas de soldados que de mugeres; su cuerpo, fué sepultado en Poblete. De sola una cosa le tachan comunmente, que fué la muerte del Príncipe Don Carlos su antena, do: asi lo hablaba el vulgo. Añaden que la memoria deste caso la aquexó mucho á la hora de su muerte, sin que ninguna cosa fuese bastante para aseguralla y sosegar su conciencia muy alterada: las revoluciones y parcialidades dan lugar á hablillas; y patrañas.

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Capítulo XI.

Como falleció el Infante Don Alonso.

LLEGÓ la fama de las alteraciones de Castilla á Roma; en especial el Rey Don Enrique por sus cartas hacia instancia con el Pontífice Paulo Segundo para que privase á los obispos sediciosos de sus dignidades, y pusiese pena de descomunion á los: grandes, si no sosegaban en su servicio. Por esta causa, Anto-, nio Venerio obispo de Leon enviado á Castilla por nuncio con,

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poderes bastantes, después de la batalla de Olmedo en que se halló presente, primero fué á hablar al Rey Don Enrique en Médina del Campo teniendo en esto consideración á su autori.2011 dad Real, despues como procurase hablar con los conjurados apenas pudo alcanzar que para ello le diesen tugar, antes le despidieron primera y segunda vez con palabras afrentosas, y pusieran en él las manos si no fuera por tener respeto á su dignidad. Como amenazase de descomulgallos, respondieron que no pertenecia al Pontífice entremeterse en las cosas del reyno. Juntamente interpusieron apelacion de aquella descomunion paramet concilio próximo: condicion muy propia de ánimos endurecidos y obstinados en la maldad, que siempre se adeJante en el mal hasta despeñarse, y quiera remediar un daño con otro mayor şin moverse por algun escrúpulo de conciencia. Sucedió un nuevo inconveniente para el Rey que mucho le alteró, fué que Don Juan Arias obispo de Segovia por satisfacerse de la prision que se hizo en la persotia de Pedro Arias su hermano contador mayor sin alguna culpa suya, solo por engaño del arzobispo de Sevilla, olvidado de las mercedes re cebidas y que su hermano ya estaba puesto en libertad, se determinó entregar' aquella ciudad de Segovia á los parcialės. Ayudaronte para ello Prexano su vicario, y Mesa prior de San' Gerónimo con quien se comunicó. Es aquella ciudad fuerté 'y grande, puesta sobre los montes con qué Castilla la Vieja par te término con la Nueva, qué es el reyno de Toledo. Acudiéron todos los grandes como tenian concertado. Puétan grande el sobresalto, que la Reyna que allí se halló, y la duquesa de Alburquerque apenas pudieron alcanzar les diesen entrada en el castillo á causa que Pedro Munzares el alcayde de secreto era tambien uno de los parciales. La infanta Doňa Isabel como sabidora de aquella revuelta y trato se quedó en el palacio Real y tomada la ciudad, se fué para el infante Don Alonso su hermano con intento de seguir su partido. Estas nuevas y famas llegaron presto á Medina del Campo, do el Rey Don Enrique se hallaba, con que recibió mas pena que de cosa en toda su̸' vida, por haber perdido aquella ciudad, ca la tenia como por su patria, y en ella sus tesoros y los instrumentos y aparejos de sus deportes. Desde este tiempo por hallarse no menos falto de consejo que de socorro, comenzó á andar como fuera

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de sí: no hacia confianza de nadie: recelábase igualmente de los suyos y de los enemigos, de todos se recataba, y de repenle se trocaba en contrarios pareceres; ya le parecia bien la guerra, poco despues queria mover tratos de paz : cosa 'que' por su natural descuydo y floxedad siempre prevalecia. Señaló la villa de Coca para tener habla de nuevo con el marqués de Villena magüer que los suyos se lo disuadian, y como no fuesen oidos, los mas le desampararon en Coca no se efectuó cosa alguna; pareció se tornasen á ver en el castillo de Segovia: allí se hizo concierto con estas capitulaciones, que no fué mas' firme y durable que los pasados; las condiciones eran: El cassi tillo de Segovia se entregue al infante Don Alonso: el Rey Don Enrique tenga libertad de sacar los tesoros que allí están, mas que se guarden en el álcázar de Madrid, y por alcayde Pedro Munzares: la Reyna para seguridad que se cumplirá esto, esté en poder del arzobispo de Sevilla: cumplidas estas cosas, dentro de seis meses próximos los grandes restituyan al Rey el gobierno y se pongan en sus manos. Vergonzosas condicio nes y miserable estado del reyno: ¡quán torpe cosa que los vasallos para allanarse pusiesen leyes á su Príncipe, y tantas veces hiciesen burla de su magestad! la mayor afrenta de todas fué que la Reyna en el castillo de Alahejos, do la hizo llevar el Arzobispo conforme á lo concertado, puso los ojos en un cierto mancebo, y con la conversacion que tuvieron, se hizo preñada; que fué grave maldad y deshonra de toda España, y ocasion muy bastante para que el poco crédito que se tenia de su honestidad, pasase muy adelante, y la causa de los rebeldes ya pareciese mejor que antes. El Rey cercado de trabaxos y menguas tan grandes, desamparado casi de todos, y como fuera de sí, andaba por diversas partes casi como particular, acompañado de solos diez dé á caballo. Acordó por postrer remedio de hacer prueba de la lealtad del conde de Plasencia, y entrarse por sus puertas y ponerse en sus manos. Fué allí muy bien recebido, y entretúvose en el alcázar de aquella ciudad por espacio de quatro meses. En este tiempo por muerte del cardenal Juan de Mela, que despues de Don Pedro Luxen tu vo encomendada la iglesia de Sigüenza, aquel obispado se dió á Don Pedro Gonzalez de Mendoza sin embargo que Don Pero Lopez dean de Sigüenza desde los años pasados, como elegido

por votos del cabildo, pretendia y traia pleyto contra el dicho cardenal Mela. Envió el Papa un nuevo nuncio para convidar á los grandes que se reduxesen al servicio de su Rey, y porque no obedecian, últimamente los descomulgó. No se espantaron ellos por esto, ni se emendaron, bien que lo sintieron mucho, tanto que enviaron á Roma sus embaxadores; mas no les fué dado lugar para hablar con el Pontífice, ni aun para entrar en la ciudad antes que hiciesen juramento de no dar título de Rey al infante Don Alonso. Ultimamente en consistorio el Papa con palabras muy graves los reprehendió y amonestó que avisasen en su nombre á los rebeldes procederia con: todo rigor contra ellos, si no se emendaban: que semejantes atrevimientos no pasarian sin castigo; si los hombres se descuydasen, debian temer la venganza de Dios. Añadió que sentia mucho que aquel Príncipe mozo por pecados agenos seria castigado con muerte antes de tiempo: no fué vana esta profecía, ni falsa. Con esta demonstracion del Pontífice las cosas del Rey Don Enrique se mejoraron algun tanto, en especial que por el mismo tiempo se reduxo á su obediencia la ciudad de Toledo con esta ocasion. Era Pero Lopez de Ayala alcalde de aquella ciudad: su cuñado fray Pedro de Silva de la órden de Santo Domingo, obispo de Badajoz, á la sazon estaba en Tole do; el qual comunicado su intento con Doña María de Silva su hermana muger del alcalde, dió al Rey aviso de lo que pensaba hacer, que era entregalle la ciudad. Acudió él sin dilacion, y en dos dias llegó desde Plasencia á Toledo para prevenir con su presteza no hiciese el pueblo alguna alteracion: entró muy de noche, hospedóse en el monasterio de los Dominicos que está en medio y en lo mas alto de la ciudad. Luego que se supo su llegada, tocaron al arma con una campana: acudió el pueblo alborotado. Pero Lopez de Ayala, como supo lo que pasaba, pretendia que el Rey Don Enrique no saliese en público, ni se pasase adelante en aquella traza: alegaba que le perderian el respeto; asi pasada la media noche, quando el alboroto estaba sosegado, se salió de la ciudad. Partiose el Rey muy triste y en su compañía Perafan de ribera hijo de Pelayo de Ribera, y dos hijos de Pero Lopez de Ayala, Pedro y Alonso. Al salir de la ciudad reconoció el Rey el cansa ncio de su caballo, que habia caminado aquel dia diez y ocho leguas: pi

dió á uno de los que le acompañaban, le diese el suyo; no quiso. Vista esta cortedad los dos hijos de Pero Lopez de Ayala á priesa se arrojaron de sus caballos, y de rodillas suplicaron al Rey se sirviese dellos, del uno para su persona, del otro para su page de lanza: el Rey los tomó y partió de la ciudad acompañándole á pie aquellos caballeros que le dieron los caballos. Llegados á Olías, hizo el Rey merced á Pero Lopez de Ayala de setenta mil maravedís de juro perpetuo cada un año: el obispo asimismo fué forzado á dexar la ciudad. Todo lo qual se trocó en breve, los ruegos, importunaciones y lágrimas de su muger pudieron tanto con el alcalde, que arrepentido de Jo hecho, dentro de quatro dias tornó á llamar al Rey: volvió pues, y halló las cosas en mejor estado que pensaba; solo por la instancia que hizo el pueblo y por su importunidad les confirmó sus antiguos privilegios y les otorgó otros de nuevo. A Pero Lopez de Ayala en remuneracion de aquel servicio dió título de conde de Fuensalida, y de nuevo le encomendó el gobierno de aquella ciudad; con que el Rey se partió para Madrid. Allí hizo prender el alcayde Pedro Munzares por no estar enterado de su lealtad: contentóse de quitalle la alcaydía, y con tanto poco despues le soltó de la prision. Alteró grandemente la pérdida de Toledo á los parciales, tanto que salieron de Arévalo, do tenian la masa de su gente, con intento de po ner cerco á aquella ciudad. Marchaba la gente la vuelta de Avila, quando un desastre y revés no pensado desbarató sus pensamientos: esto fué que en Cardeñosa, lugar que está en el camino dos leguas de Avila, sobrevino de repente al infante Don Alonso una tan grave dolencia que en breve le acabó. Falleció á cinco de julio : su cuerpo vuelto á Arévalo le sepultaron en San Francisco: dende los años adelante le trasladaron al monasterio de Miraflores de Cartuxos de la ciudad de Burgos. De la manera y causa de su muerte hobo pareceres diferentes: unos dixeron que murió de la peste que por aquella comarca andaba muy brava; los mas sentian que le mataron con yerbas en una trucha, y que se vieron desto señales en su cuerpo despues de muerto (1) Alonso de Palencia en la historia deste tiempo, y en sus décadas que compuso como coro

(1) Al fin de la primera parte de su coro. Zorita lib, 18 cap. 16.

TOMO V.

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