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nista del mismo Infante, con la libertad que suele, no dudó de contar esto por cierto, hasta señalar por autor de aquella maldad y parricidio al marqués de Villena maestre de Santiago; lo que yo no creo, ¿ Porque á qué propósito un señor tan principal habia de mancillar su sangre y casa con hecho tan afrentoso? ó qué ocasion le pudo dar para ello un mozo que apenas era de diez y seis años? Sospecho que las grandes alteraciones y la corrupcion de los tiempos dieron ocasion á que la historia en alabar á unos y murmurar de otros conforme á las aficiones de cada qual, ande por este tiempo estragada.

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Que el Principe de Aragon Don Fernando fué nombrado por Rey de Sicilia.

RENATO duque de Anjou sin dilacion aceptó el principado que de su voluntad los Catalanes le ofrecian. Movíale á aceptar la ambicion sin propósito, enfermedad ordinaria, y el deseo que tenia de vengar en España los agravios que los Aragoneses le hicieron en Italia, Verdad es que él por su larga edad no pudo ir allá : envió á su hijo llamado Juan, duque que era de Lorena, de quien arriba se dixo fué echado de Italia para a po derarse de aquel estado: pretendia ayudarse de sus fuerzas y de los socorros de Francia, El Rey Francés, pospuesta la confederacion que tenia con Aragon asentada, le envió alguna ayuda despues que hobo puesto fin á la guerra civil y muy ás pera que tuvo con su hermano el duque de Berri y Don Carlos duque de Borgoña; parte poco adelante le traxo Juan conde de Armeñac, con quien el de Lorena no solo tenia puesta confe deracion, sino tambien asentada hermandad para acudirse el uno al otro en las cosas de la guerra. Con tantas ayudas como tuvo, el de Lorena dió alegre principio á esta empresa : el remate fué diferente. La ciudad de Barcelona luego que vino, le abrió las puertas. Tratóse de la guerra, y acordaron hacer el mayor esfuerzo por la parte de Ampurias. Acudió el Rey de Aragon á la defensa, aunque viejo y ciego, cerca de Rosas en un encuentro fué desbaratada cierta banda de Aragoneses. La

fuerza del exército Francés marchó la vuelta de Girona con intento, si Pedro de Rocaberti que tenia el cargo de la guarnicion, y los demas capitanes saliesen de la ciudad, presentalles la batalla; si se defendiesen dentro de los muros, tenian espegranza con cerco de apoderarse de aquella ciudad fuerte y rica. Sacaron los Aragoneses su gente con grande ánimo: hobo alAgunos encuentros, siempre con mayor daño de los de fuera que de los de dentro : acudió el Príncipe Don Fernando, metió todas sus gentes dentro de la ciudad; con tanto hizo que se alJa zase el cerco. En breve aquella alegría se destempló y trocó en grave pesadumbre: salió Don Fernando de la ciudad, y en una batalla que se dió cerca de un pueblo llamado Villademar le desbarató cierta parte del exército Francés ; y muertos muchos de los Aragoneses, el Príncipe se salvó por los pies quedó preso y en poder de los enemigos Rodrigo Rebolledo capitan de gran nombre, cuya diligencia que hizo, y esfuerzo de que usó en la defensa del Príncipe, fué grande. Los primeros ímpetus de los Franceses mas fuertes que de varones, con maña y dilacion mas que con fuerzas se han de rebatir: tomaron este acuerdo, y por estar cerca el invierno pusieron guarniciones en lugares á propósito, y dexaron á Don Alonso de Aragon para que tuviese cuydado de aquella guerra. Hecho esto, el Príncipe Don Fernando se partió para Zaragoza, do se tenian córtes á los Aragoneses, y se halló presente á la enfermedad de su madre la Reyna y á su muerte, de que queda hecha mencion. Difunta sa madre, y por estar su padre ciego y en edad de setenta años, fué necesario que las cosas de la paz y de la guerra cargasen sobre los hombros del Príncipe Don Fernando, que aunque de poca edad, daba grandes muestras de virtudes y de un natural excelente. Era menester que tuviese autoridad para gobernar cosas tan grandes : por esto en aquella ciudad fué nombrado por Rey de Sicilia como compañero de su padre en aquella parte. Esto sucedió casi á los mismos dias y tiempo en que el Infante Don Alonso de Castilla pasó desta vida, como queda dicho. El cielo le aparejaba mayor imperio en Italia y en España, y la gloria de deshacer el reyno de los Moros de Granada. Sabida que fué en Zaragoza la muerte del Infante Don Alonso, luego fué Pedro Peralta con muy bastantes poderes enderezados á los grandes parciales de Castilla pa

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ra pedilles diesen á la Infanta Doña Isabel por muger á Don Fernando. Su padre el Rey de Aragon se quedó en Zaragoza, y él se volvió á Cataluña, á continuar la guerra, que se hacia por mar y por tierra con gran riesgo del partido de Aragon. Lo que mas deseaba el de Lorena, era apoderarse de Girona, por entender, tomada aquella ciudad, en todo lo demas no hallaria resistencia. Con esta resolucion se volvió á Francia para hacer nuevas juntas de gentes, como lo hizo con tanta diligencia que solo en lo de Ruysellon y lo de Cerdania levantó quince mil hombres: fuerzas contra las quales juntas con las gentes que antes tenia, los Aragoneses no eran bastantes, tanto que no pudieron meter en Girona, que de nuevo la tenian cercada y con gran porfía la batian, ni vituallas ni socorros. Verdad es que por el esfuerzo y diligencia de Don Juan Melguerite obispo de aquella ciudad y de los otros capitanes que dentro estaban, magüer que el peligro fué grande, la ciudad se defendió. Entretanto que combatian á Girona, el Rey Don Fernando volvió sus fuerzas á otra parte, y se apoderó de un pueblo llamado Verga por entrega de los de dentro que le hicieron á diez y siete de setiembre: con esta toma, aunque no de mucha importancia, se comenzaron á mejorar las cosas, mayormente que el Rey de Aragon á la misma sazon recobró Ja vista, cosa de milagro. Fué así que un Judío natural de Lérida llamado Abiabar, gran médico y astrólogo, se encargó de la cura, y mirado el aspecto de las estrellas, á once de setiem. bre con una aguja le derribó la catarata del ojo derecho con que de repente comenzó á ver. Rehusaba el Judío volver á probar cosa tan peligrosa como aquella: decia que el aspecto de las estrellas ni era ni seria en mucho tiempo favorable, y que bastaba servirse del un ojo: á qué propósito intentar con peligro lo que excedia las fuerzas humanas? Parecia bien lo que decia á los mas prudentes; pero como quier que el Rey hiciese instancia, á doce de octubre se volvió á la misma cura, que quedó tambien sano el ojo izquierdo. Esta alegría que por la salud del Rey fué como era razon muy grande, se aumentó mucho y en breve por alzarse el cerco de Girona que tenia á todos puestos en mucho miedo. Fué la causa sobrevenir el invierno, y la falta que los enemigos tenian de cosas necesarias: asi la prontitud y alegría con que los Franceses vinieron, pa

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recia haberse caido, y que cada dia la empresa se hacia mas dificultosa. En Portugal se desposó el príncipe Don Juan con † Doña Leonor su prima, olvidado del concierto hecho con Castilla de casar con Doña Juana. La poca honestidad y po co recato de aquella Reyna confirmaban mucho la opinion de los que decian que su hija era habida de mala parte. El padre de la desposada Doña Leonor, que era Don Fernando duque de Viseo, apercebida una armada en que pasó á Africa, ganó allí algunas victorias de los Moros, y vuelto á su tierra, de su muger Doña Beatriz hija de Don Juan, maestre que fué de Santiago en Portugal, le nació un hijo llamado Don Emanuel, que los años adelante por voluntad de Dios vino á heredar el reyno de Portugal. Cuentan los Portugueses que en su nacimiento se vieron señales en el cielo que pronosticaban la gloria de aquel Infante y su magestad, como gente muy aficionada á sus Reyes, y que gusta de hallar qualquier camino y motivo para honrallos.

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Capítulo xi.

Que ofrecieron el reyno de Castilla á la Infanta Doña Isabel.

La muerte del Infante Don Alonso fué ocasion que muchos se reduxesen al servicio del Rey Don Enrique; pero la paz dupoco, ›, y la guerra que luego resultó, fué larga y grave, con que las fuerzas de España quedaron quebrantadas. La ciudad de Burgos volvió á la obediencia del Rey Don Enrique á exemplo de Toledo y á persuasion de Pero Fernandez de Velasco : juntamente en Madrid el arzobispo de Sevilla, el conde de Benavente y otros grandes le hicieron de nuevo sus homenages. Los parciales por verse de repente despojados de la ayuda y arrimo del mal logrado Infante, para tener persona en cuyo nombre ellos reynasen, traxeron á la Infanta Doña Isabel desde Arévalo á la ciudad de Avila: allí se resolvieron de ofrecelle el nombre de Reyna y las insignias Reales. Tomó el arzobispo de Toledo la mano y cuydado de persuadille acetase el reyno que de derecho y razon decia era suyo: relató por menudo la afrenta de la casa Real, la cobardía, el descuydo, la deshones

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tidad, los partos adulterinos, con peligro que los que no debian, heredasen el reyno ageno, las infamias perpetuas de toda la nacion; para cuyo remedio era menester su autoridad, su sombra y su amparo : que no era justo rehusase ponerse qualquier trabaxo y peligro por el bien comun de la patria. A todo esto respondió ella : « Yo os agradezco mucho esta voluntad y aficion que mostrais á mi servicio, y deseo poder en algun tiempo gratificalla ; pero aunque la voluntad es buena, que estos vuestros intentos no agradan á Dios da bien á entender la muerte de mi hermano mal logrado. Los que desean cosas nuevas y mudanza de estado, ¿qué otra cosa acarrean al mundo sino males mas graves, parcialidades, discordias, guerras? Por los evitar no será mejor disimular qualquier otro daño? Ni la naturaleza de las cosas, ni la razon de mandar sufre que ha ya dos Reyes. Ningun fruto hay temprano y sin sazon que dure mucho yo deseo que el reyno me venga muy tarde para que la vida del Rey sea mas larga, y su magestad mas durable. Primero es menester que él sea quitado de los ojos de los hom. bres que yo acometa á tomar el nombre de Reyna. Volved pues el reyno á Don Enrique mi hermano, y con esto restituiréis á la patria la paz. Este tengo yo por el mayor servicio que me podeis hacer, y este será el fruto mas colmado y gustoso que desta vuestra aficion podrá resultar. » Forzó aquella modestia á que no solo aprobasen su determinacion, sinó que la alabasen, maravillados todos los que presentes estaban, de la grandeza de su corazon, que menospreciaba lo que por alcanzar otros se meten por el fuego y por las espadas : por el mismo caso la juzgaban por mas digna del nombre Real que le ofre cian. Pero era pesada á todos tan larga tempestad de discordias, y así se comenzaron á inclinar á la paz; mayormente que Rey Don Enrique por sus embaxadores les ofreció perdon si se reducian á su servicio. Con este intento el arzobispo de Sevilla á ruegos de los grandes y por permision del Rey fué à Avila, por cuyo medio, é ayudado tambien por su parte de Andrés de Cabrera mayordomo de la casa Real, se asentó la paz con estas capitulaciones: la Infanta Doña Isabel sea delarada y jurada por heredera del reyno y por Princesa : para su acostamiento le entreguen las ciudades de Avila y Ubeda, las villas de Medina del Campo, Olmedo y Escalona, que son pueblos muy

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