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apartados entre sí, con tal condicion que jure de no casarse sin consentimiento del Rey: con la Reyna se hará divorcio con beneplácito del Papa: hecho esto, ella y su hija sean enviadas á Portugal: á los conjurados sea dado perdon, y restituidos todos sus bienes y oficios y cargos que en tiempo de las revueltas les quitaron; para que todas estas cosas se efectúasen, señalaron tiempo de quatro meses. Estas capitulaciones no contentaron al marqués de Santillana y á sus hermanos qué por el mismo tiempo eran venidos á Madrid, y juzgaban les era mas á propósito tener en su poder á la pretensa Princesa Doña Juana, tanto mas que por el mismo tiempo la Reyna con ayuda de Luis de Mendoza del castillo en que la tenían, se fué una noche á Buytrago á verse y estar con su hija : el sentimiento del arzobispo de Sevilla, que la tenia encomendada, por esta causa fué grande. En el tiempo que estuvo detenida, parió hijós á Don Fernando y á Don Apóstol : tiénése por averiguado que secretamente los criaron en Santo Domingo el Real monasterio de monjas de Toledo. Tomó la prelada de aquel convento este cuydado por ser parienta de Don Pedro padre, de aquellas criaturas, y el mismo Don Pedro muy cercano deudo del arzobispo de Sevilla. Sin embargo se señaló el monasterio de Guisando, que está entre Cadahalso y Cebreros y á la mitad del camino que hay desde Madrid å la ciudad de Avilà, para que allí los grandes alterados tuviesen habla con el Rey' En aquella habla se hicieron muchos conciertos, y sacaron grandes condiciones y partidos: todos se persuadian se queda. rian con todo lo que en aquella sazon cada qual alcanzase, y que el Rey y su hermana vendrían en qualquier partido por estar muy cansados de la guerra, y deseosos grandemente dé la paz. Refieren otrosí que el Rey ÿ marqués de Villeha tuvieron habla en secrető sin que se sepa lo que en ella acordaron; solo por lo que adelante sucedió, entendieron se enderezó todo á asegurar sus cosas el de Villena y aumentar su casa y estados. El obispo Antonio Venerio nunció del Papa absolvió a los grandes del homenage hecho al Infante Don Alonso, de mas que pretendian por su muerte, alteradas las cosas, cesar la obligacion que le tenían. Con esto hicieron de nuevo su's ho menages al Rey Don Enrique; y la Infanta Doña Isabel de comun consentimiento fué jurada tambien por Princesa herede

1469.

ra del reyno lo uno y lo otro se hizo á los diez y nueve de setiembre dia lúnes. A los demas conjurados se dió perdon. El enojo que el Rey tenia muy mayor contra los dos hermanos Arias que estaban apoderados de la ciudad de Segovia, executó con aquella ocasion de haber concertado las paces y restituído. le las ciudades, en que al momento les quitó el alcázar de Segovia que tenian á su cargo, y el gobierno de aquella ciudad, y le entregó á Andrés de Cabrera ocasion y escalon para alcanzar adelante gran poder y muchas riquezas. Por este tiempo en tierra de Toledo en un lugar que se llama Peromero, corrió de los haces que ciertos hombres segaban, gran copia de sangre: cosa que al presente causó gran maravilla, y adelante se entendió era anuncio y pronóstico de los grandes males que sobre los pasados avinieron á España. El marqués de Villena, vuelto á la privanza de antes, se comenzó de nuevo á apoderar de todo con disgusto de los demas grandes (gran descuydo y poquedad del Rey Don Enrique ) tanto mas que á persuasion del marqués, y en su compañía su hermana la Infanta Doña Isabel se fué á Ocaña casi al principio del año mil y quatrocientos y sesenta y nueve. Tenia et de Villena intento de casar la Infanta con el Rey de Portugal, y á su persuasion vino por embaxador sobre el caso Don Alonso de Noguera arzobispo de Lisboa, acompañado de otras personas principales. Por el contrario el arzobispo de Toledo pretendia casarla con Don Fernando Rey de Sicilia; y despues de partido Pedro Peralta embaxador de Aragon no cesaba de hablarla en este propósito, á que ella de suyo se inclinaba; y aun como la hablasen en el casamiento de Portugal, respondió llanamente que no era su voluntad, ni le queria. Aconsejaba el de Villena que le hiciesen fuerza, y por mal la constriñesen á conformarse. El Rey Don Enrique dudoso de lo que haria, en fin se resolvió en lo que le pareció ser mas seguro, de despedir por entonces los embaxadores de Portugal con color que el negocio no estaba sazonado y que adelante se podria tratar dél; en especial que se ofrecia un nuevo partido asaz considerable. El cardenal Atrebatense vino por embaxador de Luis Onceno Rey de Francia á pedir que la Infanta Doña Isabel casa se con su hermano Cárlos duque de Berri: nueva ocasion para que los grandes se dividiesen y tuviesen sobre este negocio diversos pareceres. Todo era se

mentera de nuevas discordias, sin estar apenas sosegadas las pasadas; en particular el Andalucía no se quietaba, ni queria dexar las armas. Por muerte de Don Juan duque de Medina Sidonia sucedió en aquel rico estado Don Enrique su hijo bastardo, como heredero no solo de sus bienes sino tambien de sus parcialidades y enemistades. Seguíanle el conde de Arcos y Don Alonso de Aguilar, que todos en nombre de la Infanta Doña Isabel alborotaban aquella tierra. Pareció convenia acudir el Rey en persona á sosegar estos bullicios en sazon que el marqués de Villena renunció en su hijo Don Diego Lopez Pacheco el marquesado de Villena con intento que el Rey y el Papa le confirmasen á él el maestrazgo de Santiago y gozar sin contraste de aquella rica dignidad. Quedóse la Infanta en Ocaña : hicieronla jurar de nuevo no casaria, ni trataria dello sin que el Rey su hermano lo supiese y sin su voluntad. El conde de Benavente y Pero Hernandez de Velasco fueron á Valladolid: para gobernar el reyno durante la ausencia del Rey.

Capítulo xiv.

Del casamiento y bodas de los Principes Doña Isabel y Dön
Fernando.

ASENTADAS las cosas en la manera que dicho es, el Rey Don Enrique enderezó su camino para el Andalucía. Iban en su compañía el maestre de Santiago y los prelados de Sevilla y de Sigüenza: llegaron á pequeñas jornadas á Ciudad-Real: allí se quedó enfermo el de Sevilla. En Jaen fué el Rey muy bien recebido y festejado por su condestable Iranzu: luego despues desto reduxo á su servicio la ciudad de Córdoba por entrega que della le hizo con ciertas condiciones Don Alonso de Aguílar: sosegados los alborotos que allí andaban entre este cabaHero y el conde de Cabra Don Pedro de Córdoba, venido el estío, pasó á Sevilla. Sucedió lo mismo allí, que por autoridad del Rey y con su presencia se sosegaron las alteraciones de los señores que moraban en aquella ciudad, y se compusieron sus diferencias. Los Moros estaban quietos, cosa que hacia 'maravillar, por andar los nuestros tan révueltos y alterados, que

no se aprovechasen de la ocasion que se les presentaba. Estaban los fronteros que eran capitanes de grande esfuerzo, mayormente el condestable ya dicho, alerta y en vela, y no les daban lugar para hacer algun insulto. Las discordias asimismo que entre los Moros se levantaran de nuevo, los embarazaban para no acu dir á la guerra de fuera. Fué asi que Alquirzote gobernador de Málaga, hombre muy experimentado en la guerra, y de gran renombre y fama, como se viese apoderado de aquella ciudad, se rebeló contra el Rey Albohacen, ayudado de muchos que se tenian por agraviados del Rey, demas que de ordinario aquella gente por ser de ingenio mudable gusta que haya mudanza èn el estado. Vinieron á las armas, y dióse la batalla: llevó Alquirzote lo peor por ser sus fuerzas mas flacas; trató de confederarse con el Rey Don Enrique. Señalaron para tener habla á Archidona, que está á la raya dél reyno de Granada : vino allí el Moro muy alegre con grandes presentes que traia; partióse con nomenor confianza por la palabra que el Rey le dió de envialle socorros y ayuda, que fué ocasion para que Alboha cen con las armas hiciese este año y el siguiente muchas veces entradas, y rompiese por tierra de Christianos llevaron los Moros grandes cabalgadas de hombres y de ganados, quemaron campos y poblados : era tan grande su indignacion y su avilanteza tal que hacian lo último de poder, y pasaron muy mas adelante de lo que antes solian en las talas, quemas y robos. Pero aunque fué grande el estrago, y que se podia comparar con los antiguos, ningun pueblo señalado tomaron á los nuestros; solo diversos esquadrones de soldados Moros por toda el Andalucía y por el reyno de Murcia hacian correrías mas á manera de salteadores que de guerra concertada. Volvamos con nuestro cuento á la Infanta Doña Isabel, que se quedó en Ocaña : muchos y grandes Príncipes la pedian á un mismo tiempo por muger. Tenia grandes partes de virtudes, honestidad, hermosura, edad á propósito, sobre todo el dote que era grandísimo, no menos que el reyno de su hermano. A los demas pretensores, es á saber al de Portugal que era viudo, y al duque de Berri, mozo estrangero, se la ganó finalmente el Rey Don Fernando no sin voluntad y providencia del cielo. Ayudó mucho la diligencia del Rey de Aragon su padre : con muchos presentes que dió, y

mayores promesas para adelante (manėra la mas segura de negociar y la mas eficaz) grangeó los criados de la Infanta. El que mas podia con ella y mas privaba era Gutierre de Cárdenas su maestresala, y con él Gonzalo Chacon tio del mismo de parte de madre, mayordomo que era y contador de la princesa : á este prometieron la villa de Casarruvios y Arroyomolinos; á Gutierre de Cárdenas la villa de Maqueda, fuera de otras grandes dádivas de presente, y promesas de oficios, encomien das y juros para adelante. Por medio de los dos y del arzobispo de Toledo, que entraba á la parte, se concertó el casamien→ to con ciertas condiciones que todas se enderezaban á que en tanto que viviese el Rey Don Enrique, se le guardase todo res+ peto: que despues de su muerte la Infanta Doña Isabel tuviese todo el gobierno de Castilla, sin que el Rey Don Fernando pu diese hacer alguna merced por su propia autoridad, ni tampoco diese los cargos á estraños, ni quebrantase en alguna mane ra las franquezas, derechos y leyes del reyno; en conclusion que si no fuese con voluntad de su muger, no se entremetiese en ninguna parte del gobierno. Todas estas capitulaciones y el casamiento se concertaron secretamente; Don Fernando sin embargo se detuvo á causa de la guerra de Cataluña, en que los enemigos de nuevo tenian puesto sitio sobre Girona, y al fin la forzaron á rendirse. Demas desto en Navarra se levantó otra tempestad. El obispo de Pamplona Don Nicolás en el camino de Tafalla (que iba á verse con la Infanta Doña Leonor y á su llamado) fué muerto por órden de Pedro Peralta. Enviáronse personas que pidiesen justicia al Rey de Aragon, y hiciesen instancia para que mandase castigar tan grave maldad. Recelábanse no creciese el atrevimiento por falta de castigo, y aquel sacrilegio, si no se castigaba, fuese causa que todo el pueblo lo pagase con alguna plaga que les viniese del cielo. Quexábanse que el matador por engaño se apoderó de Tudela demas desto estrañaban que el mismo Rey concediese franquezas á muchos lugares con mucha liberalidad como de hacienda agena; pedian fuese servido de recobrar á Estella con todo su distrito, de que todavía estaban apoderados los de Castilla. El conde de Fox con el deseo de mandar andaba otrosí inquieto, y parecia que todo esto pararia en alguna guerra, por lo qual no menos era aborrecido del Rey de Aragon su

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