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suegro que poco antes lo fué el Príncipe Don Carlos. El Rey respondió á los embaxadores blandamente y conforme á lo que el tiempo pedia, que era temporizar y entretener: á Pedro de Peralta no se dió por ende castigo ninguno por el delito tan atroz como cometió. La Infanta Doña Isabel se hallaba congoxada y suspensa temia no la hiciesen fuerza, si se detenia en Ocaña mas tiempo. Partióse para Castilla la Vieja, y por no darle entrada en Olmedo, que la tenia en su poder el conde de Plasencia, se fné para Madrigal do residia su madre. Cosas tan grandes no podian estar secretas : escribió el maestre de Santiago sobre el caso al arzobispo de Sevilla, que despues de convalecido de la dolencia ya dicha se entretenia en Coca; encargábale grandemente se apoderase de la persona de la Infanta intentos que desbarató la presteza con que el de Toledo y el Almirante la acudieron con buen número de caballos. Lleváronla á Valladolid para que estuviese allí mas segura, por ser el pueblo tan grande y estar de su parte el arzobispo de Toledo y en su compañía. No era menor la congoxa con que Don Fernando se hallaba, y recelo que tenia no le burlasen sus esperanzas. Asi en lo mas recio de la guerra de Cataluña se partió para Valencia con intento de recoger el dinero que conforme á lo asentado se obligó de contar á su esposa para el gasto de su casa y corte. Desde allí dado que hobo la vuelta á Zaragoza, porque el negocio no sufria tardanza, en hábito disfrazado y solo con quatro personas que le acompañaban, pasó á Castilla. En Osma encontró con el conde de Treviño Don Diego Manrique que tenia parte en aquel trato de su casamiento. Dende acompañado del mismo conde y de docientos de á caballo pasó á Dueñas, villa que era de Don Pedro de Acuña conde de Buendía, hermano del arzobispo de Toledo. Allí se vió con su esposa, y apercebidas todas las cosas, en Valladolid en las casas de Juan de Bivero, en que al presente está la audiencia Real, se desposaron un miércoles á diez y ocho de octubre: luego el dia siguiente se velaron con dispensacion del Papa Pio Segundo en el parentesco que tenian ; asi hallo que el arzobispo de Toledo dixo estaban dispensados, creo por conformarse con el tiempo para que no se reparase en aquel impedimento: invencion suya, como se dexa entender por la bula que los años adelante sobre esta dis

pensacion expidió el Papa Sixto Quarto. Era Don Fernando de poca edad, que apenas tenia diez y seis años, pero de buen parecer y de cuerpo grande y robusto. Escribieron los nuevos casados sus cartas al Papa y al Rey Don Enrique, y á los demas Príncipes y grandes: la suma era escusarse de haber apresurado sus bodas. El aparato no fué grande, la falta de dinero tal que les fué necesario buscalle para el gasto prestado. Por el mismo tiempo Don Enrique hijo del Infante Don Enrique de Aragon fué hecho duque de Segorve por merced del Rey de Aragon su tio, que dió tambien á Don Alonso su hijo bastardo con título de conde á Ribagorza, ciudad de Cerdania á los confines y á la raya de Francia. A los seis de diciembre finó en Roma Don Juan de Carvajal, cardenal y obispo de Plasencia su natural (1): yace en San Marcello de Roma. Fué auditor de Rota, despues legado de tres Papas á diversas partes, hombre de negocios, de vida y casa exemplar. En la Estremadura labró sobre Tajo una famosa puente que hoy se llama del Cardedenal.

Capítulo xv.

Que Doña Juana se desposó con el Duque de Berri.

OCUPABASE el Rey en Sevilla en asentar las diferencias que traian alterada aquella ciudad, quando el maestre de Santiago desde Cantillana donde se quedó cerca de aquella ciudad, le envió aviso del casamiento de su hermana : el desabrimiento que dello recibió, fué en demasía grande : sin dilacion mandó aprestar lo necesario para ir á Truxillo. Pretendia entregar aquel pueblo, que está á los confines del Andalucía, y hacer del merced á Don Alonso de Zúñiga Conde de Plasencia en remuneracion de lo mucho que en el tiempo de sus trabaxos le sirvió. Cosa tan grande no pudo estar secreta: los moradores hombres que son animosos y esforzados, comunicado el negocio con Gracian Sesse alcayde del castillo, se determinaron á contradecillo. Su resolucion era tal que se resolvieron de de

(1). Gerón. Garimb. en las vidas de los card.

1470.

fender con las armas la libertad que sus antepasados les dexaron. No era cosa segura usar con ellos de fuerza asi el Rey se resolvió en dar al Conde en trueco la villa de Arévalo, que está en Castilla la Vieja no lexos de Avila, á la ribera del rio Adaxa, la qual villa tenia el Conde empeñada, que se la dió en prendas el Infante Don Alonso hasta que le hiciesen pagado de cierta suma de dineros que le prestara, y porque el trueco era desigual, y Arévalo no valia tanto, diósele por alguna recompensa título y armas de Duque de aquella villa. En aquella ciudad de Truxillo se otorgó perdon al maestre de Alcántara, ca siguió la voz del Infante Don Alonso, y á Gutierre de Cáceres y Solís su hermano hizo el Rey merced de la ciudad de Coria, ó se la restituyó como la tenia del Infante su hermano tal era la condicion del Rey Don Enrique, que muchos por lo que merecian ser castigados, eran remunerados con grande liberalidad y demasía. Demas desto le vinieron cartas de la Infanta Doña Isabel su hermana comedidas, pero graves. En ellas despues de contar como no quiso admitir el reyno que le ofrecian por la muerte de Don Alonso su hermano, se escusaba por su edad y por el olvido del Rey de haber apresurado sus bodas: que por grandes razones debió anteponer el casamiento de Aragon á los demas que le traian : decia asimismo que no queria hacer mencion, antes poner en olvido los agravios que ella y su madre muchos y graves recibieran: ofrecia que ella y su marido le servirian como hijos, si fuese servido de tratallos con amor y obras de padre. Leidas estas cartas en una junta, no se les dió otra respuesta sino que llegado que el Rey fuese á Segovia, para donde caminaba, tendria cuenta con lo que se le presentaba: desta manera fué despedido el mensagero. Tornaron de nuevo á enviar otros embaxadores á Segovia al principio del año mil y quatrocientos y setenta para que hiciesen instancia con el Rey Don Enrique diese licencia á los nuevos casados para podelle hacer reverencia: prometian de recompensar el disgusto pasado con señalados servicios, y ayudar con todas sus fuerzas á remediar los daños del reyno el tiempo pasado trabaxado y afligido. Tampoco á estos embaxadores se dió otra respuesta sino que negocio tan grave se debia comunicar con los grandes. Este era el color que tomó, como quier que en hecho de verdad

por tenerse por ofendido de Doña Isabel tenia vuelta su aficion á Doña Juana su hija (como él la nombraba) la qual con una nueva embaxada que el Rey Luis de Francia le envió, pedia por muger para Carlos su hermano, que poco antes en lugar de los estados que tenia de Bria y de Campaña, hizo Duque de Guiena. Las cabezas desta embaxada eran el cardenal Albigense, que primero se llamaba Atrebatense, y el Conde de Boloña. Demas desto pedia al Rey Don Enrique juntase con él sus fuerzas para hacer un concilio de obispos de todo el orbe Christiano contra el Papa Paulo con quien andaba encontrado. En esto llanamente no quiso venir el Rey de Castilla por ser muy cierto principio y seminario de discordias, y fuente de algun scisma desgraciado, de que los años pasados se vieron muchos exemplos; á lo del casamiento dió por respuesta le parecia se difiriese para otro tiempo, creo por miedo de nuevas alteraciones. Los grandes y el pueblo por las pasadas tan graves se hallaban muy cansados, en especial que no estaban del todo apaciguadas: á la verdad en el mismo tiempo que estos tratos andaban en Segovia, Don Alonso de Aguilar en Córdoba puso las manos en el mariscal Don Diego de Córdoba que venia descuydado al regimiento; y esto sin tener cuenta con la amistad que á instancia del Rey pusiera poco antes con el Conde de Cabra padre del agraviado. Mariscal conforme á lo antiguo era lo que hoy es maestre de campo. Llevóle pues preso: él despues que á instancia del Rey fué puesto en libertad, por pensar que á causa de su poca autoridad y su natural descuydo no haria castigar aquel exceso tan grave, se retiró á Granada. Allí con consentimiento del Rey Moro retó á su conTM trario á hacer campo con él, confiado en su mocedad y deseoso de vengarse: señaló para el combate la vega de Granada, y aplazó el dia en que le esperaria en el palenque. El dia señalado como Don Diego hasta puesta de sol hobiese esperado con las armas, y el contrario no compareciese, arrastró á la cola de su caballo por afrenta su estatua : tras esto envió cartas á todas partes afrentosas contra Don Alonso, y un retrato que por ultrage representaba todo lo que pasó. Por otra parte los caballeros de Alcántara no querian obedecer á su maestre: llegó el negocio al rompimiento y á las armas. El maestre no tepia bastantes fuerzas para contrastar el solo con tantos : hizo

zas,

recurso á la ayuda de Gutierre de Solís su hermano. Faltábales dinero para el sueldo : prestóles Don Garci Alvarez de Toledo Conde de Alba, con quien emparentaran, cierta suma, y en prendas hasta, que se le contasen la ciudad de Coria. Con esta ocasion los Condes de Alba (que despues se llamaron Duques) adquirieron el señorío de aquella ciudad, que con aprobacion de los Reyes hasta este tiempo se ha conservado en su casa. En aquella guerra no sucedió cosa alguna memorable fuera de que las gentes del maestre no pudieron pasar el rio Tajo por la resistencia que les hicieron los contrarios: con esto poco despues sin hacer algun efecto se desbandaron. El maestre despoxado de su estado, y afligido de una enfermedad que le ocasionó aquella congoxa y desabrimiento, en breve falleció los años siguientes. En su lugar por voto de los caballeros, cuya mayor parte grangearon con dádivas ó con amenafué puesto Don Juan de Zúñiga hijo del Duque de Arévalo, que fué el postrero en la cuenta de los maestres de Alcántara por la cesion que hizo adelante de aquella dignidad en la persona del Rey Don Fernando. El maestre de Santiago Don Juan Pacheco por el mismo tiempo se entretenia en Ocaña á causa de una dolencia de quartanas que le aquexaba: la privanza y autoridad era mayor que jamás, tanto que se decia tenia enhechizado al Rey, cosa que aunque era mentira, se hacia probable por causa que despues de tantos deservicios y agravios como le hizo, se ponia á sí y á sus cosas en sus manos para que él lo gobernase todo; y aun se rugía y murmuraba pasó la corte á Madrid solo para tenelle mas cerca, por lo menos el mismo Rey salió á recebir al maestre quando volvia á la corte despues de su enfermedad. Hízole otrosí de nuevo merced de la villa de Escalona; y como los moradores no le quisiesen recebir por señor, sin tener cuenta con la autoridad de su persona él mismo fué hasta allá para entregársela de su mano, muestra de mayor amor. El Conde de Armeñac vino á Madrid huido de Francia por miedo que tenia no le matasen por casarse como se casó por amores con hija del Conde de Fox sin dar dello parte á su padre. Recibióle el Rey muy bien, é hízole mucha honra. Volvió á su tierra poco despues con seguridad que en nombre del Rey de Francia le dió el cardenal Albigense sus pecados le llevaban para que pagase en breve con la vida,

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