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solo y principalmente Andrés de Cabrera por la la privanza que tenia con el Rey, y ser persona de grande ingenio, y que no fiaba de las promesas que le hacia el maestre, bien que eran muy grandes, le hacia resistencia; de donde resultaron sospechas y se aumentaron entre ellos los disgustos. Cada qual trataba de usar de maña y derribar al contrario, como personas que eran el uno y el otro sagaces y astutos. El maestre tenia mas poder y fuerzas, Andrés de Cabrera fué mas venturoso y acertado. Puso todas sus fuerzas y la mira en reconciliar á Doña Isabel con el Rey Don Enrique su hermano. Venia muy á propósito para esto la ausencia de su competidor, que su hijo el marqués de Villena por su edad no era persona de tantas mañas y astucia. Al contrario Don Andrés asistia mucho con el Rey, y con servicios que le hacia conforme al tiempo, le ganaba de cada dia mas la voluntad. Sucedió que cierto dia tuvo comodidad para persuadille con muchas palabras mandase llamar á la Infanta Doña Isabel, y diese lugar para que le visitase: cosa que decía seria saludable para la república, y para el Rey en particular provechosa y honesta. Añadió que ninguno ignoraba donde iban á parar los intentos del maestre, que era con la revuelta del reyno acrecentar las riquezas de su ca-sa, codicia y ambicion intolerable. De su poca lealtad y fir meza dan muestra claramente, aunque yo lo calle, las altera-ciones graves y largas de que él mismo ha sido causa, como hombre que les compuesto de malicias y engaño. Bien veo que jel amor de la Princesa impide esto, y que parece cosa indigna despojar su inocente edad de la herencia paterna. Verdad es esto; pero si va á decir verdad, ¿cómo podremos persuadir al -pueblo desenfrenado en sus opiniones que sea vuestra hija? Los Principes prudentes no deben pretender en la república cosa alguna de que los vasallos no son capaces. No se puede hacer fuerza á los corazones como á los cuerpos, y los imperios y mando se conservan y caen conforme á la opinion de la -muchedumbre y conforme á la fama que corre. Mas eu esto -(sea lo que fuere) ¿por ventura para dotar á la hermana y á la hija no bastarán las riquezas grandes deste nobilísimo reyno, repartidas conforme al concierto que se hiciere entre ambas? Que si parece cosa pesada diminuir la magestad del reyno y :sus fuerzas, muy mas grave será enredarle con una guerra

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vil, y despeñarle en los daños perpetuos que della resultarán. Este sin duda es el camino,ó ningun otro hay, para escusar tantos males; en que si hay alguna cosa contraria á los intens tos particulares, entiendo se debe disimular por el deseo de la paz y amor de la patria. Quantos males hayan de resultar de la discordia civil, es razon considerarlo con tiempo, y con efi! cacia evitarlos. »› Movióse con este razonamiento el ánimo del Rey Don Enrique, como persona que fué por toda la vida dę una maravillosą inconstancialen sus acciones y consejos quips digno del nombre de Rey y afrenta de la silla Real. Pasó ade lante Andrés de Cabrera, y en otras peasiones que selle présentaron, por su buena diligencia y amonestaciones persuadió al Rey hiciese llamará su hermanau Hecho esto, dió őrden que Doña Beatriz de Bobadilla su muger se partiese para la vi lla de Arandaqly para que todo fuese mas secréto', disfrazada en un jumento y trage de aldeanal Hízose asi bhabló ella con la Infanta Doña Isabel, yola persuadió que sino dar parte á nas die se fuese lo mas presto que pudiese, á Segovia: avisóleo de la aficion que el Rey su herinano la mostraba1; y que si se troj case, sestariabeh el alcázar segura para que nadie la hiciese agravio decia que dado que corriese qual que peligro en col sas grandes era forzoso la venturarse ; em aquella ocasión cón, venia usar de presteza, qué qualquiera detenimiento seria: la> ñoso, pues muchas veces en poco espacio se hacem grandes mudanzas. Concertado el negocing Doña Beatriz se volvió á su marido en pos della á poca distancia la Princesa Doña Isabel entró en el alcázar de Segovia a veinte y ocho de diciembrez principio del año del Señor de mil y quatrocientos y setentary 1474. quatro. Sabida su venida los ániinos de todos selalteraronjasi de los ciudadanos como de los cortesanos, unos de una mane ra, otros de otra, conforme á la aficion que cada uno stenial El marqués de Villena, por sospechar algun engaño y tratado, en un caballo muy de priesa, y con mucho miedo se fué á recoger á Ayllon que es un pueblo por alli cerca. El Rey Don Enrique en el bosque de Balsain se entretenia en el exercicio de la caza quando le vino esta nueva : acudió luego á Segovia, y fué á visitar á su hermana. Las muestras de alegría con que se saludaron y abrazaron, fueron grandes, tanto con mayor aficion de mucho tiempo atrás no se vieran. Gastaron mu

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cho tiempo en hablar en puridad. Por la despedida la Infanta Doña Isabel encomendó sus negocios á su hermano, y su derecho que dixo entendia ser muy claro. Respondió el Rey que miraria en lo que le decia. Desta manera se despidieron ya muy tarde. El dia siguiente cenó el Rey en el alcázar con su hermana; y el tercero la Infanta salió á pasear por las calles de la ciudad en un palafren que él mismo tomó de las riendas para mas honralla. Ningun dia amaneció mas claro asi para aquellos ciudadanos, como para toda España, por la cierta espéranza, qué, todos cońcibieron de una concordia muy firme, despedido el miedo que por la discordia tenian de grandes ma Jes. Aumentóse esta esperanza, y confirmóse con que el mismo Rey Don Fernando de Turuégano, do estaba alerta y á la mira por ver en que paraba esto, vino tambien á Segovia movido de la fama de lo que pasaba, y persuadido por las cartas de su muger. El dia de los Reyes Don Enrique, Don Fernando y Doña Isabel salieron á pasear juntos por la ciudad, que fué un acompañamiento muy lucido, y espectáculo muy agradable para los ojos de todos. Despues del paseo yantaron juntos y á una mesa en las casas obispalesa en que Andrés de Cabrera les tenia aparejado un banquete muy regalado. Diego Enriquez del Castillo dice que comió con ellos Don Rodrigo de Villandrando conde de Ribadeo en virtud de un privilegio que se dió á su padre (como arriba queda dicho) que todos los primeros dias del año se asentase y comiese á la mesa del Rey. Alzadas Jas mesas, hobo música y saraos, y por remate traxeron cola cion de conservas varias y muy regaladas. La alegría de la fies ta se enturbió algun tanto con la indisposicion del Rey Don Enrique; que le retentó un dolor de costado de tal manera que Je fué forzoso irse á su palacio. Lo que sucedió acaso (como lo juzgan dos mas prudentes) el vulgo înclinado siempre á lo peor, y que en todo y con todos entra á la parte, lo echaba, á que le dieron algo: opinion y sospecha que se aumentó por la poca salud que en adelante siempre tuvo, y la muerte que le sobrevino antes de pasado el año. La perpetua felicidad de aquellos Príncipes Don Fernando y Doña Isabel y la grandeza de las cosas que hicieron, dan bastante muestra que por lo menos si hobo alguna cosa, no tuvieron ellos parte ni es de creer diesen principio á su reynado con una tan grande mal

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dad como sus contrarios les achacaban. Los odios encendidos que andaban, y la grande libertad que se veia en decir unos de otros mal, dieron lugar á sospechar esta y otras semejantes fábulas. Hiciéronse por la salud del Rey muchas procesiones, votos, rogativas y plegarias para aplacar á Dios, con que me joró algun tanto por entonces de aquel accidente.

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Capítulo 1.

De la muerte del maestre Don Juan Pacheco.

LUEGO que el Rey convaleció, se comenzó á tratar de concertar aquellos Príncipes y hacer capitulaciones para ello. Pedia Doña Isabel que todos los estados del reyno la jurasen por heredera, pues tenia derecho para ello; si esto se hacia, que ella y su marido perpetuamente estarian á obediencia del Rey : ofrecia otrosí que por seguridad daria su hija en rehenes para que estuviese como en tercería en el alcázar de Avila y en poder de Andrés de Cabrera. Por el contrario el conde de Benavente pedia con instancia que la princesa Doña Juana casase con Don Enrique de Aragon. Sentido de la burla que hicieron su primo, amenazaba que si esto no se hacia, desbarataria el asiento que se pretendia tomar entre los dos Reyes, y pondria impedimento para que no pasase mas adelante, como el que podia mucho por andar al lado del Rey Don Enrique, y agradarle mas por el mismo caso que esto pedia. Los otros grandes no eran de un parecer, ni de una misma voluntad. Los cortesanos y palaciegos parte favorecian á Doña Juana, los mas se inclinaban á Doña Isabel, y mas los que tenian mas cabida y mas privanza en la casa Real, cosa que mucho ayudó á mejorarse su partido. Todos se gobernaban por aficion sin hacer mucha diferencia entre lealtad y deslealtad; en particular la casa de Mendoza se comenzó á inclinar á esta parte, señores muchos en número, muy poderosos en riquezas y en aliados Por el mismo caso el arzobispo de Toledo comenzaba á diver. tirse, y aficionarse á la parcialidad contraria de Doña Juana de quien le parecia se podían esperar mayores premios y mas ciertos. El Rey Don Enrique se hallaba muy dudoso de lo que

debía hacer. El maestre Don Juan Pacheco con cartas que de secreto le envió, le persuadia que de noche se apoderase de la ciudad, y prendiese y pusiese en su poder á Don Fernando y á Doña Isabel, pues se le presentaba tan buena ocasion de tenerlos como dentro de una red metidos en el alcázar: para efectuallo le prometia su ayuda y su industria. Cosa tan grande como esta no pudo estar secreta, ni desbaratarse por fuerzas humanas el consejo divino y lo que del cielo estaba determinado: luego pues que se supo lo que se trataba, Don Fernando se fué arrebatadamente é Turuégano; la infanta Doña Isabel se quedó en el alcázar de Segovia, resuelta de ver en qué paraban aquellos intentos, y no dexar la posesion de aquel alcázar nobilísimo, en que tenian los tesoros y las preseas mas ricas de la casa Real, y de donde entendia tomaria principio y se abriria la puerta para comenzar á reynar: hembra de grande ánimo, de prudencia y de constancia mayor que de muger y de aquella edad se podian esperar. Despues que el Rey Don Enrique y Don Fernando se apartaron, se tornaron á juntar por un nuevo accidente. Fué asi que el conde de Benavente alcanzó del Rey Don Enrique los años pasados con la revuelta de los tiempos que le diese á Carrion, villa principal en Castilla la Vieja. Hecha la merced, la fortificó con muros y con re paros. Llevaba esto mal el marqués de Santillana á causa que aquella villa de tiempo antiguo estaba á su devocion por la naturaleza que la casa de Mendoza tenia en ella por los de la Vega y Cisneros, linages incorporados en el suyo. Demas desto movido por sus ruegos y lágrimas persuadió al conde de Treviño que al improviso se apoderase con gente de aquella villa, Hízolo él como lo concertaron: para socorrerle el marqués de Santillana se partió de priesa de Guadalaxara con golpe de soldados. El conde de Benavente para vengar por las armas aquel agravio hizo lo mismo desde Segovia, dò le tomó la nueva. Con esto, y por estar divididos los demas grandes, y acudir con sus gentes unos á una parte, otros á otra, corria peligro que sucediese algun desman señalado por qualquiera de las partes que la victoria quedase. Acudieron por diversas partes los Reyes mismos Don Fernando para asistir al marqués de Santillana, bien acompañado por si fuesen menester las manos, Don Enrique para poner paz como lo hizo, que puestas

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