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sus estancias en medio de los dos reales contrarios y entre las dos huestes, apenas y con trabaxo pudo alcanzar que dexasen las armas. El conde de Benavente se puso de todo punto en las manos del Rey. Diółe el arzobispo de Toledo en recompensa el lugar de Magan, y con tanto vino en que abatiesen el casti. llo de Carrion y le echasen por tierra, que era la principal causa porque aquel pueblo estaba alterado, y la villa volvió á la corona Real. Hechas las paces, el de Santillana se vió con Doña Isabel en Segovia: dende se volvió á Guadalaxara, ya determinado de todo punto de tomar nuevo partido y seguir nuevas esperanzas asi él como los suyos. El Rey Don Enrique despues de visitar á Valladolid, y detenerse algun tanto en Segovia, á persuasion y por consejo del maestre Don Juan Pacheco para comunicar y tratar cosas muy importantes se partió para Madrid: tal era la voz. Hízole grande instancia Ꭹ al fin le persuadió que tratase de casar á la princesa Doña Juana con el Rey de Portugal, y que para poner esto en efecto se partiese, si bien tenia poca salud, hasta la raya de aquel reyno. Este era el color que se tomó para este viage; el mayor y mas verdadero cuydado del maestre era de apoderarse de Truxillo: grande codicia y deseo de amontonar riquezas y estados. Con formáronse los moradores con la voluntad del Rey por tener el maestre grangeada gran parte del regimiento, y seguir el pueblo lo que la nobleza queria; solo el castillo por su fortaleza les era impedimento, que el alcayde Gracian de Sesse no le queria entregar basta tanto que le gratificasen lo que en él gastara, que era mucha parte de su hacienda, y le tomasen las cuentas. El Rey Don Enrique con la tardanza, y por ser aquellos lugares mal sanos y el tiempo poco á propósito agravada la indisposicion se volvió á Madrid. El maestre algo mejor de una enfermedad que asimismo le sobrevino, se hizo llevar á Truxillo en hombros: llegó con este intento á Santa Cruz de la Sierra, que es una aldea dos ó tres leguas á la parte de Mediodía de aquella ciudad. Trataba de persuadir al alcayde que entregase la fortaleza, y de ganalle, quando en medio destas práticas murió de repente: la ocasion fué que se le hinchó una mexilla, y un corrimiento con que mucha sangre se le quaxó en la garganta, que le salia por la boca y por las narices. Dicen que á las postreras boqueadas ninguna otra cosa preguntaha á

los que presentes tenia, y le ayudaban á bien morir, salvo si quedaba entregado el alcázar: pensamiento poco á propósito para quien se hallaba tan cercano á la muerte; bien que sin duda fué gran persona, de mucho valor, de maña y ingenio notable. Tuvieron secreta su muerte hasta tanto que el alcázar se entregó: en recompensa dieron al alcayde Gracian el lugar de San Félix en Galicia por juro de heredad; dádiva para él muy desgraciada, porque en una revuelta (no se sabe por qué causa) los vecinos de aquel pueblo le apedrearon y mataron: venganza del cielo por dexarse grangear con dádivas, como el vulgo lo decia muy inclinado á semejantes dichos y hablas, y á creer y decir de ordinario lo peor.

Capítulo m.

Como el Rey Don Fernando fué á Barcelona.

Los Franceses y Aragoneses tenian diferencia y contienda sobre lo de Ruysellon y Cerdania: los Aragoneses pretendian recobrar aquellos sus estados; los Franceses se escusaban con que los tenian empeñados por el dinero que prestó su Rey al Aragonés, y el que gastaron en el sueldo de los soldados con que ayudaron en la guerra de Barcelona, y aun no estaba pagado. No se conformaron, y así las armas que se dexaron por causa de las treguas que concertaron, las tornaban á tomar, y á mover la guerra. El temor de los nuestros no era menor que la esperanza, por ser la guerra contra las riquezas de Francia, y contra aquel Rey muy poderoso, sin estar sosegadas las pasiones de Castilla; de que asimismo resultaban muchas y grandes dificultades. Procuróse componer estas diferencias, y con este intento se enviaron embaxadores á Paris para tratar de concierto, personas de gran cuenta. Estos fueron Don Juan. Folch conde de Cardona y Hugon de Rocaberti Castellan'de Amposta: para que tuviesen mas autoridad, llevaron grande acompañamiento y repuesto. Pretendian dar razón por donde no parecia se debiese pagar el dinero que pedian, lo uno que los socorros de Francia para la guerra de Barcelona ni se enviaron á tiempo, ni fueron de provecho; lo otro que contra

las capitulaciones del concierto Juan Duque de Lorena fué ayudado con gentes de Francia. Volvíanse los embaxadores sin concluir cosa alguna: detuviéron los en Leon contra el derecho de las gentes y las leyes divinas y humanas. Por quedar estos señores arrestados en Francia, y como en rehenes, los Aragoneses no se atrevian por el peligro que sus personas corrian, á hacer grande resistencia, magüer que por el mismo tiempo al principio del verano quinientos caballos franceses debaxo de la conducta de Juan Alonso señor de Aluda entraron en son de guerra por la parte de Ruysellon, y juntándose con las demas guarniciones y gentes Francesas, se pusieron sobre la ciudad de Elna, cuya parte mas baxa desampararon á la hora los ciudadanos por ser flaca. El Rey de Aragon en Barcelona tenia córtes á los Catalanes: allí se apercebia para la guerra, bien que se hallaba en lo postrero de su larga edad y doliente de quartanas. Tenia sus fuerzas gastadas determinó buscar socorros de fuera; envióle el Rey Don Fernando de Nápoles su sobrino por el mar quinientos hombres de á caballo, pequeña ayuda para guerra tan larga. Don Fernando su hijo por el mes de junio se apoderó de Tordesillas, que es una buena villa en Castilla la Vieja : los vecinos le llamaron para valerse de sus fuerzas contra Pedro Mendavia alcayde de Castro Nuño, que hacia mal y daño por los pueblos y campos comarcanos con una compañía de salteadores, de los que en gran número andaban por todo el reyno desmandados. Hecho esto, y vuelto á Segovia, do quedó su muger, avisado del peligro y poca salud de su padre determinó irse á ver con él, como lo hizo, Púsose en camino á dos de julio: de pasada visitó en Alcalá al arzobispo de Toledo que estaba allí retirado pretendia con aquella cortesía quitalle el disgusto que tenia grande, y ganalle si pudiese. Desde allí pasó á Guadalaxara para visitar al tanto al marqués de Santillana, y obligalle mas con esto. Llegó por sus jornadas á Zaragoza y Barcelona, do halló á su padre, viejo de mucha prudencia, y que nunca reposaba. Sucedieron á la misma sazon muy fuera de tiempo alteraciones en el reyno de Valencia. Fué asi que Segorve y Exerica, dos pueblos principales en aquella comarca, tomaron las armas y se alborotaron á un mismo tiempo. La porfía fué igual, los intentos contrarios los de Exerica para librarse del señorío de Francisco

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TOMO V.

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Sarsuela, que pretendian les tenia hechos grandes agravios y demasías; los de Segorve por conservarse contra la voluntad del Rey en la obediencia de Don Enrique de Aragon. Fueron estas alteraciones mas largas que grandes, sin que en ellas sucediese cosa memorable mas de que al fin se hizo lo que el Rey quiso, , y era razon, que Segorve quedó confiscada, y Exerica volvió á cuya antes era. Don Fernando en Barcelona consultaba con su padre sobre la guerra de Ruysellon quando le vino aviso de Castilla que el maestré de Santiago Don Juan Pacheco era pasado desta vida á quatro de octubre. Por su muerte andaba mayor alboroto que nunca entre los grandes muchos señores pretendian aquel maestrazgo, la diligencia era igual y la ambicion, los caminos diversos y el color que para su pretension cada qual alegaba. El de Alburquerque, el de Benavente, el de Santillana, el de Medina Sidonia confiaban mas en sus riquezas que en alguna otra cosa. Por votos de los caballeros fueron nombrados dos, cada qual en uno de los principales conventos de la órden, donde los caballeros, unos en una parte, otros en otra se juntaron. En el de Leon fué elegido Don Alonso de Cárdenas comendador mayor que era de Leon; en Uclés nombraron á Don Rodrigo Manrique conde de Paredes. El marqués de Villena por tener el favor del Rey y ser sus fuerzas muy grandes pretendia despojar los dos, y alegaba que el Pontífice en vida de su padre le hizo gracia de aquella dignidad; pero como quier que no presentase bulas ni testimonio alguno de la voluntad del Papa, los mas sospechaban era invención á propósito de tener tiempo para usar de mayor diligencia y ganar del Papa aquella dignidad. Andaba en su pretension con poco recato: iba camino del Villarejo de Salvanés para hablar con el conde de Osorno comendador mayor de Castilla: echáronle mano, y lleváronle preso á Fuentidueña. Fué grande esta afrenta y resolucion: con que el Rey Don Enrique irritado, y por no parecer que el conde de Osorno obedeceria á sus mandatos, determinó acudir á las armas, y dado que andaba con poca salud, se puso con gente sobre Fuentidueña. Acudiéronle los prelados de Toledo y de Burgos, el de Benavente, el Condestable y el de Santillana sin otros señores; todos deseosos de servir á su Rey, y alterados contra un hecho tan atroz. Erales muy pesada la tardanza por irse agra

vando la enfermedad del Rey, y ser el tiempo poco á propósito. Acordaron valerse de un engaño contra otro esto fué que Lope Vazquez de Acuña hermano del arzobispo de Toledo, á quien no menos pesaba que á los demas del agravio que se hizo al marqués de Villena, con muestra que queria tener habla con la muger del conde de Osorno, la prendió á ella y á un hijo suyo, y los llevó á la ciudad de Huete: con esta maña, vencido el ánimo de su marido, puso al de Villena en libertad. Desta manera se desbarataron los intentos del conde de Osorno, que por aquel camino y prision pretendia ganar la gracia de Don Fernando, y con su ayuda quitar el maestrazgo de Santiago á todos los demas, mayormente que la Princesa Doña Juana se tenia en Escalona, apartada de su madre por su poca honestidad, y en poder del dicho marqués de Villena. Sabidas todas estas cosas en Barcelona, el Rey Don Fernando dexó el cuydado de la guerra á su padre que pretendia luego marchar la vuelta de Ampurias, y él se volvió á Zaragoza con intento, si las cosas de Castilla diesen lugar, juntar allí córtes de los Aragoneses para efecto de allegar dinero de que tenian grande falta; tanto mas que de cada dia acudian nuevas com pañías de Franceses, y estaban ya juntos sobre Elna novecientos caballos y diez mil infantes, con que el cerco de aquella ciudad se apretó de suerte que por falta de mantenimientos y de todo lo necesario los cercados se rindieron un lunes á cinco de diciembre á partido que la guarnicion de soldados y los capitanes saliesen libres, sin embargo que durante el cerco tuvieron entre sí mas diferencias que ánimo para contra los ene migos. Con la pérdida de Elna tenia gran miedo no se perdiese tambien Perpiñan por caelle muy cerca, y estar rodeada aquella villa por todas partes de guarniciones de enemigos, ademas que el mismo castillo de Perpiñan estaba en poder de Franceses: por todo esto se recelaban que no se podria mantener largo tiempo. Fué este año memorable, particularmente en Sicilia, por el estrago grande que en las ciudades y pueblos se hizo de los Judíos. La muchedumbre del pueblo sin saberse la causa como furiosos tomaban las armas, sin tener cuenta ni respeto á los mandatos y autoridad del virey Don Lope de Urrea, ni aun enfrenallos la justicia que hizo de algunos de los culpados: mataron muchos de aquella gente miserable, y

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