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pareció disimular: consideraba que con un poco de sufrimiento y disimulacion él se arraygaria en el gobierno y todo estaria en su mano. Juntamente la Reyna Doña Isabel, como princesa muy discreta, se dice que aplacó la pesadumbre que su marido tenia con un razonamiento que le hizo á este propósito deste tenor: « La diferencia que se ha levantado sobre el derecho del reyno, ne menos que á vos me ha desgustado. ¿Qué necesidad hay de deslindar los derechos entre aquellos cuyos cuerpos, ánimos y haciendas el amor muy casto, y el vínculo del santo matrimonio tiene atados? Sea á las mugeres lícito tener alguna cosa propia y apartada de sus maridos: ¿á quién yo he entregado mi alma, por ventura será razon ser escasa en franquear con él mismo la autoridad, riquezas y ceptro? qué fuera esto sino cometer delito muy grave contra el amor que se deben los casados? Seria yo muy necia, si á vos solo no estimase en mas que á todos los reynos. Donde yo fuere Reyna vos seréis Rey, quiero decir gobernador de todo sin límite ni excepcion alguna. Esta es nuestra determinacion, y será para siempre: oxalá tan bien recebida como en mi pecho asentada. Alguna cosa era justo disimular por el tiempo, y mostrar hacíamos caso de los letrados que con sus estudios tienen ganada reputacion de prudentes; mas si por esta porfía los cortesanos y señores pensaren haberse adelantado para tener alguna parte en el gobierno, ellos en breve se hallarán muy burlados: si no fuere con vuestra voluntad, no alcanzarán cosa alguna, sean honras, cargos ó gobiernos. Verdad es que dos cosas en este negocio han sucedido á propósito, la primera que se ha mirado con esto por nuestra hija y asegurado su sucesion; la qual, si vuestro derecho fuera cierto, quedaba excluida de la herencia paterna, cosa fuera de razon, y que á nos mismos diera pena: queda otrosí proveido para siempre que los pueblos de Castilla sean gobernados en paz; que dar las honras del reyno y los castillos, las rentas y los cargos á estraños, ni vos lo querreis, ni se podrá hacer sin alteracion y desabrimiento de los naturales: que si esto mismo no os da contento vuestra soy, de mí y de mis cosas haced lo que fuere vuestra voluntad y merced. Esta es la suma de mi deseo y determinada voluntad. » Aplacado con estas palabras el Rey Don Fernando volvió su pensamiento al remedio del reyno, que por la alte

racion de los tiempos pasados y el peligro evidente que corria de nuevas revueltas, se hallaba grandemente trabaxado.

Capítulo vi.

Como el Rey de Portugal tomó la proteccion de Doria Juana su sobrina.

cre

PARECIA que el marqués de Villena en un mismo tiempo se burlaba del Rey Don Fernando y de Don Alonso Rey de Portugal, pues juntamente traia sus inteligencias con los dos. Era de no menor ingenio que su padre, y todos se persuadian que se inclinaria á la parte de que mayor esperanza tuviese de acrecentar su estado y riquezas de su casa, conforme al humor que entonces corria, y aun siempre corre, sin respeto alguno de lo que las gentes dirian, ni de lo que por la fama se publicaria. Del Rey Don Fernando pretendia que despojados los dos competidores en el maestrazgo con achaque que las elec ciones no fueran válidas, él fuese legítimamente entronizado y nombrado por maestre de Santiago. Era esta demanda pesada, que persona de quien no tenian bastante seguridad, ciese tanto en poder y riquezas, y que juntase con lo demas aquella dignidad tan rica y de tanta renta: sin embargo le dió buena respuesta; que es prudencia conformarse con el tiempo. Prometióle que si pusiese á Doña Juana en tercería para casalla conforme á su calidad, vendria y le ayudaria en lo que pedia: á esto replicó él que en ninguna manera lo haria, ni quebrantaria la fe y palabra que dió al Rey Don Enrique de mirar por su hija. Junto con esto envió personas de quien hacia confianza, para persuadir al Rey de Portugal tomase á su cargo la proteccion de su sobrina, pues por ser el pariente mas cercano le pertenecia á él en primer lugar, y como tal queria se encargase del gobierno de Castilla. Reprehendia sus miedos, sus recatos y demasiada blandura: protestábale y amonestábale por todo lo que hay en el cielo, no desamparase aquella doncella inocente y sobrina suya, pues era Rey tan poderoso y tan rico. Que en Castilla hallaria muchos aficionados á aquel partido asi bien del pueblo como de la nobleza, los qua

les presentada la ocasion se mostrarian en mayor número de lo que podia pensar; que mas les faltaba caudillo que voluntad para seguir aquel camino. Hallábase el de Portugal en Estremoz á la raya de su reyno al tiempo que falleció el Rey Don Enrique. Hizo consulta sobre este negocio, y sobre lo que el de Villena representaba. Los pareceres fueron diferentes: los mas juzgaban se debia abrir la guerra, y sin dilacion romper con las armas por las tierras de Castilla: hombres habladores, feroces, atrevidos, ni buenos para la guerra ni para la paz. Hacian fieros, y alegaban que tenian grandes tesoros allegados con la larga paz, huestes de á pie y de á caballo, y grandes armadas por la mar. El principal autor deste consejo, y atizador de la guerra desgraciada, era Don Juan príncipe de Por. tugal, el qual conforme al natural atrevimiento que da la juventud, se arrojaba mas que los otros; solo Don Fernando duque de Berganza, como al que su larga edad hacia mas recatado y mas prudente (lo que otros atribuian á miedo ó amor que tenia á Doña Isabel por el parentesco y ser nieta de su hermano) sentia lo contrario, que no se debian ligeramente tomar las armas: que el de Villena y sus aliados eran los mismos que poco antes alzaron por Rey al Infante Don Alonso contra Don Enrique su hermano, y juntamente sentenciaron que Doña Juana era hija bastarda; ¿lo qual con qué cara ahora, con qué nueva razon lo mudan, sino por ser personas que se venderian al que diese mas, y que volverian las proas adonde mayor esperanza se les representase? Qué castillos daban por seguridad que no se mudarian con la misma ligereza que de presente se mudaban, si Don Fernando les prometiese cosas mas grandes? En qué ma nera podrian desarraygar la opinion que el pueblo tenia concebida en sus corazones que Doña Juana era ilegítima? cosa que el mismo Rey Don Alonso confirmó quando pidió por muger á Doña Isabel, y no quiso aceptar en manera alguna el casamiento que le ofrecian de Doña Juana. << Mintiendo sin duda, y haciendo fieros, y gloriándose de las fuerzas que no tienen, hinchan á los otros con el viento de vanas esperanzas, y ellos mismos están hinchados. Los perros quanto mas medrosos, ladran mas, y los pequeños arroyos muchas veces hacen mas ruido con su corriente que los rios muy caudalosos. Afirman que los señores y las ciudades

seguirian su opinion, de quien sabemos cierto que con la misma lealtad con que sirvieron al Rey Don Enrique, abrazarán el partido de Doña Isabel. Oxalá pudiera yo poner delante de vuestros ojos el estado en que las cosas están: oxalá como los cuerpos, asi se pudieran ver los corazones, entendiérades el poco caso que se debe hacer de las vanas promesas del marqués de Villena. » Bien advertian las personas mas prudentes que todo esto era verdad; todavía prevaleció el parecer de los mas: desórden muy perjudicial que en la consulta no se pesen los votos, sino se cuenten de ordinario, y se esté por los mas votos, aun quando los Reyes están presentes, por cuyo parecer todos pasan y en cuyo poder está todo. Verdad es que primero que se declarasen, Lope de Alburquerque que enviaron para mirar el estado en que todo se hallaba, llevó firmas de muchos señores de Castilla que prometian al Rey de Portugal que á la sazon era ido á Ebora, y le daban la fee, si casaba con Doña Juana, que á su tiempo no le faltarian. Para encaminar estas trazas venia muy á cuenta el desabrimiento del arzobispo de Toledo, que con color que residiera muchos años en la corte (enfado que á los grandes personages hace perder el respeto y que la gente se canse dellos) y con muestra que queria descansar, se salió de Segovia á veinte de febrero. Este era el color, la verdad que claramente se tenia por agraviado de los nuevos Reyes: querellábase le entretenian con falsas esperanzas sin hacelle alguna recompensa de sus servicios y de su patrimonio que tenia consumido, y hechos grandes gastos para dar de su mano el reyno á aquellos Príncipes ingratos: sobre todo llevaba mal la privanza del cardenal, que iba en aumento de suerte que los Reyes todos sus secretos comunicaban con él, y por él se gobernaban. Procuraron aplacalle, pero todo fué en vano: amenazaba haria entender á sus contrarios lo que era agraviar al arzobispo de Toledo, y mostraria quán grandes fuesen sus fuerzas contra los que le enojasen. Tampoco fueron los ruegos de efecto mezclados con amenazas de su hermano Don Pedro de Acuña conde de Buendía, en que le protestaba no empeciese á sí y á sus deudos, y por esperanzas dudosas no se despeñase en peligros tan claros; antes como él que de suyo era soberbio de condicion, suelto de lengua, mas se irritaba con las amonestaciones que le hacian, mayormente

que un Hernando de Alarcon que por ser de semejante condicion tenia mas cabida con él que otro alguno, como le andaba siempre á las orejas, con sus palabras henchia su pecho cada dia de mayor pasion y saña.

Capítulo vii.

Como el Rey de Portugal se llamó Rey de Castilla.

LA partida del arzobispo y su desabrimiento tan grande alteró á los nuevos Reyes y los puso en cuydado: temian, si se declaraba por la parte contraria; no revolviese el reyno conforme lo tenia de costumbre, por ser persona de condicion ardiente, de ánimo desasosegado, demas de su mucho poder y riquezas. Esto les despertó para que con tanto mayor cuydado buscasen ayudas de todas partes asi del reyno como de fuera sobre todo procuraron sosegar á los grandes y gana. llos. El primero que reduxeron á su servicio, fué Don Enris que de Aragon con restituille sus estados de Segorve y de Ampurias, y dalle perdon de todo lo pasado camino con que quedó otrosí muy ganado el de Benavente su primo. Fué esto tanto mas fácil de efectuar que tenia él perdida la esperanza de que aquel casamiento que tenian concertado, pasase adelante y s se efectuase, á causa que á Doña Juana desde Escalona la llevaron á Truxillo para casalla con el Rey de Portugal, al qual pretendia el Marqués de Villena contraponelle á las fuerzas de Aragon, á la sazon divididas por la guerra de Francia y las alteraciones de Navarra. La villa de Perpiñan se hallaba muy apretada con el largo cerco que le tenian puesto, tanto que por estar muy trabaxada, y no tener alguna esperanza de ser socorrida se rindió á los catorce de marzo á partido que se diese libertad á los embaxadores que detuvieron en Francia (como queda dicho) y á los vecinos de aquella villa de irse ó quedarse como fuese su voluntad: concertaron otrosí treguas por seis meses entre la una nacion y la otra. Envió el Rey Don Fernando al de Francia para pedir paces, y que con ciertas condiciones restituyese lo de Ruysellon, cierta embaxada. El Rey de Francia dió muy buena respuesta, y prometió grandes

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