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cosas, si venia en que su hija casase con el Delphin de Francia: prometia en tal caso que le ayudaria con tanta gente y dinero cada un año quanto fuese menester para sosegar las alteraciones de Castilla y apoderarse del reyno, en particular que se concertaria sobre el principado de Ruysellon, estaria á justicia y pasaria por lo que los jueces árbitros ordenasen; para tratar esto envió por su embaxador desde Francia á un caballero llamado Guillelmo Garro. Los Reyes Don Fernando y Doña Isabel daban de buena gana oidos á estos tratos, si bien el Rey de Aragon recibia gran pesadumbre, y los acusaba por sus cartas que moviesen sin dalle á él parte cosas tan grandes: sobre todo le congoxaba que el arzobispo de Toledo estuviese desabrido; temia por ser hombre voluntario, y su condicion vehemente, no intentase de nuevo á poner en Castilla Rey de su mano, y dar la corona como fuese su voluntad. Venia este consejo tarde por estar las voluntades muy estragadas, y mos trarse ya el Portugués á la raya del reyno con un grueso campo, en que se contaban cinco mil caballos y catorce mil infantes, todos bien armados y con grande confianza de salir con la victoria. Perdida pues la esperanza de concertarse, lo que se seguia, y era forzoso, los nuevos reyes acudieron á las armas. Andrés de Cabrera lo que hasta entonces dilatara para que el servicio fuese mas agradable quanto mas necesario, y las mercedes mayores, les entregó los tesoros Reales, ayuda de grande momento para la guerra que se levantaba. En recompensa le hicieron merced de la villa de Moya pueblo principal, aunque pequeño, á la raya de Valencia con título de Marqués diéronle otrosí en el reyno de Toledo la villa de Chinchon con nombre de Conde, y por añadidura la tenencia de los alcázares de Segovia para él y sus herederos y sucesores; que fueron todos premios debidos á sus servicios, y á su lealtad y constancia, ca si va á decir verdad, gran parte fué Don Andrés para que Don Fernando y Doña Isabel alcanzasen el reyno y se conservasen en él. Partidos los Reyes de Segovia con intento de apercebirse para la guerra, pusieron en su obediencia á Medina del Campo, mercado á que los mercaderes concurren, y en sus tratos y ferias que allí se hacen la mas señalada y de las ricas de España, y por el mismo caso á propósito para juntar dinero de entre los mercaderes. El de Alba

con deseo de señalarse en servir á los nuevos Reyes, luego que llegaron, les entregó el castillo de aquella villa que se llama la Mota de Medina, y la tenia en su poder. Hacíase la masa de las gentes en Valladolid : fueron allá los nuevos Reyes; cada dia les venian nuevas compañías de á pie y de á caballo, con que se formó un exército ni muy pequeño, ni muy grande. Repartieron los Reyes entre sí el cuydado, de suerte que Don Fernando quedó en Castilla la Vieja, cuya gente les era mas aficionada y la tenian de su parte, Doña Isabel pasó los puer tos para intentar si podria sosegar al arzobispo de Toledo mas él no quiso verse con ella: antes por evitar esto desde Alcalá se fué á Brihuega, pueblo pequeño, pero fuerte por el sitio y por sus muros, alegaba para hacer esto que por una carta que tomó, constaba trataban de matalle: asimismo el condestable Pero Hernandez de Velasco que envió la Reyna para el mismo efecto, no pudo con él acabar cosa alguna. Todavía este viage de la Reyna fué de provecho, porque aseguró la ciudad de Toledo con guarnicion que puso en ella conforme á lo que el negocio y tiempo pedia, y con hacer salir fuera al Conde de Cifuentes y á Juan de Ribera, parciales y aliados del arzobispo de Toledo. No entró la Reyna en Madrid por estar el alcázar por el Marqués de Villena. Concluidas estas cosas, volvió á Segovia para acuñar y hacer moneda toda la plata y oro que se halló en el tesoro Real asi labrado como por labrar. En el mismo tiempo el Rey Don Fernando aseguró la ciudad de Salamanca, bien que con su venida saquearon las casas de los ciudadanos de la parcialidad contraria, que eran en gran número. Zamora al tanto.con la misma facilidad le abrió luego que llegó las puertas: entrególe primero Francisco de Valdés una torre que tenian sobre la puente con guarnicion de soldados, principio para allanar los demas; el alcázar principal no le quiso entregar su alcayde Alonso de Valencia por el deudo que tenia con el Marqués de Villena : usar de fuerza pareció cosa larga. Tampoco no quiso el Rey ir á Toro, ciudad que está cerca de Zamora, por no asegurarse de la voluntad de Juan de Ulloa ciudadano principal, y que se mostraba aficionado á los Portugueses no tanto por su voluntad, como por miedo del castigo que merecia la muerte que dió á un oydor del consejo Real, y otros muchos y feos casos de que le cargaban.

Vueltos que fueron los Reyes á Valladolid, la ciudad de Alcaráz se puso en su obediencia: los ciudadanos por no ser del Marqués de Villen a tomaron las armas y pusieron cerco á la fortaleza; acudieron á los ciudadanos el Conde de Paredes y Don Alonso de Fonseca señor de Coca con el obispo de Avila, que era del mismo nombre. El de Villena por el contrario, sabido lo que pasaba, vino con gente en socorro del alcázar; mas como no se sintiese con bastantes fuerzas, desistió de aquella su pretensión de hacer alzar el cerco y recobrar la ciudad. Esta pérdida le encendió tanto más en deseo de per suadir al de Portugal que apresurase su venida, con cartas que le escribió en este propósito. Decíale que en tal ocasion mas necesaria era la execucion que el consejo que toda dilación empeceria grandemente : que con sola su ayuda, aunque los demas se estuviesen quedos y afloxasen, vencerian á los contrarios. El agravio que juzgaba le hacian, le aguijoneaba para desear que luego se acudiese á las armas y á las manos. Hallábase el Rey de Portugal á la frontera de Badajoz por el mes de mayo: en el mismo tiempo, es á saber á los diez y ocho de aquel mes dia jueves le nació en Lisboa un nieto, que de su nombre se llamó Don Alonso. Vivió poco tiempo, y asi no vino á heredar el reyno, dado que le juraron por Príncipe y heredero de Portugal, aun en caso que su padre el Príncipe Don Juan falleciese antes que su abuelo. Por el nacimiento deste niño en esta sazon algunos de los Portugueses pronosticaban que la empresa seria próspera, y que del cielo estaba determinado gozase del reyno de Castilla, como hombres que eran livianos los que esto decian, y vanos, y que creian demasiado á sus esperanzas mal fundadas. Estaba en Badajoz el Conde de Feria con gente, y era muy aficionado al Rey Don Fernan. do: demas que se apoderó de un lugar de aquella comarca que se llama Xerez, que quitó á los contrarios. Debieran los Portugueses echar á man derecha, y romper por el Andalucía, en que tenian de su parte á Carmona, á Ecija y á Córdova, para que ganada Sevilla, ninguna cosa les quedase por las espaldas que les pudiese dar cuydado; torcieron el camino ȧ man izquierda, en que grandemente erraron, y por tierra de Alburquerque y por Estremadura llegaron á Plasencia, ciudad pe queña y que goza de muy alegre cielo ; si bien el ayre y sitio

por su puesto es algo mal sano. En aquella ciudad se desposó el Rey de Portugal con Doña Juana : y dado que no se efectuó el matrimonio, por pretender antes de hacerlo alcanzar del Pontífice dispensacion del parentesco, que era muy estrecho, coronáronlos por Reyes, y alzaron los estandartes de Castilla en su nombre como es de costumbre. En esta sazon y en medio destos regocijos nombró aquel Rey á Lope de Alburquerque y le dió título de Conde de Penamacor recompensa debida á sus servicios y trabaxos que pasó en grangear las voluntades de los señores de Castilla. Pusieron otrosí por escrito los derechos en que fundaban la pretension de Doña Juana, y enviaron traslados y copias á todas partes, bien largos, y en que iban palabras afrentosas y picantes claramente contra los Reyes sus contrarios. Sucedieron estas cosas á los postreros del mes de mayo: consultaron asimismo como se haria la guerra, y sobre qué parte primeramente debian cargar.

Capítulo vin.

Que el Rey de Portugal tomó á Zamora.

La llama de la guerra á un mismo tiempo se emprendió en muchos lugares: la fuerza y porfía era muy grande y estrema como entre los que debatian sobre un reyno tan poderoso. Villena con las villas que le estaban sugetas, comenzó á ser trabaxada por gente del reyno de Valencia. Por esta causa y á persuasion del conde de Paredes, tomadas las armas de comun acuerdo, los naturales de aquella ciudad se pasaron al servicio del Rey Don Fernando para hacerlo sacaron por condicion que perpetuamente quedasen incorporados en la corona Real. Al maestre de Calatrava quitaron á Ciudad-Real, de que se habia apoderado sin tener otro derecho mas del que pueden dar las armas. En el Andalucía y en Galicia hacian unos contra otros correrías, y robaban la tierra en gran perjuicio mayormente de los labradores y gente del campo. Pedro Alvarado se apoderó de la ciudad de Tuy en nombre del Rey de Portugal; al contrario los ciudadanos de Burgos acometieron y apretaron con cerco á Iñigo de Zúñiga alcayde de aque

TOMO V.

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lla fortaleza y al obispo Don Luis de Acuña, que seguian el partido de Portugal. Estaba suspenso aquel Rey y muy dudoso, sin resolverse á que parte debia primeramente acudir: unos le llamaban á una parte, otros le convidaban á otra, conforme á la necesidad y aprieto en que cada qual se hallaba. Los señores acudian escasamente con lo que largamente prometieran, es á saber dineros, soldados, mantenimientos. Los pueblos aborrecian aquella guerra como desgraciada y mala, y por ella á los Portugueses; y aun ellos comenzaban á flaquear, en especial por ver que el Rey Don Fernando que apenas tenia quinientos de á caballo al principio y al tiempo que los Portugueses rompieron por las tierras de Castilla, ya le seguia un muy bueno y grueso exército, en que se contaban diez mil de á caballo, y treinta mil de á pie. Cerca de Tordesillas pa saron alarde, do tenian asentados sus reales, todos con un deseo encendido de hacer el deber y venir á las manos. El Rey de Portugal resuelto en lo que debia hacer, pasó primero á Arévalo, villa que tenia su voz. Desde allí fué á Toro, llamado de Juan de Ulloa, con esperanza de apoderarse como lo hizo de aquella ciudad, y tambien de Zamora que cae cerca. Movióle á intentar esto ser aquella comarca muy á propósito para proveerse de mantenimientos, ca están aquellas ciuda des á la raya de Portugal. Al contrario, el Rey Don Fernando, alterado por este daño, sin dilacion marchó con su gente sin parar hasta hacer sus estancias cerca de Toro donde estaba el enemigo. Pretendia socorrer el castillo de aquella ciudad que todavía se tenia por él. No vinieron á las manos, ni aquella ida fué de algun efecto, solo el Rey Don Fernando desafió por un rey de armas á los Portugueses á la batalla. Ellos bien que son hombres valerosos y arriscados, estuvieron muy dudosos: parecíales que si salian al campo, correrian peligro, muy cierto por ser menos en número, que no pasaban de cinco mil de á caballo, y veinte mil de á pie, aunque era la fuerza y lo mejor de Portugal, demas de las ayudas y gentes de Castilla que seguian este partido: si rehusaban la pelea, perdian reputacion, y el corage de los soldados se debilitaria, y su brio que es en la guerra tan importante. Para acudir á todo el de Portu gal, como Príncipe recatado, por una parte se escusó de la pelea con decir que tenia derramadas sus gentes, por otra parte

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