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lo de mármol blanco, que se vee con su letrero junto al altar mayor. Para este efecto quitaron de allí los huesos de Rodrigo Gonzalez de Clavijo, persona que los años pasados fué con una embaxada al gran Tamorlan. Vuelto labró á su costa la capilla mayor de aquel templo para su entierro : asi se truecan las cosas, y es ordinario que á los mas flacos, aun despues de muertos, no falta quien les haga agravio. Muchas cosas se dixeron de la muerte de esta Reyna y del achaque de que murió: su poco recato dió ocasion á las hablillas que se inventaron. Entre los coronistas los mas dicen que secretamente y con engaño le hizo dar yerbas su hermano el Rey de Portugal (1). Alonso Palentino se inclina á esto, y añade corrió la fama que falleció de parto: tal es la inclinacion natural que tiene el vulgo de echar las cosas á la peor parte y mas infame.

Capítulo x.

De la batalla de Toro.

QUEDÓSE el Príncipe Don Juan en Portugal para tener cuenta con el gobierno: el brio que le ocasionaba su edad y su condicion era grande. Avisado pues de lo que en Castilla pasaba, y como el partido de los suyos se empeoraba á causa que los grandes de aquel reyno ayudaban poco, hizo nuevas levas y juntas de gentes, recogió hasta dos mil de á caballo y ocho mil Infantes, los mas número, mal armados y poco á propósito y de poco provecho contra el mucho poder de los contrarios: con estas gentes acordó de acudir á su padre. Pasada la puente de Ledesma, acometió de camino á tomar un pueblo llamado San Felices: no pudo forzarle ni rendirle. Llegó á Toro á nueve dias del mes de febrero, do halló á su padre con tres mil y quinientos de á caballo, y veinte mil peones aloxados y repartidos en los invernaderos de los lugares comarcanos. La gente que venia de nuevo, como juntada de priesa daba mas muestra de ánimo y brio que esperanza de que podrian mucho ayudar. El Rey Don Fernando estaba sobre el castillo

(1) Zorita lib. 19, cap. 62.

de Zamora con menor número de gente, ca tenia solamente dos mil y quinientos caballos, dos tantos infantes: hizo llamamiento de gentes de todas partes por estar muy cierto que los Portugueses no pararian antes de hacer alzar el cerco, ó venir á batalla. El de Aragon por sus cartas y mensageros avisaba * que en todas maneras se escusase, y amonestaba al Rey que por el fervor de su mocedad se guardase de aventurarlo todo y ponerlo al trance de una jornada: ¿á qué propósito poner en peligro tan grande el reyno de que estaba apoderado? á qué propósito despeñar las esperanzas muy bien fundadas por tan pequeño interés, aunque la victoria estuviera muy cierta ? que enfrenase el brio de su edad con el consejo y con la razon, y obedeciese á las amonestaciones de su padre, á quien la larga experiencia hacia mas recatado. Acompañaban al Rey Don Fernando el cardenal de España, el duque de Alba, al Almirante con su tio el conde de Alba de Liste, el marqués de Astorga y el conde de Lemos: todos á porfía procuraban señalarse en su servicio. Sin estos en Alahejos aloxaban con buen número de gente Don Enrique de Aragon primo del Rey, y Don Alonso hermano del mismo, y con ellos el conde de Treviño, todos prestos para acudir á Zamora que cerca está. Hasta la misma Reyna Doña Isabel para desde mas cerca dar el calor y ayuda mayor que pudiese, de Búrgos se volvió para Tordesillas. El de Portugal puesto que se hallaba acrecentado de nuevo con las gentes que su hijo le traxo, como sabia bien que las fuerzas no eran conformes al número, se hallaba suspenso sin saber que acuerdo tomase, si debia socorrer al castillo, si seria mejor escusar aquel peligro: vacilaba con estos pensamientos; en fin se resolvió en lo que era mas honroso, que era socorrer al castillo, á lo menos dar muestra de quererlo hacer. En la parte de Castilla la Vieja que los antiguos llamaron los Vaceos, hay dos ciudades asentadas á la ribera del rio Duero, sus nombres son Toro y Zamora. Muchos han dudado qué apellidos antiguamente tuvieron en tiempo de los Romanos: los mas concuerdan en que Toro se llamó Sarabis, y Zamora Sentica, cuyo parecer no me desagrada. Son los campos fértiles, la tierra fresca y abundante: en el cielo saludable de que gozan, no reconocen ventaja á ciudad alguna de España; el número de los moradores no es grande, y aunque su asiento

es llano, son fuertes por sus muros y castillos. Zamora es cathedral: en esto se aventaja á Toro, que es de su diócesi; en lo demas en policia, número de gente y riquezas entre las dos hay muy poca diferencia: báñalas el rio por la parte de mediodía con sendas puentes con qué se pasa. Salió pues el Rey de Portugal de Toro: dió muestra de ir por camino derecho á verse con el enemigo, mas como mudado de repente el parecer pasó la puente, y por aquella parte fué á poner sus reales junto al monasterio de San Francisco que está enfrente de Zamora de la otra parte del rio. A la entrada de la puente por donde desde la ciudad se podia pasar á sus estancias, contrapuso y plantó su artillería: desta manera ni podia impedir la batería del castillo, ni daba lugar á la pelea. En altercar de palabras, en demandas y respuestas se pasaron trece dias sin hacer efecto alguno: despues desto un viernes primero de marzo, antes de amanecer, recogido el bagage, dió la vuelta. Para que el enemigo no le siguiese en aquella retirada, rompió primero una parte de la puente: Don Fernando avisado de lo que su contrario pretendia, se determinó ir en pos dél cón toda sú gente. Adobado el puente, en que se gastó mucho tiempo, á la hora dió órden á Alvaro de Mendoza que con trecientos cabaIlos ligeros picase la retaguardia de los enemigos y los entretuviese. Desta manera, y por ir el de Portugal poco á poco á causa del carruage, tuvo tiempo el Rey Don Fernando de alcanzar á los contrarios como legua y media de Toro, pasada cierta estrechura que en el camino se hace y se remata en una Hanura bien grande. Era muy tarde y el sol iba á ponerse. Todavía el enemigo no pudo escusar la pelea por estar Don Fernando tan cerca, y á causa de la estrechura de la puente que les era forzoso pasar. Revolvió pues sus haces, puso sus gentes en ordenanza: ayudaba el lugar, la ciudad cerca y el socorro por el mismo caso en la mano y si fuesen vencidos segura la acogida, ademas de la noche, que por estar cercana les pódia en tal caso mucho servir. Todo esto daba ánimo á los Portugueses, y por el contrario ponia en cuydado al Rey Don Fernando: los mas prudentes de entre los suyos esquivaban la batalla. Luis de Tovar encendido en deseo de pelear, en voz al« O ́hemos de dexar el reyno (dice) ó venir á las manos. Con la reputacion y con la fama mas que con las fuerzas, se

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ganan los señoríos: ¿ á qué propósito llegamos hasta aquí sino para pelear? qué otra cosa dará á entender el escusar la bata. Ha, sino que tuvimos miedo? Buen ánimo, señor, no hay que dudar: : apenas habrémos venido á las manos, quando verémos desbaratarse los enemigos que están medrosos y turbados, si bien por fuerza y por no poderlo escusar se aparejan para la batalla. » Esto dixo: juntamente consultados los grandes y los capitanes, fueron de aquel parecer. Dióse la señal de acometer: la gente de á caballo que llevaba Don Alvaro, se adelantaron los primeros y cerraron. Recibiólos Don Juan Príncipe de Portugal, que tenia en la avanguardia ochocientos hombres de armas y entre ellos mezclados arcabuceros, cuya carga el esqua. dron de Alvaro de Mendoza no pudo sufrir, antes se desbarataron y pusieron en huida. Los dos Reyes iban cada qual en el cuer po de su batalla: allí cargó lo mas recio y la mayor furia de la pelea, que duró algun tanto y estuvo un rato en peso sin declararse la victoria por ninguna de las partes. Combatian no á manera de batalla: no guardaban sus ordenanzas, antes como en rebate y de tropel cada uno peleaba con el que podia. Sobre el estandarte del Rey de Portugal hobo grande debate. Pero Vaca de Sotomayor le tomó por fuerza al alférez que le llevaba, llamado Duarte de Almeyda; acudieron soldados de ambas partes que le hicieron pedazos. El mesmo Almeyda quedó preso, otros dicen muerto: sus armas en lugar del estandarte pusieron despues por memoria en la Iglesia mayor de Toledo para memoria desta victoria, que son las que hoy se veen colgadas en la capilla de los Reyes nuevos. Por conclusion los Portugueses se pusieron en huida, y el mismo Rey con algunos pocos se recogió á los montes sin parar hasta que llegó á Castronuño: no quedó rastro ni nuevas dél, y asi entendieron que era muerto entre los demas. No pudieron los vencedores seguir el alcance por las tinieblas y escuridad de la noche: Don Enrique conde de Alba de Liste llegó en seguimiento de los que huian hasta la puente de Toro; á la vuelta fué preso por cierta banda de los enemigos, que con Don Juan Príncipe de Portugal sin ser desbaratados se estuvie ron en un altonazo en ordenanza hasta muy tarde. No pareció al Rey Don Fernando, que hizo alto en otro ribazo allí cerca, de acometerlos, por andar los suyos esparcidos por todo el

campo, y estar ocupados en recoger los despojos: asi á vista los unos de los otros se estuvieron en el mismo lugar algunas horas; los Portugueses guardaron mas tiempo su puesto, que fué algun alivio para el revés y para la afrenta recebida. Los historiadores Portugueses encarecen mucho este caso, y afirman que la victoria quedó por el Príncipe Don Juan: asi venzan los enemigos del nombre christiano. Don Fernando se volvió á Zamora, y despues de su partida los Portugueses se fueron á Toro. Hallóse en esta batalla el arzobispo de Toledo, que no se apartó del lado del Príncipe Don Juan. La matanza fué pequeña respecto de la victoria, y aun el número de los cautivos no fué grande; la presa mayor, ca saquearon en gran parte el bagage de los Portugueses. Despues desta victoria pasó el Rey Don Fernando á Medina del Campo: allí á instancia del condestable que tenia su hija desposada con el conde de Ureña, le perdonó y recibió en su gracia á él y á su hermano el maestre de Calatrava, si bien no del todo acababan de allanarse, antes asi ellos como otros muchos señores estaban á la mira de lo en que las cosas paraban, resueltos de seguir el partido que fuese mas á cuenta de sus particulares.

Capítulo XI.

Que el Rey de Portugal se volvió á su tierra.

EN muchos lugares á un mismo tiempo andaba la guerra y se hacia sin quedar parte alguna del todo libre destos males, de que resultaba como suele acontecer muchedumbre de malhechores, y gran libertad en las maldades: en particular los de Fuenteovejuna una noche del mes de abril se apellidaron para dar la muerte á Fernan Perez de Guzman comendador mayor de Calatrava (1): estraño caso, que se le empleó bien por sus tyranías y agravios que hacia á la gente por sí y por medio de los soldados que tenia allí por orden de su maestre, y el pueblo por el Rey de Portugal. La constancia del pueblo fué tal que magüer atormentaron muchos, y entre ellos mozos y

(1) Coron, de Calatrava, cap. 37.

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