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mugeres, no les pudieron hacer confesar mas que de Fuenteovejuna cometió el caso, y no mas. Por toda la provincia andaban soldados descarriados, por las ciudades, pueblos y campos hacian muertes y robos, ensuciábanlo todo con fuerzas y deshonestidades, prestos para qualquier mal. Los jueces pres taban poco, y eran poca parte para atajar estos daños. Esto fué causa que entre las ciudades (como diximos arriba que se hizo los tiempos pasados) se renovasen las hermandades viejas á propósito de castigar los insultos, y se ordenasen otras nuevas para esto tenian soldados pagados con dineros que para este efecto se recogian. El inventor deste saludable consejo fué Alonso de Quintanilla tesorero mayor del Rey, perso na prudente y de valor. Ordenáronse muy buenas leyes para el gobierno destas hermandades, que se continuaron en su vigor por espacio de veinte años, quando vencidos los enemigos de fuera y sosegadas las discordias de dentro, acabó la gente de sosegarse. Esto fué adelante: al presente la mayor fuerza de la guerra acudió á lo postrero de Vizcaya. En aquella parte que vulgarmente se llama Guipúzcoa, en lo postrero de España está una fortaleza contrapuesta á las fronteras de Francia, inexpugnable por el sitio que tiene, y por estar rodeada de mar: llámase Fuente-Rabía: está muy fortificada de reparos á propósito de impedir las entradas de los Franceses, que muchas veces trabaxan aquella comarca con sus robos y correrías. Este pueblo acometieron primeramente las gentes de Francia con intento que las fuerzas del Rey Don Fernando al tiempo que se puso sobre el castillo de Zamora, con este ardid y astucia se divirtiesen á otra parte. Apretaron el cerco, y con la artillería (de que son grandes maestros los Franceses así de su fundicion como de jugarla) abatieron gran parte de los Adarves, con lo qual y con henchir los fosos de las piedras que de las ruinas cayeron, quedó la batería muy llana, y là entrada muy fácil por ser pocos los de dentro, y esos con las continuas velas y trabaxos muy cansados. Visto esto, Don Diego Sarmiento conde de Salinas, á cuyo cuydado estaba aquella guer. ra, se metió en aquel castillo para con su peligro (como lo hizo) dar ánimo á los cercados, gente que por la aspereza de los lu gares ellos al tanto son de corazones fuertes, y los cuerpos muy sufridores de trabaxos. Animados con tal ayuda hicieron

les

una salida en que pasados los reparos de los enemigos, quemaron y desbarataron todas sus máquinas. Con este tan buen principio y con nuevas gentes que les acudieron, se determinaron pelear en campo y aventurarse: el daño que hicie ron no fué menor que el que recibieron, ni bastó para que el cerco se desbaratase. Esto en Vizcaya. Por otra parte el alcázar de Madrid se tenia por el marqués de Villena, y era de grande momento para aquella parcialidad: sitiaronle los moradores de aquella villa. Pedro Arias y Pedro de Toledo hombres principales en aquel pueblo apellidaron la gente, y para que tuviesen mas fuerza, la Reyna por una parte les envió gen. te de ayuda, y por otra les acudió el marqués de Santillana. Por el mismo tiempo tenian puesto cerco sobre Truxillo y so bre Baeza en nombre del Rey Don Fernando, ciudades la una de Andalucía y la otra de Estremadura. En el marquesado de Villena, Chinchilla y Almanza llamaron gente de Valencia, y se alzaron contra el marqués, que fuera un daño notable, si salieran con su intento; pero él por entonces se dió tan buena maña: que los sosegó y reduxo á su servicio. Todo lo demas sucedia á los Aragoneses prósperamente, y á los Portugueses al contrario. El castillo de Zamora se rindió al Rey Don Fer. nando á diez y nueve de marzo con toda la artillería, muni ciones y pertrechos de guerra : ayudó mucho para salir con esto la venida de Don Alonso de Aragon, por la mucha expe riencia y destreza que tenia en empresas semejantes. Esta pér dida nueva quitó el ánimo á los Portugueses en tanto grado que el Príncipe Don Juan por miedo del peligro llevó á Portugal con quatrocientos caballos de guarda á la Princesa Doña Juana, causa que era de la guerra. Con otros tantos caballos partió el arzobispo de Toledo para su arzobispado : la voz era de sosegar algunos caballeros y señores que por allí andaban alborotados y trataban de reconciliarse con el Rey Don Fernando; la verdad, que se retiraba cansado y harto de la guer ra, y por no tener esperanza de salir con la demanda. El Rey Don Fernando pasó adelante en su empresa: puso cerco sobre Cantalapiedra, que es un castillo en tierra de Segovia, en que los Portugueses tenian buen número de valientes soldados. Desistió empero del cerco, y hizo treguas por espacio de me, dio año á condicion que restituyesen al conde de Benavente

tres pueblos suyos, Villalba, Mayorga y Portillo, que él entregara los dias pasados como en rehenes por alcanzar libertad y que le soltasen. Don Rodrigo Manrique conde de Paredes se nombraba maestre de Santiago, y se apoderara de la villa de Uclés cabeza de aquella órden : tenia asimismo sitiado el casti, llo que se tenia por el marqués de Villena. Acudieron él y el arzobispo de Toledo en socorro de los cercados: no pudieron hacer efecto, antes fueron rechazados con afrenta y peligro por el esfuerzo así del mismo Don Rodrigo, como de Don Jor ge Manrique su hijo, mozo de prendas, y que en esta guerra dió grandes muestras de su valor. Vivió poco, que fué causa de no poder por mucho tiempo exercitar ni manifestar al mundo sus virtudes, y la luz de su ingenio, que fué muy señalado como se referirá en otro lugar. Desta manera se hacia la guer‐ ra por tierra en tantos y tan diferentes lugares : tampoco por el mar sosegaban; Andrés Sunier con algunas galeras aragonesas andaba haciendo daño por las riberas de Portugal. Con tantas adversidades se enflaquecieron los ánimos así del Rey de Portugal como de los grandes de Castilla de su valía. No ig, noraban quán grandes fuerzas perdieran en las desgracias pasadas junto con la aficion de la gente, que era muy menor que antes. Estos reveses fueron causa á los de Castilla de aborrecer aquella milicia desgraciada, y de que la mayor parte dellos tralase de reducirse á mejor partido. El primero el duque de Arévalo por medio de Rodrigo de Mendoza, á quien dió en recom. pensa deste trabaxo la villa de Pinto en tierra de Toledo, se reconcilió y hizo sus homenages á la Reyna Doña Isabel en Madrigal. Con esto en lugar del castigo que tenia merecido, le fueron hechas grandes mercedes, en particular ultra de confirmarle lo que antes tenia, hicieron que Don Juan de Zúñiga hijo del Duque quedase con el maestrazgo de Alcántara sobre que traia pleyto con Don Alonso de Monroy clavero de aquella órden. Luego despues hizo lo mismo Doña Beatriz Pacheco condesa de Medellin como muger mas recatada que su hermano el marqués de Villena, bien que en esto no tuvo mucha constancia. A la misma sazon á quatro del mes de mayo se concertó casamiento entre Don Fernando nieto del Rey de Nápoles; y Doña Isabel hija del Rey Don Fernando de Castilla: señalaron pcr dote para la doncella docientos mil escudos

que prometió el Rey de Nápoles, y ciento y cinqüenta mil que le prometió su padre en caso que tuviese hijo y heredero varon. La principal causa de dar orejas á este concierto fué una gran suma de dineros que ofrecieron al Rey Don Fernando, cosa de grande importancia para todo lo que restaba, por la gran mengua que dél tenian y estar consumidos los tesoros Reales. Todo esto movió al Rey de Portugal y la fama destas trazas y ayudas, que suele de ordinario aumentarse, para que perdida la esperanza de la victoria, se resolviese de desamparar á Castilla y dar la vuelta á su reyno. Remedió el daño pasado de comenzar la guerra con otro que fué desamparar la empresa; si bien llevaba intento de buscar socorros de fuera, y procurar que gente de Francia viniese hacer guerra en España, pues sus fuerzas no eran bastantes, y los señores sus parciales poco le podian ó querian ayudar. Antes que se resolviese en su partida, movió tratos de paz: ofrecia de poner todas estas diferencias en las manos del Rey de Aragon y del arzobispo de Toledo : venia este partido y acuerdo muy tarde á tiempo que la guerra la tenian casi del todo acabada. Dexó en Toro al conde de Marialva con guarnicion de soldados; y él triste y avergonzado por tantas adversidades se partió para Portugal á trece de junio. Hiciéronle compañía algunos caballeros de Castilla resueltos de continuar en su devocion y servicio mas por no tener esperanza de alcanzar perdon del vencedor, que por voluntad que tuviesen al Portugués, ni esperanza de mejorar por aquel camino su partido.

Capítulo xu.

El Rey de Portugal se partió para Francia.

Con la ida del Rey de Portugal y su salida de Castilla sus cosas se fueron mas empeorando. En lo de Ruysellon y Cerdania andaban los Franceses alterados sin respeto de la confederacion y treguas que tenian asentadas. Pasaron tan adelante que forzaron á que se les rindiese Salsas, que es un castillo muy fuerte contrapuesto á Narbona, como baluarte de España tra los intentos y fuerzas de Francia: pusieron otrosi cerco en

con

el principado de Ampurias, sobre un pueblo llamado Lebia. Allegóse á esto otra grande incomodidad de que fueron causa los mismos naturales, y fué que los soldados de Luis Mudarra que sirvieron muy bien en el cerco de Perpiñan, se amotinaron no con voluntad de hacer daño, sino porque no les daban las pagas que les debian de muchos meses. Apoderáronse de muchos lugares, y comenzaron por su parte á hacer guerra como si enemigos fueran; en lo qual se temia otro peligro, no se concertasen con los Franceses y se aviniesen con ellos. No se pudo esta tempestad sosegar antes que los que se hallaban por la parte del Rey en la ciudad de Lérida, con prendas y bastante caucion que les dieron, los aseguraron que en breve les seria pagado todo lo que les debian. Con esto se sosegaron aquellos soldados; pero no podian impedir las correrías de Franceses por tener gastadas las fuerzas y el Rey de Aragon hallarse muy lexos, es á saber en Navarra, ca las revueltas de aquellas parcialidades no afloxaban en manera alguna: llevaban en estas reyertas lo mejor los Biamonteses por estar apoderados de Pamplona cabeza del reyno, y tener cercada á Estella. Favorecia este bando el Rey Don Fernando, de que mucho se sentia su padre, y era menester proveer que no se abriese entrada por aquella parte á los Franceses, y se desper tase y revolviese otra nueva tempestad. Persuadíase aquella gente que la Princesa Doña Leonor y su padre el Rey de Aragon traian tratos para entregar el reyno de Navarra al Rey Don Fernando, y excluir á Francisco Phebo, hijo (como se ha dicho) de Gaston conde de Fox, y nieto de la misma infanta Doña Leonor. Para sosegar estas alteraciones, y por el peligro que corria Fuente-Rabía, pasó el Rey Don Fernando á Vizcaya: para acudir á lo de Fuente-Rabía pretendia juntar socorros, y una armada de que dió cargo á Don Ladron de Guevara persona de mucha nobleza; para asentar lo de Navar ra envió á suplicar á su padre se allegase á la ciudad de Victoria, que deseaba verse con él. Habíase quedado la Reyna Doña Isabel en Tordesillas, villa puesta á la ribera de Duero y á propósito para impedir las correrías que hacian los Portugueses de Toro. Hallábase allí Don Alonso de Aragon su cuñado con trecientos hombres de á caballo: pretendia le restituyesen el maestrazgo de Calatrava, que le quitaron los años pasados. No

TOMO V.

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