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poner sus alianzas. Llegó á Sevilla å trece de setiembre: alli halló que se sentia mal del marqués de Cádiz, y se decia que se inclinaba á dar favor á los Portugueses, y con este intento á los ojos de los Reyes tenia puesta guarnicion en Alcalá de Guadayra. Tratóse de ganalle y sosegalle: para hacello de noche tuvo á solas habla con el Rey. Tratóse que entregase las fortalezas que tomara: dixo que no lo podria hacer si no fuese que el duque de Medina entregase al tanto á Nebrixa y á Utrera, y otros castillos; que sin esto despojalle á él de sus fuerzas no serviria sino para que el poder y riquezas de su contrario se aumentasen. Pareció pedia razon, y asi el uno y el otro entregaron sus castillos al Rey, y á su exemplo fácilmente vinieron en lo mismo los otros señores y grandes, especial que á la misma sazon con el Rey de Granada, en quien aquellos señores ponian gran parte de su confianza, se concertaron de nuevo treguas por industria de Don Diego de Córdoba conde de Cabra, persona señalada en lealtad, y que con aquel Rey bárbaro tenia mucha familiaridad y trato. Desta manera se hallaban las cosas del Andalucía no lexos de asentarse del todo. Las de Navarra se empeoraban sin alguna esperanza de reparo á causa de las parcialidades antiguas que nunca sosegaban. La Princesa Doña Leonor hacia instancia por remedio, y avisaba que ya casi eran pasados los diez y seis meses señalados en el compromiso que se hizo para concertar todas aquellas diferen. cias, al tiempo que los Reyes se juntaron en Tudela: juntamente protestaba que pues ni en su padre, ni en su hermano hallaba ayuda bastante, que acudiria al socorro de otra parte, culpa de que quedarian cargados los que á hacello la necesitaban: que si no prevenian y se adelantaban, todo aquel reyno se hallaba á punto de perderse. Las cuitas, quando son estremas, hacen que los miserables hablen con libertad; sin embargo las orejas parecia estar sordas á sus peticiones tan justificadas, por hallarse los Reyes lexos, y á causa de las grandes dificultades que los tenian enredados. Al de Aragon, fuera de la guerra de Ruysellon, ponian en cuydado las cosas de Cerdeña y de Sicilia. Era virey de Sicilia Don Ramón Folch conde de Cardona, que fué en compañía de la Reyna Doña Juana á Nápoles, y de allí pasó á su cargo al tiempo que por muerte de Don Juan de Cabrera que falleció de poca edad, su condado

de Módica, herencia de sus antepasados, recayó en su hermana Doña Ana: muchos pretendian aquel estado, unos la excluian de aquella herencia, otros se querian casar con ella. El Rey de Aragon por ser de importancia que tomase marido á propósito, por sus muchas riquezas y estado, estuvo determinado de casalla con Don Alonso de Aragon hijo bastardo de su hijo el Rey Don Fernando. No tuvo esto efecto, antes adelante Don Fadrique hijo y heredero del almirante de Castilla se la ganó á todos, y por medio deste casamiento juntó con su casa y metió en ella aquel principal condado. En Cerdeña comenzó á alborotarse Leonardo de Alagon marqués de Oristan: nunca del todo sosegara, y de nuevo alegaba agravios que el virey Nicolás Carroz de Arborea, le habia hecho sin respeto de las condiciones y del asiento antes tomado. Ni la flaca y larga edad del Rey de Aragon ni tan grandes cuydados eran parte para quebrantalle, antes como desde una atalaya proveia á todas partes. Fué puesta acusacion al marqués de Oristan, y por sentencia que se dió en Barcelona á los quince de octubre le privaron de aquel estado. Demas desto para ayuda se envió una nave con soldados: socorro ni grande ni fuerte para aquella guerra; asi duró muchos dias. Al Rey Don Fernando despues que apaciguó el Andalucía, todavía le ponia en cuydado lo de Portugal: la esperanza y el temor le aquexaban. De una parte se alegraba que el Rey de Portugal, si bien era vuelto por el mar á su reyno con dispensacion que el Pontífice Sixto últimamente le dió para casar con Doña Juana, pero no traia algunos socorros de fuera. Por otra le congoxaba que el arzobispo de Toledo, segun se decia, le tornaba á llamar : temia no hobiese de secreto alguna zalagarda y trato. Verdad es que aquel prelado por su larga edad no tenia mucha advertencia en lo que hacia, en especial, la ira enemiga de consejo, y la ambicion enfermedad desapoderada, le hacian despeñarse y le cegaban los ojos para que no advirtiese quan pocas fuerzas tenia el Rey de Portugal. Decíase dél por fama, y era asi, que perdida toda esperanza de ser socorrido, despechado de noche se partió de Paris para ir en romería á Roma y á Jerusalem, y meterse frayle en aquellas partes mas por el desgusto que tenia, que de entera voluntad. Prosiguió su viage algunos dias desde el camino de tres criados que solos llevaba, á uno

dellos envió con una llave para que abriese un escritorio que dexó en Paris: hallaron en él dos cartas, la una para el Rey, de Francia, en que le daba cuenta de su intento: en la otra amonestaba á su hijo que sin esperar mas se coronase por Rey que no tuviese algun cuydado dél; pues de los Santos y de los hombres se hallaba desamparado: que confiaba en Dios le perdonaria sus pecados, y para adelante se aplacaria y tomaria en cuenta de penitencia aquel su trabaxo y afrenta : que era todo lo que podia desear. Su hijo, leida esta carta, magüer que con sollozos y lágrimas, en fin se coronó por Rey á once de noviembre, cinco dias, y no mas, antes que su padre á deshora llegase á Cascais. Fué asi que el Rey de Francia á toda diligencia envió tras él personas que le hicieron volver. Venido, le aconsejó que mudado parecer, volviese á su tierra, como lo hizo: venia triste y flaco extraordinariamente. Su hijo le salió á recebir con muestra de grande alegría, y á la hora le restituyó el reyno y la corona. Este suceso tuvo aquel viage del Rey de Portugal y sus intentos, cuyos ímpetus al principio fueron muy bravos, por conclusion quedaron burlados. El año siguiente, que se contaba mil y quatrocientos y setenta 1478. y ocho, fué señalado y alegre porque en él á veinte y tres de enero en Flán des de madama María heredera de Cárlos el Atrevido, muger que era de Maximiliano duque de Austria, nació Don Philipe que adelante fué dichoso por los grandes estados que alcanzó y por la sucesion que dexó, dado que poco le duró la prosperidad á causa de su muerte que le arrebató en la flor de su juventud. Poco despues por el mes de abril sucedió en Florencia, ciudad á la sazon libre, que en el templo de Santa Librada ciertos ciudadanos conjurados contra los dos hermanos Médicis por entender querian tyranizar aquella ciudad, al uno llamado Julian de Médicis mataron: el otro llamado Lorenzo de Médicis se salvó dentro de la sacristía de aquella iglesia. Alteráronse los ciudadanos por este hecho, y acudieron á las armas. Prendieron á Salviato arzobispo de Pisa sabidor y participante de aquella conjuracion, en el palacio de la Señoría, donde acudió para desde allí mover al pueblo á que defendiesen su libertad: llevaba el rostro turbado, echáronle mano, y sabido lo que pasaba, le ahorcaron de una ventana; que fué un espectáculo cruel y de poca piedad por ser la

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persona que era. El cardenal de San Jorge qué se hallaba en Florencia, y se decia favorecia á los conjurados, corrió gran peligro de que con el mismo ímpetu lè maltratasen. Valiole el miedo que tuvieron del Papa sú tio, y el respeto que mostraron á su dignidad. De que resultó una nueva guerra, con que por algun tiempo fueron trabaxados los Florentines por las armas y fuerzas del Pápa y de Nápoles. Quedaron los de Flo rencia descomulgados por la muerte del arzobispo. Hizo instancia el Rey de Francia por la absolución alcanzó ló qué pedia del Papa, mas por miedo que de grado, á causa que en una junta que se hacia en Orliens, trataba de restituir y poner en uso la Pragmatica Sancion en gran perjuicio de la Sédé Apostólica. Finalmente se les dió la absolución, y sé cóncertaron las paces sin que por entonces se tocase en la libertad de aquella ciudad.

Capítulo XVI.

Nació el Principe Don Juan hijo del Rey Don Fernando.

La guerra sé hacia en Cerdeña cruel, sangrienta y dudosa, las fuerzas de aquella isla divididas en dos partes iguales, los revoltosos peleaban con mas corage que los del Rey, como los qué aventurában en ello la vida y la libertad. La esperanza de Ta victoria consistia en las fuerzas y socorró de fuera: lós Ginoveses, á los quales corria obligacion de ayudar al marqués de Oristan por las antiguas alianzas que tenia con ellos, se detuvieron á causa de ciertas treguas que se concertaron en Nápoles entre aquellas dos naciones, Aragoneses y Ginoveses. Por el contrario desde Aragon y desde Sicilia acudieron nuevos socorros á los reales, tanto que el mismo cónde de Cardona virey qué era de Sicilia, se embarcó en una armada para acudir al peligro. Hobo algunos encuentros y escáramuzas en muchas partes: últimamente se juntaron los campos de una parte y de otra cerca de un castillo llamado Machomera; allí 'se dió la batalla, en que el Marqués quedó muerto y su campo desbaratado. Su hijo llamado Artal como quier que pretendiese huir por la mar en una barca que halló á la ribera, cayó en manos de dos galeras aragonesas, y preso, le llevó ǎ Espa

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ño Villamarin general de la armada. Fué puesto él en el castiflo de Xátiva, y sus estados quedaron confiscados con todos sus pueblos, que los tenia muchos y grandes de Cerdeña y tambien en tierra firme. En particular los marquesados de Oristan y de Gociano se aplicaron para que estuviesen siempre en la corona Real, y desde entonces se comenzaron á poner en las provisiones Reales entre los otros títulos y nombres de los principados Reales. Dióse esta batalla á diez y nueve de mayo. La victoria no solo de presente fué alegre, sino para adelante causa que todo se asegurase: con que aquella isla, sobre la qual tantas veces y con tanta porfía con los de fuera y con los de dentro se debatiera, de todo punto quedó sugeta al señorío or de Aragon. El Rey Don Fernando sin embargo que no tenia de todo punto asentadas las cosas del Andalucía, y que su muger quedaba preñada, fué forzado dar la vuelta al reyno de Toledo por dos causas : la primera para reducir al arzobispo de Toledo, y acabar con él no hiciese entrar de nuevo al Rey de Por tugal en el reyno, como se rugia que lo trataba ; la segunda para dar calor á las hermandades que para castigar los robos y muertes (como queda dicho) los años pasados se ordenaron entre las ciudades y pueblos. El exercicio de las hermandades afloxaba, y la gente se cansaba por el mucho dinero que era menester para el sueldo de los soldados, que se repartia por los vecinos sin exceptuar á los hidalgos. Graveza mala de llesvar, pero de que resultaba gran provecho para la gente, ca no solo por esta via se reprimian las maldades, sino tambien en ocasion acudian al Rey con sus fuerzas y gentes en las guerras que se ofrecian. Por esta causa se tuvieron córtes generales en Madrid, en que de comun consentimiento y acuerdo se confirmaron las dichas hermandades por otros tres años. Con el arzobispo de Toledo no sucedió tan bien, dado que se puso dili. gencia en quitalle la sospecha que tenia de que se tratara de matalle. Despedidas las cortes, el Rey Don Fernando dió la vuelta á Sevilla: la Reyna Doña Isabel le hacia instancia por 'estar en dias de parir. Allí vinieron embaxadores de parte del Rey de Granada para pedir tornase á conceder las treguas que antes entre las dos naciones se concertaron la respuesta fué que no se podrian hacer, si demas de la obediencia y homenage no pechasen el tributo que antiguamente se acostumbraba.

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