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de nuestros Reyes fué causa que las reliquias de aquella gente aunque reducidas á un rincon de España, se conservaron tanto tiempo por estar dividida España en muchos principados, poco unidos entre sí á propósito de destruir los enemigos de Christianos. Es asi de ordinario que tanto sentimos los daños públicos, y no mas, quanto se mezclan con nuestros particu lares. El amor de la Religion poco mueve quando punza el deseo de yengar otras injurias, ó la codicia de acrecentar el estado. Si alguna vez como era justo se concertaban para destruir los Moros, impedian las fuerzas de Africa que çae cerca, de do tenian cierta esperanza de socorros; además que muchas veces innumerables gentes, pasado el mar, á manera de rio arrebatado se derramaron y rompieron por España con espanto de todos los Christianos. Esta fué la causa que el imperio de aquella gente, que ellos fundaron en menos de tres años, ebnservó tanto tiempo: asi fué la voluntad de Dios que castigó con este daño los pecados de nuestra nación. ¿Quién tiene el cielo ofendido qué maravilla que su trabaxo és intentos salgan vanos? y al contrario todo sucede prósperamente quan. do tenemos á Dios y á los Santos aplacados. Asi se vió en este tiempo. Ordenado qué se hobó el santo oficio de la inquisicion en España y luego que los magistrados cobraron la debida frenzaiy autoridadi, sin la quat a la sazon estaban, paria castigar los insultos probos y muertes, al momento resplandeció una uueva luz y con el favor divino las fuerzas de nuestra nacion, fueron bastantes para desarraygar y abatir el poder de los Moros. Estas eran las causas antiguas que justificaron esta guerra, á las quales se añadió una nueva insolencia. Esto fué queda villao deoZahara (asentada entre Ronda y Medina Sidonia, piveblo bien fuerte ; estaba en poder de Christianos desde que el infante Don Fernando abuelo del Rey Don Fernandoz la gano de dos Moros como arriba queda declarado. Hernando de Saavedra que tenia cuydado de aquella plaza por mo/recelarse de cosa semejante no se hallaba bastantemente apercebido de soldados, almacen y vituallas falta de provee dores y aprovechamiento de capitanes acarrean estos daños. Vinaleste descuydo á noticia del Rey Moro Albohacen, dió con gente de los suyos, y de noche at improviso escaló aquel pueblo á veinte y siete: de diciembre principio del año

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Emil y quatrocientos y ochenta y uno, ayudábále lá noche, que 1481. era muy tempestuosa de lluvias y vientos. Los moradores atemorizados sin saber á que parte acudir, fueron muertos todos los que se atrevieron á hacer resistencia con las armas; los z demas á manera de ganados los llevaron delante los vencedores á Granada sin tener compasión á viejos, niños ni mugeres de qualquier estado y calidad que fuesen. El pueblo quedó por los Moros; y ellos le fortificaron muy bien : á los nuestros pareció que este daño era grande, y tal la afrenta, que no se debia disimular: algunos asimismo se alegraban por verse puestos en necesidad de vengar las injurias pasadas y la presente, y destruir aquella gente malvada. Los Reyes Don Fer*nando y Doña Isabel desde Medina del Campo, do tuvieron aviso de lo que pasaba, mandaron á los que tenian cargo de las fronteras, y á las ciudades comarcanas que se apercibieet sen para la guerra, y que no afloxasen en el cuydado y vigilancia: que el daño recebido les debiá hacer mas recatados, y es avisar que los Moros en ninguna cosa guardan la fe y la palabra. Verdad es que ellos se escusaban con la costumbre que tenjan durante el tiempo de las treguas, de hacer los unos y los otros cabalgadas y correrías, y aun se tomaban lugares * con tal que la batería no pasase de tres días, y que no asentae sen ni fortificasen cerca del pueblo que batian, sus reales. Desta misma licencia y color se aprovecharon los Moros al principio del año siguiente mil y quatrocientos y ochenta y 1482. dos para acometer á Castellar y á Olbera, mas no los pudieron tomar. Los nuestros movidos destos daños tan ordinarios se Į determinaron á vengallos: juntaron en Sevilla buen número de gente y todo lo al que era necesario; consultaban entre sí por qué parte seria bueno hacer entrada en tierra de Moros quando les vino aviso que la villa de Alhama tenia pequeña guarnicion y flaca, y las centinelas poco cuydado; que seria á propósito acometer á tomalla. Diego de Merlo asistente de Sevilla, y que tenia el cargo de la guerra, trató esto con el marqués de Cádiz Don Rodrigo Ponce: acordaron de acudir á toda priesa de noche y por caminos extraordinarios. Llevaban dos mil y quinientos de á caballo y quatro mil peones: llegaron en tres dias á un valle rodeado por todas partes de recuestos y collados mas altos. Allí los capitanes avisaron á los soldados

que venian cansados del camino, que Alhama no distaba mas que media legua, que era justo de buena gana llevasen el trabaxo restante para vengarse de los Moros, perpetuos enemigos de Christianos; demas desto les avisaron de la presa y saco. Trecientos escogidos y pláticos entre todos los soldados se adelantaron estos llegado que hubieron muy de noche, co. mo vieron que nadie se rebullia en el castillo, puestas sus escalas subieron á la muralla; el primero se llamaba Juan de Ortega, y despues del otro Juan natural de Toledo, y Martin Galindo; todos tres soldados muy denodados y animosos. Mataron las centinelas que hallaron dormidas, y degollados algunos otros abrieron la puerta del castillo que sale al campo por la qual entraron los demas soldados. Los del pueblo, espantados con aquel sobresalto, acuden á las armas, hicieron reparos y palizadas para que del castillo no les pudiesen entrar el pueblo, que luego al reir del alba probaron los nuestros á ganar. No pudieron salir con su intento, antes Sancho de Avila alcayde de Carmona, y Martin de Rojas alcayde de Arcos como quier que fuesen los primeros al arremeter, pagaron su osadía con las vidas: en la misma puerta del castillo cayeron muertos por los tiros, flechas, dardos y piedras que les arrojaron. El negocio no sufria tardanza. Está aquel lugar distante de Granada solamente ocho leguas: corrian peligro que toda la reputacion ganada con la toma del castillo la perdiesen si luego no se apoderaban del pueblo. La dificultad por en. trambas partes era grande : algunos pretendian que seria bien abatir y quemar el castillo, y con esto volver atrás, los mas atrevidos y arriscados, gente acostumbrada á poner su vida á riesgo por la esperanza de la victoria y codicia de la ganancia, eran de contrario parecer, que no se alzase la mano hasta salir con la empresa: asi se hizo, á un mismo tiempo acometieron á entrar por diversas partes. Algunos de fuera escalaron el muro: acudió contra ellos la fuerza de los Moros de la villa, que dió lugar á los que estaban dentro del castillo de entrar el pueblo por aquella parte. Peleóse valientemente por las calles: los fieles se aventajaban en el esfuerzo, el número de los Moros era mayor; y dado que era gente flaca, por la mayor parte mercaderes, y el regalo de los baños ( que los hay en aquella villa muy buenos) les tenia debilitadas las fuerzas, todavía la

misma desesperacion, arma muy fuerte en el peligro, los hacia muy animosos. Duró la pelea hasta la noche quando contra la obstinacion de los enemigos prevaleció la constancia de los nuestros : los que se recogieron á la mezquita que fueron muchos en número, parte degollaron, y los demas tomaron por esclavos. Desta manera la pérdida de Zahara se recompensó, y del agravio se tomó la debida satisfaccion: mas perdieron los Moros que ganaron, y su insulto se rebatió con hacerles mayor daño. Estos fueron los primeros principios de aquella larga guerra y sangrienta. Sobre la toma de Alhama anda un romance en lengua vulgar, que en aquel tiempo fué muy loado, y en este en que los ingenios están mas limados, no se tiene por grosero, antes por elegante y de buena tonada. Ganóse Alhama á postrero de febrero. Esta pérdida puso grande espanto en los Moros, y á los fieles en grande cuydado.' Los Moros por ver los contrarios llegaron tan cerca de la ciudad de Granada, se recelaban de mayores daños, y temian no fuese venido el fin de aquel principado y reyno. Congoxábanles algunas señales vistas en el cielo y un viejo adevino luego que los Moros tomaron á Zahara, refieren dixo en Granada á gritos: « Las ruinas deste pueblo (oxalá yo mienta) caerán sobre nuestras cabezas. El ánimo me da que el fin de nuestro señorío en España es ya llegado.» Todo esto fué causa que con mayor diligencia hiciesen gente por toda aquella provincia: et mismo Rey Albohacen apresuradamente acudió la vuelta de Alhama con tres mil de á caballo que llevaba, y como cinqüenta mil de á pie. Atemorizaba á los nuestros este exército tan grande: las cosas las tenian tan adelante que no podian sin daño y mengua desistir de aquella empresa, ni volver atrás. Despacharon mensageros á todas partes á pedir y requerir les socorriesen, y en el entretanto ni de noche ni de dia no cesaban de fortificar aquella plaza, y reparar las partes de la muque ó de nuevo quedaron maltratadas por la batería pasada, ó de antes eran flacas. Dióles la vida que los enemigos por la priesa no traxeron artillería ni los demas ingenios á propósito de batir: asi toda su porfía salió en vano, ca los nuestros desde la muralla se defendian valientemente, tiraban dardos, saetas, piedras y todo lo demas que les venia á las manos. El mayor debate fué cerca del rio que por allí pasa :

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los del lugar á causa que no tenian dentro fuentes ni cisternas eran forzados á salir al rio á proveerse de agua; los Moros al contrario pretendian sacarle de madre y echarle por otra parte con que (no sin dificultad y sangre de muchos que les hirieron y mataron) últimamente salieron. La gente del Andalucía movida por el riesgo que los suyos corrian, acudieron al socorro; en particular desde Córdoba mil caballos y tres mil infantes debaxo la conducta de Don Alonso de Aguilar, Tenian los enemigos tomados los pasos y atajados los caminos; asi fueron forzados á volver atrás. La esperanza quedaba en Don Enrique de Guzman duque de Medina Sidonia, bien que flaca á causa que demas de las enemistades particulares que tenia con el marques de Cádiz, de nuevo le irritaran con intentar cosa tan grande como era aquella sin darle parte. El amor de la patria prevaleció en su noble ánimo, y la grandeza del peligro comun hizo que se uniesen los que antes andaban discordes y desgustados, Determinó pues de ir á socorrer á los cercados; sacó el estandarte de Sevilla, y juntóse con otros señores, especial con Don Rodrigo Giron maestre de Calatrava y Don Diego Pacheco marqués de Villena. Llevaban cinco mil de á caballo, y como quarenta mil infantes que de todas partes les acudieron en gran número por el gran deseo que tenian de pelear contra los Moros enemigos de Dios. El Rey Don Fernando el mismo dia que tuvo aviso de la toma de Alhama y del riesgo de los nuestros, de Medina del Campo, dexado órden que la Reyna fuese en pos dél, se partió para allá á grandes jornadas. Escribió á los grandes que en su ausencia no inno vasen ni entrasen en tierra de Moros, que era necesario llevar mayores fuerzas y mayor número de gente: el negocio le tenian tan adelante que no podian seguir este órden, mayormente que en la tardanza corrian gran peligro los cercados por la gran falta de agua que padecian; fué este acuerdo que tomaron saludable y acertado, Los bárbaros no esperaron á que los nuestros llegasen, antes sin venir á las manos alzaron el cerco, los cercados, idos los enemigos, salieron á recebir á los que le venian de socorro. Saludáronse y abrazáronse con lágrimas que por la alegría les saltaban. El marques de Cádiz fué el primero á abrazar al duque de Medina Sidonia: dixéronse palabras muy corteses, con que se sosegaron las dife

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