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dueña parienta del Rey) con una saeta enerbolada que le tira ron. Despues desto dexaron en Alhama trecientos caballeros de Calatrava por cuenta de Garci Lopez de Padilla maestre de aquella órden, al que eligieron en lugar de Rodrigo Tellez Giron, y por su muerte, con gravámen que se encargase de la defensa de aquel pueblo. El Rey con la demas gente pasó has ta dar vista á Granada: allí asentó sus reales en un lugar fuerte; tenia seis mil de á caballo, los Infantes apenas eran diez mil. En la ciudad se decia tenian setenta mil combatientes, gran número y que no se puede creer: siempre es mas lo que se dice en estas cosas que la verdad; la misma mentira empero da á entender que la muchedumbre era grande. Sin embargo el Rey Don Fernando talado que hobo toda aquella vega y puesto grande espanto á toda la morismá, gastados en esto cinqüenta dias, volvió con su exército saño y salvo, y alegre por los despojos de los Moros que llevaba á tierra de Christianos. Para la defensa de Alora dexó á Luis Fernandez Portocarrero, y por general de las armadas y del mar nombró á Don Alvaro de Mendoza conde de Castro, persona de grande esfuerzo y prudencia. Pretendia con esto que de Africa no pu'diese venir socorro á los Moros; que por pequeños descuydos 'se suelen perder empresas muy grandes. Pasados los calores del estío, volvieron á la guerrà con el mismo denuedo que antes: batieron un castillo cerca de Málaga llamado Septenil, fuerte y enriscado. Sucedió lo mismo que en Alora, que espantados los de dentro con el ruido y estruendo de la artillería', rindieron la plaza, con libertad que se les dió para irse donde quisiesen con el dinero que les dieron por el trigo y los basti'mentos que allí dexaban, conforme á lo que ciertas personas 'señaladas juzgaron que podia todo valer. Tras esto se enderezaron los nuestros la vuelta de Ronda, ciudad puesta entre montes muy altos y ásperos, y por esta causa, aunque pequeña, inaccesible y fuerte, en especial que la mayor parte está rodeada del rio que por allí corre, y lo restante de peñascos enriscados. Los moradores de aquella ciudad eran diferentes en el trage y vivienda de los demas: Moros muy feroces y arriscados, y para todo lo que sucediese, guarnecidos de soldados y de armas, bastecidos de vituallas, tanto que á los lugares comarcanos que son de la misma aspereza, proveian ellos de

todo lo necesario para su defensa y guarnicion. Todo esto popia en los fieles mayor deseo de acometer aquella ciudad por entender que quitado aquel baluarte, todo lo demas hasta Málaga quedaria muy llano. Llegaron á vista de los muros y de aquel sitio tan bravo: dieron el gasto á los olivares y huertas, que las hay por allí muy buenas. No continuaron estos buenos principios; la falta del dinero para hacer las pagas les forzó á no detenerse mucho en aquel lugar: daño que muchas veces impide y desbarata grandes empresas. Enviada la gente á los invernaderos, el Rey y la Reyna se partieron para Sevilla: llegaron á aquella ciudad á dos del mes de octubre, alegres por los buenos sucesos y por la esperanza que tenian de dar fin á aquella empresa qual todos deseaban: era tan grande este deseo que en medio del invierno por el mes de enero año de 1485. mil y quatrocientos y ochenta y cinco tornaron á la guerra. El invencible ánimo del Rey no sabia sosegar: tenia esperanza de tomar la ciudad de Loxa de rebato y de noche; mas desistió desta empresa por las muchas aguas y temporales del invierno que forzaron á los nuestros á volver atrás, ademas que un soldado muy plático llamado Juan de Ortega les avisó no solo ser temeridad sino locura intentar cosa semejante. Cada dia acudian nuevas compañías de Castilla y señores: entre otros el condestable Pero Fernandez de Velasco, el duque de Alburquerque Don Beltran de la Cueva, Pedro de Mendoza adelantado de Cazorla, Don Juan de Zúñiga maestre de Alcántara, cada qual con su particular banda de gente; acudieron otrosí el maestre de Santiago y el duque de Nájara que se hallaron en las empresas pasadas. Con estos socorros llegaron á nueve mil de á caballo y veinte mil infantes. Pareció, pues el exército era tal, volver á la guerra con mayor denuedo y resolucion que antes. Al mismo tiempo los ciudadanos de Almería tomaron las armas contra su Rey Boabdil: aborrecíale aquella gente como á renegado, y decian que por su cobardía sucedieran los males pasados. Acometieron el palacio, y en él mataron un hermano de Boabdil, y prendieron á su madre, principal causa y atizadora de aquella discordia tan perjudicial que entre padre y hijo antes se levantó: el mismo Rey Moro por estará la sazon ausente de aquella ciudad, luego que le avisaron de aquel desastre, perdida toda esperanza de prevalecer, con al

gunos pocos que le acompañaron, se fué á Córdoba. Por otra parte los moradores de Ronda que eran pocos, y menos que ser solian: tenian cobrado gran miedo: un Moro llamado Ju zeph Xerife dió desto aviso al marqués de Cádiz; pareció seria conveniente acudir en primer lugar á aquella empresa, bien que primero acometieron otros lugares como fué Cohin, que caia cerca de Alora, el qual pueblo tomaron por fuerza, y le echaron por tierra porque á causa de ser muy ancho el circuyto de los muros éra dificultoso ponelle en defensa: murió en la batería Pedro Ruiz de Alarcon, que en esta guerra dió múes. tra como antes en la de Villena de esfuerzo singular, y acabó grandes hazañas. Ganaron otrosí á Cartama, pueblo que conserva su apellido antiguo solamente mudada una letra, ca en tiempo de Romanos se llamaba Cartima, y dél toma nombre todo aquel valle en que este pueblo está, que se llama el valle de Cartama: rindióse á Pedro de Mendoza, y dióse el cargó de defendelle al maestre de Santiago á pedimento del mismo. Hecho esto, con todo el exército pasaron á Málaga, do residia Abohardil hermano de Albohacen, en quien y en su valor ha. que en aquella sazon tenian los Moros puesta su esperanza, por la grande reputacion que ganó quando en el Axarquia (qué asi se llaman los montes de Málaga) destrozó como se dixo gran número de Christianos. Poco efecto se hizo en aquella parte, fuera de cierta escaramuza de menor cuenta; dieron pues la vuelta por el mismo camino que fueron, y revolvieron sobre Ronda. Para cercar la ciudad por todas partes dividieron las gentes en cinco reales ó estancias. El mismo Rey con mayor parte del exército se puso en frente del castillo. Atajaron con gente de guarda, que llaman atajadores, todos los caminos para que no les pudiesen entrar socorro ni provision de parte alguna. Lo que hizo mucho al caso, que se hallaban pocos dentro á causa que parte de los ciudadanos eran idos á hacer correrías por los campos comarcanos del Andalucía. Por esta ocasion los Moros movidos del grande riesgo en que se

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veian, y de los sollozos y lágrimas de las mugeres, y atemori

zados

por la diligencia de los Christianos que de dia ni de noche no reposaban, se hobieron de rendir á veinte y tres dias de mayo á partido: entre otras cosas y condiciones á los mas principales ciudadanos dieron ciertas tierras y posesiones en

Sevilla, de Gonzalo Pizon y de otros, cuyos bienes tenian los inquisidores por sus deméritos confiscados. Hecho esto, pusieron guarnicion en aquella ciudad. Rindiéronse al tanto otros pueblos por aquella serranía, entre ellos los mas princi pales fueron Cazarabonela, y Marbella que está cerca del mar, Era grande el espanto que habia entrado en los Moros: en sus Reyes tenian poca ayuda, el uno andaba huido, y Albohacen por su vejez, enfermedad y poca vista poco les podia prestar. Forzados deste peligro se determinaron de nombrar por su Rey á Muley Abohardil que residia en Málaga, hombre de gran corazon y prudencia. La nacion de los Moros es mudable y desleal, y no se refrena ni por beneficios ni por miedo, ni aun tiene respeto á las leyes y derecho natural, asi el Moro luego aceptó la corona que le ofrecian. Partióse para Granada con este intento. Llegó mas soberbio que antes, por matar de camino noventa hombres de á caballo de los contrarios: salieron estos de Alhama á robar, y llegados hasta la sierra Nevada, estaban alojados con mucho descuydo, que fué causa de su perdicion. Hizo pues su entrada en Granada á manera de triumpho; los ciudadanos luego que llegó, con gran voluntad y grandes gritos le apellidaron y alzaron por Rey. Albohacen al principio desta revuelta se partió para Almuñecar do tenia sus tesoros; allí su cruel hermano le hizo matar no por otro delito mas de por tener nombre y corona de Rey, y por la aficion que todavía le tenian algunos, los que aborrecian la deslealtad del tyrano y su ambicion, y por compasion de aquel viejo trataban de acudille. Para librarse deste peligro y cuydado cometió aquel parricidio, en que se mostró no menos cruel que desleal.

Capítulò vu.

ue nació la Infanta Dofia Cathalina hija del Rey

Que

Don Fernando.

QUEDÓ el Moro muy ufano despues que, muerto su mismo bermano, se hobo alzado con su reyno. La fama del caso se estendió por todas partes: el poder y mando alcanzado por malos

medios y con crueldad suele ser poco durable, y semejantes mal, dades pocas veces pasan sin castigo. Los Christianos quanto era mayor la esperanza que tenian de echar por tierra las fuerzas de aquel estado, tanto se encendian mas en deseo de salir con ello. Recelábanse que con la mudanza del caudillo los enemigos no rocobrasen nuevos brios, y la guerra por esta causa se hiciese mas dificultosa. Acordó el Rey Don Fernando para acudir á todo esto emprender una nueva jornada, y hacer prueba del ánimo que los suyos tenian y de sus fuerzas: los mas eran de contrario parecer, y pretendian convenia dexar descansar á los soldados por estar aquexados con tan continuos trabaxos. Todas las dificultades venció la constancia del Rey, y el exemplo del esfuerzo que daba á todos en no escusar él mismo ningun afan ni riesgo, antes era el primero que salia á la pelea, y el primero que acudía á la fortificacion de los reales: es asi que á los hombres desagrada comunmente que les manden de palabra, y todos obedecen fácilmente al caudillo que con el exemplo les va delante. Ordenó que la masa de las gentes se hiciese en Alcalá la Real por estar aquel pueblo cerca de la frontera: él mismo se partió para allá desde Córdoba á primero de setiembre, si bien los calores eran grandes por ser aquella region mas cálida que lo demas de España. El conde de Cabra encendido en deseo de acometer alguna grande hazaña, movido àsi de su esfuerzo como de las muchas cosas en que los otros señores se señalaran, hizo instancia de ser el primero á entrar en tierra de Moros, como lo hizo, con las gentes de su regimiento y banderas de su cargo, que eran setecientos caballos y hasta tres mil infantes. Diósele órden que llevase: en su compañía á Martin Alonso de Montemayor, y que se pusiese sobre Moclin, que es un pueblo cerca de Granada fuerte por su sitio y murallas: prometió el Rey para aser gurallos que les acudiria con todo el exército. El Conde de dia y de noche apresuró su camino por tomar de sobresalto al nuevo Rey Abohardil, de quien tenia aviso que tenia sus alojamientos allí cerca con mil y quinientos de á caballo y mayor número de gente de á pie. No se le encubrió este intento al enemigo, antes avisado dél, pasó sus gentes á un collado, y al amanecer entre ciertos caminos, ásperos y estrechos dió sobre los Christianos con tal furia que murieron en el rebate los

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