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clin el escudo de aquella ciudad; y así con la pérdida destos lugares casi de todo punto perdieron la esperanza de poderse valer, mayormente que los vencedores pusieron fuego en la vega de Granada y la corrieron los lloros, muertes y estragos por todas partes eran sin cuento. Todavía Abohardil envió parte de su caballería á la puente de los Pinos, muy conocida por los muchos daños que en nuestra gente hicieron los Moros en aquel lugar los años pasados, y esto para que impidiesen á los fieles el paso del rio Genil: quedóse él mismo en la ciudad por recelo no sucediese alguna novedad dentro della. No pudieron impedir los Moros el paso de aquel rio, solamente con gran vocería (á su costumbre) cargaron sobre el postrer esquadron de los que quedaban por pasar, en que iba por capitan Don Iñigo de Mendoza duque del Infantado. Defendiéronse los nuestros valientemente, mas como estuviesen rodeados de gran morisma, que eran no menos que mil de á caballo y diez mil de á pie, y se hallasen muy apretados, fueron ayudados de los demas esquadrones que acudieron á socorrellos. Retiráronse con tanto los Moros, y como los nuestros les fuesen picando por las espaldas, de nuevo se encendió la pelea en los olivares de la ciudad. En esta refriega Don Juan de Aragon -conde de Ribagorza se señaló de muy valiente, y fué gran parte para que la victoria se ganase: acudia á todas partes con su caballo y armas resplandecientes, que era ocasion de que todos los contrarios le pretendiesen herir; libróle Dios, si bien le mataron el caballo, y por lo mucho que hizo aquel dia, pareció á todos igualar en el esfuerzo y valor á su padre. Estaba ya el estío muy adelante, quando el Rey Don Fernando, puestas guarniciones en las plazas que se tomaron, nombró por gobernador para las cosas de la guerra y de la paz á Dọn Fadrique su primo, hijo del duque de Alba, para quitar la competencia que los señores del Andalucía tuvieran entre sí, y el agravio que formaran, si qualquiera dellos fuera antepuesto á los demas. Los Gallegos á esta sazon se alteraban á causa que el conde de Lemos sin embargo de lo que el Rey le tenia mandado, y contra su voluntad se apoderó de Ponferrada villa muy fuerte en aquella comarca, y echó della la guarnicion que la tenia por el Rey, Esto forzó á los Reyes, dexadas las cosas del Andalucía, de acudir á sosegar estos bullicios, Hízose asi:

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Juego que allí llegaron, los vecinos de aquella villa les abrie
ron las puertas. Los soldados se escusaban con el conde, que
les dió á entender lo hecho era órden del Rey y su voluntad :
aceptóse su escusa, y juntamente al conde fué dado perdon,
porque acudió en persona, y se puso en manos del Rey; solo
le penó en quitalle aquel pueblo y algunos otros que quedaron
por la corona Real. Desta manera á un mismo tiempo los Mo-
ros eran combatidos con gran fuerza, y los señores por lo que
al Conde pasó, quedaron escarmentados, y comenzaron á
allanarse para no hacer como lo tenian de costumbre, fuerzas,
robos ni agravios. Sobre todo los Reyes despues de cumplidas
sus devociones en la ciudad y iglesia del apóstol Santiago,,
vueltos á Salamanca en que se detuvieron algunos dias, al
principio del año mil y quatrocientos y ochenta y siete acor
daron de poner en Galicia una nueva audiencia con sus oydo-
res y presidente, y suprema autoridad, á propósito de repri
mir aquella gente de suyo presta á las manos y mover, bullicios,
sin hacer caso de las leyes ni de los jueces ordinarios. En este
medio Don Fadrique hijo del duque de Alba ardia en gran de-
seo de mostrarse y ganar reputacion, acometer alguna haza-
ña señalada. Gran número de Christianos que tenian encerra-
dos en las mazmorras en el castillo de Málaga, daban intencion
que si los fieles sobreviniesen, quebrantarian las prisiones, y
les darian entrada en aquella plaza : seiscientos de á caballo
que envió para este efecto, por ir los rios muy crecidos á
causa de las continuas aguas no pudieron pasar adelante, ni
salir con lo que pretendian. Dentro de la ciudad de Granada,
andaba no menos debate que antes entre los dos Reyes Moros,,
tanto
que
Abohardil con soldados que hizo venir de Guadix y
Baza, acometió el Albaycin y le entró : acudió Boabdil al peli-
gro y rebate con los suyos, y forzó al enemigo á retirarse. Pe-
learon con gran fuerza en la plaza de la mezquita mayor :
ensangrentóse la ciudad malamente, murieron muchos de la
y de la otra parte ; llegó á esta sazon el Rey Don Fernan
do desde Salamanca, y entró en Córdoba á dos de marzo.
Desde allí sabido el aprieto en que se hallaba aquel Rey su
confederado, le envió gente de socorro con el capitan Hernan-
do Alvarez de Gadea alcayde de Colomera: con esta ayuda co-
bró tanto ánimo que no cesaba no solo de defender su partido,

una

1487.

sino tambien de acometer al enemigo con gran ventaja suya y espanto de los contrarios, y no menos estrago de los ciudadanos que pagaban á su costa la locnra de aquellos dos Reyes con la pasion desatinados y sandíos.

Capítulo x.

La ciudad de Málaga se ganó.

TRATABASE en Córdoba, y consultábase sobre la manera que se debia tener en hacer la guerra á los Moros. Los pareceres eran diferentes : unos decian que fuesen sobre Baza, otros que sobre Guadix. El Rey se resolvió de marchar la vuelta de Málaga por ser aquella ciudad á propósito para venir á los Moros socorros de Africa, como les venian, á causa que el mar es angosto, y el paso estrecho por aquella parte. Con esta resolucion sin dar á entender lo que pensaba hacer, salió de Córdoba á siete de abril: llevaba doce mil de á caballo y quarenta mil infantes. Llegados que fueron á tierra de Moros, el Rey descubrió lo que pretendia : dixo en pocas palabras á los soldados qne los llevaba á do tenian la victoria cierta, á causa que hallarian los enemigos desanimados por la discordia que tenian entre sí y por el miedo, y las fuerzas que les quedaban las tenian repartidas en muchas guarniciones. Que si con la alegría acostumbrada y su buen talante se diesen priesa, sin duda saldrian con aquella empresa muy honrosa para todos y de aventajado interés; lo qual hecho, y sugetada con esta traza gran parte de aquella provincia, demas de los otros pueblos y ciudades que ya les pagaban tributos y les reconocian homenage, ¿qué le quedaria al enemigo últimamente fuera del nonbre de Rey? que por sí mismo caeria, aunque ninguno le hiciese fuerza; y con todo eso la gloria de dar fin á cosa tan grande se atribuiria á los que se hallasen en la conclusion y remate. Mirasen quánto era el aplauso y quán gran concurso de gente acudian á animallos para aquella jornada; y era asi, que por do quiera que iban, hombres, niños, mugeres les salian al encuentro de todas partes por aquellos campos, y les echaban mil bendiciones: llamábanlos amparo de España, ven

gadores de las injurias hechas á la Religion Christiana y de los ultrages: que en sus manos derechas y en su valor llevaban puesta la salud comun y la libertad de todos que Dios les diese bueno y dichoso viage, y muy presto la victoria deseada de sus enemigos. Hacian sus votos y plegarias á los Santos para tenellos propicios, y á ellos convidaban á porfía, y cada uno les hacia instancia que tomasen dél lo que les fuese necesario; al contrario la modestia de los soldados era tan grande, que ni querian ser cargosos ni detenerse, ni apartarse de las banderas para recebir refresco ni regalo. Sabida pues la voluntad del Rey y su determinacion con mayor esfuerzo y alegría respondieron que los llevase á la parte que fuese su voluntad y merced, que por su mandado y debaxo de su conducta no esquivarian de acometer qualquier peligro y afan. Comenzó á marchar el exército pareció que debian primero combatir á Velez, que es un buen pueblo cerca de Málaga : con esta resolucion hicieron sus estancias junto al rio que por allí pasa. Sa lieron á escaramuzar los del pueblo, y dieron sobre los Gallegos, gente aunque endurecida con los trabaxos y poco regalo de su tierra, pero no acostumbrada á pelear en ordenanza, sino repartidos por diversas partes y de tropel como sucedia juntarse; asi fueron maltratados: acudieron otros a su defensa, con que los del pueblo mal su grado se retiraron dentro de las murallas. Ganaron los arrabales, y plantaron la artillería para batir los adarves : acudieron los aldeanos del contor, no para dar socorro á los cercados: mas fué el ruido que el provecho. Abohardil luego que supo en Granada el intento de los Christianos, determinó socorrer aquella ciudad, en cuyo peligro consideraba se ponia á riesgo todo su estado con esta resolucion envió á Roduan Vanegas gobernador de Granada y capitan valeroso para que fuese delante, y con él algunas banderas de soldados á la ligera, y espaldas de trecientos de á caballo; prometióles que dentro de pocos dias iria él mismo en persona y los seguiria. Hízose asi. Pretendia Roduan de noche sin ser sentido dar sobre los nuestros y enclavar la artillería : no pudo salir con su intento. Acudió el Rey Moro, y asentó sus reales en cierta fragura que hay cerca de aquella villa; tenia veinte mil hombres de á caballo, y de á pie otros tantos. Todavía su exército ni era tan grande ni tan fuerte como el

contrario; confiaba empero se podria sustentar con la fortaleza del lugar en que se puso: no le valió su traza á causa qué los Christianos cargaron sobre él, y le entraron los reales y saquearon el bagage. El rebato fué tal que todos los Moros se pusieron en huida, cada qual como pensó ó pudo salvarse : lo que fúé peor, qué como vieron á este Rey vencido, los que le eran aficionados le desampararon, y porque volvia sin su exér cito, los de Granada cerraron las puertas al miserable y desgraciado. Hecho esto, alzaron por Rey de comun consenti miento y dieron la obediencia á Boabdil su competidor; que á los que huyen todos les faltan. Los de Velez, perdida toda esperanza de poderse defender, por medio de Rodaán y á su persuasion (ca tenia familiaridad con el conde de Cifuentes desde el tiempo que estuvo preso en Granada) se rindieron á veinte y siete de abril á partido y con condición que tuviesen libertad de irse do les pluguiese, y llevar consigo sus bienes. Luego que fos nuestros quedaron apoderados de aquella plaza sin derramar sangre ni perder gente, un pueblo llamado Bentome que cae allí cerca, á exemplo de Vélez se entregó y reci bio dentro guarnicion de soldados: el gobierno y guarda deste pueblo se entregó á Pedró Navarro, hombre que de baxo sue16 y marinero que fué, salió capitan señalado, mayormente los años adelante. Con esto los de Málaga cobraron gran miedo : dudaban de poder entretenerse mucho tiempo á causa que no lenian esperanza, á lo menos muy poca, de que les viniese socorro; asi el alcayde y gobernador llamado Abenconnixa sălió de la ciudad á tratar de rendirse por intervencion de Juan de Robles, que estuvo mucho tiempo cautivo en Málaga. Ta vieron noticia destos tratos y práticas cierto número de solda. des Berberiscos que allí tenían de guarnicion para defender aquella ciudad: temían no les entregasen á los enemigos, y juntamente indignados de que sin dalles parte se tratase de cosa semejante, acometieron el castillo principal que está sobre aquella ciudad, y se llama el Alcazaba, y se apoderaron del: echaron fuera y degollaron los soldados que tenia de guarnicion, y entre ellos un hermano del mismo Abenconni xa. Tras esto acuden a las murallas, cierran las puertas para que nadie de los ciudadanos pudiese tener habla con los Christianos: si alguno se desmandaba pagaba con la vida; castigo

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