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N sosiego estuvo España los años pasados á causa de hallarse cansada de las muchas guerras que mucho la trabazaron, y porque los Reyes estaban emparentados entre sí, y

TOMO V.

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trabados en muchas maneras con deudo y afinidad: con los Moros de Granada tenian treguas, ó guerras y encuentros de poca consideracion y importancia, dado que no faltaba á los nuestros deseo de desarraygar y deshacer del todo aquella naçion malvada, para lo qual se ofrecia buena ocasion por estar á la sazon los Moros divididos entre sí en parcialidades y bandos, y por el consiguiente alborotados y á puntò de perderse; pero desbarató estos intentos una nueva guerra que por este tiempo se emprendió entre los tres Reyes de España, el de Aragon y el de Navarra de una parte, y de otra el de Castilla, de mayor ruido y porfía que de notable y señalado remate. Lo que aqui pretendemos, es poner por escrito las causas y motipony vos desta guerra, el fin y suceso que tuvo, los juegos de la fortuna variable, y la caida con que Don Alvaro de Luna de la cumbre de prosperidad en que estaba, comenzó la segunda vez á despeñarse sin saberse reparar, que fué justo castigo de Dios por ser el principal atizador y causa de todos estos males y discordias; porque pretendiendo él conservarse por qualquier camino en el poder y grandeza que con buenas ó malas mañas alcanzara, luego que volvió á la corte y fué restituido en su primer lugar y privanza, persuadió al Rey que á los grandes, que debiera antes grangear con servicios y cortesía, los hiciese salir de su casa Real y de su corte, y los mandase retirar á sus casas y estados: consejo muy errado y muy perjudicial, principalmente al que le daba. Pedro Fernandez de Velasco y Pedro de Zúñiga, y Don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente junto con los maestres de Calatrava y Alcántara, sabida la voluntad del Rey, sin dilacion se partieron para sus casas. Quedaban los Infantes de Aragon señores de mayor autoridad que pudiesen fácilmente echallos y despedique pudiesen fácilmente ce llos contra su voluntad; fué tan grande la temeridad de Don Alvaro que se determinó tambien á embestir y chocar con ellos. Primeramente acometió al de Navarra, de quien no solo el pueblo, sino las personas principales decian en público y en secreto que era justo se fuese á su reyno: que cuydaba de las cosas agenas, y se descuydaba de las propias, en lo qual la culpa era era doblada, y era igualmente digno de ser por lo uno y por lo otro reprehendido. Estas murmuraciones y dichos daban gusto á Don Alvaro de Luna, y no menos al Rey de Cas

tilla, porque conforme á la costumbre y inclinacion de los Principes llevaba mal que en su reyno hobiese ninguno que en honra y título se le igualase, y a quien debiese tener respeto. Fuéle intimado por personas que para esto le enviaron, lo que el Rey de Castilla pretendia! La Reyna Doña Blanca su muger al tanto, como la que barruntaba la borrasca que se levantaba, y con el cuydado que el amor qué á su marido tenia, le causaba, envió á Pedro de Peralta por su embaxador para que de su parte solicitase la partida, que asi lo pedian todos los estados del reyno de Navarra, y que esto seria saludable y á propósito asi para sus particulares intentos, como para el bien comun de sus vasallos. Llevaba mal el Navarro los embustes y mañas de Don Alvaro de Luna: todavía vísto que era forzoso sugetarse á la necesidad, habló con el Rey en Valladolid, do á la sazón se hacian las cortes de Castilla: Renovóse la confederación en esta habla, puesta entre los tres Reyes el de Navarra, el de Aragon y el de Castilla. Pusiéronse por escrito las capitulaciones, que por el présenté confirmaron con sus juramentos y firmas los dos Reyes. Al de Aragon que ausente estaba, para que hiciese lo mismo, enviaron un tanto de lo capitulado y de las condiciones por medio del doctor Diego Fratico, hombre prudente, y docto en derechos, demas desto del consejo Real. Asentadas las cosas en esta forma, el Rey dé Navarra se partió á su reyno! el de Aragon despues de muchas dilaciones de que usó antes de responder á lo que Diego Franco le proponia y representaba, últimamente en Barcelona dió por respuesta que aquellas condiciones no le contentaban, que le parecia se debian reformar algunas dellas. Junto con es to, pareciéndole aquel embaxador persona á propósito para sus intentos, envió con él un recaudo secreto á Don Alvaro, en que le avisaba que Pedro Manriqué era el que atizaba todas aquellas disensiones, y ponia discordia entre los Infantes sus hermanos: que era hombre de dos, y aun de muchas caras, ý á cada paso mudaba de color como mejor le venia, por ser de su condición variable y amigo de novedades; por tanto si deseaba mirar por sí, por el bien y pro comun, y por el l el Rey, debia echalle de la corte y no permitir tuviese mano alguna en el gobierno. Desta ofension del Rey de Aragon contra Pedro Manrique no se sabe bien la causa, salvo que por el mismo

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tiempo fué puesto en prision el arzobispo de Zaragoza llamado Don Alonso Argüello, en que murió. Del género de la muerte que le dieron, hobo diversos rumores: unos decian que en la prision le dieron garrote, otros que le echaron en el rio : lo mismo se executó en algunos ciudadanos de Zaragoza. Achacábanles tratos secretos con Don Alvaro de Luna: la verdad era que el demasiado celo que mostraban de que se mantuviesen las paces asentadas antes con Castilla, les acarreó la muerte, y mas la libertad del hablar, ca decian era justo forzar al Rey á guardar lo concertado, y no quebrantar las paces, para que la república no lastase si se hacia lo contrario. Por la muerte del arzobispo fué puesto en su lugar Don Francisco Clemente obispo que á la sazon era de Barcelona. Junto con esto tenian entre si los Reyes hermanos tratos secretos en razon de vengar por las armas los agravios que Don Alvaro de Luna les hacia, y juntar sus fuerzas para destruille. Llamó el Rey de Aragon al infante Don Enrique su hermano al principio del 1429. mes de abril año del Señor de mil y quatrocientos y veinte y nueve. Tuvieron los dos hermanos vistas en la ciudad de Teruel: entendióse (por lo que se vió adelante) que concertaron de levantar gente y mover guerra á Castilla. El Navarro no se halló en esta junta por estar ocupado en diversos negocios de su reyno, y en coronarse por Rey, que hasta entonces se dilatara. Hízose la ceremonia en Pamplona á quince de mayo en esta manera el Rey y la Reyna vestidos de sus paños Reales sus coronas en la cabeza á la manera que los Godos usaban fueron levantados en sendos paveses, y puestos sobre los hombros de los grandes. Alzaron por ellos los estandartes, y fueron en esta forma por un faraute pregonados por Reyes. Luego despues desto se hicieron de secreto levas de gentes en los dos reynos: la voz era para ayudar á las cosas de Francia, la verdad que estaban resueltos de tomar las armas contra Castilla. No se le encubrió esto al Rey de Castilla: enviáronse de la una á la otra parte embaxadas sobre el caso; no aprovechó nada. Los dos Reyes movieron con sus gentes y llegaron hasta Hariza, villa situada á la raya de Aragon, y de los antiguos llamada Arci, en los pueblos dichos Arevacos: iban determinados de meterse por aquella parte y entrar por fuerza en las tierras de Castilla. Con este intento Don Diego Gomez de Sandoval

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conde de Castro metió gente de guarnicion en Peñafiel, y el infante de Aragon Don Pedro, avisado desto, de Medina del Campo donde estaba, acudió al mismo lugar. El Rey de Castilla para resistir á estos intentos hacia en todo su reyno grandes levantamientos de gentes: mandó en particular á los grandes que le acudiesen, y nombradamente llamó al infante de Aragon Don Enrique, y á Don Fadrique de Castro duque de Arjona, nieto que era de Don Fadrique maestre que fué de Santiago y hermano del Rey Don Pedro. Hizo otrosí que á todos los estados de nuevo se tomase juramento que en aquella guerra servirian con todas sus fuerzas y lealmente, y que darian aviso si algunos tratasen de otra cosa y pretendiesen lo contrario, con pleyto homenage y voto que hacian si faltasen en lo que prometian, de ir á Jerusalem á pies descalzos, y que no pedirian en algun tiempo relaxacion del dicho juramento. En Palencia á los primeros de mayo se hizo esta diligencia. Jararon, el primero Don Alvaro de Luna, y consiguientemente Don Juan de Contreras arzobispo de Toledo, Don Lope de Mendoza arzobispo de Santiago, Don Fadrique almirante del mar, Don Luis de la Cerda conde de Medinaceli, los maestres de Calatrava y Alcántara, Don Gutierre de Toledo obispo que fué adelante de Palencia, Don Pedro de Zúñiga, Pedro Manririque, Don Rodrigo Alonso Pimentel, Sarmiento, y con los demas Juan de Tovar señor de Berlanga con otros muchos señores que acompañaran al Rey, todos á porfía quien seria et primero para hacer muestra de su lealtad y obediencia; dentre los quales luego se nombraron quatro capitanes que guardasen las fronteras. Estos fueron el mismo Don Alvaró, el almirante, Pedro Manriqué y Pedro Fernandez de Velasco su yerno. Diéronles dos mil de á caballo, que eran mas nombre de exército que iguales fuerzas á las de Aragon. A Diego Lopezde Zúñiga encargaron fuese en seguimiento de los demas á pequeña distancia y de respeto con un nuevo esquadron de caballos. El mismo Rey con la mayor parte de sus gentes tomó cuydado de ir contra la villa de Peñafiel y sugetalla. Asentó sus reales cerca de las murallas, y á voz de pregonero mandó avisar á los moradores que se rindiesen, con apercibimiento que si se ponian en resistencia y usaban de dilaciones serian dados por traydores. Obedecieron los moradores, con que Don Pe

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