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mas gentes se repartieron por los lugares y puestos que parecian mas convenientes, en particular el de Cádiz con quatro mil de á caballo se encargó de guardar la artillería. Desta manera no podian entrar en la ciudad socorros de fuera, si bien tenia mucha abundancia de vituallas; al contrario en los reales padecian falta de trigo para sustentarse, y de dinero para socorrer y hacer las pagas á los soldados, puesto que de cada dia sobrevenian nuevas compañías. Por el mes de octu. bre llegaron los duques Don Pedro Manrique de Najara, y Don Fadrique de Alba vestido de luto por su padre que falleció poco antes: el almirante Don Fadrique asimismo acudió, y el marqués de Astorga, pocos dias despues llegó la Reyna con la Infanta Doña Isabel su hija, y en su compañía el cardenal de Toledo y otros prelados. La venida de la Reyna (como yo pienso) fué causa que los cercados perdiesen el ánimo y el brio por entender se tomaba el cerco muy de propósito. Trocóse pues de repente el gobernador de la ciudad llamado Hacen el Viejo, que tenia tambien cuydado de la guerra. Por una plática que con él tuvo Gutierre de Cárdenas comendador mayor de Leon, dado que se pudiera entretener mucho tiempo, se inclinó á concertarse: comunicó el negocio con su Rey que estaba en Guadix; acordaron de rendir la ciudad muy fuera de lo que los Christianos cuyda ban. Concluidas las capitulaciones y concierto, que fué á quatro de diciembre, el dia siguien, te el Rey y la Reyna con mucha fiesta á manera de triumpho entraron en aquella ciudad: la guarda y gobierno della encomendaron á Diego de Mendoza adelantado de Cazorla y hermano del cardenal de España. Puso esto mucho espanto á los comarcanos, y fué ocasion que muchos lugares de su voluntad se rindieron y para mas seguridad dieron rehenes, y prove yeron de trigo y de todo lo necesario en abundancia entre estos lugares los principales fueron Taberna y Seron. Lo que es mas, Guadix y Almería, ciudades que cada una dellas pudiera sufrir un muy largo cerco, cosa maravillosa, sin probar á defenderse se entregaron; el mismo Rey Abohardil vino en ello que junto á Almería, donde acudió el campo, salió á verse con el Rey Don Fernando que le recibió muy bien y le hizo grande fiesta. Demas desto dos castillos fortísimos cerca el uno del otro y ambos puestos sobre el mar se ganaron el uno

llamado Almuñecar en que solian estar los tesoros de los Reyes Moros y su recámara, el otro fué Salobreña que los antiguos llamaron Selambina, puesto en los pueblos llamados Bástulos sobre el mar Ibérico en un sitio muy áspero y muy fortificado, á propósito de tener como tenian los Moros allí guardados los hijos y hermanos de los Reyes á manera de cárcel. La tenencia deste castillo se encomendó á Francisco Ramirez natural de Madrid, general que era de la artillería: caudillo que se señaló de muy esforzado asi bien en esta guerra como en la de Portugal: señalóse otrosí y aventajóse entre los demas en el cerco de Baza Martin Galindo ciudadano de Ecija, que pretendia en esfuerzo y valor semejar á su padre Juan Fernandez Galindo caudillo de fama, y uno de los mas valientes soldados de su tiempo. Concluidas cosas tan grandes, en Guadix se hizo alarde del exército á postrero de diciembre, entrante el año de nuestra salvacion de mil y quatrocientos Ꭹ 1490. noventa. Hallaron conforme á las listas que faltaban veinte mil hombres, los tres mil muertos á manos de los Moros, los demas de enfermedad. No pocos por la aspereza del invierno se helaron de puro frio, género de muerte muy desgraciado : los mas que murieron desta manera era gente baxa, forrageros y mochilleros, asi fué menor el daño.

Capítulo xiv.

Que Don Alonso Príncipe de Portugal casó con la Infanta
Doña Isabel.

cerca.

El fin y destruicion de aquella gente bárbara, y de aquel reyno que contra razon se fundó en España, se llegaba muy Apretábalos el Rey Don Fernando sin faltar punto á la buena ocasion que el cielo le presentaba, como Príncipe animoso, diligente, astuto y recatado, feroz en la guerra, y despues de la victoria manso y tratable. Por medio de Gutierre de Cárdenas comendador mayor de Leon: que sirvió muy bien y con mucho esfuerzo en esta guerra, se tomó asiento y se hicieron las capitulaciones con aquel Rey bárbaro, humillado y caido. En virtud del concierto le hizo merced de la villa de

Fandarax que está en la sierra de Granada, con otras alquerías, aldeas y posesiones por allí que rentaban hasta en cantidad de diez mil ducados con que se pudiese sustentar: pequeña recompensa y consuelo de la pérdida de un reyno; tanto menos digno era de tenelle compasion por dar (como dió) principio á su reynado por la muerte cruel de su mismo hermano. A los Moros de nuevo conquistados se concedió que poseyesen sus heredades como antes; pero que no morasen dentro de las ciudades, sino en los arrabales, á propósito que no se pudiesen fortificar ni alborotarse: para lo mismo les quitaron tambien toda suerte de armas. Publicáronse estas capitulaciones y concierto en Guadix. Los Reyes por fin de diciembre se partieron de allí, y por Ecija fueron á Sevilla. Por todo el camino los pueblos los salian á recebir, y los miraban como á Príncipes venidos del cielo; y ellos con haber concluido en tan breve tiempo cosas tan grandes representaban en sus rostros y aspecto mayor magestad que humana. Los Príncipes estrangeros, movidos por la fama de hechos tan grandes, les enviaban sus embaxadores á dar el parabien, y á porfia todos pretendian su amistad. Sobre todos el Rey de Portugal, cosa tratada de antes, pretendia para el príncipe Don Alonso su hijo á la infanta Doña Isabel hija mayor de los Reyes, como prenda muy cierta de una paz perpetua que resultaria por aquel medio entre aquellas dos coronas. Envió para este efecto á Fernando Silveyra justicia de Portugal, y á Juan Texeda su chânciller mayor; por cuya instancia en Sevilla á diez y ocho de abril se concertó este casamiento que á todos venia bien y á cuento, mayormente que la esperanza de efectuar el casamiento de Francia faltaba á causa que aquel Rey queria casarse con madama Ana duquesa de Bretaña. Las alegrías que se hicieron en el un reyno y en el otro por estos desposorios, fueron grandes, menores en Portugal por ocasion que el mes siguiente falleció en Avero la infanta Doña Juana hermana de aquel Rey, sin casar por no querer ella, bien que muchos la pretendieron y ella tenia partes muy aventajadas: la hermosura de su alma fué mayor y sus virtudes muy señaladas, de que se cuentan cosas muy grandes. Tampoco la alegría de Castilla les duró mucho, si bien la doncella desde Constantina partió á Portugal á once de noviembre. En su compañía el cardenal

de España y Don Luis Osorio obispo de Jaen, los maestres de Santiago y de Alcántara, los condes, el de Feria Don Gomez de Figueroa, y el de Benavente Don Alonso Pimentel con otra mucha nobleza, todo á propósito de representar magestad; que parece aquellas dos naciones andaban á porfía sobre quál se aventajaria en arreo, libreas y galas. A la ribera del rio Ca ya que corre entre Badajoz y Yelves, se hizo la entrega de la novia á los señores Portugueses que salieron para recebilla y acompañalla; el principal el duque Don Emanuel que sucedió adelante en aquel casamiento y en el reyno: asi lo tenia el cielo determinado. Acudieron el Rey de Portugal y su hijo á Estremoz pueblo de aquel reyno: para mas honrar la esposa la hicieron sentar en medio, y el suegro á la mano izquierda. Allí se hicieron los desposorios á veinte y quatro de noviembre que fué miércoles, y el dia siguiente se velaron por mano del arzobispo de Braga que es la principal dignidad de Portugal. Los regocijos y alegrías de la boda por espacio de medio año se continuaron en Ebora y en Santaren, do fueron los Prínci pes. No hay gozo puro ni duradero entre los mortales, segun se vió en este caso: todos estos regocijos se trocaron en lloro y en duelo por un desastre no pensado. Salió el Rey en aquella villa una tarde á la ribera del rio Tajo: el príncipe Don Alonso que iba en su compañía, quiso con Juan de Meneses correr en sus caballos á la par; en la carrera su caballo que era muy brioso, tropezó, y con su caida maltrató al Príncipe de manera que en breve espiró. Quán grande haya sido el llanto de sus padres, de su esposa, y de todo el reyno, no hay para que decillo: quexábanse con lágrimas muy verdaderas que tantas esperanzas y tantos regocijos en un dia y un momento se trocasen en contrario. Su cuerpo sepultaron entre los sepulcros de sus antepasados. Las honras se le hicieron á la costumbre de la tierra muy grandes: acompañaron su cuerpo el Rey y toda la nobleza enlutados. La princesa Doña Isabel sin gozar ape. nas del principio de su desposorio, y que en tan breve tiempo se via desposada, casada y viuda, en una litera cubierta y cerrada se volvió á sus padres y á Castilla. Desta manera las cosas de yuso, , y los gozos en breve tiempo se revuelven, y truecan los temporales. La tristeza que cargó, del Rey su suegro, fué que della le sobrevino una enfermedad lenta de que quatro

tal

TOMO V.

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años adelante falleció. Fundó en Lisboa poco antes de su muerte el hospital Real, que es un principal edificio, y él mismo se halló á echar la primera piedra, y debaxo della se pusieron ciertas medallas de oro como se acostumbra en señal de perpetuidad. No dexó hijo legítimo; solo quedó Don Jorge ha. bido en una dama llamada Doña Ana de Mendoza, el qual bien que muy niño, procuró y hizo quedase nombrado por maestre de Avis y de Santiago en Portugal. Por su muerte comenzó en aquel reyno una nueva línea de Reyes: Don Emanuel primo del Rey muerto, y hijo de Don Fernando duque de Viseo como pariente mas cercano sin contradicion sucedió en aquella corona. Hijo deste Rey fué el Rey Don Juan el Tercero, nieto el príncipe Don Juan, que por morir muy mozo no llegó á heredar el reyno: asi sucedió en él á su abuelo el Rey Don Sebastian hijo deste Príncipe; el qual por su muerte, que los Moros le dieron en Africa, dexó el reyno de Portugal primero al cardenal Don Enrique su tio mayor, y despues dél á Don Philipe Segundo Rey de Castilla sobrino tambien del cardenal, y nieto del Rey Don Emanuel por parte de su madre la Emperatriz Doña Isabel : tal fué la voluntad de Dios, á quien ninguna cosa es dificultosa; todo lo que le aplace se hace y cumple. Dexado esto para que otros lo relaten con mayor cuydado y á la larga, volvamos con nuestro cuento á la guerra de Granada.

Capítulo xv.

Que los nuestros talaron la vega de Granada.

DESEABA el Rey Don Fernando concluir la guerra de los Moros que traia en buenos términos. Una dificultad muy grande impedia sus intentos: esta era que demas de la fortaleza de la ciudad de Granada, guarnecida, municionada y bastecida asaz, tenia empeñada su palabra en que prometió los años pasados al Rey Boabdil que él y todos los suyos no recibirian agravio ni daño alguno. Ofreciase una muy buena ocasion para sin contravenir al concierto sugetar aquella ciudad: esto fué que los ciudadanos sin tener cuenta con el peligro que

de

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