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te, tanto con mayores muestras de amor procuraban ganar str gracia.

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Como et Rey de Aragon y sus hermanos fueron presos.

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Con las muertes del senescal Juan Caracciolo, y de Ludovico duque de Anjou y de la Reyna Doña Juana parecia que al Rey de Aragon se le allanába del todo el camino para apoderarse dél reyno, de Nápoles por estar sin cabeza, sin fuerzas, sin conformidad de los naturales, y sin ayudas de fuera, y como dado en presa á quien quiera que le quisiese echar la mano. Muchos de los señores sea por entender lo que se imaginaba era forzoso, sea por el odio que tenian al gobierno del pueblo que en ninguna cosa sabe templarse, comunicado entre sí et negocio, se apoderaron de Cápua con su castillo: ciudad muy á propósito para hacer la guerra. Desde allí por medio de Raynaldo de Aquino, que enviaron sobre el caso á Sicilia, ofrecieron sus fuerzas y todo lo que podian al Rey de Aragon con tal que se apresurase, y no los entretuviese con esperanzas, pues era forzoso usar de presteza antes que la parcialidad contraria se apercibiese de fuerzas. Hallábanse con el Rey de Aragon trés hermanos suyos, todos de edad muy á propósito y de naturales excelentes. Don Pedro quedó en Sicilia para recoger y juntar toda la demas armada : el Rey con el de Navarra y Don Enrique solamente con siete galeras del puerto de Mecina se hizo á la vela. Tomó primero la isla de Ponza, despues la de Ischia, y finalmente llegó á Sessa, do gran número de señores eran idos desde Cápua á esperar su venida ; el mas principal de todos era Antonio Marsano duque de Sessa. Tratose en aqueHla ciudad de la manera como debian hacer la guerra: acordaron de comun parecer en primer lugar poner cerco sobre la ciudad de Gaeta. A siete de mayo se juntaron sobre ella la armada de Aragon y la gente de tierra que seguia á los señores Neapolitanos, con que la sitiaron por mar y por tierra. Vino eso mesmo con sus gentes el príncipe de Taranto. El Rey de Aragon se apoderó del monte de Orlando que está sobre la ciu

dad, con que tenía gran esperanza de tomalla por hallarse á la sazon los cercados no menos faltos de vituallas que llenos dé miedo. Inclinábanse ellos á entregarse; mas los Ginoveses que eran en gran número, á causa de sus mercadurías y tratos de que aquella, nacion saca grandes intereses, se resolvieron con gran determinación de defender la ciudad. Tomaron por sư cabeza á Francisco Espínula hombre principal, y que en gran manera atizaba á los demas: con este acuerdo hicieron salir de la ciudad toda la gente flaca, á los quales el de Aragon recibió muy bien. Hízoles dar de comer y enviólos salvos á los lugares comarcanos: humanidad con que ganó grandemente las voluntades así de los cercados como de toda aquella provincia y nacion. Avisado el senado de Génova del aprieto en que los suyos estaban, y porque así lo mandaba Philipo duque de Mis lan, acordarón enviar de socorro una armada guarnecida de gente y bastecida de trigo y de municiones. Señalaron por ge neral de la armada á Blas Assareto, hombre á quien la destreza en las armas, y conocimiento de las cosas del mar, de lugar muy baxo, y de muy pobre que era en su mocedad, levantó á aquel cargo: llevaba doce naves gruesas, dos galeras y una galeota. El Rey de Aragon, avisado de la venida desta armada de Génova, le salió al encuentro con catorce naves gruesas y once galeras. Embarcáronse con él y por su exemplo casi todos los señores con cierta esperanza que llevaban de la victoria. Los Aragoneses llegaron á la isla de Ponza, la armada de los enemigos surgió á la ribera de Terracina. Avisaron los Ginoveses con un rey de armas que enviaron al Rey de Aragon, que su venida no era para pelear, sino para dar socorro á sus ciudadanos y proveellos de vituallas; que si esto les otorgaba y les daban lugar para hacello, no seria necesario venir á las manos. Fué grande la risa de los Aragoneses, oida esta embaxada, y no pocos los denuestos que sobre el caso dixeron. Con esto tomaron las armas y ordenaron los unos y los otros sus baxeles. Antes de comenzar la pelea tres naves de los Ginoveses apartadas de las demas se hicieron al mar, con órden que sé alargasen, y quando la batalla estuviese trabada, acometiesen á los contrarios por las espaldas. Los Aragoneses por pensar que huian, sin ningun órden acometieron á las demas naves enemigas no de otra suerte que si la presa y la victoria tuvie

rán en las manos; solamente temian no se les escapasen por la ligereza. El Rey de Aragon con su nave embistió la capitana contraria. El general Ginovés con gran presteza dió vuelta con sú nave, y con la misma cargó por popa la Real con saetas, dardos y piedras en gran número, que por su gran peso y por el lastre estaba trastornada. Con el mismo denuedo se acometieron entre sí las demas naves y se abordaron : trabadas con garfios peleaban no de otra manera que si estuvieran en tierra. Sobrepujaban en número de gente y de naves los Aragoneses, pero su muchedumbre los embarazaba, y muchos por estar marcados mas eran estorbo que de provecho; los Ginoveses por estar acostumbrados al mar así marineros como soldados en destreza y pelear se aventajaban. Las galeras no hicieron efecto alguno por estar las naves entre sí trabadas, y ser de muy mas alto borde. La pelea se continuaba hasta muy tarde, quando las tres naves de los Ginoveses, que al principio parecia que huian, dando la vuelta acometieron de través las Reales, causa de ganar la victoria. Entraron los enemigos y saltaron en la Real: amonestaban á los que en ella peleaban, se rindiesen. Era cosa miserable ver lo que pasaba, la vocería y alaridos de los que mataban y de los que morian: ninguna cosa se hacia con órden ni concierto, todo procedia acaso. La nave del Rey con los golpes del mar hacia agua: avisado del peligro en que estaba, dixo que se rendia á Philipo duque de Milan, bien que ausente. En la mesma nave prendieron al príncipe de Taranto y al duque de Sessa; en otras doce naves que vinieron en poder de los enemigos, otro gran número de cautivos, entre ellos el Rey de Navarra, al qual al principio de la pelea libró de la muerte Rodrigo Rebolledo que tenia á su lado. Fué preso asimismo Don Enrique de Aragon : de Don Pedro no concuerdan los autores, unos dicen que se halló en la batalla, y que escapó con tres galeras cubierto de la escuridad de la noche; otros que con la demas armada que traia de Sicilia, llegó á la isla de Ischîa al mismo tiempo que se dió la batalla. Fueron demas de los dichos presos Ramon Boil virey que era de Nápoles, Don Diego Gomez de Sandoval conde de Castro con dos hijos suyos Fernando y Diego, Don Juan de Sotomayor, Iñigo Dávalos hijo del condestable Don Ruy Lopez Dávalos, junto con un nieto del mismo, hijo de Beltran su hijo, que se decia Iñigo de Guevara,

y desde España acompañaron á los Reyes para esta guerra de Nápoles. Despues de la victoria, que fué tan señalada y memorable, los de Gaeta con una salida que hicieron, ganaron los reales de los Aragoneses, y saqueron el bagage, que era muy rico por estar allí las recámaras de príncipes tan grandes : las compañías que quedaran allí de guarnicion, y los soldados parte fueron presos de los enemigos, otros huyeron por los despoblados y por sendas desusadas. ¿Quién no pensará que con esto el partido de Aragon y sus cosas quedaban acabadas, perdida aquella jornada y la victoria que parecia tenian entre las manos? entendimientos ciegos de los hombres, consejos impróvidos, y varias mudanzas y truecos de las cosas! Todo fué muy al contrario, que este revés sirvió á los vencidos de escalon para recobrar mas fácilmente el reyno, y perder la libertad les fué ocasion de mayor gloria: ¿quién tal creyera? quién lo pensara? Desta manera los pensamientos de los hombres muchas veces se mudan en contrario, gobernados y encaminados no por la loca fortuna, sino por mas alto y mas secreto consejo. Dia viernes á cinco de agosto se dió esta batalla cerca de la isla de Ponza, que fué de las mas señaladas del mundo..

Capitulo x.

Como el Rey de Aragon y sus hermanos fueron puestos en

:

libertad.

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DADA que fué la batalla, los vencedores dieron la vuelta á Génova allí quedó la mayor parte de los cautivos que se to.. maron, como por premio del trabaxo y del gasto. Los Reyes y muchos de los nobles presos que llegaban á trecientos llevaron á Milan : el mismo general Ginovés con ellos hizo su entrada á manera de triumpho nobilísimo, y qual de mucho tiempo atrás no se vió en parte alguna. Toda la Italia estaba suspensa y á la mira como usaria aquel Duque de aquella nobilísima victoria; y sus fuerzas que antes eran temidas de los de cerca, comenzaron á poner espanto á los que caian mas lexos. Temian quisiese aquel Príncipe de condicion orgulloso acometer á hacerse señor de toda Italia con la codicia que te÷

TOMO V.

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nia de mandar, y por estar exercitado en guerras contiras. El mismo se hallaba muy dudoso de lo que en aquel caso se debia hacer, y qué resolucion seria bien tomar : revolvia en su pensamiento muchas trazas : si forzaria á los Reyes que tenia en su poder, á recebir algunas condiciones pesadas, si haria que se rescatasen á dinero, cosa que de presente traxera provecho y contento pero era de temer que no vengasen adelante aquella injuria con sus armas y las de sus amigos, y despues de vencidos (como tenian de costumbre) volviesen á las armas y á la guerra con mayor brio. Pensaba si los recibiria y trataria con mucha honra, y con ponellos en libertad sin rescate haria le quedasen mas obligados: honroso acuerdo fuera este, y que pondria admiracion á todo el mundo. Consideraba por otra parte que no era consejo prudente por ganar renombre y fama perder tan buena ocasion de ensanchar su señorío y aventajarse, y jugar á resto abierto por esperanza que pocas veces sale cierta y verdadera, en especial que los hombres tienen costumbre, quando los beneficios son tan grandes que no Jos pueden pagar, recompensallos con alguna grave injuria y sik ingratitud señalada. En fin prevaleció el deseo de loa, y de fama: trató á aquellos Príncipes en su casa con mucha honra y regalo como si fueran sus compañeros y amigos. Hecho esto, se resolvió de soltallos y enviallos cargados de muy grandes presentes. Con esta resolucion dió muy grata audiencia al Rey de Aragon, que un dia en su presencia trató muy á la larga, y probó con muchos exemplos que los Franceses de su natural eran desapoderados sin poner término al deseo de ensanchar su señorío: que muchas veces trataran de derribar y deshacer á los Duques de Milan, ý no tenian mudados los corazones: si se acostumbrasen á las riberas de Italia, luego que se apoderasen del reyno de Nápoles, fácilmente se concertarian con Jos Ginovesés que les eràn amigos y vecinos, sin reparar ni desistir de intentar nuevas empresas hasta tanto que se viesen apoderados de toda Italia: que su padre Juan Galeazo y sus antepasados nunca se aseguraron de los intentos de Franceses. Estas cosas se trataban en el castillo de Milan, y estas práticas andabàn quando madama Isabel por mandado de su marido Renato Duque de Anjou, que como queda dicho estaba preso, pasó por mar primero á Génova, despues á Gaeta, y

arra

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