Imágenes de páginas
PDF
EPUB

treinta y quatro mil de á caballo y veinte y ocho mil infantes, repartidos conforme á la posibilidad de cada una de las partes. La voz era para defender la iglesia y cada qual sus estados; el intento pera echar á los Franceses de Italia. Adelantóse este negocio con tanto secreto que el mismo embaxador de Francia Philipe de Comines señor de Argenton, persona de gran prudencia y experiencia, que se hallaba en Venecia, no supo nada, y quedó de tal manera espantado que dándole la razon de lo hecho el duque de Venecia Augustin Barbadico, como fuera de sí le preguntó si el Rey su señor podria volver seguro á Francia. Mucho se trocaron las cosas despues desto, mayormente que los Neapolitanos se arrepentian de lo hecho á causa de los malos tratamientos y agravios que de ordinario recebian de Franceses, cuyas demasías por todas partes eran grandes. Asimismo el duque de Milan se via apretado por haberse el duque de Orliens apoderado de la ciudad de Novara, ademas que tenia aviso que el Francés por medio de su armada pretendia alteralle y sacar de su obediencia lo de Génova, tanto que le fué forzoso acudir con toda humildad á Venecianos para que le ayudasen. El Rey de Francia avisado de lo que pasaba, porque no le atajasen el camino, determinó con toda brevedad dar la vuelta. Antes de su partida nombró por virey de Nápoles á Gilberto duque de Mompensier príncipe de la sangre: con él dexó parte de su exército y otros capitanes de fama. Por otra parte envió á pedir al Papa la investidura de Nápoles, y que deseaba pasar por Roma para comunicar algunas cosas con su Santidad. Quanto á la investidura, respondió el Papa que estaba aparejado á hacer justicia, y dar la sentencia conforme á lo que hallase: en lo de la ida de Roma, que no podria ser sin grande escándalo por estar el pueblo muy indignado contra los Franceses. Con esta respuesta que no fué nada gustosa, apresuró el Rey su partida. Salió de Nápoles á veinte de mayo: llegó en breve á Roma; no halló allí al Papa que por no asegurarse de la voluntad del Francés se retiró á Perosa. Pasó el Rey de Roma á Toscana : detúvose algunos dias en Sena, y sin tocar á Florencia llegó á Pisa. Pretendian Jos Florentines les entregase aquella ciudad como se lo tenia prometido. La instancia y lágrimas de los Pisanos, que le suplicaban los conservase en la libertad que les dió, fueron tan

tás que le movieron á no determinarse. Partió de allí á Lombardía. Acudió para atajalle el camino Francisco marqués de Mantua, al qual la señoría de Venecia nombrara por general de sus gentes. El Francés rehusaba por su poca gente de venir á las manos con los contrarios, y se apresuraba para juntarse con el duque de Orliens, pero no pudo escusar la batalla. Juntáronse los campos á las riberas de Tarro, rio que pasa á una legua de la ciudad de Parma. El de Venecianos alojaba junto á Fornovo, aldea asentada á la raiz de los montes. El Francés se puso á la entrada de aquel valle; allí rompieron los exércitos, y se dió la batalla, que fué una de las mas famosas de Italia, en que los Italianos desbarataron los primeros esquadrones de los Franceses; mas como por tener la victoria por suya se embarazasen en robar el carruage y tomar la artillería, los Franceses tuvieron lugar de recogerse y volver en ordenanza con tal denuedo que rompieron á los contrarios con gran matanza que en ellos hicieron. Vióse el Rey en gran peligro porque le mataron la gente de su guarda, y aunque vencedor, no pudo alcanzar de los contrarios le diesen treguas de tres dias; por donde fué forzado á cencerros atapados partirse para Aste. Ayudóle para no recebir algun daño y revés grande que aquel rio con su creciente impidió á los Italianos que no le pudiesen tan presto seguir, aunque de los caballos ligeros que se adelantaron, y de la gente de la comarca, que pretendian atajalle los pasos, recibió algun daño. En la batalla murieron pasado de quatro mil Italianos. El de Mantua sin dilacion se puso sobre Novara, donde tuvo al de Orliens muy apretado.

Capítulo x.

Que el Rey Don Fernando entró en Nápoles.

APENAS el Francés era salido de Nápoles, quando las cosas comenzaron á trocarse en gran manera. La armada de España estaba en el puerto de Mecina, y por su general el conde de Trivento. Acudieron allí los Reyes desposeidos Don Alonso y Don Fernando, y la Reyna viuda Doña Juana. Gonzalo Fernandez de Córdoba á causa del tiempo contrario con la gente

,y

que llevaba, se detuvo algunos dias en Mallorca y en Cerdeña; en fin aportó á Mecina á los veinte y quatro de mayo en sazon que ya el Rey Don Fernando se apoderara de Rijoles con su fortaleza y otros lugares comarcanos de Calabria: provincia en que por orden del Rey de Francia quedó por gobernador Everardo Estuardo señor de Aubeni, un capitan muy valeroso y de fama. A Gonzalo Fernandez se entregaron Rijoles, Cotron y Amantia con otras plazas de aquella comarca para que conforme á lo que tenian tratado, las tuviese en nombre de su Rey hasta tanto que se le pagasen los gastos que en aquella guerra se hiciesen, y tambien para asegurar lo de Sicilia. Hobo alguna diferencia entre el nuevo Rey y Gonzalo Fernandez á causa que el Rey con todas sus fuerzas pretendia, pospuesto todo lo al, ir luego á Nápoles, para donde le convidaban aquellos ciudadanos aun desde antes que el Rey de Francia partiese de aquella ciudad. Gonzalo Fernandez no queria desamparar lo de Calabria do tenia aquellas fuerzas, y aun confiaba que todo lo demas tomaria la voz de España por la aficion que mostraban de estar debaxo el amparo del Rey Cathólico. Acordaron de ir á Semenara, pueblo que tenian muy apretado los Franceses. El señor de Aubeni con su gente se puso en un sitio por do los nuestros forzosamente habian de pasar. Vinieron á las manos; fué vencido el Rey, y aun fuera muerto, ό preso, porque le mataron el caballo, si un caballero de su casa llamado Juan Andrés de Altavila no le socorriera con el suyo, con que el Rey escapó, y el caballero quedó muerto en el campo: grande lealtad para tiempos tan estragados. Dióse esta batalla, que fué al cierto muy famosa, á los veinte y uno de julio. Recogiéronse los nuestros á Semenara. Desde allí el Rey se partió para Sicilia con determinacion de pasar á Nápoles antes que la nueva de aquella desgracia allá llegase. Gonzalo Fernandez, desamparado aquel pueblo por no poderse defender, se fué con sus gentes á otras partes de Calabria, donde en breve se apoderó de diversas plazas y lugares sin parar hasta que allanó toda aquella provincia. El Rey con setenta naves que halló en el puerto de Mecina, casi sin otra gente mas que los marineros, alzó velas, y en breve llegó á vista de Nápoles: entró en la ciudad el mismo dia que se dió la batalla de Tarro, es á saber á los seis de julio. Fué grande el alegría de los Nea

politanos; alzaron las banderas por su Rey. El pueblo tomó las armas, saquearon las casas de los príncipes de Salerno y Bisiñano: el de Mompensier se recogió á Castelnovo y en su compañía el de Salerno. Los de Capua hicieron lo mismo que los de Nápoles, y todo lo de la Pulla se entregó al nuevo Rey, Salerno y otras ciudades sin número. Asimismo con la nueva que llegó de la batalla de Tarro, Próspero y Fabricio Colona capitanes de gran nombre, y cabezas de aquella casa tan poderosa, se concertaron con el Rey de Nápoles, y dexado el partido de Francia, se pasaron al suyo. Por el contrario los Ursinos se pusieron de la parte de Francia, cuyos prisioneros eran el conde de Pitillano y Virginio Ursino. Los castillos de Nápoles todavía quedaban por los Franceses: apretábanlos los contrarios; un Moro que estaba dentro del monasterio de Santa Cruz, que le tenian tambien por Francia, dió aviso á Don Alonso Dávalos marqués de Pescara que le daria entrada en aquel monasterio: acudió el marqués de noche para hacer el concierto á un portillo de la muralla, donde aquel hombre alevosamente le hirió de muerte con un pasador. Esta desgracia se tuvo por muy grande, por ser este caballero de gran valor, y general por su Rey en aquella guerra. Dexó un hijo muy pequeño que se llamó Don Fernando, y adelante fué capitan muy señalado: en su lugar nombró el Rey por su general á Próspero Colona. Los castillos al fin se rindieron, y poco antes el de Mompensier y el de Salerno en la armada que allí tenian, se fueron á Salerno, ciudad que habia tornado á estar por Francia. En esta guerra de Nápoles se descubrió una nueva manera de enfermedad que se pegaba principalmente por la comunicacion deshonesta: los Italianos le llamaron mal Francés: los Franceses mal de Nápoles; los Africanos mal de España. La verdad es que vino del nuevo mundo, do este mal de las bubas es muy ordinario; y como se hobiese desde allí derramado por Europa como lo juzgan los mas avisados, por este tiempo los soldados Españoles le llevaron á Italia y á Nápoles. La isla Tenerife una de las Canarias se sugetó este año á la corona de los Reyes de España por gentes y soldados que para este efecto se enviaron. El Rey de aquella isla traido á España, de allí le enviaron á Venecia en presente á aquella señoría. A Alonso de Lugo en premio de lo que trabaxó en la

conquista desta isla y de Palma, se dió titulo de adelantado de Canaria. Con esto todas aquellas islas se acabaron de conquistar y sugetar á la corona de Castilla, empresa que se comenzó muchos años antes deste tiempo.

Capítulo XI.

De la muerte del Rey de Portugal.

PROCURABA el Rey Cathólico con todo cuydado que los Reyes de Portugal y de Ingalaterra entrasen en la liga que los demas Príncipes tenian hecha contra el Rey de Francia: escusóse el de Portugal por estar de tiempo antiguo muy aliado con Francia, y poco satisfecho del Papa por no venir como él lo procuraba en legitimar á su hijo Don Jorge, habido fuera de matrimonio en una noble dueña; al qual él pretendia por este medio nombrar por su sucesor, tanto que juntamente trató con el Emperador que era su primo, renunciase en él el derecho que decia tener al reyno de Portugal, que era todo abrir la puerta para grandes revueltas. Del Inglés no solo pretendia que entrase en la liga, sino que emparentase con España por medio de una de las Infantas que casase con el heredero de 'aquel Rey. Hízose lo uno y lo otro, pero adelante. El Rey de Portugal andaba en esta sazon muy doliente de hydropesía: con deseo de tener salud se fué al Algarve para usar de los baños, que los hay allí los mejores de Portugal. No prestó nada este remedio, antes en breve le apretó el mal y falleció en Alvor á los catorce de setiembre. Nombró en su testamento por sucesor suyo á Don Manuel duque de Beja su primo hermano, hijo de Don Fernando su tio; verdad es que si muriese sin hijo, sustituia en su lugar á Don Jorge, al qual encomendaba diese de presente el maestrazgo de Christus, y le hiciese duque de Coimbra, y dél descienden los duques de Avero. Tuvo sin duda este Principe de bueno y de malo. Favoreció á los hombres virtuosos y de valor: fué amigo de justicia, de agudo natural, y de muy altos pensamientos (1). Traia en la boca siem

[blocks in formation]
« AnteriorContinuar »