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ya para dar el asalto, quando la fortuna, que tiene por costumbre de jugar y burlarse en las cosas humanas, y mezclar las cosas adversas con las prósperas, trastornó todos los intentos del Rey de Aragon con un muy triste desastre. Fué asi que el Infante Don Pedro de Aragon á veinte y tres de octubre, por la mañana salido de los Reales, se adelantó un poco para atalayar la ciudad. En esto dispararon una pelota de un tiro de artillería desde la Iglesia de Nuestra Señora de los Carmelitas, con que le hirieron y mataron. Tres veces saltó la bala, y con el quarto salto que dió, le quebró la cabeza: el cuerpo muerto fué llevado á la Madalena. Acudió á la triste nueva el Rey Don Alonso su hermano, y besado el pecho del difunto: << Diferente alegría (dice) esperaba de tí, ó hermano, eterna honra de nuestra patria y partícipe de nuestra gloria. Dios haya tu alma.» Junto con esto con sollozos y lágrimas á los que presentes se hallaron: «Este dia (dixo) soldados, hemos perdido la flor de la caballería y de toda la gala: ¡ con quánto dolor digo estas palabras! » Murió en lo mas florido de su mocedad, en edad de veinte y siete años, sin casarse. Hallóse en muchas guerras, y en ellas ganó prez y honra de valeroso: depositáronle en el castillo del Ovo. Los soldados vulgarmente y tambien la muchedumbre del pueblo tuvo por mal agüero la muerte de Don Pedro, en especial que con las muchas aguas no se podia batir la ciudad, ni dar el asalto: por esto alzado el cerco, se retiraron á Capua. El marqués de Girachi Juan Veintemilla en este medio enviado al encuentro contra Renato, que acudia con gentes para socorrer á los cercados, se encontró con él en el valle de Gardano. Prendió con su llegada al improviso algunos de los enemigos, con que los demas fueron forzados á doblar el camino, y por otra parte pasar á tierra de Nola. Esto hecho, el Veintemilla con su esquadron en ordenanza se volvió al cerco de Nápoles. El Rey Don Alonso con intento que tenia de volver á la guerra luego que el tiempo diese lugar y se abriese, se determinó de llamar desde España los otros dos sus hermanos. El deseo que tenia de ganar el reyno de Nápoles, era tal que mostraba no hacer caso. de los reynos que su padre le dexó, si bien comenzaban á ser trabaxados por un buen número de gente francesa, que por estar acostumbrada á robar, dehaxo de la conducta de Alexan

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dra Borbón hijo bastardo de Juan duque de Borbon rompió por aquellas partes. Llevaban otrosí por capitan á Rodrigo Villandrando, persona que aunque era Español y natural de Valladolid, sirvió muy bien al Rey de Francia en las guerras contra los Ingleses, y de soldado particular llegó á ser capitan, y alguna vez tuvo debaxo de su regimientó diez mil hombres, Era robusto de cuerpo, muy colérico. Estaba aquella gente acostumbrada debaxo de aquellos capitanes á vivir de rapiña, talar y saquear pueblos y campós como los que tenian el robo por sueldo, y la codicia por gobernalle: hicieron entrada por el condado de Ruysellon. Fué grande el cuydado en que pusie.. ron á los naturalés, á la Réyna de Aragon y al Rey de Navarra. Mas fué el miedo que el daño: en breve aquella tempestad se sosegó á causa que los Franceses por la aspereza del tiempo dieron la vuelta ácia otra parte, y se retiraron sin hacer en aquel estado algun daño notable. Aciago año y desgraciado fué este para Portugal asi bien por la pérdida tan grande que hicieron en Africa, como por la peste que se derramó casi por todo aquel reyno con muerte de gran número de gente. El mismo Rey Don Duarte en el convento de Tomar en que por miedo se retiró, de una fiebre que le sobrevino, finó á los nueve de setiembre martes. Asi lo hallo en las corónicas; mas por quanto añaden que hobo aquel dia un grande eclipse del sol, es forzoso digamos que finó viernes á los diez y nueve de aquel mes en que fué la conjuncion, y por consiguiente el eclipse. Príncipe que en su reynado no hizo cosas muy notables á causa del poco tiempo que le duró, ca reynó solos cinco años y treinta y siete dias. Fué aficionado á las letras. Dexó escrito un libro de la forma como se debe gobernar un reyno. Ordenó que el hijo mayor de aquellos Reyes en adelante se Hamase Principe, como se hacia en Castilla. Sus hijos fueron Don Alonso el mayor, que le sucedió en el reyno, bien que no pasaba de seis años: Don Fernando duque de Viseo, maestre de Christus y de Santiago, y condestable de Portugal, cuyos his. jos fueron Doña Leonor Reyna de Portugal, y Doña Isabel duquesa de Berganza, y fuera de otros hijos que tuvo muchos, Don Diego á quien dió la muerte el Rey Don Juan su cuñado, ser Rey de Portugal.

y Don Manuel, que llegó finalmente á

Fué asimismo hija del Rey Don Duarte la Emperatriz Doña

Leonor muger de Federico Tercero, y madre de Maximiliano: Doña Cathalina, que estuvo concertada con diversos Príncipes y con ninguno casó; finalmente Doña Juana muger de Don Enrique el Quarto Rey de Castilla. El gobierno del reyno por la poca edad del nuevo Rey quedó encomendado á la Reyna Doña Leonor su madre: asi lo dexó dispuesto el Rey difunto en su testamento, cláusula de que resultaron grandes debates por estrañar los naturales ser gobernados de muger, en especial estrangera. Bien es verdad que algunos tenian por ella, obligados por algunas mercedes recebidas antes, ó movidos de algun particular interés. Corrian peligro de venir á las manos y ensangrentarse: finalmente prevalecieron los que eran mas en número y mas fuertes. Juntáronse para tomar acuerdo sobre el caso. Salió nombrado por gobernador el Infante Don Pedro duque de Coimbra, y tio del nuevo Rey. El sentimiento de la Reyna por esta causa fué qual se puede pensar. Despachó sus cartas y embaxadores para querellarse del agravio á sus hermanos, y tambien al Rey de Castilla su cuñado y primo, diligencias que poco prestaron.

Capítulo XIV.

De las alteraciones de Castilla.

Por el mes de agosto pasado huyó el adelantado Pedro Manrique, su muger y dos hijas que con él estaban, del castillo de Fuentidueña en que le tenian preso: descolgóse con cuerdas que echaron por una ventana; fueron participantes y le ayudaron algunos criados del alcayde Gomez Carrillo, de que resultaron nuevas alteraciones. El almirante Don Fadrique y Don Pedro de Zúñiga conde de Ledesma se aliaron con el adeJantado, y se concertaron para abatir á Don Alvaro de Luna. Juntáronse con ellos para el mismo efecto Juan Ramirez de Arellano señor de los Cameros, y Pedro de Mendoza señor de Almazan, y Don Luis de la Cerda conde de Medinaceli: allegáronseles poco despues el de Benavente, Juan de Tovar señor de Berlanga, y los dos hermanos Pedro y Suero Quiñones, fuera destos el obispo de Osma Don Pedro de Castilla, que en

aquella revuelta de los tiempos estaba apoderado de muchos castillos, cosa que era de grande importancia para llevar adelante estos intentos. No era fácil executar lo que pretendian, por la gran privanza, poder y autoridad de Don Alvaro. Juntaron en Medina de Ruyseco caballos, armas, soldados y todo lo al que era á propósito para la guerra. El Rey de Castilla para prevenir estos intentos y práticas con presteza desde Madrigal por el mes de febrero, principio del año mil y quatro 1439. cientos y treinta y nueve, se partió para Roa. Iban en su compañía el Príncipe Don Enrique su hijo, el mismo Don Alvaro, los condes de Haro y de Castro, el maestre de Calatrava, los prelados, el de Toledo y el de Palencia : demas destos fray Lope de Barrientos, que poco antes subió á ser obispo de Segovia en premio de las primeras letras que enseñó al Príncipe Don Enrique. Enviaron los conjurados sus cartas al Rey con mucha muestra de humildad: contenian en suma que ellos estaban aparejados para hacer lo que les fuese mandado como vasallos leales, hijos de tales y tan nobles padres, con tal que él mismo ó su hijo el Príncipe los mandasen : que no sufrian que el reyno fuese gobernado á voluntad de ningun particular, ni que qualquiera que fuese, estuviese apoderado del Rey, cosa que ni las leyes de la provincia lo permitian, ni ellos debian disimular afrenta y mengua tan grande. ¿Si por ventura era justo que ni la autoridad de los magistrados, ni la nobleza, ni las leyes se pudiesen defender de un hombre solo, ni enfrenalle? Que si en esto se pusiese remedio, y se diese traza, á la hora dexarian las armas que forzados por su defensa tomaran. A esta carta no dió el Rey alguna respuesta: á la sazon habia llegado Rodrigo de Villandrando de Francia con quatro mil caballos que traia para servir al Rey, con promesa que le darian en premio de su trabaxo el condado de Ribadeo. El de Navarra y su hermano el Infante Don Enrique determinados de ayudarse de la ocasion que las révueltas de Castilla les presentaban, y con deseo de recobrar los estados que los años pasados les quitaran, con quinientos de á caballo se metieron por las tierras de Castilla. No se sabia al principio lo que pretendian por esto en un mismo tiempo los convidaron á seguir su partido por una parte el Rey, y por otra los conjurados. Ellos tomado su acuerdo, se resolvieron que el de Navarra

fuese á Cuellar, do se hallaba el Rey de Castilla', 'y don Enrique á Peñafiel, pueblo que fué suyo antes. Era su intento estar á la mira, y aguardar como se disponian aquellas alteraciones, y en que paraban, y seguir el partido que pareciese mejor y mas á propósito para recobrar sus estados. Entretanto que esto pasaba, Iñigo de Zúñiga hermano del conde de Ledesma con quinientos de á caballo que traja, se apoderó de Vallado .01 lid, villa grande y rica de muchas vituallas. Luego que esto vino á noticia de los conjurados, acudieron allí gran número dellos. El Rey de Castilla alterado con esta nueva y por mies do que aquella rebelion de los suyos no fuese causa de algun grande inconveniente y daño, pasó á Olmedo para desde cerca sosegar aquellas alteraciones, sobre todo para traer á sú ser. vicio al Infante Don Enrique. Con este intento en diversas partes hobo hablas del Rey y del Infante, primero en Renedo, despues ene Tudela, y últimamente en Tordesillas: pláticas todas por demas, porque el Infante despues que hobo entre tenido la una y la otra parte, al fin se llegó á aquellos señores conjurados; entendióse que con acuerdo del Rey de Navarra : que pretendia para todo lo que pudiese suceder en aquella re, vuelta, dexar entrada y tenella para reconciliarse con la una y con la otra parte. Ademas que muchos de los señores que seguian al Rey y poseian los pueblos que quitaron á los Infan› tes, con diferentes mañas entretenian el efectuarse las pacesį por tener entendido que no podrian quaxar, si no se restituian en primer lugar aquellos pueblos. Andaba la gente congoxada y suspensa con sospechas de nueva guerra. Personas religiosas y muy graves, por su santa vida ó por letras y erudicion venerables, se pusieron de por medio. Hablaron con aquellos señores; y representáronles el peligro que todos corrian si in, quietaban el reyno con aquellas diferencias fuera de tiempo; aunque fiasen de sus fuerzas, que no era cordura trocar lo cierto con lo dudoso, y aventurallo: el comenzar la guerra era cosa muy fácil, el remate sin duda seria perjudicial, por lo menos á la una de las partes: por tanto que mirasen por sí y por el reyno, y con su porfía sin propósito no échasen á perder las cosas que tan floridas estaban : que todavía se podrian hacer las paces y amistades, pues aun no se habian ensangrentado entre sí; mas si las espadas se teñian una vez en

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