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dido; verdad es que ya muy noche á instancia del Rey de Navarra su suegro volvió á palacio y á su padre. Para mas sosegalle dieron órden de celebrar sus bodas con mayor presteza que pensaban. A Doña Blanca su esposa traxo la Reyna su madre á la raya de Navarra, dende Don Alonso de Cartagena obispo de Búrgos, el conde de Haro y el señor de Hita, que enviaron para este efecto, la acompañaron hasta Valladolid. Allí á veinte y cinco de setiembre se celebraron las bodas con grandes fies, tas. En una justa ó torneo fué mantenedor Rodrigo de Mendoza mayordomo de la casa Real : regocijo muy pesado; murieron en él algunos nobles á causa que pelearon con lanzas de hierros acerados á punta de diamante, como se hace en la guerra. Sacaron todos los señores ricas libreas y trages á porfía, hicieron grandes convites y saraos, ca á la sazon los nobles no menos se daban á estas cosas que á las de la guerra y á las armas. Aguó la fiesta que la nueva casada se quedó doncella, cosa que al principio estuvo secreta: despues como por la fama se divulgase, destempló grandemente la alegría pública de toda la gente. Por el mismo tiempo en Francia se trató de hacer las paces entre los Ingleses y Franceses. Púsose de por medio el duque de Borgoña, que encomendó este cuydado á Doña Isabel su muger persona de sangre Real, tia del Rey de Portugal, conforme á la costumbre recebida entre los Franceses que por medio de las mugeres se concluyan negocios muy graves. A la raya de Flandes fué Doña Isabel, y vinieron los embaxadores Ingleses: comenzóse á tratar de las paces, empresa de gran dificultad, y que no se podia acabar en breve. Dióse libertad á Cárlos duque de Orliens : vinieron en ello el Rey de Ingalaterra, en cuyo poder estaba, y el duque de Borgoña, tambien interesado á causa de la muerte de su padre, que los años pasados se cometió en Paris. Para concluir esta querella el Borgoñon por su rescate pagó al Inglés quatrocientos mil ducados, y se puso por condicion que entre los Borgoñones y los de Orliens hobiese perpetuo olvido de los disgustos pasados, y que por estar aquel Príncipe cautivo sin muger para mas seguridad casase con Margarita hija del duque de Cleves, y de hermana del duque de Borgoña. Desta manera veinte y cinco años despues que el duque de Orliens en las guerras pasadas fué preso cerca de un pueblo llamado Blangio, volvió á su pa

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tria y á su estado, y en lo de adelante guardó lo que puso con sus contrarios con mucha lealtad: el casamiento asimismo, que concertaron como prendas de la amistad, se efectuó.

Capítulo XVI.

Como el Rey de Castilla fué preso.

En el mismo tiempo que se hacian los regocijos por las bodas del príncipe Don Enrique con Doña Blanca, falleció el adelantado Pedro Manrique, persona de pequeño cuerpo, de gran ánimo, astuto, atrevido, pero buen Christiano, y de gran industria en qualquier negocio que tomaba en las manos. Sucedióle en el adelantamiento y estado su hijo Diego Manrique, que fué tambien conde de Treviño. Don Alvaro dado que ausente, y residia de ordinario en Escalona, todavía por sus consejos gobernaba el reyno : cosa que llevaban mal los alterados, y mas que todos el Príncipe Don Enrique, tanto que al fin deste año dexado su padre se partió para Segovia, mostrándose aficionado al partido de los Infantes de Aragon. Ayudaba para esto Juan Pacheco como su mayor privado que era, soplaba el fuego de su ánimo apasionado. La ciudad de Toledo tornó otra vez á poder de Don Enrique de Aragon, ca Pero Lopez de Ayala le dió en ella entrada contra el órden expreso que tenia del Rey: añadieron á esto los de Toledo un nuevo desacato, que prendieron los mensageros que el Rey enviaba á quexarse de su poca lealtad. Alterado pues el Rey, como era razon, á grandes jornadas se partió para allanalla: iba acompañado de pocos, asegurado que no perderian respeto á su magestad Real; pero como quier que no le diesen entrada en la ciudad, reparó en el hospital de San Lázaro, que está en el mismo camino real, por donde se va á Madrid. Salió Don Enrique de Aragon fuera de la puerta de la ciudad acompañado de docientos de á caballo: los del Rey en aquel peligro bien que tenian alguna esperanza de prevalecer, el miedo era mayor, por ser en pequeño número para hacer rostro á gente armada; con todo esto tomaron las armas, y fortificáronse como de repente pudieron con trincheas y con reparos. Fuera muy

grande la desventura aquel dia, si el infante Dón Enrique por no hacerse nas odioso si hacía algun desacato á la magestad Real, sin llegar á las manos no se volviera á meter en la ciudad. Esto fué dia de la Circuncision, entrante el año mil y 1441. quatrocientos y quarenta y uno. Mostróse muy valeroso en defender al Rey, y fortificar el hospital en que estaba, el capitan Rodrigo de Villandrando: en premio y para memoria de lo que hizo aquel dia, le fué dado un privilegio plomado, en que se concedió para siempre á los condes de Ribadeo que todos los primeros dias del año comiesen á la mesa del Rey, y les diesen el vestido que vistiesen aquel dia. El Rey partió para Torrijos: dexó para guarda de aquel lugar á Pelayo de Ribéra señor de Malpica con ciento de á caballo: desde allí pasó á Avila; acudió Don Alvaro á la misma ciudad para tratar sobre la guerra. que tenian entre las manos. Con su venida se irritaron y desabrieron mas las voluntades de los Príncipes conjurados; la mayor parte dellos alojaba en Arévalo : hasta la misma Reyna de Castilla daba orejas á los cosas que se decían contra el Rey por estar más inclinada y tener mas amor á su hijo y á sus hermanos. Fueron de parte del Rey á aquel lugar los obispos de Búrgos y de Avila para ver si se podria hallar algun camino de concordar aquellas diferencias. Hizo poco fruto aquella embaxada. Diego de Valera, un hidalgo que andaba en servicio del príncipe Don Enrique, escribió al Rey una carta desta sustancia: « La debida lealtad de súbdito no me consiente callar, como quiera que bien conozco no ser pequeña osadía hacer esto. Quantos trabaxos haya padecido el reyno por la discordia de los grandes, no hay para que relatallo : seria cosa pesada y por demas tocar con la pluma las menguas de nuestra nacion y nuestras llagas. Las cosas pasadas fácilmente se pueden reprehender y tachar, lo que hace al caso es poner en ellas algun remedio para adelante. Tratar de las causas y movedores destos males, ¿qué presta? sea de quien se fuere la culpa, pues estais puesto por Dios por gobernador del género humano, debeis principalmente imitar la clemencia divina y su benignidad en perdonar las ofensas de vuestros vasallos: entonces la clemencia merece mayor loa quando la causa del enojo es mas justificada. Llamamos á vuestra Alteza padre de la patria: nombre que debe servir de aviso, y traeros á la memoria el

amor de padre, que es presto para perdonar y tardío para castigar. ¿Dirá alguno cómo se podrán disimular sin castigo desacatos tan grandes ? Por ventura no será mejor forzar por mal aquellos que no se dexaron vencer por buenas obras? Verdad es esto, todavía quando en lo que se hace, hay buena voluntad, no deseo de ofender, el yerro no se debe llamar injuria. En ninguna cosa se conoce mas la grandeza de ánimo (virtud propia de los grandes príncipes) que en perdonar las injurias de los hombres ; y es justo huir los trances varios y dudosos de la guerra, y anteponer la paz cierta á la victoria dudosa, la qual si bien estuviese muy cierta, la desgracia de qualquiera de las partes que sea vencida, redundará en vues, tro daño: que por vuestros debeis contar señor los desastres de vuestros vasallos, Ruego á Dios que dé perpetuidad á las mercedes que nos ha hecho, conserve y aumente la prosperidad de nuestra nacion, incline sus orejas á nuestras plegarias, y las vuestras á los que os amonestan cosas saludables. El sea de vos muy servido, y vos de los vuestros amado y temido. » Leida esta carta delante del Rey y despues en consejo, diversamente fué recebida conforme al humor de cada qual. Todos los demas callaban, solo el arzobispo Don Gutierre de Toledo con soberbia y arrogancia ; « Dénos (dice) Valera ayuda, que consejo no nos falta,» Fué este Valera persona de gran ingenio, dado á las letras, diestro en las armas, demas de otras gracias de que ninguna persona (conforme á su poca hacienda ) fué mas dotado. En dos embaxadas en que fué enviado á Alemania se señaló mucho: compuso una breve historia de las cosas de España, que de su nombre se llama la historia Valeriana; bien que hay otra Valeriana de un arcipreste de Murcia qual se cita en estos papeles. El príncipe Don Enrique llamado por su padre fué á, Avila para tratar de algun acuerdo de paz: en estas vistas no se hizo nada. El Príncipe vuelto á Segovia, suplicó á las dos Reynas su madre y su suegra (la qual á la sazon se hallaba en Castilla) se llegasen á Santa María de Nieva para ver si por medio suyo se pudiesen sosegar aquellas parcialidades. En aquella villa falleció la Reyna de Navarra Doña Blanca primer dia de abril: sepultáronla en el muy devoto y muy afamado templo de aquella villa: asi se tiene comunmente, y grandes autores lo dicen, dado que ningun rastro hoy se halla

de su sepultura, ni allí ni en Santa María de Uxue, donde mandó en su testamento que la llevasen; que hace maravillar haberse perdido la memoria de cosa tan fresca. Los frayles de Santo Domingo de aquel monasterio de Nieva afirman que los huesos fueron de allí trasladados, mas no declaran quándo ni á qué lugar. Sucedió en él reyno Don Carlos príncipe de Viana su hijo como heredero de su madre: no se llamó Rey sea por contemplacion de su padre, sea por conformarse con la voluntad de su madre, y que así lo tenian antes concertado. Este príncipe Don Carlos fué dado á los estudios y á las letras, en que se exercitó no para vivir en ocio, sino para que ayudado de los consejos y avisos de la sabiduría, se hiciese mas idóneo para gobernar. Andan algunas obras suyas, como son las Ethicas de Aristóteles que traduxo en lengua castellana, una breve historia de los Reyes de Navarra; demas desto elegantes versos, trovas y composiciones, que él mismo solia cantar á la vihuela, mozo dignísimo de mejor fortuna y de padre mas manso: era de edad de veinte y un años quando su madre finó. Con la muerte desta señora cesaron las práticas de la paz, y la Reyna de Castilla se volvió á Arévalo, do antes se tenia. La llama de la guerra se emprendió en muchos lugares. Los principales capitanes y cabezas de los alterados eran Don Enrique de Aragon, y el almirante del mar y el conde de Benavente. Hacíase la guerra en particular á las comarcas de Toledo : Don Alvaro de Luna desde Escalona con sus fuerzas y las de su hermano el arzobispo de Toledo defendia su partido con gran esfuerzo los sucesos eran diferentes, quando prósperos, quando desgraciados. Iñigo Lopez de Mendoza cerca de Alcalá, villa de que se apoderara, y se la habia quitado al arzobispo de ToJedo, en una zalagarda que le paró Juan Carrillo adelantado de Cazorla, se vió en gran peligro de ser muerto, tanto que degoHlados los que con él iban, él mismo herido escapó con algunos pocos. Por el mismo tiempo junto á un lugar llamado Gresmonda un esquadron de los malcontentos fué desbaratado por la gente de Don Alvaro. Pereció en la refriega Lorenzo Dávalos, nieto del condestable Don Ruy Lopez Dávalos, cuyo desastre desgraciado cantó el poeta cordovés Juan de Mena con versos llorosos y elegantes; persona en este tiempo de mucha erudicion, y muy famoso por sus poesías y rimas que com

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