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dro de Aragon y con él el conde de Castro Don Diego Gomez de Sandoval se recogieron á la fortaleza. Dióse á los moradores perdon de haber cerrado las puertas y no se rendir luego: no pareció por entonces combatir el castillo por no gastar mucho tiempo en el cerco. Los Reyes de Aragon y de Navarra entraron en las tierras de Castilla, y rompieron por la parte de Cogolludo, villa asentada en los confines de la antigua Carpetania y de los pueblos que llamaban Arevacos. Asentaron sus reales en lugar llano y descubierto. Los capitanes de Castilla en un collado legua y media distante. Eran los Aragoneses y Navarros en número de dos mil y quinientos caballos, mil infantes todos bien armados, soldados viejos y pláticos en muchas guerras. En los reales de Castilla se contaban mil y setecientos caballos, quatrocientos infantes. Los Reyes deseosos de pelear luego el dia siguiente un viernes primero de julio movieron ordenadas sus haces. Amonestaron con pocas palabras, conforme al tiempo, á cada qual de las esquadras y compañías que hiciesen el deber: que por culpa de pocos andaba el reyno de Castilla revuelto, quebrantadas las leyes, profanadas las cosas sagradas: ellos á quien mas que á nadie tocaba acudir al remedio y procuralle, desterrados, despojados de sus bienes, de sus hijos, mugeres y amigos, hasta el derecho comun de contratacion les quitaban: que ni aun les consentian hablar al Rey de Castilla para amonestalle lo que á él le convenia, y dar de sí razon, por lo qual era forzados á tomar las armas y valerse dellas: que del suceso de aquella batalla dependia la paz pública, la salud y dignidad de la una nacion y de la otra por tanto, dada la señal, estuviesen á punto y aparejados para acometer á los contrarios, que aunque fueran mas, no tendrian dificultad en desbaratallos por venir desarmados y ser gente poco exercitada, y al contrario, ellos tan usados en las armas y en pelear: «tanto mas que en número y en esfuerzo les haceis ventaja. Ni tienen reales los enemigos, ni están fortificados: el cielo nos ofrece ocasion de grande gloria, el qual á nos es favorable, á los contrarios ha quitado el entendimiento para que en nada acierten. Animaos pues, y en este dia echad el sello á todas las victorias pasadas, á los trabaxos y honra ganada. » Adelantáronse al son de los pífaros y atambores: llegaron, á vista de los enemigos, quando Don Alvaro de

Luna, considerado el peligro, mandó rodear con los carros el lugar en que alojaban, determinado de no pelear sino con ventaja y buena ocasion, ó forzado. El infante Don Enrique por una parte y por la otra el adelantado Pedro Manrique tuvieron habla: dixéronse denuestos y quemazones sin que otro efecto se siguiese. Acudieron los unos y los otros á las armas, trabáronse algunas escaramuzas. El cardenal de Fox legado del Papa en Aragon, que andaba entre las unas haces y las otras, amonestaba hora á estos, hora á aquellos que sosegasen; en fin les persuadió que pues era ya tarde, dexasen para el dia siguiente la batalla. La dilacion de aquella noche puso remedio á los males. La Reyna de Aragon hembra de ánimo varonil llegado que hobo adonde las gentes alojaban, hizo armar su tienda en medio de los dos campos y por su industria con buenos partidos se hicieron las paces, y luego que los capitanes de Castilla las hobieron jurado, se dexaron las armas. Y si bien las gentes de Castilla se quedaron en el mismo lugar, los Reyes de Aragon y Navarra sin hacer mal ni daño volvieron atrás, El infante Don Enrique los dias pasados estuvo á punto (por tratado que tenia) de tomar con engaño y apoderarse de la ciudad de Toledo, y por no haber salido con este deseño poco antes de la refriega se fuera á juntar con sus hermanos: al presente, confiado en las capitulaciones de la paz, por Sigüenza pasó á Uclés, resuelto, si no le guardaban lo asentado de mover nuevos alborotos con ayuda de los de su valía. Sin embargo el Rey de Castilla con la fuerza de sus gentes y exército apresuraba su camino: llevaba mas de diez mil de á caballo y cinqüenta mil infantes, todos número. Fuéronse para él la Reyna de Aragon su hermana y el cardenal de Fox: avisáronle de los conciertos y amonestáronle dexase las armas. El encendido en deseo de satisfacerse, y feroz por la esperanza que llevaba de la victoria, respondió que las capitulaciones no eran válidas por ser hechas sin su mandado, que era justo castigar la insolencia de los dos Reyes. Tenia sus estancias cerca de Belamazan, pueblo situado á la ribera de Duero. Llegó allí Don Fadrique duque de Arjona y conde de Trastamara, Llegado que hobo á la presencia del Rey, fué preso : lleváronle al castillo de Peñafiel, que en este comedio era venido en poder, del Rey donde falleció el año siguiente: notable lástima asi por su edad

como por ser ser de sangre Real, como tambien por venir sin esperar salvo-conducto, creo confiado y asegurado de su buena conciencia contra el crímen de traycion que le cargaban, es á saber de sentir con los infantes de Aragon. La discordia civil es madre de sospechas, y contraria muchas veces á la inocencia. Los buenos suelen en tal ocasion ser tenidos por mas sospechosos que los malos en especial si aman el sosiego. La sepultura deste Príncipe se ve cerca de Carrion en tierra de Campos en un monasterio que se llama Beneviere, con su lucillo y letrero que le hizo poner Pero Ruyz Sarmiento su sobrino hijo de su hermana, y primer conde que fué de Salinas. Entró el Rey de Castilla luego por las tierras de Aragon con grande espanto de aquella tierra. Los labradores con sus ganados y ropilla se recogian á lugares fuertes: los soldados ponian fuego á las aldeas que quedaban yermas, y talaban los campos. Llegaron los reales hasta Hariza, villa fuerte por estar asentada en un alto: recogiéronse los moradores al castillo, y con esto saquearon y en gran parte le quemaron. En el mismo tiempo como estaba acordado hacian tambien entradas por las tierras de Navarra gentes de Castilla debaxo la conducta de Pedro Velasco general de aquellas fronteras. Tomaron por fuerza á San Vicente villa de Navarra, y le pusieron fuego á causa que por quedar el castillo por los Navarros no se podia conservar. Por otra parte el obispo de Calahorra y Diego de Zúñiga su sobrino se apoderaron de la villa de la Guardia y de su castillo. Fuera de esto el conde de Benavente Don Rodrigo Alonso Pimentel como le era mandado, con parte del exército no cesaba de apoderarse de los pueblos y castillos que el infante de Aragon Don Enrique poseia en Castilla: él desamparada la villa de Ocaña, que era cámara de su maestrazgo, se fué á Segura, castillo asentado á la raya de Portugal y á la ribera del rio Guadiana. Allí dexó la infanta su muger, y él se volvió á Truxillo por ver si ya que le tomaron los demas pueblos de su estado pudiese entretenerse y hacer algun daño por aquella comarca en las tierras del Rey. Acudióle luego su hermano el infante Don Pedro, que por miedo de aquella tempestad se retiró á aquellos lugares, mozo de gran corazon, y muy diestro en las armas por el uso que dellas alcanzó en las guerras de Nápoles.

Capitulo n.

Del fin desta guerra.

MUCHO se adelantaron las cosas de Castilla quier para ganar reputacion y mantenerse en su honra, quier para vengar y castigar el atrevimiento de los Aragoneses y Navarros, pues por tantas partes y en tantas maneras los apretaron. Poner sitio al castillo de Hariza era cosa larga, y poco lo que en tomalle se interesaba, que fué la causa porque el Rey de Castilla dió la vuelta con sus gentes y soldados á Medinaceli, mas alegres por la victoria que ricos con la presa. Con esto y con poner diversas guarniciones en aquellas fronteras deshizo el campo y dió licencia á los soldados para irse á invernar y volverse á sus casas. El mismo Rey al fin del otoño se partió para Medina del Campo á tener córtes de su reyno, que para allí tenia aplazadas. Con su partida los enemigos recobraron ánimo. El Navarro se era ido á defender su reyno: el de Aragon juntadas sus gentes se métió por las tierras de Castilla por la parte y comarca de la ciudad de Soria, por donde antiguamente se tendian los pueblos llamados Celtiberos. Apoderóse de la villa de Deza, ganó los castillos de Ciria y Borovia; y con ellos á Bozmediano: el castillo se le entregó el alcayde por dineros. Fué grande la presa de ganados y trigo, tomaron muchos prisioneros: con esto las gentes y soldados sin recebir algun daño se volvieron á Calatayud de do salieron. A la raya de Portugal por la parte que corre Guadiana y baña las tierras de Estremadura, los Infantes de Aragon con mayor libertad y ganancia hacian sus cabalgadas y presas de ganados, de que hay en aquellas.comarcas gran muchedumbre por la abundancia de los pastos; los quales enviaban á Portugal no obstante que el conde de Benavente quien esto tenia encomendado, les hacia resistencia, pero no era bastante para estorballos. Por esta causa Don Alvaro de Luna acudió en persona á reparar aquel daño, y para el mismo efecto á su llamado Pero Ponce señor de Marchena, que era un caballero muy poderoso y rico en el Andalucía. Enviaron sus reyes de armas á pedir la presa, emienda y resti

tucion de los daños, y ninguna cosa alcanzaron fuera de buenas palabras, porque el Rey de Portugal de secreto les hacia espaldas, y holgaba de los trabaxos y alteraciones de Castilla por serle muy á propósito para afirmarse él mas y arraygarse en aquel su reyno de que se apoderara. Sucedió á la misma sazon que los Infantes de Aragon por no hallarse con fuerzas iguales á Don Alvaro de Luna, quemados los arrabales de Truxillo, fortificaron aquella plaza que se tenia por ellos, y en la fortaleza pusieron buena guarnicion de soldados; demas desto por sí mesmos de sobresalto se apoderaron de Alburquerque, villa fuerte y de importancia á la raya, de Portugal: por todo esto las voluntades de sus contrarios quedaron mas irritadas. Pareció grave daño, especial la pérdida de Alburquerque, porque se temia que los Portugueses se fortificasen en aquel pueblo, puesto que entre Portugal y Castilla habia treguas, mas no estaban de todo punto concertadas las paces, y menos las voluntades conformes. Determinó el Rey acudir á aquel daño convidado por Don Alvaro, y esto para que con mayor autoridad y fuerza se hiciese todo, y la honra de la victoria que es peraban, y de concluir aquella empresa quedase por el mesmo Rey. Sucedió al revés de lo que cuydaban, porque si bien tomaron la villa y fortaleza de Truxillo y á Montanges, no hobo órden de apoderarse de Alburquerque ; así con dexar allí por capitanes y fronteros al maestre de Alcántara y Don Juan hijo de Pero Ponce, el Rey y Don Alvaro dieron la vuelta, y se partieron para Medina del Campo. En la toma de Truxillo sucedió una cosa memorable. Estaba el condestable Don Alvaro dentro de la villa: la fortaleza se tenia por el Infante Don Enrique. Tratóse con el alcayde que la rindiese : impedíalo un bachiller Garci Sanchez de Quincoces, que tenia gran parte en la guarda. Procuró Don Alvaro haber habla con él, y aunque con dificultad, al fin alcanzó que por un postigo á la parte del campo que tiene una cuesta agria, viniese á ella solo con un mozo de espuelas, que con la mula se quedó tambien á la mitad de la cuesta. Salió el Bachiller; mas como ni por promesas, ni amenazas se dexase vencer, abrazóse el Condestable con él, y ambos fueron rodando la cuesta abaxo de suerte que antes que de la fortaleza pudiese ser socorrido, le puso en lugar seguro entre cien hombres de armas que allí cerca tenia puestos

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