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puso en lengua vnlgar: el metro es grosero como de aquella era, el ingenio elegante, apacible y acomodado á las orejas y gusto de aquella edad. Su sepulcro se vee hoy en Torde-, laguna villa del reyno de Toledo su memoria dura y du̟rará en España. Por el mismo tiempo el Rey de Navarra pasó con buen número de gente á Castilla la Nueva en ayuda de los desabridos á causa que los enemigos eran, mas fuertes, y llevaban lo mejor los unos y los otros derramados por los campos y pueblos hacian robos, estragos, fuerza á las doncellas y á las casadas: estado miserable. En Castilla la Vieja el Rey se apoderó de Medina del Campo y de Arévalo, villas que quitó al Rey de Navarra, cuyas eran. En aquella comarca en una aldea llamada Nabarro tuvo el Rey habla con la Reyna viuda Doña Leonor, que venia de Portugal. Tuvieron diversas pláticas secretas: no se pudo concluir nada en lo que tocaba á la paz con los alterados, por estar el Rey muy ofendido de tantos desacatos como le hacian cada dia; solo resultó que para componer las diferencias de Portugal se enviaron embaxadores que amonestasen y requiriesen á Don Pedro duque de Coimbra hiciese lo que era razon. Lo mismo hizo el Rey Don Alonso de Aragon, que despachó sobre el caso una embaxada desde Italia hasta Portugal. Todas estas diligencias salieron en vano á causa que Don Pedro gustaba de la dulzura del mandar, y los Portugueses persistian en no querer recebir ni sufrir gobierno estrangero. Las guerras que el uno y el otro Príncipe tenian entre las manos, no daban lugar á valerse de las armas y de la fuerza. Visto esto, la Reyna Doña Leonor perdido el marido, apartada de sus hijos, despojada del gobier no, hasta el fin de la vida se quedó en Castilla. Los Infantes de Aragon movidos del peligro que corrian, del reyno de Toledo se fueron á priesa á Castilla la Vieja para volver por lo que les tocaba: Arévalo por la aficion que los moradores les tenian, sin tardanza les abrió las puertas ; pasaron á Medina del Campo do el Rey estaba, pusieron sobre ellas sus estancias, hiciéronse algunas escaramuzas ligeras, mas sin que sucediese alguna cosa memorable. No duró mucho el cerco á causa que algunos de la villa dieron de noche entrada en ella á los conjurados, con que la tomaron sin sangre. El Rey de Castilla, sabido el peligro, tenia puesta gente de á caballo en las plazas y

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TOMO V.

á las bocas de las calles. Los del pueblo estábanse quedos en sus casas, sin querer acudir á las armas por miedo del peligro ó por aborrecimiento de aquella guerra civil. Don Alvaro de Luna y su hermano el Arzobispo, y con ellos el maestre de Alcántara por la puerta contrária sin ser conocidos, bien que pasaron por medio de los esquadrones de los contrarios, se salieron disfrazados: el Rey les avisó corrian peligro sus vidas si con diligencia no se ausentaban, por estar contra ellos los alterados mal enojados. Llegaron los conjurados á besar la mano al Rey asi como le hallaron armado, y con muestra de humildad y comedimiento poco agradable le acompañaron has ta palacio. Entonces los vencidos y los vencedores se saludaron, y abrazaron entre sí, alegría mezclada con tristeza: maldecian todos aquella guerra, en que ninguna cosa se interesaba y las muertes y lloros eran ciertos por qualquiera parte que la victoria quedase. Acudieron las Reynas y el príncipe Don Enrique con la nueva deste caso, y despues de largas y secretas pláticas que con el Rey tuvieron, mudaron en odio de Don Alvaro los oficiales y criados de la casa Real. Juntamente hicieron salir de la villa á Don Gutierre Gomez de Toledo arzobispo de Sevilla, y á Don Fernando de Toledo conde de Alba, fá Don Lope de Barrientos obispo de Segovia. La mayor culpa que todos tenian, era lá lealtad que con el Rey guardaron, dado que les achacaban que tenian amistad con Don Alvaro, y que podian ser impedimento para sosegar aquellas alteraciones. Tratóse de hacer conciertos, sin que nadie contrastase: el Rey estaba detenido como en prision y en poder de sus contrarios. Nombráronse jueces árbitros con poderes muy bastan les: estos fueron la Reyna de Castilla y su hijo el príncipe Don Enrique, el almirante Don Fadrique y el conde de Alba, que por este respeto le hicieron volver á la corte. En la sentencia que pronunciaron condenaron á Don Alvaro que por espacio de seis años no saliese de los lugares de su estado que le seña¬ lasen; en especial le mandaron no escribiese al Rey si no fuese mostradas primero las copias de las cartas á la Reyna y al príncipe Don Enrique: demas de esto que no hiciese nuevas ligas, ni tuviese soldados á sus gages; finalmente que para cumplimiento de todo esto diese en rehenes y por prenda á su hijo Don Juan, y pusiese en tercería nueve castillos suyos dentro

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de treinta dias. Sabidas estas cosas por Don Alvaro, fué grande su sentimiento, tanto que no podia reprimir las lágrimas, ni se sabia médir en las palabras ni templarse; lo qual unos echaban á ambición, otros lo escusaban : decian que por su nobleza y gran corazon no podia sufrir afrenta tan grande. Sin embargo deste su sentimiento y caida, no dexaba de pensar nuevas trazas para tornar á levantarse; mas al caido pocos guardan lealtad, y todas las puertas le tenian cerradas, en especial que los alterados se fortalecian con nuevos parentescos y matrimonios. Concertaron á Doña Juana hija del almirante Don Fadrique con el Rey de Navarra: con Don Enrique su ́ hermano á Doña Beatriz hermana del conde de Benavente. El que movió y concluyó estos desposorios, fué Don Diego Gomez de Sandoval conde de Castro, que en aquella sazon andaba en la corte del príncipe Don Enrique y le acompañaba, persona de grandes inteligencias y trazas; y en este particular pretendia que unidos entre sí estos Príncipes, y asegurados unos de otros, con mayor cuydado tratasen como lo hicieron, y procurasen la caida del condestable Don Alvaro de Luna. "

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Capítulo xvii.

Que el Rey de Aragón se apoderó de Nápoles.

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CONCLUIDA la guerra civil, parece comenzaba en España algun sosiego: por todas partes hacian fiestas y se regocijaba el pueblo; al contrario Italia se abrasaba con la guerra de Nápoles. Las fuerzas de Renato con la tardanza y dilacion se enflaquecian: su muger y hijos eran idos á Marsella, muestra de tener muy poca esperanza de salir con aquella empresa; asi lo entendia el vulgo, que á nadie perdona, y suele siempre echar las cosas á la peor parte. Es de gran momento la opinion y fama en la guerra: asi desde aquel tiempo hobo gran mudanza ? en los ánimos, mayormente por la falta que les hizo Jacobo › Caldora, en quien estaba el amparo muy grande de aquella parcialidad, ca era grande la experiencia que tenia de là guer-: ra y exercicio de las armas. Su muerte fué de repente. Queria saquear el lugar de Circello que es de la jurisdiccion del Papa,

quando cayó sin sentido en tierra, y llevado á su aloxamiento, en breve rindió el alma; los demas de su linage, que era muy poderoso y grande, se pasaron por su muerte á la parte aragonesa que cada dia se mejoraba. Ganaron la ciudad de Aversa, rindieron lo de Calabria, desbarataron la gente de Francisco Esforcia cerca de Troya, ciudad de la Pulla: todos efectos de importancia. Sin embargo el Pontífice Eugenio hizo luego liga con los Venecianos y Florentines y Ginoveses con intento de echar los Aragoneses de toda Italia. Con este acuerdo el cardenal de Trento con diez mil soldados se metió por las tierras de Nápoles: hizo poco efecto toda aquella gente como le vantada apriesa, y que tenia diversas costumbres, voluntades y deseos, antes por el mismo tiempo la gente Aragonesa marchó la vuelta de Nápoles: dentro de la ciudad se estuvo Renato con pretension que tenia de defendella, visto que perdida aquella ciudad se arriscaba todo lo demas. No salió á dar la batalla, creo por no asegurarse de la constancia de los natura. les, ó desconfiado de sus fuerzas si se viniese á las manos. Los de Génova traxeron algunas pocas vituallas á los cercados, y algun socorro de soldados: pequeño alivio por la gran muchedumbre que se hallaba en la ciudad, que fué causa de encarecerse los mantenimientos, y que el moyo de trigo costase mucho dinero. Hobo personas que en junta pública con el atrevimiento que la hambre les daba, persuadieron á Renato que de qualquiera manera se concertase con los contrarios. El cerco iba adelante, y juntamente crecia la falta de lo necesario: por esto uno por nombre Anello con otro su hermano de profesion albañires, huidos de la ciudad, dieron aviso se podria tomar sin gran peligro, si les gratificasen su trabaxo y industria. La entrada era por un aqüeducto ó caños debaxo de tierra, por donde para comodidad de la ciudad el agua de una fuente que cerca caia, se encaminaba á los pozos. Pretendian meter gente secretamente por estos caños. Escogieron docientos soldados, hombres valientes, con órden que todos obedeciesen á los dos hermanos. La subida era difícil, la entrada y paso estrecho, los mas se quedaron atrás, espantados del peligro, ó por ser pesados de cuerpo, solos quarenta pasaron adelante. Arrancaban piedras con palancas y picos do impedian el paso, y á los que temian por ser el camino tan extraor

dinario, animaban los dos hermanos con palabras y con exemplo, y algunas veces les ayudaban á subir con dalles la mano. La porfía y esfuerzo fué tal, que llegaron al pozo de una casa particular: una mugercilla (cuya era la casa) vistos los soldados, dió luego gritos, con que se descubriera la celada, si prestamente no le taparan la bocà. Gastóse tiempo en la entrada, era salido el sol, y ninguna cosa avisaban, ni daban muestra de ser entrados, no se sabe si por miedo ó por descuydo. Sospechaban que todos eran degollados, y todavía las compañías que tenian apercebidas acometieron á escalar la muralla : afloxaba la pelea por no sentirse en la ciudad ruido ninguno. Los quarenta soldados, movidos y animados por la vocería de los que peleaban, ó forzados de la necesidad y darse por perdidos si los sentian, se apoderaron de una torre del adarve que cerca caia, y no tenia guarda, llamada Sophía. Acudió el Rey de Aragon para socorrellos: acudió al tanto Renato al peligro. Fuera fácil recobrar la torre, y lanzar della á los Aragoneses mas los de fuera acudieron muy de priesa y pusieron temor á los contrarios: lo que á los de dentro causó espanto á los Aragonses que estaban en la torre, hizo cobrar ánimo. Dióse el asalto por muchas partes, finalmente quebrantadas algunas puertas entraron los de Aragon en la ciudad. Renato sin saber á qué parte debia acudir (bien que se mostró no solo prudente capitan, sino valiente soldado, tanto que por su mano mató muchos de los contrarios) perdida al fin la esperanza de prevalecer, se recogió al castillo: algunas casas fueron saquea, das, pero no mataron á nadie. Luego que entró el Rey se puso tambien fin al saco desta manera los Aragoneses se apoderaron de Nápoles dia sábado á dos de junio año del Señor de miły quatrocientos y quarenta y dos. Los soldados fueron por 1442. el Rey en público alabados y premiados mag níficamente con forme á como cada uno se señalara: Don Ximeno de Urrea, Don Ramon Boyl y Don Pedro de Cardona, que eran los prine cipales capitanes en el exército; fué tambien premiado Pedro. Martinez capitan de los soldados que entraron por los caños. Con los dos hermanos albañires se cumplió lo prometido bas tantemente, promesas y paga mayores que llevaba su estado: con la qual fiucia tuvieron ánimo para a cometer aquella hazaña. Notaban los hombres curiosos que casi por la misma

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