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Los Concilios Limenses

(Continuación)

Convoca Dn. Toribio Alfonso el V. Concilio Provincial limen

se. — Estado de las iglesias sufragáneas en aquel entonces. —No logra reunir el Concilio en la fecha fijada en la convocatoria. — Dificultades que se oponían a su celebración. — Se convoca nuevamente a las iglesias sufragáneas. — El Rdmo. de La Imperial se opone a la celebración del Concilio. — Se reúne al cabo en 1601, y apenas instalado se disuelve. - Importancia que tuvieron en su época los Concilios limenses.

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Con providencias más o menos fundadas, iba entreteniendo el Consejo de Indias al Bachiller García del Castillo cuande le pedía acelerase el despacho de las Actas del último Concilio, para poder así llevarlas a Roma y presentarlas en la Curia Pontificia. Y era eso precisamente lo que el Consejo

Y trataba de impedir, porque encontraba contrarias al Real patronazgo muchas de las Constituciones sancionadas por aquella asamblea.

Y sin embargo, el Consejo no se pronunciaba en definitiva, acaso porque los argumentos que alegaba su Fiscal contra determinadas definiciones conciliares, serían tan

no

sólidos como los hubiera apetecido el regalismo de aquellos graves señores, ya que el Concilio trataba de salvar en esos casos los derechos del Real patronazgo, condenando sólo los abusos de sus funcionarios; y si fulminaba contra ellos sus censuras, era porque se extralimitaban: con frecuencia en el ejercicios de su cargo, y con grave detrimento de la disciplina eclesiástica.

Pero es lo cierto que las Actas del Concilio ni se aprobaban ni se rechazaban, y que el Procurador del Metropolitano de Los Reyes no lograba conseguir que el asunto se resolviese; y como pasaban así los meses y comenzaban luego a correr los años, y sus gestiones no eran de provecho, acabó por desfallecer en su demanda, abandonando la instancia (256).

Entretanto, vencieron los siete años que debían transcurrir entre uno y otro Concilio, de acuerdo con la concesión de Gregorio XIII, y como la circunstancia de no haber sido despachadas oportunamente las Actas del anterior, no había de influir en la celebración del siguiente, puesto que su convocatoria obedecía a términos canónicos, legalmente establecidos, Dn. Toribio Alfonso creyó de su deber celcbrar a su tiempo el respectivo Concilio, prescindiendo de aquel hecho ingrato; y al efecto dió sus letras citatorias, fijándolo para el 15 de Marzo de 1598, y luego las mandó notificar a los Obispos y Cabildos de las Iglesias sufragáneas.

Desde luego, la situación de éstas no era entonces muy halagadora, porque las más de ellas estaban vacantes, y sólo se gobernanaban en sede plena las de Quito, Tucumán y La Plata (257), como lo veremos más adelante.

Administraba a la sazón la diócesis del Cuzco el Mtro. Fr. Francisco de la Cámara y Raya, de la Orden de Sto. Do

(256). Y pareee que el Bachiller García del Castillo acabó allá sus días sin ver el éxito de sus desvelos, pues no consta que volviese al Perú.

(257). — Cfr. Carta del Virrey Dn. Luis de Velasco a S. Magestad, su fecha 9 de Abril de 1597; y la trae LEVILLIER en su Organización de la Iglesia en el Virreinato del Perú, etc., Part. 1.", pág. 609.

mingo, a título de Procurador del Rdmo. Dn. Antonio de la Raya, quien fuera promovido a esa sede en 1594, a raíz del fallecimiento de Dn. Fr. Luis de Quesada, Obispo electo y consagrado de ella (258). Sin embargo, sólo pudo llegar al Perú al comenzar el año de 1598, y como no había de detenerse indefinidamente en la Ciudad de Los Reyes, esperando que acudieren otros Obispos a intervenir en el Concilio, que el Metropolitano trataba de celebrar, prosiguió su viaje hacia el Cuzco, y entró en su diócesis por Julio de aquel año (259).

Este insigne Prelado era natural de la ciudad de Baeza, en el antiguo reino árabe de Jaén; fueron sus padres de raigambre ilustre, y se llamaron Francisco de la Raya e Inés María de Navarrete, quienes le criaron cristianamente, cuidando de desarrollar en el jovezuelo las magníficas dotes naturales que en él ya se advertían.

Vencidas con singular fortuna sus primeras jornadas literarias, pasó a Italia, y prosiguió allá sus estudios en el célebre Colegio de San Clemente de Bolonia, graduándole aquella Universidad en Cánones y Leyes el año de 1561; y tan destacada fué su actuación en aquella docta urbe, entonces foco de las ciencias jurídicas del mundo latino, que el dicho Colegio de San Clemente, apreciando debidamente sus méritos, lo eligió Rector de su Claustro, y esa distinción más se aquilata, si se tiene en cuenta su calidad de extranjero.

Vuelto a España años más tarde, obtuvo la dignidad de Maestrescuela en la Catedral de Jaén, y siendo Provisor en aquel obispado, cargo que desempeñó con acierto durante diez

(258). — Se consagró en Madrid, y cuando venía a tomar posesión de su diócesis sorprendió la muerte en el puerto de Nombre de Dios, allende el istmo.— Cfr. MONASTERIO: La Provincia Agustiniana del Perú, pág. 217. — Id. CASANOVA: Episcopologio Cusqueño, Introducción.

(259). — Y en esta fecha coinciden todos los cronistas.

a

años, lo nombró Felipe II, con acuerdo del Tribunal de la Suprema, Inquisidor de Córdoba, de donde pasó a Llerena, Granada y luego a Valladolid (260); y servía esta plaza,

y cuando en 6 de Junio de 1594, fué propuesto y presentado para ocupar la sede del Cuzco, reputada entonces como una de las más pingües de las Indias (261).

En breve se le despacharon las bulas, pues su nombre y méritos eran bien conocidos y apreciados en las diversas oficinas de la Curia romana, y ya con ellas se consagraba en Granada, el 27 de Noviembre del propio año, y luego comenzaba a disponer su viaje, que por dilatado y peligroso, había menester de muchas prevenciones.

Estaba ya para embarcarse en Cádiz, en 1596, cuando los ingleses ocuparon esa plaza, y muy mal le hubiera ido con los fanáticos súbditos de la sanguinaria Isabel, si un caba. llero inglés, amigo suyo, no hubiese interpuesto su valimiento con el Conde de Essex, jefe de la escuadra que bombardeaba la plaza, quien le permitió embarcarse, pero disfrazado, a fin de no ser molestado por la chusma protestante. Merced, pues, a tan prudente medida, pudo salir sin novedad del puerto y arribar al de Nombre de Dios, en las Indias.

Su quebrantada salud le detuvo en Panamá algo más de lo que él deseara; mas, para evitarle a su Iglesia mayores molestias, despachó desde ahí con sus poderes al P. Mtro. Fr.

(260). — Y su rectitud le hizo célebre dentro y fuera del Tribunal, pues estudiaba las causas con suma prolijidad, y cuando las pruebas 20 eran muy precisas, prefería absolver al acusado, imponiéndole penas ligeras, y no quedar con la duda de que había condenado a un inocente. Y dice al intento el cronista González Dávila, que reprendiendo Felipe II en cierta ocasión a los oidores de la Audiencia Real de Valladolid, porque se habían quejado algunos de sus procedimientos, les decía en cédula respectiva: “Mirad como procedéis, que de no enmendaros, nombraré para que os visite al Inquisidor Raya, etc.” Cfr. Teatro Eclesiástico, tom. II, pág. 62.

(261). — Pues aun mantenía bajo su jurisdicción los diversos corregimientos de Arequipa y Huamanga, con todas sus dilatadas y ricas provincias,

Francisco de Cámara y Raya, deudo suyo, y de acuerdo con ellos y con las instrucciones que le diera al efecto, tomó el dicho Padre posesión canónica del obispado, y luego comenzó a administrarlo (262).

Los dos obispados de la gobernación de Chile, el de Santiago y el de La Imperial, estaban entonces vacantes; y como las eventualidades de la guerra con la Gran Bretaña ocupasen entonces toda la atención del nuevo Monarca Felipe III, no era de esperarse que allá se apresurasen a proveerlos.

Y en efecto, Dn. Fr. Pedro de Azuaga, cuarto obispo de Santiago, gobernaba la diócesis como electo, y aun no había recibido la consagración episcopal, cuando le sorprendió la muerte en su sede, por Noviembre de 1597, al comenzar el segundo año de su gobierno (263). La sede de La Imperial se encontraba acaso en peores condiciones que la de Santiago, pues sufría rudamente con la guerra de Arauco, y después del fallecimiento del Rdmo. Dn. Agustín de Cisneros, su segundo Obispo, la desolación fué completa (264). Y aunque

(262). — Entre las muchas obras que llevó a cabo en su diócesis el Rdmo. Dn. Antonio de la Raya, la más importante, y la que hizo memorable su gobierno, fué la erección del Colegio Seminario, que puso bajo el amparo de San Antonio Abad, y que luego comenzó a dar frutos de bendición, logrando días muy prósperos durante el siglo XVII, hasta llegar a disfrutar del rango de Universidad, por Real cédula de Carlos II, confirmada por breve de Inocencio XII.

(263). — Recibió sus bulas de institución en 22 de Marzo de 1596, cuando ya era muerto el Obispo de La Imperial, único que pudiera consagrarle. Le quedaba, sin embargo, el recurso de acudir a su Metropolitano, bajando a consagrarse en la ciudad de Los Reyes, pero ello le era imposible, dada su avanzada edad y consiguientes achaques, y si se hubiera acaso resuelto a hacer el viaje, él hubiera acelerado su fin. — Cfr. ERRázuriz: Los Orígenes de la Iglesia Chilena, cap. XXXVII, pág. 453.

(264). — Según el cómputo más exacto, el Sr. Cisneros falleció en los primeros meses de 1596; y sólo a fines de ese año debió llegar a la Corte la noticia de su muerte, pues en 31 de Octubre le escribía Felipe

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