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Y prosiguiendo así en su carrera el Mtro. López de Solís, le acumulaban los años nuevos éxitos, como se lo pronosticara otrora el astrólogo: fué, pues, Prior y una y otra vez de su convento de La Plata, y llegó a serlo hasta cuatro en este de la ciudad de Los Reyes. En 1571 los vocales del Capítulo, que por Enero de ese año celebró su Provincia del Perú en el convento del Cuzco, lo eligieron Provincial y tan acertado fué su gobierno, que pasados dos cuatrienios volvían los electores a confiarle el régimen de la Provincia, eligiéndole en el Capítulo que se celebró por Junio de 1583, y también en el convento del Cuzco (273).

Pero, la empresa que consagró los prestigios del Mtro. López de Solís, y que mejor reveló su capacidad y dotes de buen gobierno, fué sin duda la traslación del convento que tenía la Orden en esta ciudad de Los Reyes, del humilde suburbio de San Marcelo al núcleo urbano de la ciudad; y la llevó a cabo venciendo gravísimas dificultades, que le oponían ardorosamente los frailes de Sto. Domingo y de la Mer-ced, pues alegaban que el sitio donde se trataba de hacer la nueva fundación, caía dentro de las canas o términos canóricos de sus respectivos conventos, que quedarían así desmcdrados.

Y aunque los frailes agustinos, a fin de evitarse posible; contradicciones, habían cuidado de ocultar sus propósitos, cuando adquirieron los solares que formaban la isleta o manzana donde se proponían labrar su nuevo convento, no faltaron indiscretos que comentasen aquel proyecto, y ello determinó la oposición formal de los frailes circunvecinos, que luego promovieron la respectiva querella judicial, creándose jueces conservadores, y llevando la causa de la Andiencia

tro de los que agora predican y enseñan en su Orden, hombre prudente mucho y de gran ánimo, etc.'' Cfr. Descripción y Población de las Indias, Lib. I, cap. XXXIV, pág. 24 (508). — Edic. de Madrid, 1909.

(273). — Era a la sazón catedrático de Vísperas en la Real Universidad de San Marcos.

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arzobispal a la Real, y de ésta a aquélla, cuando las providencias no les favorecían tanto como ellos quisieran.

Así las cosas, se resolvió el P. López de Solís a oponer a sus contrarios un hecho bien consumado, y cierto día, cuando tuvo ya habilitado el oratorio, y algunas celdas, trasladó se. cretamente a sus frailes al nuevo convento; hizo luego colgar las campanas y comenzó a celebrar públicamente los divinos oficios, ayudándole en todo ello los vecinos que simpatizaban con la Orden, y protegían la obra (274).

Fué grande la irritación que aquella medida engendrá en el ánimo de los contrarios, y a tanto llegó su encono, que los legos y frailes mozos de Sto. Domingo y de la Merced, aprovechándose de la obscuridad de la noche, y de la poca seguridad que ofrecía a sus moradores el convento en construcción, invadieron a los desprevenidos frailes agustinos, les descolgaron las campanas, maltrataron a los que se atrevieron a oponérseles, y les hubieran llevado el Stmo. Sacramento y arrasado el oratorio, si la algarada que ahí se levantó no trajera a los vecinos del barrio y a muchos curiosos, que les fueron a la mano y lograron dominarlos, cuando su número fué mayor que el de los turbulentos frailes invasores.

Desde luego, aquellos desmanes, tan ajenos de la moderación religiosa y de la paz claustral, dieron en breve sus debidos frutos; que si los reprobaban las gentes sensatas, viendo en ellos más el influjo de un injustificado egoísmo, que la defensa de un derecho vulnerado, las autoridades civiles y eclesiásticas los tomaban en cuenta para determinar la evolución del proceso. Y así, luego acordaron sus providencias y las notificaron al Conservador, mandándole suspender la causa y remitir los autos, probablemente con el propósito de dilatar su curso, y así evitar que se produjese una sentencia, que bien podría traer consigo nuevos disturbios.

(274). —Pues muchos pretendían asegurase en la nueva iglesia de. terminadas capillas, para labrar en ellas sus bóvedas sepulcrales, y fundar sus patronatos.

Ella, pues, no se llegó a pronunciar, y el P. López de Solís prosiguió edificando el convento con toda magnificencia, ayudándole en su empresa Hernán Gonzáles de la Torre y su mujer dña. Juana de Cepeda, patrones declarados de la nueva iglesia, cuya primera piedra puso el Rdmo. Arzobispo Dn. Fr. Jerónimo de Loayza, en 19 de Julio de 1574. Habíase comenzado la obra en 1573 (275), y ya podía apreciarse su magnitud y futuro esplendor en 1575, cuando el P. López de Solís acababa su primer cuatrienio como Provincial de ésta del Perú (276).

Ahora, si queremos ponderar debidamente las raras cualidades que adornaban al Mtro. López de Solís, y que le conciliaban el afecto y admiración de muchos, menester es recordar que el Virrey Dn. Francisco de Toledo, quien no solía ser muy pródigo cuando se trataba de reconocer ajenos méritos, le tenía en gran concepto, apreciaba sus consejos y decía que ellos eran "oráculos de prudencia” (277).

) Probablemente, en los informes que de tiempo en tiempo se solían enviar al Supremo de las Indias, insinuándole la calidad y méritos de las personas civiles y eclesiásticas que servían al Rey en estas partes, tanto el Virrey como el Arzobispo recomendarían al Mtro. López de Solís, proponiéndole para una mitra (278); y es lo cierto, que sin él pensarlo, ni menos

(275). — El Martes 9 de Julio de aquel año se trasladaron los frai. les al solar de su futuro convento, y cuando ya se había comenzado la obra de secreto.

(276). — Y lo fué segunda vez en 1583, elegido en el Capítulo que celebró su Provincia en el convento del Cuzco, y que comenzó en 9 de Junio de ese año. (277). — Dn. Toribio Alfonso le tenía, a su vez, en

gran estimación, y en una ocasión dió testimonio de ello delante de muchas personas que le acompañaban: dice, pues, el cronista, que yendo de visita el Santo Arzobispo, llegaba a cierto lugar, y viendo al Mtro. López de Solís, que venía a recibirle, dijo al punto a los beneficiados que le acompañaban: "compónganse, que viene aquí la persona mas grave que hay en este Reyno."

(278). —Y de hecho le recomendaba Dn. García de Mendoza, en carta que dirigió al Consejo; pues dando cuenta de las personas y suce

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pretenderlo, se encontró con la novedad de que Felipe II le había presentado a la Curia para la sede episcopal del Paraguay, en el Río de la Plata, y en 1591 recibía la respectiva Real cédula (279).

Era a la sazón Prior de su convento de la ciudad de Los Reyes; la noticia de su promoción no le fué nada halagüeña, y hubiera renunciado aquella dignidad, si Dn. Toribio Alfonso y muchas otras personas no le trajeran a mejor acuerdo, haciéndole ver que tal actitud podía interpretarse aviesamente, dada la escasa importancia social y económica de la diócesis que se trataba de confiarle.

Aceptó, pues, el obispado, más como una pesada carga, que como un premio debido a sus merecimientos, que en su concepto eran muy cortos, porque en cuanto hacía veía sólo el cumplimiento de un deber. Dios le llamaba ahora a servirle en el estado episcopal, y en el gobierno de una Iglesia pobre y desamparada, donde todo estaba por organizarse, y é! la aceptaba sin reservas, porque entendía ser esa la voluntad divina.

Bien entendía el Virrey Dn. García de Mendoza, que la diócesis del Plata no era un descanso, ni menos una remuneración condigna a los ejecutoriados servicios del Mtro. López de Solís; y por eso, esperando que se le proveería en mejor sede, quiso dar largas al tiempo, y al efecto le nombró visitador de la Audiencia Real de Charcas, valiéndose de cierta Real cédula que le mandaba investigar los procedimientos

sos de este Virreinato, le decía: “El P. Fr. Luis López de Solís es muy virtuoso, sin cobdicia, y muy discreto para gobernar; buen letrado buena edad y mucha experiencia de las cosas desta tierra, etc.”'

(279). – Y agraleciendo al Rey aquella merced, le decía en carta de 1.0 de Diciembre de 1591: “Resta que Vuesa Magestad sea seruido de mandar que las bullas se enuien a buen recaudo, porque yo soy un fraile pobre, y no tengo al presente con que ni con quien procurarlas; ni en esta materia de cargos tengo de poner solicitud chica ni grande, etc''. El original en el Arch. de Indias.

de aquel Tribunal, pues el Consejo tenía contra sus oidores graves denuncias (280).

Nadie probablemente habría podido desempeñar entonces aquella delicada comisión con mayor éxito, que el Mtro. López de Solís, ya que en él se unían la gravedad y mesurada prudencia con el prestigio debido a su rango de Obispo electo. Y fué así que llegó a la ciudad de La Plata y comenzó sų visita, procediendo en ella fortiter et suaviter, sin contempprizaciones ni respetos humanos, y cuidando sólo de volver por los fueros de la justicia, cuando en las causas que traía entre manos la veía agraviada, subyugada o pospuesta a mezquinos intereses privados (281).

Tal proceder hubo necesariamente de crearle resistencias, y de concitarle enconados rencores, ya que

suelen ser muy raros los reos que saben admitir y confesar sus errores: condenó a los que encontró culpados, y sin tener en cuenta su rango o dignidad, pues entendía que ella no había de escudarlos con detrimento de la justicia (282).

Como era de esperarse, sus procedimientos fueron aprobados por el Real Acuerdo cuando bajaron los autos de la visita a la ciudad de Los Reyes, pues todas sus providencias se encontraron muy concertadas y ajustadas a Derecho; y no obstante las reclamaciones de aquellos que se suponían

sea

(280). — Le encargó aquella visita Dn. García de Mendoza, y no Dn. Francisco de Toledo, como dice González Suárez, sin advertir que aquél dejó el gobierno del Virreinato en Setiembre de 1581, 0

once años antes de que se le confiase aquella misión al P. López de Solís.

(281). —Y dice al intento González Suárez: “Los oidores pretendieron sobornarle; mas el Padre rechazó sus presentes, diciendo que quienes se habían atrevido a injuriarle tentándole con obsequios, no podían menos de estar ellos mismos manchados con semejante pecado.Historia General del Ecuador, tom. III, cap. VI, pág. 269.

(282). — Y dice al intento el P. Torres: “desagravió a pobres, enfrenó a los poderosos, absolvió a los inocentes, suspendió la plaza a uno de los oidores, multó a otros, quitó los escándalos y arrancó de raíz las ocasiones de ellos.' - Crónica de la Provincia Pervana del Orden de los Ermitaños de S. Agustin, etc., Lib. I, cap. XXI, pág. 136.

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