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Joseph Berrio que le pertenece a Guillermo Closen una mina estacada que había descubierto Caviedes en Huarochirí (1). Sea de ello lo que fuere, consta fehacientemente que sus últinios años transcurrieron en extrema desventura; pues en una comunicación del aragonés D. Jerónimo de Monforte y Vera, uno de los contertulios de la Academia del Marqués de Castell-des-Ríus y feliz autor de entremeses, se informa de “el desastrado fin..... del moderno e infeliz de Cabiedes que diuirtiendo a tantos con su mordacidad a nadie compadecía con su locura...

(2).

Guillermo Lohmann Villena.

(1). Archivo Nacional de Lima. Protocolo de Carlos do Arango. 1685-1703. (2).

Rubén Vargas Ugarte, Manuscritos peruanos en las Bibliotecas del extranjero (Lima, 1935); I, p. 67,

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Desaparecidos Huáscar y Atahualpa, entre los restantes descendientes de Huayna Cápac los de mayor transcendencia histórica fueron Manco y Paullu, quienes adoptaron ante la conquista españcla posiciones diametralmente opuestas y netamente definidas en su orientación general; posiciones que continuaron sus respectivas descendencias. Manco Inca sígnificó la protesta vibrante y la rebeldía latente de la masa so metida. Fué el genuino representante de los últimos Incas, y su refugio de Vilcabamba, el reducto inconmovible y el testimonio de la supervivencia de la raza imperial incaica. Sus lijos Sayri Túpac, Titu Cusi Yupanqui y Túpac Amaru, perpetuaron sin intermitencias la tradición heroica de la inexpugnable Vilcabamba incaica, siguiendo a la sumisión de Sayri Túpac—el único de los hijos de Manco que se dejó atraer, ya a los finales de su vida, por las promesas españolas—el inmediato entronizamiento de Titu Cusi Yupanqui, el bastardo, reemplazado después por Túpac Amaru, último retoño de la línea de Manco en Vilcabamba. Arrancada por el visorrey don Francisco de Toledo de su refugio, la raza de Manco deambuiaría por estrados y cortes en pos del auxilio real, hasta enla zarse con distinguidas casas españolas, gracias a las uniones de los descendientes de Sayri Túpac y Túpac Amaru. Sostuvieron, pues, Manco Inca y sus hijos, la tradición de Vilcabamba durante luengos años, mientras se sucedían en el solio virreinalicio diversos gobernantes, manteniendo su misma levantada actitud, ya fuere por medio de la oposición guerrera de Manco Inca, ya fuere por la política de subterfugios y dobleces de Titu Cusi Yupanqui, seguida—por verdadera ley de inercia, por Túpac Amaru. (1)

Paullu Inca, por el contrario, significa la españolización de la raza imperial incaica, y el dominio definitivo de ésta por la española, no sólo porque la actitud externa de Paullu fué la de un españolizante persistente-aunque cambiando de bando, al igual que los ibéricos-, sino porque el reverso de su españolismo fué su antiindigenismo decisivo y militante. Luchó Paullu, en efecto, contra la Vilcabamba incaica representada por su hermano Manco, guerreó con constancia contra ese reducto de su propia raza y por verdadera ironía, su descendencia, representada por Carlos Inca, se vió mezclada aunque transitoriamente, en el destino malaventurado que le cupo a Túpac Amaru. La traición de Paullu a su raza tiene en verdad profundas raigambres en su personalidad; no se limitó, en efecto, únicamente a coadyuvar con los españoles en el sometimiento de su propia raza, sino que trató perseverantemente de asimilar la forma de vida de aquéllos. Su hijo don Carlos fué educado en los usos y costumbres españolas, relacionándose exclusivamente con peninsulares y vinculándose finalmente con la raza española al casar con María de Esqui

(1) En el capítulo correspondiente a Túpac Amaru enfocaremos la actitud de este Inca en Vilcabamba y enjuiciaremos su ejecución por orden de Toledo, teniendo en cuenta las apreciaciones vertidas por Levivel. También el nieto de Paullu, don Melchor Carlos, fué casado dos veces, ambas con españolas, aunque eso no le impidió la unión bastarda con indias de su ráza. No ocurrió lo mismo con la descendencia de Manco, cuyos hijos se unieron con mujeres de su sangre.

su obra Don Francisco de Toledo, Virrey del Perú. 1515-1582. Madrid, Espasa Calpe, S. A., 1935; y también las que se desprenden de los documentos publicados por este historiador.

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Paullu, por consiguiente, no sólo aceptó pasivamente la dominación española; no sólo vivió conforme con las ilusorias mercedes reales -fácil concesión de la Corona—; no sólo representó la adaptación de la raza incaica ante la infiltración dominadora de la española, sino ante todo y sobre todo, el olvido consciente de toda su tradición racial por un objetivo mezquino de acomodo y ambición. En Paullu se transparenta desdén hacia su raza, odio a su familia imperial y astuta doDlez para con los dominadores, a quienes trataba de imitar. La actitud de Paullu no tiene ciertamente atenuantes, ni es paliativo suficiente la razón de las circunstancias, pues Manco supo mantener su línea de lealtad en igual momento histórico y porque, además, la actitud desleal de Paullu lo fué tanto para con su raza como con respecto a los distintos caudillos españoles a los cuales sucesivamente sirvió. Es verdad que también muchos ibéricos siguieron esta política de fácil acomodo, pero ello no descarga en nada la culpabilidad de Paullu hacia su raza, ni modifica la pequeñez de su figura moral. Es curioso anotar —como veremos luego— que su descendencia continuó esa actitud de Paullu; así, uno de sus más alejados descendientes, perteneciente a la rama de los Sahuaraura, sirvió al lado de los españoles contra los indios comandados por José Gabriel Condorcanqui, “Túpac Amaru II”. (2)

En el panorama histórico de la conquista, Manco y Paullu son dos puntales en oposición. Manco y Vilcabamba, protesta continua y arrogante por todos los medios y todas las políticas, Paullu y el Cuzco, con solares en las mismas casas

(2) En la Biblioteca Nacional y en el Archivo Nacional de Lima, existen documentos inéditos sobre esta familia Sahuaraura, que utilizaremos al tratar de la descendencia de Paullu Inca.

que fueron de sus antepasados los Incas, con repartimientos de indios y con blasones que poco o nada costaban al gobierno peninsular; vida de artimañas rastreras y de sumisión perpetua a España, y transitoria a cada conquistador triunfante, sin ningún ideal de fidelidad ni más objetivo que el de su propio acomodo.

Los nombres de Manco y los de sus descendientes, solo viven en relaciones de guerras, y en cartas de virreyes o capitanes que relatan sus penosos trabajos militares o políticos para atraerlos o subyugarlos. El de Paullu, en las crónicas que relatan sus tareas serviles de espionaje, sus misiones de recadero y sus traiciones innumerables a los incas de Vilcabamba y a los conquistadores a quienes servía, abandonando su bando tan pronto como intuía, con su astuta perspicacia, que la fortuna les iba a ser adversa. Los nombres de sus descendientes se consignan tan solo en expedientes y en cartas peticionarias por menudas pitanzas.

Pero es precisamente debido a ese españolismo de Paullu que todas las crónicas y relaciones de la época lo citan con injusto favoritismo, anotando minuciosamente su actuación en la conquista, y haciendo su figura la más popular entre los descendientes de Huayna Cápac. En crónicas, relaciones, cartas, expedientes concesiones de mercedes, surge Paullu, sucesivamente o al mismo tiempo, con Almagro el Viejo, con los Pizarro, con Vaca de Castro, con Diego Centeno, con Gasca, siguiendo con ejemplar “constancia” el rastro de los caudillos vencedores, sin respetar tradiciones y hollando a sus hermancs de raza o a su bando de ayer. Paullu, en las guerras civiles, es una curiosa figura de entretelones y un barómetro indubitable de la suerte de los conquista:lores. Antes de la caída de un caudillo, yı Paullu había atisbado los sucesos que la presagiaban y pactaba con el bando enemigo su pase anticipado. Interesante personalidad la de este indio típico, sin mezcla de sangre española, que no obstante, en plena conquista, se nos antoja una muestra anticipada del que sería el mestizo peruano, mal llamado criollo.

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