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Durante el gobierno provisional del Coronel Justiniano Borgoño ocupó el Ministerio de Hacienda y Comercio, en el gabinete presidido por Baltazar García Urrutia. Ejerciendo esa funciones, regularizó el pago de los créditos fiscales pendientes y dictó muchas y acertadas medidas. El tratadista y autor de la segunda parte de los Anales de la Hacienda Pública José Manuel Rodríguez, estudiando su labor, emite este juicio tan favorable: "El Ministro de la Puente, se reveló un experto funcionario, distinguiéndose por su firmeza de carácter, por su laboriosidad y previsión. Prefirió renunciar al portafolio antes que separarse de su línea de probidad y honradez que le fueron personalmente características". Dejó el ministerio el 15 de junio de 1894 y vino a reemplazarlo, Horacio Ferreccio.

Además de estas actividades, en su personalidad hubo definida y clara vocación histórica, como lo demuestra la búsqueda y el escudriñamiento del pasado de su patria, principalmente en el aspecto tradicional y costumbrista. Escribió decenas de artículos que fue publicando de preferencia, en la sección "Historia Nacional" del diario El Comercio de Lima. Muchos de los tópicos escogidos por Puente y Cortés, están teñidos por el amor a lo genuíno y típico del ambiente local, en la doble perspectiva del contorno geográfico lugareño y al ámbito humano pintoresco y contrastado.

Clara muestra de esta doble modalidad nos la enseñan sus escritos, al profundizar en la visión de la tierra, del sembrado y del campo que en ejemplos concretos examina con discurrir y trayectoria de siglos. Así, al Olivo, al Trigo y a la Viña, persigue, desde sus orígenes y la introducción inicial de estos ejemplares, en los valles del Perú. De manera semejante hace con el Caballo, tan unido a los afanes de la gleba y como encadenada a ella también, ve a los Esclavos y a los Negros, por los que siente piedad, en su trágica condición “de seres sin voluntad, sin rango y sin bienes" y luego los retrata en su relieve humoral de hábitos y costumbres, recreos y fiestas; su desacompasada música, ritos, jolgorios, el régimen de su existencia y su vinculación a las cofradías, bajo el mandato de los Caporales Mayores, elegidos por ellos mismos, entre los miembros de sus castas.

Muchísimos otros aspectos de la vida de la Colonia, nos brindan sus artículos. La faz religiosa, al narrar las "Fiestas del Corpus en la Lima de 1755"; "La Procesión de las Quince Andas" a fines del siglo XVIII; la Capilla de la Veracruz o el "Monasterio de Jesús María". Las instituciones de tipo económico fueron así mismo de su predilección habitual. "La Casa de Moneda"; el secular gravamen del "Almojarifazgo" antepasado del presente y lucrativo de Aduanas; el "Primer Banco de Emisión"; el ideado por San Martín y su Ministro Unanue, para darle recursos al erario, cuando Lima estaba arruinada; alude a que eligieron para que lo gobernase al Conde de Villar de Fuente. Entre todos éstos, es de singular

valía, el que titula: "El Primer Obraje en Lima" con ocasión de haberse establecido la primera fábrica de tejidos en la capital de la República.

Recuerda, como a brote primigénito del capitalismo naciente en el Perú, a la primera manufactura de hilados y tejidos de algodón, establecida en Lima en el año de 1847, por una compañía de acaudalados comerciantes que integraban: la viuda de Gonzales e hijos, el Sr. Cagigas y el Dr. Casanova. Importaron desde Europa la maquinaria y a operarios diestros en su manejo. Al año siguiente se levantó el edificio, en solar a la entrada de la Alameda de Los Descalzos y, a la factoría en marcha se la denominó de "Los Tres Amigos". En 1848, fue lanzada la muestra primicial del tocuyo elaborado. Trabajó solamente cinco años, hasta 1852, teniendo que parar por la competencia de productos similares de más bajo costo, traídos desde Inglaterra y los Estados Unidos, que la arruinaron. Comentando lo acaecido en el siglo XIX, evoca, el más lejano antecedente: el primer Obraje de paños fincado en el Perú, en el valle de Jauja y paraje de La Mejorada. Se fundó a mérito de la autorización que dió Felipe II en 1559 a Felipe Segovia Briceño de Valderrábano.

Otros muchos ensayos y trabajos, dejó José Agustín de la Puente. Sobre momentos de la Emancipación y personajes ilustres que a ella contribuyeron: San Martín; Bolívar, enfocado desde el miraje de sus pensamientos y máximas y el Presidente de Haití, Alejandro Petion. La "Bandera Peruana" el "Tirano Aguirre". La "Pila de la Plaza de Armas”. Se internó en procesos de la cultura, como la vida de los Teatros, el Protomedicato y la Escuela de Medicina: Esbozó la gran figura del Arzobispo Loayza y alumbró otros rincones del ayer, que omito para no pecar de prolijo.

Lamentamos que historiador tan distinguido, con producción extensa y nada desdeñable, con páginas apretadas de informaciones y noticias, muchísimas totalmente desconocidas al presente, no haya tenido hasta ahora, la suerte de una recopilación, que juzgamos indispensable y merecida. A lo largo de su obra, hay acopio de datos, de ilustraciones, atisbos y testimonios, que aclaran recodos muy en la sombra de nuestro pasado. preferentemente, desde el grupo y sector del costumbrismo. Los inquirió de fuentes varias, manuscritos, cartas, periódicos de ejemplares únicos y recuerdos espigados en la charla y en la tradición familiar.

José Agustín de la Puente Cortés, falleció lindando los 72 años, en la ciudad de Lima, el 18 de enero de 1910. Estuvo casado con la dama limeña, Jesús Olavegoya Iriarte.

M. M.

EMILIO GUTIERREZ DE QUINTANILLA

(1858-1935)

Historiador y publicista de nota, cuya labor se registra de preferencia, en los principales diarios y revistas del país y del extranjero, nació en Lima el año 1858, siendo sus padres don Juan Ignacio Gutiérrez de Quintanilla y doña Manuela Flores. Por ambas líneas, se entroncaba con personajes prominentes de la Colonia. Cursó su instrucción elemental en el Seminario de Santo Toribio, de cuyas aulas egresaron sobresalientes personalidades que dieron lustre al Perú, y concluída satisfactoriamente ésta, se trasladó a Chile, matriculándose en el Instituto Nacional, con la idea que perseguía de hacer estudios de ingeniería, pero esta inclinación fué momentánea, pues al poco tiempo se apartaba de ella, como también de seguir el cultivo del Derecho, por el que parece, en su mocedad le atrajo.

De regreso al Perú, y con vocación innata por la carrera de las letras, Gutiérrez de Quintanilla que había leído bastante a los clásicos españoles, publicó en El Correo del Perú una serie de artículos muy interesantes, que suscribió con el seudónimo de Agar. En 1877 dió a conocer sus Escritos Literarios, que llamaron muy justamente la atención por la forma como se produjo, manteniendo la pureza y corrección del idioma castellano. Fué así como en la novela Peralvillo y Sisebuto, se propuso seguir las huellas del Rinconete y Cortadillo de Cervantes. Contaba entonces 18 años. Esta obra fue calurosamente elogiada por personalidades como Juan Antonio Ribeyro y Ricardo Palma. Dado el éxito notorio alcanzado con esta publicación, Gutiérrez de Quintanilla continuó sin desmayar su producción copiosa. La vestísima erudición que poseía, la volcó en las ciencias, en las letras y en las artes. Los más destacados diarios de Lima: El Comercio, El Nacional, La Patria, El País y El Tiempo, contaron siempre con su inteligente colaboración. nares de artículos en que se abordan los más complicados problemas, conferencias, discursos, estudios críticos, todo ello fue discriminado por Gutiérrez de Quintanilla con maestría notoria.

El arte parece que fué lo que más inquietó su afán investigatorio. Resultan así magníficos sus trabajos sobre Ignacio Merino, Francisco Laso, Luis Montero, Daniel Hernández, Carlos Baca Flor, y en general, sobre los más destacados cultivadores del arte nacional. Como una muestra de su cultura en el campo pictórico, bástenos con señalar su inigualado estudio sobre la Galería Ortiz de Zevallos en que se pronun、 ció a conciencia sobre los numerosos ejemplares existentes en aquella soberbia pinacoteca. También en la crítica teatral descolló Gutiérrez de Quintanilla. Compruébanlo así sus magníficos apuntes sobre el arte escénico de Sarah Bernhardt, cuando estuvo en Lima en 1887, y que versaron sobre La dama de las camelias, Fedora, Adriana Lecouvreur, FrouFrou y Le Maitre des Forges, en la que sobresalió la gran actriz francesa.

En el ramo de la historia, la labor multiforme de Gutiérrez de Quintanilla resulta algo verdaderamente extraordinario. Los principales hombres del Perú, los mejores autores, los publicistas más acreditados caen bajo el análisis de la pluma del escritor, que emite dictámenes e Informes sobre los puntos más obscuros y enrevesados de la historia y arqueología nacionales. Por su versación y cultura es elegido miembro honorario de diversas asociaciones literarias y científicas del viejo y del nuevo mundo, y por su tesonera labor con el propósito de mantener intacta y en toda su pulcritud la lengua de Cervantes, se le nomina miembro de la Academia de la Lengua correspondiente de la de Madrid, cuando solo contaba 28 años. Su obra inédita es muy vasta, sobresaliendo en ella su "Diccionario de la lengua castellana, presentada a manera que, conocida la idea, se encuentra en él sin dificultad la expresión correspondiente". Hasta el año 1917 esta obra enorme, constaba de 10,000 locuciones y frases.

Pero no solamente estas tareas distrajeron el tiempo de Gutiérrez de Quintanilla. También lo empleó en elucubrar los más variados proyectos, tales como el relacionado con el agua potable de Tarapacá, la importancia de la zona industrial de Champacara y de Tumbes y el porvenir del algodón en el valle de Chincha, habiendo corrido por muchos años con la administración del fundo San Regis de aquella localidad.

Todas estas actividades las abandonó empero Gutiérrez de Quintanilla para prestar sus servicios al Gobierno que le encomendó la Dirección del Museo Nacional, institución ésta, a la que dió un gran impulso con las reformas que puso en ejecución después de reflexivo estudio.

Las últimas obras dadas a la publicidad por Gutiérrez de Quintanilla fueron: "Catálogo de las secciones Colonia y República y de la Galería Nacional de pinturas del Museo de Historia Nacional" (1916); "Meditaciones sobre la amada costilla; el mal hado de la mujer y sus tratos con la serpiente" (1918); "Sobre Bellas Artes" (1920); "Memoria del Museo", 2 vols., (1921) y "Preliminares para el estudio del Perú pre-colombino" (1923).

Perteneció Gutiérrez de Quintanilla al Ateneo de Lima y a la Sociedad Geográfica, y fué uno de los miembros fundadores del Instituto Histórico del Perú.

edad.

Falleció en esta capital el 27 de marzo de 1935 a los 77 años de

E. S. C.

CARLOS A. ROMERO
(1863-1955)

Nació en Lima en 1863, educándose en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe. A los 18 años se enroló en el ejército

de la Reserva, peleando en la batalla de Miraflores el 15 de enero de 1881, en la que resultó herido. Cuando el Gobierno del General Iglesias, comisionó a don Ricardo Palma para que reorganizara la Biblioteca Nacional a raíz de la ocupación, Romero sirvió un cargo modesto al lado del gran tradicionista, revelando allí su espíritu investigador, en la tarea de ordenación y clasificación de las numerosas piezas dispersas. Laborando al lado de eminencias tales como Enrique Torres Saldamando, Manuel Gonzales de la Rosa, José Toribio Polo y Pablo Patrón, entre otros, Romero empezó bien pronto a auscultar la historia patria, estudiando a tal efecto las viejas crónicas del Perú, por las que parece demostró innata predilección.

De esa compulsa serena brotaron de su pluma estudios y artículos que aparecieron registrados en los principales diarios y revistas del Perú y del nuevo mundo. En el campo de la investigación y del análisis, Romero se entregó a un trabajo prolijo y minucioso, escribiendo su Arqueología del valle de Lima, que hasta la fecha permanece inédito. A partir de 1883, Romero trabaja activa e infatigablemente. Connaturalizado con la Biblioteca Nacional, la conoce a fondo y la investiga en todos sus órdenes. Nada escapa a su penetración. Los preciosos manuscritos que ahí se conservan, Romero los dicrimina en forma debida y con facilidad, debido a sus conocimientos en la ciencia paleográfica. Innumerables piezas auténticas son así descifradas por Romero y autenticadas con su firma como conservador de la Biblioteca que es, y pasan a la Cancillería para servir de fuente informativa y desde sus orígenes remotos, en el estudio de nuestros diferendos de límites. Nada le es desconocido a Romero tratándose de la historia patria. Su vasta erudición lo lleva a espigar en todos los campos, y lo mismo se produce tratándose del Incanato, que de la época de la colonia, independencia y república. Con prolijidad e inquieriendo en los documentos originales, Romero rectifica a publicistas consagrados en el ramo de la historia, manteniendo nutrida correspondencia con celebridades de ambos hemisferios, siendo muy solicitada su colaboración selecta.

Su bibliografía no puede ser más copiosa. Publica 5 tomos de la Revista de Archivos y Bibliotecas, conjuntamente con Alberto Ulloa Cisneros, que es el Director y con Ricardo Rey y Boza que es uno de los colaboradores entusiastas. En el concurso que promueve el Ateneo de Lima, obtiene el premio por su trabajo Los de la Isla del Gallo, en el que rectifica muchos errores y hace los más valiosos apuntamientos sobre la vida de los compañeros de Pizarro. Ya en 1901 ha dado a la estampa la Memoria del Virrey del Perú don Gabriel Avilés y del Fierro, que permanecía inédita, y desde entonces y sin interrupción, y siendo Director de la Revista Histórica, publica en las páginas de ella y a partir de 1906, importantes estudios que consagran su fama de historiador. Esta tarea encomiástica se descompone así por orden cronológico. Año 1906: "La Virreyna Gobernadora, apunte biográfico sobre la Virrey

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