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rretas y azadones y demás instrumentos necesarios para hacer la dicha fosa y acudir a la dicha obra. Item, que Vuestra Señoría mande pregonar con beneplácito de Su Excelencia acudan todos los oficiales que quisieren entender en esta fábrica a los cuales se les han de repartir sus trechos y partes y así mismo a otros el encargarse de traer piedra, hacer adobes, porque con esto se abrevia y se hace más fácil; y así mismo que se quinten los negros esclavos o en otro número que pareciere para que acudiendo con gran cantidad de peones mas brevemente se consiga el intento. Ultimamente suplico a Vuestra Señoría se persuada que se han de hallar muchas dificultades en esta obra, las cualen no conviene la disuadan ni estorben, porque la prudencia y valor de Vuestra Señoría pide que las dificultades se venzan y los montes se allanen a trueco de que no seamos befa del mundo y risa de despojo de herejes".

Leído el memorial del Provincial de la Compañía de Jesús, los capitulares del Ayuntamiento emitieron sus pareceres al respecto y resolvieron que el documento fuese puesto en conocimiento del Virrey, suplicándc'e su atención favorable.

La espectacular visita a Lima del Padre Fritz.

El día 2 de Julio del año 1692, en circunstancia en que se hallaba reunida la comunidad jesuítica de Lima en el consistorio de su Iglesia de San Pablo, hizo súbita aparición ante ella un raro y desconcertante personaje de alto y enjuto cuerpo, de rostro de intenso color bermejo, luengas y blancas barbas y aspecto no empero venerable, que vestía una sotana corta, que apenas le llegaba a las rodillas, hecha de hilos de palma, con rústicas alpargatas en los pies y que portaba en las manos una tosca cruz hecha de la madera selvática llamada chonta. Acompañábanlo unos indios de catadura salvaje con vestidos y abalorios peregrinos. Luego de reponerse de su asombro los atónitos frailes, pudieron enterarse que ese extraño personaje era nadie menos que el Padre Samuel Fritz, de la Compañía de Jesús, que llegaba de las desconocidas y lejanas selvas amazónicas, donde había realizado, tenaz y solitario, verdaderos prodigios evangélicos y maravillosos recorridos por los ríos y los bosques del Perú y del Brasil.

El Padre Fritz era natural de la Bohemia europea, donde en su juventud y en la orden jesuítica había estudiado, con ejemplar brillo, artes y teología. Predestinado por sus superiores para lucir su poderosa mentalidad en las cátedras de la docencia sagrada, una íntima vocación de su espíritu lo movió a solicitar que se le dedicara a las tareas evangelizadoras, a llevar a las greyes cristianas a tantos hombres infieles que moraban en tierras remotas y salvajes. Fué así cómo el Padre Fritz fué despachado para las misiones jesuísticas del Perú, cómo arribó a la ciudad de Quito el año 1686 y cómo fué enviado hacia los fabulosos pueblos de los indios Omaguas, hacia las regiones de los ríos Napo y Marañón,

donde realizó su obra apostólica reuniendo pueblos nómades, fundando misiones y catequizando indígenas hasta entonces indómitos. Habiéndole aquejado una grave enfermedad, propia de esas inhospitalarias y malignas regiones, se dirigió, para buscar curación, río abajo del Amazonas, hasta llegar al Pará brasilero, el año 1689. Allí, no obstante su fama evangélica, que había trascendido aureolada de extraordinarias leyendas, fué detenido por las autoridades portuguesas, que sospecharon que bajo la capa santa del misionero se ocultaba un espía español que trataba de disputar las tierras amazónicas de las que ellas, ilegalmente, se habían apoderado en sus sistemáticas incursiones por las selvas con el objeto de cautivar indios y de llevar hacia la costa atlántica los preciados productos agrícolas de los bosques misteriosos. Detenido el buen fraile por cerca de dos años, gracias a sus reclamos e instancias ante las cortes de Lisboa y de Madrid, logró conseguir que el Soberano de Portugal ordenara a sus autoridades subordinadas del Pará que se le permitiese retornar al punto de su partida y al centro de sus misiones, que era el poblado de San Joaquín de los Omaguas.

Con el propósito de defender su obra catequística y de asegurar para España la posesión de las dilatadas regiones que había evangelizado, entre los ríos Napo y Negro, resolvió viajar a Lima para demandar el apoyo virreinal; y bajando por el río Huallaga, por Moyobamba, Chachapoyas y Cajamarca, llegó a Lima en el citado año de 1692.

La llegada del Padre Samuel Fritz a la capital del Perú suscitó la unánime expectación de su vecindario, cuyas principales gentes acudían a la iglesia de San Pablo para escuchar los prodigios de sus conversiones de infieles en un mundo al parecer inaccesible del que apenas tenían vagas y fantásticas noticias, y no había persona que al verlo y escucharlo no lo tuviera realmente por un hombre santo. Ordenóle el provincial de su orden que se quitase los andrajos que le cubrían el cuerpo y que vistiese una sotana nueva y adecuada, lo cual, pese a sus escrúpulos, tuvo que aceptar por razones de obediencia eclesiástica. Llevado a presencia del Virrey Conde de la Monclova, éste lo recibió con grandes muestras de amor y veneración, y más admirado quedó cuando leyó el Diario que el santo fraile había escrito sobre sus peregrinaciones evangélicas durante siete años y en más de cuarenta pueblos de diferentes naciones. Cuentan las crónicas que el Virrey lo llamaba no pocas veces a su palacio para oir sus hazañas espirituales. Mas cuando el Padre le hablaba al Conde sobre los peligros que comportaban para la soberanía española las incursiones portuguesas en las tierras amazónicas, notaba que el Virrey daba a entender como que no hallaba forma de remediar esos despojos geográficos, ya que los portugueses eran también cristianos católicos y ya que aquellos bosques de la Amazonía no irrogaban provechos materiales a los españoles, como ocurría en cambio en otras provincias, las que sí había que resguardar de los hostiles invasores. Concluía el Conde sus respuestas diciendo que en los dilatados reinos de las Indias Occidenta

les había tierras bastantes para ambas coronas, la de España y la de Portugal, y que en todo caso escribiría al respecto a su Rey y señor. Fué así, en efecto, como dijo a la Corona de Castilla estas palabras, que revelaban su extraña miopía política y su falta de comprensión sobre los problemas geográficos de su gobernación: "...que por lo retirado y desierto de aquellas tierras inhabitables de castellanos y portugueses, y ser los de esta última nación muy pocos los que se introducen al rescate de indios infieles, no deben dar gran recelo en aquellos parajes tan remotos, ni de que en ellos se experimenten los inconvenientes que ha habido por Buenos Aires con la disputa de las demarcaciones de la línea imaginaria, demás de que teniéndose a la mira lo que pudiere ocurrir en este caso, puede Vuestra Majestad y el Consejo quedar sin ningún cuidado, pues se aplicará en cualquier acontecimiento la providencia más necesaria, siendo la principal y aún la única la de asistir y fomentar este religioso (el Padre Fritz) para la continuación de su instituto en la conversión de infieles, por ser los parajes tan poco apetecibles e inhabitables...".

El Padre Fritz hizo entrega al Conde de la Monclova de un memorial que explicaba hasta donde y tan sólo llegaban las fronteras portuguesas en la América, así como la ilegalidad de las tomas de posesión de tierras que habían estado realizando los bandeirantes brasileros en su pretensión de introducirse hasta las lindes del Napo y del Aguarico. Dióle también al Virrey un mapa circunstanciado de las regiones del Amazonas, que él había trazado en sus largos y minuciosos recorridos. Este mapa fué objeto, más que de las dudas del Conde, de su comentario irónico. Decía de él: "I para que Vuestra Majestad tenga noticia de las distancias que hay desde el paraje donde ejercitaba este Padre sus misiones hasta dicho puerto (el Pará), remito los papeles originales que me ha entregado y un mapa que ha delineado por las observaciones que hizo en su viaje del curso casi de todo el (Amazonas) y de sus márgenes. I aunque está muy satisfecho de lo bien delineado de él, porque da a entender ha visto todo lo dibujado, le he insinuado no ser fácil registrase las distancias que de una y otra parte del río describe poniendo con tanta especialidad los nombres de las naciones de indios. I aunque ha procurado satisfacer mi duda, confieso que no lo ha conseguido, y que. do inclinado a que más es satisfacción propia que realidad la mayor parte de lo pintado en el mapa y escrito en el memorial que me ha dado". Sin embargo de las dudas irresponsables del Virrey, lo cierto es que el mapa del Amazonas que delineó el Padre Fritz fué el más veraz geográficamente, el primero desde el punto de visto científico, el que sirvió de modelo para la facción de los que le fueron posteriores y el que hoy constituye una rara e invalorable reliquia.

Desairado el Padre Fritz en sus patrióticas pretensiones de resguardar la hegemonía de España en las tierras amazónicas, admirado sólo por su acción catequística, hubo de regresar a sus misiones selváticas

munido de un pequeño auxilio económico para sus rústicos templos, y por la ruta de Jaén de Bracamoros arribó a sus pueblos omaguas, en el año 1693. Allí prosiguió su labor evangelizadora, oponiéndose tenazmente a las progresivas invasiones portuguesas. Gracias a su celo y su visión no se acabó de perder la Amazonía para España. El Perú de hoy le debe la posesión de la mayor parte de las regiones selváticas de que disfruta en el Nor-Oriente de su heredad geográfica.

El Padre Fritz dedicó cuarenta y dos años de su vida al fomento de sus misiones. Viajó alrededor de cuatro mil leguas, parte a pie y parte en frágiles canoas, por la Amazonía. Falleció en el año 1730 después de haber adquirido el título indiscutido y glorioso de "Apóstol del Amazonas”.

ANEXOS

Cédula real nombrando Virrey, Gobernador y Capitán General de las Provincias del Perú al Conde de la Monclova.

Don Carlos por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaen, de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, islas y tierra firme del mar océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y Milán, Conde de Abspurg, de Flandes, Tirol y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc.— Por cuanto por haber cumplido Don Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata, de mi Consejo de Estado, el tiempo por que le proveí por mi Virrey, Gobernador y Capitán General de las Provincias del Perú, conviene proveer aquellos cargos, y deseando con el cuidado y consideración que la grande importancia que el caso requiere hacer tan acertada elección de la persona que ha de suceder en ellos, que mediante esto se consigue el servicio de Dios y buen gobierno de aquellos reinos, su conservación y aumento y el bien de mis vasallos que los habitan y que se han mantenido en justicia; teniendo en consideración que en la de vos Don Melchor Portocarrero Lasso de la Vega, Conde de la Monclova, Comendador de la Zarza en la Orden de Alcántara, de mi Consejo de Guerra y Junta de Guerra de las Indias concurren las partes de cristiandad, calidad y prudencia que para aquel gobierno son necesarias y atendiendo a la satisfacción y celo con que me habéis servido en mi Armada Real del mar océano y ejércitos de Flandes y Extremadura desde el año de 1653 a esta parte con diferentes puestos hasta ocupar los de Teniente General de la Caballería y Sargento General de Batalla, hallándoos en este tiempo en todas las ocasiones que sc ofrecieron y especialmente en la batalla de Dunquerque en la cual per

dísteis el brazo derecho y en la batalla de Villaviciosa en que quedásteis herido en la cabeza de una cuchillada y prisionero en Portugal, donde estuvísteis hasta el ajustamiento de las paces, y que después lo continuásteis con igual satisfacción mía desde el año de 1667 en mi Consejo de Guerra y en el puesto de Comisario General de la Infantería y Caballería de España, hasta que el de 687 pasásteis a ejercer los cargos de mi Virrey y Capitán General de las Provincias de la Nueva España, en que al presente me estáis sirviendo con todo crédito y aprobación: por la presente os elijo y nombro por mi Virrey, Gobernador y Capitán General de las Provincias del Perú en lugar del dicho Duque de la Palata, por el tiempo que mi voluntad fuere para que los sirváis y gobernéis y en mi nombre podáis hacer y hagáis las gratificaciones, gracias, mercedes y las demás cosas que os parecieren convenir y proveer todos los cargos de guerra y justicia que han acostumbrado proveer vuestros antecesores y hacer todo lo demás que ellos podían y debían, conforme a lo que está ordenado y dispuesto, y mando al presidente y oidores, alcaldes y fiscales que al presente son y adelante fueren de mis audiencias reales de la Ciudad de los Reyes, la Plata, San Francisco de Quito de las dichas provincias del Perú y a los concejos, justicias, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de los distritos de las dichas audiencias que al presente están pobladas y se poblaren de aquí adelante y a los habitadores y naturales de ellas que os ayan y tengan por mi Virrey y Gobernador de aquellas provincias del Perú y todos las demás a ellos anexas y subordinadas y que os dejen libremente usar y ejercer los dichos cargos en el tiempo que como dicho es fuere mi voluntad en todas las cosas que entendiéredes convenir al servicio de Dios y descargo de mi conciencia y obligación y buena gobernación y perpetuidad y órdenes y os hagan dar todo el favor y ayuda que les pidiéredes, acudiéndoos siempre que fuere necesario y los llamáredes con sus personas y gentes, y en todo os acaten y obedezcan como a persona que representa la mía sin poner en ninguna cosa dificultad ni impedimento alguno, que yo por la presente os recibo y he por recibido al uso y ejercicio de ellos y os doy tan cumplido poder y facultad como se requiere y es necesario para los usar y ejercer caso que por ellos o alguno de éllos a ellos no seáis recibido.— Dada en Aranjuez, a 3 de Mayo de 1688 años.-— Yo el Rey. Yo Don Francisco de Amolas, Secretario del Rey nuestro señor la hice escribir por su mandado".

Cédula real nombrando Presidente de la Real Audiencia de la Ciudad de los Reyes del Perú al Conde de la Monclova.

Don Carlos por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Alge

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