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lida y entrada de todas las comunicaciones con las Indias, encargada del comercio y navegación entre España y América, con jurisdicción civil y criminal en Sevilla de cuanto ocurriese durante la travesía atlántica. De su competencia exclusiva era la organización de las flotas, el reclutamiento, selección y habilitación de colonos y viajeros, el movimiento comercial con la fiscalización de mercancías y libros, la administración del oro y plata afluyente, suministrar informes técnicos al Consejo de Indias, etc. Como por cuenta de la Casa de Contratación corría el mantenimiento y atención de los misioneros autorizados desde que ponían pie en Sevilla hasta su desembarco en América, se comprende la estrecha comunicación que hubo siempre entre la Casa y el Padre Procurador de los jesuítas de Indias y los jefes de expedición.

7. En el territorio peruano.-Vista la estructura del régimen virreinal en términos generales, concretémonos ahora al territorio donde trabajaron los jesuítas en la primera etapa a que se refieren los documentos de nuestro primer volumen de Monumenta Peruana.

El Virreinato del Perú se componía de cinco Audiencias, la metropolitana de Lima, tres subordinadas: Panamá, Quito y los Charcas, la independiente de Nueva Granada y diez Gobernaciones.

En lo eclesiástico, el Arzobispo de Lima tenía por sufragáneos los obispos de Nicaragua, Panamá, Popayán, Quito, Cuzco, los Charcas, Paraguay, Tucumán, Santiago de Chile y La Imperial. Al erigirse por los años de 1574 el Arzobispado de Santa Fe de Bogotá en Nueva Granada, Popayán pasó a ser diócesis sufragánea suya con Cartagena y Santa Marta. Como se ve, no coincidían por el norte los términos de la jurisdicción del Arzobispo limense con los del Virreinato.

Según el censo que nos da Juan López de Velasco entre 1571 y 1574, se contaban en todo el Virreinato 63 ciudades y pueblos de españoles con unos 10.000 vecinos, de los que 1.300 encomenderos, y 680.000 indios tributarios repartidos en 1.400 repartimientos, sin contar los de Chile y Tucumán “y los que en las tasaciones se hurtan" (18).

En la Audiencia de Lima, las poblaciones de españoles eran 15, con 5.000 vecinos, de los que 300 encomenderos; 200 repartimientos de indios en 300 ó 400 pueblos y parcialidades, “porque no están reducidos a pueblos, de manera que se pueda hacer suma dellos", con 300.000 tributarios sin contar muchos no tasados (19).

La Audiencia de Charcas tenía cuatro poblaciones de españoles, una ciudad de indios con asiento minero; la población española ascendía a los 1.350, con 85 encomenderos, los indios entre tributarios y mitayos de Potosí sumaban los 360.000 (20).

Estas cifras, especialmente las de los indígenas, sólo tienen un va

(18) Juan López de Velasco, Geografía y descripción universal de las Indias, Madrid 1894 pp. 399-400.

(19) López de Velasco, ob. cit. p. 458. (20) López de Velasco, ob. cit. p. 496.

lor aproximativo y en este concepto las consignamos, pues, fuera de que no entran en ellas las tribus no reducidas, aun así se observan grandes diferencias entre los cálculos hechos por diversos autores con escasa diferencia de tiempo. Sólo añadiremos que en el censo mandado levantar por el Virrey Toledo hacia 1571 se registró un millón y medio de indios en total.

PRINCIPALES HECHOS HISTORICOS

El 18 de Enero de 1535, a tres años de su llegada a Tumbes, el conquistador del Perú Don Francisco Pizarro fundó en el rico valle del Rimac, sobre la margen izquierda del río de este nombre y a poco más de dos leguas de su desembocadura, la ciudad de Lima, llamada de Los Reyes en honor de Carlos V y de su madre Doña Juana, cuyas letras iniciales campean en su escudo municipal. Cronológicamente esta fecha marca el término de la conquista del Imperio Incaico y abre la historia del Perú propiamente dicho.

Como pertenece al marco histórico de nuestras piezas documentales el curso general de los acontecimientos del Virreinato, expondremos los principales sistemáticamente repartidos en distintas épocas que se correspondan con los tomos de Monumenta Peruana, y del modo más sumario posible. La primera época, que cerramos el año 1575, puede dividirse en dos períodos como sigue (21).

1. Primer período o de pacificación (1535-1561).-Terminadas las sangrientas luchas entre pizarristas y almagristas, siguióse casi de inmediato la no menos peligrosa rebelión de los encomenderos, capitaneada por Gonzalo Pizarro, quienes se oponían a la ejecución de las Leyes Nuevas que abolían todas las encomiendas privadas poniendo a los indios bajo la Corona. Dominada la sublevación por el enviado La Gasca, fue preciso suspender la ejecución de dichas Leyes, pues los ánimos estaban lejos de haberse aquietado.

El Virreinato había sido creado en 1543, pero no había entrado en funciones prácticamente por los azares de los tiempos y por la miserable muerte del primer titular Blasco Núñez Vela, hasta que, retirándose a España el Licenciado La Gasca, fue puesto en manos de Don Antonio de Mendoza, que como Virrey de Nueva España había demostrado ser experto y fidelísimo gobernante.

Llegó a Lima el nuevo Virrey el 12 de Setiembre de 1551 con el encargo de pacificar ante todo los espíritus, mejorar en lo posible la suerte de los indígenas, dar ocupación a los muchos españoles vagabundos que campaban peligrosamente por todo el país, encerrar a los Oidores de la Audiencia dentro de los límites de sus funciones, etc. La publicación

(21) Seguiremos principalmente al P. Rubén Vargas Ugarte S. I., Historia del Perú. Virreinato I. [Buenos Aires] 1949.

de una Cédula real para quitar el servicio personal de los indios exasperó de nuevo a los encomenderos. En unas Ordenanzas que dió Mendoza para regular el funcionamiento de los tribunales estableció entre otras cosas el uso de intérpretes en los juicios en que eran parte los indios. Por desgracia, su gobierno fue demasiado breve. Murió el 21 de Julio de 1552.

En su tiempo llegaron al Perú los primeros frailes Agustinos y se celebró el primer Concilio limense debido al celo del Arzobispo fray Jerónimo de Loayza, del que hablaremos después.

La abolición del servicio personal de los indios provocó nuevos levantamientos con Francisco Hernández Girón por cabecilla principal. Encargada la Audiencia del gobierno por muerte del Virrey, tocó a los Oidores dirigir la campaña, como en efecto lo hicieron hasta terminar con la derrota de los sublevados y la ejecución de su cabecilla el 7 de Diciembre de 1554.

Entre tanto había tenido lugar un acontecimiento que no por haber pasado entonces casi inadvertido era de menos trascendencia. Por Cédula de la Reina Gobernadora del 12 de Mayo de 1551 se creó un Estudio General en el convento de Santo Domingo de Lima, con todos los privilegios, franquicias y exenciones de la Universidad de Salamanca. Había nacido la primera Universidad del continente americano, San Marcos de Lima.

Para suceder a Don Antonio de Mendoza fue nombrado Don Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, quien entró en Lima el 29 de Junio de 1556. Con diligencia y habilidad se dedicó a consolidar la precaria paz del Virreinato, haciendo una minuciosa depuración de las personas, fundando nuevas ciudades, encargando nuevas conquistas hacia las regiones de los ríos Marañón y Ucayali y en el lejano país de los Chiriguanos al este de los Charcas, construyendo y mejorando caminos, teniendo siempre en vista, como decía en una carta al Rey, hacer de los soldados labradores.

No poco debía coadyuvar a esta obra de asentamiento el descubrimiento de las ricas minas de azogue de Huancavelica y el incremento que iba tomando la explotación del Cerro de Potosí.

Durante su gobierno subió al trono de España Don Felipe II, jurado Rey en Lima el 25 de Julio de 1557. Otro suceso que llenó de satisfacción al Marqués de Cañete fue el pacífico sometimiento del Inca Sairi Túpac, refugiado hasta entonces en las serranías de Vilcabamba (Cuzco) y que en Enero de 1558 reconoció finalmente la soberanía del Rey de España sobre el Imperio de sus padres.

El Virrey prestó todo favor a las cosas de la Iglesia. En su tiempo se fundó en Lima el célebre monasterio de la Encarnación de Canonesas de San Agustín, el primero de Sudamérica. En la misma ciudad el Arzobispo empezó a levantar el hospital de Santa Ana para los indios, donde él mismo quiso ser enterrado a su muerte ocurrida el 25 de Octubre de

1575. Otras ciudades fueron levantando también sus hospitales especiales para los indígenas, como el Cuzco, Potosí y Huamanga.

2. Segundo período o de transición (1561-1569).-Acababa de fallecer en Lima el Marqués de Cañete, cuando llegaba al Perú su sucesor en el cargo de Virrey, Don Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva, por Marzo de 1561.

El problema de las encomiendas seguía en pie desde la frustrada introducción de las Nuevas Leyes. Los dos partidos en liza, el de los encomenderos, sostenidos por las ciudades, y el de los indios, sostenidos por los Prelados y doctrineros, hacían valer sus derechos y pretensiones ante el Rey, los unos para obtener la perpetuidad de las encomiendas, los otros para su abolición. El nuevo Virrey propuso una solución intermedia, es a saber, mantener sólo un tercio de las encomiendas, incorporando las restantes a la Corona. Aunque en Madrid hallaban fuerte eco las razones de los defensores de los indios, el asunto se presentaba tan erizado de dificultades, que no se llegó por entonces a ninguna decisión, firme.

El Conde de Nieva prosiguió la política de su antecesor en la fundación de ciudades. Fue hombre cortesano y amigo de diversiones, lo que hizo que a su muerte, ocurrida a los dos años de gobierno en forma inopinada y misteriosa, corriesen voces de haber sido asesinado. Sea lo que fuere de esta versión, lo cierto es que no había satisfecho a nadie su actuación al frente del Virreinato, y ya en 1563 Felipe II había determinado relevarlo enviando en su lugar al Licenciado Lope García de Castro, miembro del Consejo de Indias, mas no con el título de Virrey, sino solamente como Presidente de la Audiencia y Gobernador. Lope de Castro llegó a Lima el 25 de Octubre de 1564.

Todo hace presumir que la intención del Rey era tener por entonces en el Perú un gobierno de transición, mientras buscaba el hombre que pudiese hacer entrar el Virreinato por un camino seguro y firme.

El gobierno de García de Castro fue acertado en todas sus partes. Estableció en la Audiencia de Lima una Sala del Crimen con cuatro Alcaldes que atendieran a las causas criminales aliviando la tarea a los Oidores, que debían ocuparse de las civiles y del gobierno. Emprendió la división del territorio en Provincias y Corregimientos, nombró Corregidores en los pueblos de indios, innovación ésta que resultó en general beneficiosa para los indios, aunque halló también impugnadores aun entre los Prelados y doctrineros que temían ver cercenada la autoridad de los párrocos.

Tampoco faltaron algunas rebeliones de indios y españoles que turbaron de nuevo la tranquilidad pública. Como remedio radical proponía el Presidente al Rey que los españoles sin ocupación conocida fuesen devueltos a la península, que se pusiesen estudios para los hijos de españoles y también para los indios, que se nombrase Virrey con autoridad competente y se redujese la de las Audiencias a sus justos límites. Como el número de criollos y mestizos aumentase cada día más criándose en

la indocilidad y la ignorancia, García de Castro insinuaba que se escogiese algunos por lo menos y se les enviase a España a estudiar.

Otra prueba del interés de Don Lope en favor de los naturales se vió en la solicitud que puso en reunir en sitio a propósito a los numerosos indios de Lima o que allá acudían para sus negocios y pleitos, trazando para ellos un barrio cerca del río, en los suburbios de la ciudad, obra que completó su sucesor el Virrey Toledo dándole forma de pueblo con el nombre de Santiago del Cercado, célebre en los anales jesuíticos.

Las expediciones de descubrimientos y nuevas conquistas prosiguieron durante este gobierno. Mencionaremos solamente el intento que se hizo de llegar al territorio de los indios Mojos al noroeste de Santa Cruz de la Sierra, y el más afortunado descubrimiento del río Madre de Dios en la región boscosa al oriente del Cuzco, por obra del Capitán Don Juan Alvarez Maldonado.

Desde el punto de vista eclesiástico los acontecimientos más dignos de mención fueron la promulgación de los decretos del Concilio de Trento hecha en Lima por Loayza el 28 de Octubre de 1565, y en Junio del año siguiente en la ciudad de La Plata en los Charcas por su obispo fray Domingo de Santo Tomás; la creación de las nuevas diócesis de Santiago (1561) y La Imperial (1564) en Chile; la celebración del segundo Concilio limense (1567-1568), y la entrada de la Compañía de Jesús en el Perú.

Don Lope García de Castro hizo entrega del gobierno al Virrey Don Francisco de Toledo en Noviembre de 1569.

3. Estado religioso del Virreinato.—Queda ya indicada la constitución jerárquica de la Iglesia peruana; digamos una palabra sobre su situación interna, según se desprende de las fuentes.

El ministerio apostólico se repartía entre la atención a los cristianos viejos y la conversión e instrucción de los indios. En esta labor entraban en pie de igualdad, al menos en teoría, el clero secular y el regular. Cuatro eran las Ordenes regulares existentes en el Virreinato a la llegada de los jesuítas: Dominicos, Franciscanos, Mercedarios y Agustinos. Los clérigos no sobresalían ni por su número ni siempre por su virtud y celo apostólico. Los religiosos por su parte la razón primordial, si no exclusiva, de cuya presencia en las Indias era la conversión de los naturales estaban concentrados principalmente en las ciudades, tal vez no con entera culpa de ellos, pues también los españoles necesitaban ser socorridos espiritualmente, y en cierto sentido más que los neófitos.

En efecto, nada favorecía menos para la práctica de las más elementales virtudes cristianas a esos hombres, lanzados en su generalidad en pos de la fortuna, como la vida misma que les tocaba hacer en la tierra de sus aventuras, de sus triunfos y de sus fracasos. Tan firmes en la fe como frágiles en la conducta, sus convicciones religiosas cedían pronto a la codicia o a la ambición o a la vanagloria o a la crueldad o a la lujuria, cuando no a todos estos vicios juntos.

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