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dado, en 26. de Mayo últmo, a la carta del General en Gefe del Exto. del Alto Perú, de 21 de Abril antecedente, en que me comunicaba haberse presentado al Brigadier Olañeta, Comandante de la Vanguardia, varios Oficiales y gauchos a disfrutar de la Real Indulgencia que les ofreció aquel Gefe, incertos en Gazeta de esta Gobierno de 27. de Mayo, que acompaño con el número 2o, agregado esto al conocimiento que tengo del carácter de los que dirigen en su marcha a estos estraviados havitantes, me hace desconfiar de qe, su éxito corresponda a los deseos de S. M. y a las activas diligencias y eficaz empeño con que procederé a su execución.

Bien es verdad que el plaucible acontecimiento de la jura de la Constitución política de la Monarquía española publicada en Cádiz el 19. de Marzo del año de 1812, puede ofrecer una notable variación en las ideas políticas de los mandones y de los pueblos, en quienes también se debe esperar haga mucha impresión la proclama de S. M. a los havitantes de Ultramar, puesto que no sea la que corersponda a sus enérgicos convencimientos y tiernas insinuaciones: penetrado de su importancia y de mi deber en dar puntual cumplimiento a las reales determinaciones, he mandado hacer una impresión de mil exemplares, que voy remitiendo a los Gefes militares y políticos de los puntos fronterizos, para que por todos medios procuren su introducción en los rebolucionados, habiéndola dibulgado antes en esta Capital, en donde mereció la más favorable y decidida aprobación primer capítulo [sic] de la enunciada real orden; para proceder con el que corresponde al segundo y tercero, trataré antes por medio de emisarios de mi confianza, de la suspensión de hostilidades, comprehendiendo en las instrucciones que al intento les dé, los importantes puntos que abrazan los capítulos 4o, 5o, 6o y 7o, anunciándoles por medio de los mismos encargados, la determinación de S. M. de remitir comisionados para el arreglo provisional de sus diferencias, haciéndoles entender como a los demás havitantes pacíficos de este Reino la resolución de S. M., para que, desde la fecha del recibo de esta Real Orden, disfruten los beneficios concedidos por los Decretos de las Cortes generales Extrahordinarias y ordinarias, y el salvoconducto que se franqueará a sus representantes, si prefiriesen embiarlos a la Corte a exponer a S. M. sus deseos, asegurándoles la consecución de quanto soliciten que sea compatible con la magestad del trono, y prosperidad general de la Nación, con arreglo a lo prevenido en los capítulos 89, 119 y 12o, publicando una amnistía general y un eterno olvido de todo lo pasado, si se aviniesen con las pacíficas y paternales intenciones de S. M., jurando la Constitución política conforme a lo dispuesto en el Capítulo 109: y en la infausta y sensible hipotesi (sic) de que se obstinen en no prestarse a ningún avenimiento, encargo a los Gefes militares el que continúe la guerra, disminuyendo en lo posible sus estragos, conforme a la ilustración del siglo, a los sentimientos de humanidad, principios del Derecho de Gentes y al especial encargo que contiene el Capi

tulo 9o, quedando advertido para su tiempo de lo que se me indica en el 13o.

Para facilitar el cumplimiento de los deseos de S. M. con respecto a los havitantes del Río de la Plata, comunicaré a su Ministro en la Corte del Janeyro el plan que me propongo, encargando de su entrega a D. Féliz Blanco, ex-Factor de la Compañía de Filipinas, que regresa a la Península con escala en aquel puerto, en el Bergantín Ynglés «Nigtingales», próximo a dar la vela de éste, insinuándole que para que nuestros pasos en los puntos cardinales sean acordes y conocidos oportuna y recíprocamente de ambos, convendrá el que franquee su recomendación a algún buque neutral que pretenda venir a este puerto con géneros comerciales, como único camino en el día para entendernos. Mi comunicación con los Gefes de aquellos Pueblos no podrá ser tan pronta comolo exige la importancia del asunto, por la considerable distancia en que se hallan, y por ser regular que antes de oír ninguna propuesta mía quieran ponerse de acuerdo los comprehendidos en el nuebo sistema federativo instalado en Abril de este año, que los son el Gobierno de Buenos Aires, el de Santa Fé, de Corrientes, y el de Entre Ríos, después de las muchas oscilaciones militares y políticas en que se han hallado envueltos.

Por lo que pertenece al Reyno de Chile, trataré en derechura con su Govierno, por hallarse actualmente no solo independiente del de Buenos Aires, sino también muy mal avenidos entre sí, y aun próximo a ser atacado aquél por D. José Miguel Carrera, antiguo governante, protegido por este, sin que me embarace en este paso el desembarco de que estoy amenazado en estas costas por su General D. José de San Martín, desde el 23 de Febrero de este año, activando desde aquella fecha la instrucción de la tropa destinada a esta expedición, y cerrando sus Puertos con la policía más celosa y vigilante para que yo ignore sus planes y designios, indicados en mucha parte en las cinco proclamas, agregadas con el no 3o, que pude recoger en número considerable después de la aprehensión de casi todos los conductores, y aunque me hallo bien preparado para repeler su agresión, antes de executarlo lo convidaré con el ramo de oliva, cuyos triunfos siempre serán para mí mucho más gloriosos que los laureles de las victorias militares, manchados siempre con la sangre de nuestros hermanos: de todo lo que se servirá enterar a S. M., como yo lo haré a V. E. de lo que baya ofreciendo este interesante negocio.

(Autógrafo) Dios Guarde a V. E. muchos años. Lima, 11 de Septiembre de 1820.

Excmo. señor Joaquín de la Pezuela (Rubricado).

Excmo. señor Ministro de la Gobernación de Ultramar.

El Callao en la historia peruana

(Charla en el Club de Leones del Callao. 22 de Agosto 1955)

Por RAUL PORRAS BARRENECHEA

El centenario de la creación de la provincia constitucional del Callao me ha dado ocasión —a iniciativa del Club de Leones del Callaopara incursionar en la historia de esta villa, iluminada en parte por el esfuerzo de cronistas e historiadores locales y en parte envuelta en la bruma misteriosa de la leyenda, cuyo secreto definitivo, vanamente hurgado por los geólogos y arqueólogos, esté acaso en el fondo del mar que es el gran artífice de su vida y de su historia. El interés de los Leones por la historia de esta ciudad es índice de su cultura y de su civismo, porque, con el estudio del pasado urbano, pese a la uniformidad de la civilización de la máquina y de las imposiciones mecánicas, el espíritu cooperativo de nuestra época, trata de salvar del vértigo de la imitación y de las demoliciones inútiles, las esencias regionales creadas por el hombre en comunión con la tierra. Los pueblos que vencen el sino industrial, y combinan la iniciativa técnica con la social, conservando sus instituciones características y su legado histórico, elevan su potencial humano y se constituyen en custodios de una herencia anímica. Las ciudades son entonces, como ha dicho Munford, “los puertos de la cultura".

Mi temor proviene, sobre todo, de mi falta de preparación en el vasto y complejo horizonte de la historia porteña, que apenas he abordado directamente, en dos o tres días, en las obras clásicas de nuestra historia nacional y de los cronistas locales. Pero me ha ayudado a vencer mi resistencia la garantía, que se me ofreció, por los organizadores de esta fiesta, de que no habría en ella ningún historiador profesional. Fiándome en los cronistas antiguos del Perú, en los cronistas del mar y particularmente en los cultivadores amorosos de la historia de la villa Arruz, Melo, Gambetta y los historiadores del Real Felipe, Aníbal Gálvez, Stiglich y Fernando Romero, voy a tratar de sugerir algunos aspectos de la evolución urbana del Callao, dentro del cuadro de nuestra realidad histórica y geográfica y de sorprender algo de lo que ella ha incitado y alentado en el alma peruana.

Lo que destaca inmediatamente al estudiar el pasado del Callao es la originalidad de su constitución urbana, y de sus moldes de vida que se diferencian profundamente de las demás ciudades peruanas, El

Callao no es una ciudad hispánica fundada solemnemente, con todos los ritos de la cortesanía española del siglo XVI, ni hay huellas del pueblo indígena que ocupó sus riberas antes del avatar incaico y del occidental. El nombre del Callao, como su historia prehispánica, es un enigma. La tradición popular toponímica da el nombre de Pitipiti y el de Chucuito, a los más antiguos rescoldos de la vida indígena que pervivió junto a la fortaleza española. Pitipiti, significaría hilo roto o anudado y aludiría ya a los tejedores de redes y equivaldría a "atarazanas", según Romero. El nombre del Callao pudo venir, según Middendorf, de la corrupción de una palabra quechua, Callu que significa "lengua" o "lengua de tierra”. Calla o challua significa también "costa" y "pesca", que hasta hoy se llama chala. Challa haque sería el hombre de la costa, del que provendría el difícil derivado de Callao; chalaco. También en aymara challacuchai-llacu es “arena” y la palabra denunciaría la presencia del arenal en la vida primitiva del pueblo. Oscilando entre lo español y lo indio, el nombre del Callao podría, según Palma, provenir de la palabra española Callao en francés caillou que significa "guijarro" o "piedra peladilla de río" y conviene bien al complejo geográfico chalaco. En los primeros.. documentos españoles se habla del "Callao de Lima"; no como una designación. toponímica, sino como un accidente geográfico que indicaría la desembocadura del Rímac. Hay quien reclama el origen itálico de la voz calavia que significa "lastre", quien lo adjudica a un andalucismo fonético de Pizarro, quien al contemplar la quieta bahía de nuestro puerto mayor exclamaría "Qué callao es este mar" y quienes aseguran que el nombre proviene de uno de los primeros almirantes del puerto don Fernando Callao.

Tan indeciso como el nombre es el pasado indígena primitivo del Callao. El naturalista inglés Darwin, que estuvo seis semanas entre el Callao y la isla de San Lorenzo, descubrió entre las conchas y detritus arrastrados por el mar algunos rastros humanos: cabos de hilo de algodón, pedazos de caña tejidos y una espiga de maíz, y en Bellavista algunos fragmentos de tosca y rojiza cerámica. El arqueólogo Uhle denunció en el vecino puerto de Ancón la existencia de Kijiokemondingos o restos de cocina ollas, cenizas, instrumentos de huesos, hilos tejidosque le llevaron a formular su teoría, nada recomendable desde el punto de vista ético, de un pueblo de pescadores rudimentarios y antropófagos. Los hallazgos arqueológicos de la costa revelan, por lo general, la existencia de miles de tumbas, en tanto que han desaparecido las poblaciones y las huellas de las viviendas. Esto podría demostrar que el hombre prehistórico, pensó más en la vida de ultratumba que en el bienestar de su vida terrena, o que el mar devoró las villas prehistóricas. Sólo quedan palos de chozas que se yerguen a veces en los cerros sobre montones de conchas. Y en la caleta de la Cruz, en la isla de San Lorenzo, se han hallado restos de murallas y objetos ceremoniales que han hecho divariar a los arqueólogos sobre la posibilidad de que sean los restos de

un cementerio de los caciques del Callao. En la época incaica las poblaciones principales del actual circuito chalaco eran Maranga, Chayacalea, hoy la Magdalena— y Huatica. El Inca dividió los 20 pueblos del valle de Lima en tres hunus y asignó a Maranga la pesquería del Callao.

El Callao no se funda como ciudad española, en la época de Pizarro, ni como reducción indígena, en la época de Toledo. Como signo de su vocación voluble y aventurera no tiene partida de bautismo. Nace al desgaire, como hijo de las espuma, en una afirmación viril, sin ataduras cronológicas, con la espontaneidad de la vida, destinado a jugarse su destino con un horóscopo propio. Fueron el mar y el marco geográfico los que dictaron su suerte, unida indisolublemente a la del valle y el contorno limeños. Dependió, en el Incario, de Maranga y Limatambo, como en el coloniaje de la ciudad española de Lima. Lima se funda en las tierras del cacique Taulichusco por muchas razones geográficas certeras y extraídas de la experiencia india, pero, sobre todo, por el puerto admirable. Dieciocho días antes de la fundación de Lima, el 1o de enero de 1535, el fulgurante Pedro de Alvarado, el Tonatiuh barbado y rojizo de la conquista de México, firma con Francisco Pizarro, el buen viejo de barba cana, la venta de su escuadra en "el puerto de Lima”, todavía sin nombre, en el que estaría anclado el galeón Santiago de Pizarro en el que éste había hecho la conquista del Perú y el San Cristóbal de Alvarado. Y en el acta de Pachacamac, de 6 de enero, en que Pizarro envía a sus “baqueanos" a determinar el sitio de la ciudad ya escogido en las tierras del cacique de Lima— se dice que se le ha elegido, entre otras razones, "por estar como está junto a él muy buen puerto para la carga y descarga de los navíos que vinieren a estos reinos, para que desde aquí se provean de las cosas necesarias los otros pueblos que están fundados y se fundaren la tierra adentro". Está ahí definido, con lucidez meridiana, el rol del Callao en la nueva vida económica del Perú, incorporado al tráfico oceánico y universal.

La historia ha confirmado rotundamente la elección del sitio de Lima, decretada por el instinto certero y visionario del Fundador, particularmente por la magnífica posición de puerto mayor otorgada al Callao, que es inobjetable. Los geógrafos y viajeros de siglos posteriores reconocen, unánimemente, que el Callao es el puerto más grande y más seguro de la costa del Perú, que su bahía está defendida de los vientos del Sur por la lengua pedregosa de la Punta y por la isla de San Lorenzo que resguardan su quietud al punto que se pueden prefijar, sin riesgo alguno, la entrada y salida de los barcos; que su bahía está limpia de escollos y arrecifes; que el agua es dos grados más fría que la del Sur; que en las épocas de aguaje tiñe de negro y plata las bandas de los buques, resguarda a éstos de la broma que corroe los cascos en el Trópico y que su posición céntrica en Sud-América, en la que convergen todas las rutas terrestres y marítimas, habría de convertirle en un gran centro

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