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un Decreto Supremo de Cáceres, dispuso el enjuiciamiento de su adversario y lo somete al fuero militar prescrito por ley de 26 de octubre de 1886, que declaraba nulos los actos de la Dictadura. A tono con estos sucesos, el diario El País es clausurado y se desecha la solicitud de sus redactores, que encabeza Obín, pidiendo revocatoria de aquel atentado a la libertad de prensa. Lo acompañaban en la demanda: Miguel Marisca, José Fermín Herrera y Manuel Andrés Rodulfo. El 13 de abril, bajo la presión gubernamental, el Coronel Remigio Morales Bermudez, salió elegido Presidente de la República, cargo que ocuparía desde el 10 de agosto.

Finalizado el segundo régimen de Cáceres, la Junta de Gobierno que presidió Manuel Candamo, nombró a Obín, Director General de Hacienda el 22 de abril de 1895. Elegido Piérola por sufragio popular, lo hizo su colaborador directo en la cartera de Hacienda y Comercio, portafolio que desempeña desde el treinta de noviembre del citado año, al 10 de agosto del siguiente. Luego, pasó a ser Presidente del Tribunal Mayor de Cuentas, desde el 14 de junio de 1897 hasta el 30 de mayo de 1900. Posteriormente, Piérola, lo llevó a su lado como jefe de contabilidad y caja de la "Sociedad Constructora la Colmena".

De su labor intelectual, además de su acción periodística, se le conoce ser autor de tres folletos: "Política Peruana. Hombres y Cosas. Notas Intimas", editado en 1900; "La Revolución de 1894-1895" y "Reminiscencias y Revelaciones", salido en el 901. Por estas producciones, Jorge Basadre, ha calificado a Obín como el memorialista de la época.

De su inquietud histórica procede un ensayo muy útil: "Ojeada Histórica de la Revolución Americana”. Estudia los veinte años que precedieron a la Independencia del Perú. Sus páginas jalonan, las luchas, alternativas y pronunciamientos que se fueron generando en toda la América Hispánica, principalmente desde 1806 a 1820. Indica los sucesos básicos ocurridos en las colonias, empeñadas todas en análogo fin: la Emancipación. Este ensayo posee indiscutible mérito, por su claridad y metódica exposición y principalmente, por ser uno de los primeros que se internan en esa materia. Es muy poco conocido, no lo citan, ni las bibliografías generales de historia peruana: las de Vargas Ugarte y Porras Barrenechea y llama aún más la atención, no la incluya, la especializada para esa época, la dirigida por Puente y Candamo.

La otra obra que nos ha legado Manuel Jesús de Obín es Los Anales Parlamentarios del Perú de tipo documental que escribió en compañía de Ricardo Aranda y que se editó en 1895. Se refiere al primer Congreso Constituyente celebrado del 822 al 825. Contiene un bosquejo de ese momento crucial de la república y un resumen crítico de la forma como fue desarrollándose esa asamblea, en cuyos escaños legislativos se sentaron los hombres más ilustres de la época. El plan del libro, su ejecución y el archivo consultado, anteceden al texto esencial, que clasifican en ocho capítulos de acuerdo al temario y contenido de

las discusiones celebradas. Añaden valiosas notas complementarias, sumarios de las actas e índices onomáticos y por materias.

Coincidió, los años últimos de la vida de Obín, con la caída y debilitamiento de la fuerza política del partido Demócrata. En la sombra y sin figuración mayor, tuvo que recluirse de nuevo en el opaco cargo de Tesorero de la Beneficencia de Lima y en ese ejercicio modesto le llegó la muerte a los 62 años de edad, el sábado 2 de diciembre de 1905. Meses antes había sido designado, miembro fundador del Instituto Histórico del Perú. Se recuerda, fué el primer desaparecido de los treinta que lo integraron. Tuvo por hermano a Mons. Agustín Obín y Charún, distinguido sacerdote, orador sugestivo, de muy ameno trato y muy popular en los salones aristocráticos de Lima, Catedrático del Seminario, Canónigo de la Catedral en cuyo Coro Metropolitano ocupó sucesivamente las dignidades de Maestreescuela y Arcediano.

M. M.

TEODORICO OLAECHEA

(1848-1905)

Natural de Ica, el señor Olaechea pertenecía a una antigua y conocida familia de aquella localidad. En su ciudad natal cursó sus primeros estudios, viniendo enseguida a Lima y matriculándose el año 1868 en la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos. Sobresalió entre sus demás compañeros de aulas y después de brillantes pruebas obtuvo el título de ingeniero en el que se distinguió en grado

Con celo y actividad infatigable, prestó su valiosa cooperación en la fundación de la Escuela de Ingenieros, durante el régimen presidencial de don Manuel Pardo, formando parte entonces de su cuerpo docente, bajo la hábil dirección de don Eduardo de Habich. Le tocó al ingeniero Olaechea dictar en aquel centro docente, la asignatura de Agricultura en la sección de ingenieros industriales, y en 1892 ocupó la Secretaría de la Escuela que funcionaba en el Espíritu Santo y así mismo la Secretaría de redacción del Boletín de Minas, en cuyas páginas figuran algunos de sus trabajos, que merecieron ser reproducidos en revistas científicas de fama que se editaban en el extranjero. Por sus profundos conocimientos del territorio nacional y sus investigaciones del pasado peruano que guardaban concordancia con su profesión, el ingeniero Olaechea, fue profesor competentísimo en la Escuela de Ingenieros de los cursos de Geología, Mineralogía y Paleontología, que dictó hasta la fecha de su fallecimiento y a satisfacción general. Los trabajos del señor Olaechea incidían sobre los fósiles y especies mineralógicas hallados en sus excursiones, y que él conservaba para estudiarlos a conciencia, y después volcar sus observaciones en los escritos que elaboraba.

Todo esto le permitió al ingeniero Olaechea estudiar la historia pa

tria desde sus orígenes, consagrándose a ella con verdadero fervor, haciendo lo propio que Raymondi y Barranca.

Perteneció tan competente profesional a la Sociedad Geográfica de Lima y al Instituto Histórico del Perú, y en el extranjero a determinados liceos científicos.

Su pérdida fué muy lamentada por el hondo vacío que dejara en el campo de las actividades mineras, adonde llegaron en más de una ocasión su consejo oportuno y eficiente. Su labor intelectual se halla dispersa de preferencia en los Boletines de Minas de la Escuela de Ingenieros y en los de la Facultad de Ciencias. Ya sexagenario, el señor Teodorico Olaechea falleció súbitamente en Lima en el mes de mayo de 1905.

E. S. C.

PABLO PATRON

(1855-1910)

Nació Pablo Patrón en Lima el día 15 de mayo de 1855. Su ascendencia se remonta a la época virreynal, en que su bisabue'o allá por los años de 1769 a 1776 gozó de la confianza de don Manuel de Amat y Junient, quien le dispensó toda suerte de favores.

Iniciados sus primeros estudios bajo el tutelaje de sus padres y al calor del hogar, ingresó el niño Patrón al Seminario Conciliar de Santo Toribio, donde cursó su instrucción media completa, distinguiéndose por su contracción al estudio, al igual que la distinguida juventud que por aquella época se educaba en sus claustros, y que con posterioridad alcanzó justo y merecido renombre en la República.

Concluídos sus estudios pasó a la Facultad de Medicina, en la que se recibió de médico y cirujano el año 1886, época desde la cual ejerció ininterrumpidamente su profesión.

Pero las disciplinas históricas eran las que atraían a Patrón. Relacionados sus ascendientes con funcionarios de la Corona en la época azarosa del Virreynato, era natural que la tradición oral se fuese trasmitiendo, y de aquí que esas conversaciones cautivantes y atrayentes que en sus primeros años y en su mocedad escuchara Patrón, lo determinara a abrazar con fervor el cultivo de la historia, por la que demostró su más grande predilección.

Dotado de facilísima memoria y por ende de una poderosa retentiva, según las personas que lo conocieron y trataron, Patrón logró captar un inmenso caudal de conocimientos, y es por esto que no bien cumplidos los 20 años de edad, asombra a los que apenas lo conocen y a los extranjeros que visitan nuestro país indagando su pasado, con una

crítica erudita que hace a la obra El Perú, del sabio italiano don Antonio Raymondi.

Admira el pensar qué esfuerzo le demandaría a su autor esta crítica formidable, formulada a base de un conocimiento profundo de la materia que trataba. Muy joven era y sin embargo manejaba ya y compulsaba con certero juicio viejos mamotretos de los primeros cronistas. El estudio profundo emprendido por Patrón era así digno de la obra que rectificaba, a base de documentos y datos, por él minuciosamente seleccionados de la geografía y de la historia.

A partir de aquella época y consagrado ya como un afamado cultor de las ciencias históricas, Patrón volcó todos sus conocimientos en el campo de la bibliografía nacional.

Su labor en este sentido es copiosísima. Trabaja sin descanso y se hace acreedor a las más altas distinciones en el país y en el extranjero. Sucesivamente pertenece al Ateneo de Lima, a la Sociedad Geográfica, al Instituto Histórico, de cuya Junta Directiva forma parte en su condición de Segundo Vice-presidente, y a la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos, a la que es incorporado como miembro honorario el año 1897. Concurre al Congreso Científico de Montevideo, certamen en el cual se destaca a gran altura por sus sabias ponencias, y al de Americanistas de Sttugart, donde los hombres eminentes de ciencia allí reunidos, declaran según el decir de don Carlos A. Romero, no estar preparados para discutir las avanzadas teorías de Patrón.

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El doctor José de la Riva-Agüero, admirador del bibliografo, a quien dedica su obra La historia en el Perú, apunta con sobrada razón que a nuestro sabio compatriota por la multiplicidad de sus conocimientos, bien podia comparársele con los frailes de la Colonia, con el padre Calancha por ejemplo.

Pero Patrón no solo era historiador y geógrafo. También era un afamado lingüista. Dominaba con extraordinaria facilidad varios idiomas: inglés, francés, alemán, italiano y portugués; cultivaba el japonés y el chino, el quechua y el aimará, y en sus últimos años llevado de ese afán de acucioso investigador, se solazaba estudiando con ahínco las lenguas muertas y de preferencia la estructura gramatical del sanscrito, el copto y el súmero.

Si con detenimiento se revisa la labor de Patrón, se verá que ella es inmensa. Así, en 1900 pronuncia un notable discurso de recepción en la Facultad de Letras que versa sobre el Origen del quechua y del aimará, lo que lo impulsa al establecer comparaciones con determinadas lenguas orientales, a profundizar las doctrinas de Müller y Lenormant, Rawlison y Opert; en 1901 publica Huiracocha, y en Buenos Aires en el mismo año Dioses de la tempestad; en 1902 da a la estampa El Perú primitivo y en 1905 presenta y lee en el XIV Congreso de Americanistas de Sttugart, un trabajo que denomina Escritura americana: la lluvia.

Publica igualmente otras monografías tales como La papa en el Perú primitivo, Apuntes históricos sobre la verruga de los conquistadores del Perú, Estudio crítico del discurso del Dr. Prado y Ugarteche, Semejanza entre la teogonía, usos, etc., de los caldeos y los antiguos peruanos, Informe sobre los límites del Perú con Bolivia (8 vols.), La raíz Clú, Influencia del dominio peruano en Chile, El trigo en el Perú, Interpretación de los huacos, Las aguas de Yura, La sucesión de los Incas, La veracidad de Montesinos, y el tomo primero de los Nuevos estudios sobre las lenguas americanas, profundo trabajo éste, publicado en forma bilingüe (francés y castellano), y en el que Patrón se propuso demostrar el “origen súmero-asirio de las lenguas quechua y aimará del Perú primitivo habladas por los indígenas de este país y de Bolivia".

Por esta época publicó también su interesantísimo trabajo Lima antigua que se reprodujo aunque fragmentadamente en la Biblioteca Internacional de Obras famosas, tomo XXV, el mismo que ya había aparecido en El Perú Ilustrado en 1889, y con posterioridad en el Ateneo de Lima. Este estudio tan completo se lo dedicó Patrón al poeta laureado don Luis Benjamín Cisneros, y el autor de estas líneas, lo dió una vez más a la publicidad el año 1935, con ocasión del cuarto centenario de la fundación de Lima. Este trabajo es de un valor histórico inestimable, tanto por la abundancia de datos que contiene, cuanto porque permite al lector reconstruir lo que fué la antigua ciudad a partir del 18 de enero de 1535 en que la fundara don Francisco Pizarro, reviviendo merced a la galanura del estilo empleado por Patrón, el escenario movido de aquellas épocas distantes.

Fue Patrón colaborador entusiasta de publicaciones ilustradas, tales como la Revista Americana de Lima de 1891, en que dió a conocer un trabajo erudito que tituló Los descubrimientos fenicios, en el que comentó con sapiencia indiscutida las teorías de los más famosos historiadores de la antigüedad, tales como Diodoro de Sicilia, Herodoto y Estrabón, afirmando a la conclusión de dicho trabajo y como coronación de su tesis, que los exploradores normandos se acercaron a las costas de América antes que Colón, siendo por lo tanto sus primeros descubridores. Escribió así mismo en El Ateneo, en cuyas páginas completó los datos consignados en la Biblioteca Peruana de don Mariano Felipe Paz Soldán relacionados con las hojas periódicas que aparecieron en todo el país antes y después de proclamada la República. En la Revista del Instituto Histórico (26 de junio de 1908) emitió un luminoso Informe que versó sobre la publicación de los Historiadores del Perú, en el què su autor muy acertadamente, opinó porque el plan de la monumental obra en perspectiva, se dividiese en tres series que abarcarían respectivamente los períodos prehispánico, hispánico y republicano. En las eruditas como juiciosas observaciones que señaló Patrón en el mencionado Informe, arribó a la conclusión de que debía principiarse por publicar la Historia de los Incas del Padre Morúa, la segunda parte de la Crónica de Cieza

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