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del eminente jurisconsulto y orador cubano, doctor Eugenio Cantero He

rrera.

Fué el doctor Prado hombre de una actividad poco común. Se mu!tiplicaba en el esfuerzo, y sabía salir airoso en las comisiones que se le encomendaban. Poseedor de una vastísima cultura, derramó el caudal de sus conocimientos, ya abordando tópicos de índole internacional y diplomática, ya consagrándose a las faenas de la docencia universitaria por las que sentía especial predilección.

Orador de fama y escritor de nota, el doctor Prado llamó muy justamente la atención por los conceptos que vertía, destacándose en la tribuna parlamentaria a la que honró con la sapiencia de su verbo. Suscribió numerosos dictámenes en que se conjugan por igual el fondo y la forma de la expresión, y cuando se produjeron acalorados debates, su figura gallarda se impuso a los contricantes, a quienes reducía en la palestra con la solidez de su argumentación. En las controversias diplomáticas que mantuvo con las Cancillerías de Río de Janeiro, La Paz, Santiago, Quito y Bogotá, a propósito de las cuestiones de límites, la sapiencia del doctor Prado quedó de manifiesto en las notas luminosas, plenas de doctrina que exhibió ante sus opositores, defendiendo la soberanía de la nación y sus derechos inalienables.

Político circunspecto, de una sola pieza, respetabilísimo varón, de quien podría enorgullecerse la República, el doctor Prado vivió rodeado del respeto y consideración generales. Sin ambiciones, porque no las tuvo nunca, sostuvo con fervor inusitado los principios tutelares de la Democracia. Las campañas que libró en este terreno son inolvidables, y de ellas conservan gratísimo recuerdo quienes tuvieron ocasión de presenciarlas. Era enemigo de la violencia y la fuerza desatadas como normas de gobierno, y por ello es que combatió como debía a los regímenes personales y despóticos.

Desempeñó el doctor Prado misiones importantísimas en el extranjero, tanto diplomáticas como culturales. El Gobierno del doctor Serapio Calderón lo nombró como Enviado Extraordinario en la República Argentina, de donde regresó para ocupar durante la administración del doctor José Pardo, el portafolio de Relaciones Exteriores. Fué durante esta gestión ministerial que visitaron el Perú personalidades tan eminentes como Roque Sáenz Peña, Ramón Menéndez Pidal y Elihout Root, vinculados todos ellos al Canciller por estrecha amistad, y cuya estada en nuestro país, dió ocasión para que se les tributasen homenajes, de todos los cuales se hizo partícipe el doctor Prado con ese característico don de gentes que tanto lo familiarizaba con propios y extraños y que le atraían la simpatía general.

Pero estaba visto, que las afecciones más caras del doctor Prado se volcaban en la Universidad a la que quería entrañablemente. Fué Decano de la Facultad de Letras y en 1915 ejerció el Rectorado de la vieja Institución, en cuyas aulas introdujo radicales reformas.

Resultó el maestro de la juventud por excelencia.

Como escritor, el doctor Javier Prado dejó algunas primicias de su privilegiado talento. En 1890 publicó El método positivo, y al año siguiente La evolución filosófica. En 1894, 1896, 1899 y 1915, aparecieron otras de sus obras, como lo fueron: El estado social del Perú, La teoría de lo bello en el arte, Los métodos en la estética, La teoría del genio, La ley del juicio ejecutivo, Política internacional del Perú, La política panamericana de los Estados Unidos, El problema sociológico del Perú, Plan general de reformas educativas, La educación nacional, El problema de la enseñanza, La clasificación de las ciencias de Bacón y El fallo arbitral del Gobierno argentino en la cuestión de límites con Bolivia. Su última obra publicada en 1919 comprendió como su título lo indica, La nueva época y los destinos históricos de los Estados Unidos, y en ella abarcó tópicos del más grande interés, como fueron entre otros, el relativo a la democracia americana, la política de la gran nación informada por los principios de Wilson y la causa del Perú y la reforma nacional.

Perteneció el doctor Prado a numerosas instituciones culturales del país y del extranjero. Contáronle en su seno el Instituto Histórico del Perú, la Sociedad Geográfica de Lima, El Ateneo, el Ilustre Colegio de Abogados y la Academia Correspondiente de la Lengua, en cuyo acto de instalación, pronunció un interesantísimo discurso que comprendió El genio de la lengua y de la literatura castellana. Tan sobresaliente pieza oratoria, que el doctor Prado amplió con posterioridad, fué objeto de los más calurosos elogios en los centros literarios de España y Francia, donde se le juzgó como debía, por el contenido y la forma.

Con verdadero amor por el pasado y por todo lo que con el Perú podía relacionarse, el doctor Prado formó un riquísimo museo y una selecta biblioteca y pinacoteca, que conservaba con verdadera fruicción, pasando horas enteras en su gabinete de trabajo, revisando con esa acuciosidad que le era propia, los viejos infolios y las obras de los grandes maestros, cuya lectura seguramente, le proporcionaban singular deleite.

El 25 de junio de 1921 falleció en la capital el doctor Prado. La noticia de su muerte produjo honda consternación en el Perú y en el extranjero. Voces autorizadas de la intelectualidad americana, como Alvaro Sa Vianna y Ruy Barboza, José León Suárez y Alfredo Palacios, Leo S. Rowe y Antonio Sagarna, se dejaron escuchar, enalteciendo la memoria del sabio y del humanista. Homenajes de los más fervorosos se le tributaron perpetuándose su nombre en reputadas instituciones, liceos y academias. La Biblioteca Municipal Javier Prado, fundada e inaugurada solemnemente en el Concejo Distrital de Chorrillos, por quien estas líneas escribe, representó la ofrenda merecida a quien como el doctor Prado, consagró todas sus energías por espacio de seis lustros al servicio de la patria. El diarismo europeo y el de los Estados Unidos, se asoció al duelo de la nación peruana, y por ello es que, Le Figaro y

L'Eclair de Paris, y The New York Herald, entre otros, le consagraron sentidos artículos necrológicos.

Con la desaparición del doctor Javier Prado, la intelectualidad peruana perdió a uno de sus más valiosos exponentes, pero el recuerdo del sabio perdura a través de su vida y de su obra diversificada en múltiples facetas, una de las cuales la constituyen sus valiosas colecciones bibliográficas y artísticas, conservadas amorosamente en el Museo de Chorrillos, donde se perpetúa su memoria.

E. S. C.

MARIANO IGNACIO PRADO Y UGARTECHE

(1870-1946)

El doctor Mariano Ignacio Prado y Ugarteche nació en Lima el 11 de agosto de 1870. Fueron sus padres el General Mariano Ignacio Prado, Presidente de la República en dos oportunidades, y la noble matrona arequipeña, doña Magdalena Ugarteche. Cursó con notorio provecho sus primeros estudios en el colegio de los Jesuitas de esta capital e ingresó en 1885 a la Universidad Mayor de San Marcos, donde figuró como un alumno sobresaliente en las Facultades de Letras, Jurisprudencia y Ciencias Políticas y Administrativas, presentando una magnífica tesis para graduarse en la primera de estas Instituciones, que versó sobre la obra poética de Gaspar Núñez de Arce, que fue acogida muy favorablemente y mandada insertar en los Anales Universitarios. Lo propio ocurrió durante los años 1889 y 1894 en que se graduó de bachiller y de doctor en Jurisprudencia, suscribiendo dos interesantes tesis que incidieron respectivamente sobre la "Interdicción de los enajenados" y "El tipo criminal". En ese entonces contaba el doctor Prado 21 años. Su estudio de abogado fué considerado con el correr del tiempo, como uno de los más acreditados de la capital. Sus escritos e informes forenses fueron siempre ponderados y de acuerdo en todo con los principios consignados en los Códigos. Desde este punto de vista fué un verdadero jurisconsulto. Durante largo tiempo tuvo a su cargo la defensa de la Empresa del Muelle y Dársena del Callao.

En 1896 fue nominado como catedrático de Historia Crítica del Perú en la Facultad de Letras, y dos años después obtenía idéntica designación en la de Jurisprudencia, haciéndose cargo de la cátedra de Derecho Penal que dictó ininterrumpidamente por espacio de varios lustros. Para facilitar el estudio de sus alumnos en esta disciplina, publicó en el Ateneo de Lima, "El tipo criminal”, que llamó mucho la atención en las Academias y Liceos extranjeros, principalmente de Italia y de Francia. En esta publicación, el doctor Prado y Ugarteche estudió las teorias de Garófalo, Ferri y Lombroso y discriminó con maestría las

teorías relacionadas con el delincuente nato y el ocasional, sobre los que incidian acaloradas discusiones y polémicas en el mundo científico.

Llevado de su vocación por los estudios históricos, el doctor Prado estudió la literatura indígena, resultando como consecuencia de sus laboriosas investigaciones, dos concienzudos trabajos a propósito de Ollantay y Diego Gonzales Holguín, que vieron la luz en la Ilustración Americana, el año 1891. Cuando en 1905 se fundó el Instituto Histórico del Perú, el doctor Prado fué nombrado primer Vicepresidente, asumiendo la Presidencia de la Institución el año 1916, por fallecimiento del titular doctor Eugenio Larrabure y Unanue, cargo honroso que conservó hasta la época de su sensible desaparición. La Sociedad Geográfica y el Ateneo de Lima, lo contaron en el número de sus miembros más esclarecidos, lo propio que el Instituto Penal de Roma, que lo distinguió como uno de sus socios conspicuos. Sin descuidar su labor docente, a la que consagró los mejores años de su vida, el doctor Prado figuró también como un notable publicista, acreditándolo así su opúsculo sobre “Estudios etimológicos”, que escribió en 1890, y en cuyas páginas se explayó comentando los mitos antiguos.

En las esferas comerciales, tuvo destacada figuración el doctor Prado. Fue Gerente de las Empresas Eléctricas Asociadas, de las extinguidas Compañías del Gas y Nacional de Recaudación y del Banco Popular del Perú, de cuyo Directorio fué Presidente, habiendo llevado al seno de esta Institución una serie de iniciativas y reformas, que se tradujeron a la postre en un progreso manifiesto y evidente.

Orador de nota, el doctor Prado se distinguió en el Parlamento, pues habiendo ocupado una curul como Diputado por Lima en el período de 1905 a 1911, pronunció grandes discursos relacionados con la política financiera del Perú. En su condición de Presidente de las Comisiones de Presupuesto, de Hacienda y de Legislación, tuvo intervenciones muy lucidas en los movidos debates en que le tocó hacer uso de la palabra, como lo fueron entre otros, aquellos que apasionaron a la opinión púb'ica, y en que el doctor Prado habló sobre la doctrina del riesgo profesional, la jornada de ocho horas y la ley de accidentes del trabajo. No menos importante fue el discurso que pronunció con anterioridad, a propósito del empréstito de tres millones de libras esterlinas, destinado a la construcción del ferrocarril al Ucayali. El doctor Prado se produjo en este debate memorable, expresándose con gran claridad y defendiendo el plan financiero del Gobierno. Estaba profundamente convencido de los enormes beneficios que reportaría a la nación una vía férrea de esta naturaleza, que uniría la costa y la montaña, facilitándose así el comercio con aquellas regiones, no muy bien exploradas todavía y en las que por entonces se explotaba el caucho, gran fuente de riqueza en el porvenir. Todo lo que auguraba el doctor Prado en esta su brillante oración parlamentaria, había de confirmarse con los años, cuando otros Gobiernos abrieran caminos y se ejecutaran diversos tramos de los mismos, para

facilitar la entrada a la selva. Al igual de Cesáreo Chacaltana, que desde esa misma tribuna abogó también por la aprobación del empréstito ya dicho, el doctor Prado consiguió mediante su lucida intervención, que se aprobase tan promisora operación, que no obstante el positivo beneficio que ella reportaba, se le dejó de lado con posterioridad, pensándose encontrar en alguna otra, mejores posibilidades y ventajas.

En homenaje a sus indiscutibles méritos, la Facultad de Jurisprudencia lo eligió por unanimidad su Decano, y cuando se alejó de las aulas lo designó con el cargo de Catedrático Honorario del curso de Derecho Penal, que con tanto brillo regentara. Falleció el doctor Mariano Ignacio Prado y Ugarteche en esta capital el 25 de marzo de 1946 a los 76 años de edad.

E. S. C.

JOSE AGUSTIN DE LA PUENTE CORTES

(1838-1910)

Nació en Lima, el 28 de agosto de 1838. Pertenecía a familia de abolengo, con larga tradición, enraizada en el Perú a partir de comienzos del siglo XVIII. Fué su abuelo, Lorenzo de la Puente y Castro (1742-1813). Coronel de los Reales Ejércitos, IV Marqués de Villafuerte, casado en 1770 con Micaela de Querejazu y Santiago Concha. Entre los varios hijos de este matrimonio, vino al mundo, el padre de nuestro biógrafo: José de la Puente Querejazu, quien casó con Paula Cortés y Alcázar, hija de Eugenio Cortés Ruiz de Azúa y de Carmen Alcázar Argudo.

En su juventud siguió la carrera militar, llegando a obtener el grado de Teniente Coronel. Dedicó gran parte de su vida a la administración pública. Fué Vice-Cónsul del Perú en Caracas y luego Cónsul General en esa misma ciudad en 1859 y 1860. Caballero de la Rosa del Brasil en 1861. Prefecto de Junín en 1864. Edecán del Presidente en 1865. Participó en el combate del 2 de mayo de 1866 y condecorado con medalla de oro por la acción que le cupo en ese memorable hecho

de armas.

Unido y en colaboración con otros vecinos, en 1872, en los terrenos de la hacienda Orbea, propiedad de su familia, fundó la población de "Magdalena del Mar" con el nombre de "Mar Bella". En la época de la Guerra con Chile, fue Director de la Penitenciaría de Lima y entre sus escritos, uno se ocupa de su proceder en aquellos días tan difíciles. Le unió con Dn. Ricardo Palma, estrecha amistad y lo ayudó, en la restauración de la Biblioteca Nacional. Fué en varias oportunidades, Regidor del Concejo Provinical de Lima y su Alcade ordinario en 1893 y Presidente de a Junta de Notables, al año siguiente.

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