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pero sólo hasta el momento en que se expidió dicho Decreto de 13 de agosto, o sea año y meses antes de que prácticamente finiquitara el Banco. Dijo Unánue, que éste se "manejó con la mayor economía y a pesar de la opinión de los que le creían sin fondos e incapaz de cumplir las consolidaciones estipuladas.... se verificaron con suma puntualidad y crecidas sumas. Con su auxilio el Estado ha podido sostener sin angustia sus enormes gastos y han sido socorridas muchas familias honradas, que en la escasez general ocurrieron a él bajo de fianzas abonadas, para que devuelta la cantidad tomada, con un pequeño interés a favor del Banco, cancelase el papel correspondiente y cesase su circulación, después de haberlas consolado en sus aflicciones" (304).

Y sobre lo que hubiera significado en el futuro el Banco y la causa de la extinción del papel moneda, agrega, que "incalculables eran las utilidades, que además debían esperarse de semejante establecimiento, luego que terminada la guerra girara en grande por las provincias. Los planes estaban con anticipación trazados, para ponerle fondos en todos los puertos y lugares de mayor comercio. Mas este pueblo no acostumbado a otras monedas, que las de oro y plata que nos dan los cerros, clamó por su extinción, cuando aún no pasaban de 400,000 pesos los billetes que de cuenta del Estado y particulares corrían en este numeroso vecindario. S.E. el Supremo Delegado, se vió en la necesidad de oír sus clamores, y de ordenar por suprema resolución de 13 de agosto, se suprimiera el papel moneda, sacrificando a este objeto los pocos ingresos de la renta del Tabaco y parte de los de Aduana" (305).

El Gobierno dio así por terminado el problema, pero sus dirigentes no imaginaron que el Decreto de 13 de agosto resultaría ineficaz, postergándose la solución y subsistiendo por largo tiempo, más o menos diecisiete meses y en medio de escollos, sobresaltos y sacrificios, la “calamidad pública" que quiso remediar. La liquidación del Banco fué pues virtualmente declarada por el mencionado decreto, y las disposiciones administrativas y legales que se expidieron posteriormente a raíz de la frustración de aquella medida no hicieron sino ratificar ese "status" pero señalando otros caminos para llevar a término el rescate del papel moneda.

No obstante, en esta segunda etapa el Banco continuó en una u otra forma habilitando al Gobierno con papel y dinero y hasta con la moneda de cobre que había sido creada para amortizar los billetes. Salvo estas operaciones, la actividad del Banco se redujo en dicha fase a las simples labores que se derivaban de su liquidación, tales como el cambio de billetes, unos por otros o por cobre, la cobranza de suplementos hechos a particulares y el recojo, amortización y quema de su papel, más por regulaciones del Gobierno que por las de su propio instituto.

(304) (305)

"Anales de la Hacienda Pública", ob. cit. (Tomo I).
Ob. cit.

Ciertamente el Banco había cumplido con auxiliar en importante magnitud al Gobierno y en menor escala a los particulares que estaban en condiciones de dar garantías, es decir a los menos. Sin embargo, en el aspecto político no se consiguió uno de los objetivos básicos, que fué el de facilitar tempranamente la ocupación militar de los yacimientos de minerales, pesando aquella ayuda financiera, en última instancia, sobre gran masa de la población, casi como si se tratara de un fuerte impuesto, ya que ella hubo de absorber por la simple gravitación de los hechos parte considerable del papel moneda y soportar además durante período dilatado sus inconvenientes, la disminución de su poder de compra y, en algunos momentos, hasta la anulación de este atributo. Tampoco el Banco logró cambiar en algo la penosa situación de la actividad económica y, por consecuencia, a falta de esta natural e imprescindible base, la Hacienda Pública siguió manteniendo su "estado de nulidad absoluta”. Y finalmente, el Banco, en la idea de arraigar y favorecer la utilización del crédito y de demostrar las ventajas de este factor para borrar fallidas experiencias anteriores del país y de fuera, no arribó a nada positivo. Dichas experiencias fueron ratificadas postergándose largamente la posibilidad de estimular a través del crédito el desarrollo inmediato y adecuado de las principales fuerzas económicas de la nación. Desde estos ángulos el Banco significó un retroceso y no un avance en el desenvolvimiento económico peruano a partir de la independencia.

El aludido sacrificio que para la población significó el uso del papel moneda, no sólo explicable sino justificado en momentos sumamente difíciles, hallábase sin embargo en contraste con la falta de cooperación de que dieron muestra los comerciantes de Lima a quienes el Gobierno solicitara su ayuda para el problema del papel moneda, y también con el hecho de no haber funcionado las garantías que constituyeron formalmente ci Gobierno (rentas de la Caja de Censos), la Municipalidad, el Tribunal del Consulado y el Clero, las cuales debieron hacerse efectivas con toda oportunidad y en las correspondientes proporciones para la rápida amortización del papel, o sea inmediatamente después de manifestado y reconocido oficialmente el dramático proceso del rechazo. ¿Por qué se recurrió a otras fórmulas y no se intentó siquiera llevar a cabo la realización de las garantías? ¿Fué acaso producto de un fugaz y desbordante entusiasmo la formalización de tales seguridades sin pensar que podría llegar el momento de hacer frente a una situación que obligaría a ejecutarlas? A la verdad, no se creyó en este eventual y previsible extremo. Por el contrario, hubo seguridad en que no se presentaría. Recordemos el enfoque que hizo Unánue de las garantías, sobre cuya constitución afirmó que era “más bien por una especie de formalidad que por que haya de correrse el menor riesgo..." (305a). Los hechos demostraron lo errónea que fué tal apreciación.

(305a) Vid. pág. 125.

Dentro del proceso liquidatorio la última noticia que registran los documentos corresponde a diciembre de 1823, y se refiere al momento en que prácticamente acabó el rescate de billetes y su consiguiente incineración. Esta es en realidad su postrera manifestación de vida, ya que después de tal suceso la supervivencia del Banco no tenía razón de ser, y es muy seguro por esto que su cierre definitivo no pasara largamente de aquella fecha.

En cierto modo, este "vástago republicano" desapareció casi oscura y silenciosamente y en franco contraste con su sonoro y ceremonioso nacimiento, que entre protocolares trajines de políticos, cabildantes, eclesiásticos, ricos hacendados, comerciantes y ruido de soldados, armas y caballos, fuera saludado con hiperbólico optimismo aunque con explicable esperanza, como el salvador de la patria. Pero, el "primogénito de la libertad peruana” había nacido prematuramente como hijo de la necesidad y dentro de condiciones políticas y económicas adversas, y por iguales factores su desaparición sería también prematura: cuatro meses de gestación, cinco de vida azarosa y difícil y diecisiete de crisis y lenta agonía.

Así terminó el "Banco Auxiliar de Papel Moneda", que por breve lapso había colocado en plano de segunda categoría en su faz financiera a la Casa de Moneda y al Tribunal del Consulado, que hasta entonces siempre fueron las principales instituciones económicas en que se apoyaba la autoridad política. Nadie notó su falta y sí muchos recordarían su desgraciada trayectoria. De tres gobiernos que se sucedieron durante su efímera existencia, dos, el de San Martín y Torre Tagle y el de la Junta Gubernativa, usufructuaron de su capacidad emisora sin dejar resuelta la extinción del papel. En cambio, el tercero, de Riva Agüero, que no utilizó sus recursos, logró con sus medidas poner término al problema que había creado dicho expediente monetario.

XXXVII.-Un proyecto para establecer banco. (306).

Recién consolidada la independencia peruana y no mucho tiempo después que el "Banco Auxiliar de Papel Moneda" dejara de existir, digamos a mediados de 1825, hubo en Lima activos trabajos para establecer nuevo banco, pero no como organismo estatal emisor de papel moneda, sino como banco particular de emisión y descuento, vale decir de billetes bancarios convertibles a dinero metálico. La iniciativa correspondió a un grupo de comerciantes nacionales y extranjeros, cuyos nombres no han sido hallados, pero sí el de una de las personas que intervinieron en la elaboración del proyecto, quien fué D. Tomás Ortiz de Zevallos, a la sazón Prior del Tribunal del Consulado.

(306)

Este proyecto se halla publicado en "La Gaceta del Gobierno", de 20 de octubre de 1825.

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Esta inquietud, ciertamente nacida de condiciones políticas y económicas mejores que las de cuatro años atrás, perseguía objetivos puramente económicos y no políticos, o sea el impulso del crédito mercantil, sobre bases y sistemas diametralmente opuestos a los del "Banco Auxiliar de Papel Moneda". Pero subsistía como factor perjudicial la penosa experiencia del papel moneda, fresca aún. Demasiado era pretender que el común de la gente la olvidara tan pronto y, además, que pudiera distinguir entre aquel expediente monetario y el billete de banco cuando la doctrina había dedicado largo tiempo y mucho estudio para dilucidar la naturaelza monetaria, funciones y efectos de uno y otro medio de pago en la actividad económica.

Y aunque tal proyecto respondía a una necesidad palpada por los mismos interesados, que eran comerciantes, también hubo en ella, en cuanto a la estructura y base estatutaria del banco, absoluta imitación de lo que se hizo en la Argentina al fundarse el "Banco de Buenos Aires" en 1822, a iniciativa del General D. Martín Rodríguez, entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y de los Ministros D. Bernardino Rivadavia y D. José Manuel García. Fué un banco particular cuyo capital pertenecía a comerciantes y capitalistas, con ciertos privilegios que le dió el Estado por Ley de 26 de junio de 1822 (307).

Basta trascribir como muestra de dicha imitación, el primer artículo del estatuto del banco argentino, que dice "Los suscritores, sus herederos y sucesores formarán una sociedad denominada: Los Directores y Compañía del Banco de Buenos Aires", y el del proyecto peruano: "Los suscritores, sus herederos y sucesores formarán una sociedad denominada: Los Directores y Compañía del Banco de Lima”. Las demás disposiciones guardan la misma identidad. Como se trata de un proyecto que todavía cae dentro de la órbita de la Emancipación, informamos luego sobre sus principales operaciones y privilegios.

El capital fué fijado en un millón de pesos, dividido en mil acciones, circunscribiéndose sus negocios a sólo letras, oro y plata, a través de las siguientes operaciones: a) descuento de letras, pagarés y demás obligaciones, a plazos no mayores de noventa días y bajo garantía de dos firmas; b) recepción de depósitos; c) cobranzas particulares sin llevarlas a juicio; d) obtención de dinero a rédito; y e) emisión de billetes pagaderos a la vista y al portador y de letras con plazos a orden.

En cuanto a los privilegios que "exigían los accionistas" para llevar adelante su plan, eran, con algunas variantes secundarias, los mismos que se dieron al "Banco de Buenos Aires": por veinte años no podría existir otro banco de igual naturaleza en el Departamento de Lima; las propiedades invertidas en acciones del banco serían inviolables, libres de contribuciones y de toda clase de impuestos; los accionistas, en el caso de ejecución civil o fiscal, sólo estarían obligados a vender las acciones en (307) "El Banco de la 'Nación' Argentina en su Cincuentenario", ob. cit.

plaza; el banco usaría de sellos particulares y los falsificadores de éstos serían castigados como monederos falsos; el banco gozaría de la acción hipotecaria o pignoraticia sobre los bienes de los deudores, y los juicios seguidos no pasarían del Tribunal de Comercio, pues con la sentencia definitiva de éste se procedería a la ejecución contra los bienes del deudor o deudores, sean cuales fueren sus fueros, sin apelación; los depósitos judiciales se harían en el banco; y finalmente, los documentos simples, como pagarés, libranzas, etc., tendrían igual valor que las escrituras públicas de cualquier clase.

Esta iniciativa no prosperó y no conocemos las causas de tal destino. La única información que existe sobre su curso inicial es que el Gobierno designó una junta que se encargaría de examinar el proyecto, y que, entre los elegidos, figuró D. Tomás Ortiz de Zevallos, quien en 23 de octubre de 1825 se excusó aduciendo incompatibilidad por haber intervenido, con otras personas, en la elaboración del plan (308). Sólo al cabo de cuarenta años de declarada la independencia y de haberse intentado a través de quince proyectos e iniciativas, incluyendo la comentada, es que se establecería el primer banco peruano de emisión y descuento (309), o sea cuando hallábase ya arraigado el conocimiento y la práctica del crédito y cuando se habían superado numerosos factores negativos.

(308) (309)

Archivo Histórico, cit. (Doc. O. L. 135-51).

"Historia de los Bancos en el Perú" (1860-1879), ob. cit.

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