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La lucha por la perpetuidad de las encomiendas en el Perú virreinal, 1550-1600

(CONTINUACION)

Por MARVIN GOLDWERT

CAPITULO III

LA LUCHA POR LA PERPETUIDAD EN EL PERU, 1561-1564

Con la llegada de los comisarios Briviesca de Muñatones, Ortega de Melgosa y Diego de Vargas Carvajal, y la del Virrey Conde de Nieva en 1561, se trasladó la lucha por la perpetuidad de la Corte y Consejos de España a la propia Colonia del Perú. Para poder entender plenamente la lucha por la perpetuidad tal como ésta se desarrolló en el Perú, es necesario hacer antes una breve descripción de la sociedad de la Colonia. Como hemos visto, los encomenderos sostenían que la perpetuidad era una panacea para la mayor parte de las enfermedades que entonces afligían a la sociedad peruana. Dentro de esta sociedad, cada grupo tenía opiniones precisas sobre la perpetuidad, opiniones que a veces se traducían en acción. Los planes presentados para llevar a la práctica la perpetuidad estaban, en gran parte, condicionados por las actitudes de estos grupos.

Con la llegada de los comisarios Briviesca de Muñatones, Ortega de De un total de 8,000 españoles varones que vivían en la colonia, sólo 480 gozaban de encomiendas 1. Los 480 encomenderos cobraban un total de 1'147,160 pesos anuales por concepto del tributo obtenido de unos 540,000 indios varones, comprendidos entre los 18 y los 50 años de edad 2. Prácticamente para todos los encomenderos el tributo representaba su principal fuente de ingresos, y para muchos de ellos constituía la única. Aunque la posesión de la encomienda satisfacía el ideal español de una vida cómoda y dignificada, no debe deducirse de esto que en 1561 los encomenderos representaban una rica aristocracia colonial. Muchos de los encomenderos

1

Woodrow Borad, Early Colonial Trade and Navigation Between Mexico and Perú (Berkeley and Los Angeles, 1954), p. 98.

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* NOTA.-El traductor deja constancia que por no disponer de todos los textos escritos originalmente en español y citados por el autor, estos aparecen retraducidos del inglés.

habían salido de las rebeliones del pasado con grandes deudas 3. Sus problemas se agravaban por el alto costo de vida que, a su vez, era el resultado del aplastamiento de pasadas rebeliones y de la consiguiente interrupción del progreso económico de la colonia 1.

Existía una división radical entre los vecinos encomenderos y los vecinos moradores (que no poseían encomiendas). La posesión del tributo indio y de la mano de obra en forma de encomiendas significaba no sólo beneficio económico sino poder político y prestigio social. A pesar de que los encomenderos eran una minoría en la colonia, dominaban los cabildos o gozaban en ellos de una representación desproporcionada a su pequeño número. En los primeros días de la colonización, la mayor parte de ios hombres influyentes eran dueños de encomiendas y, por consiguiente, muy pronto se hizo costumbre limitar la posesión de los cargos en el cabildo a los encomenderos. Puesto que los miembros del cabildo establecían las reglas para la posesión de cargos y elegían a sus sucesores, a menudo e! cabildo estaba controlado por una oligarquía de encomenderos bien atrincherada en sus posiciones. La representación se hizo cada vez más desproporcionada conforme llegaban a la colonia nuevos vecinos después de los primeros períodos de la conquista y la colonización 5. Durante muchos años después de su fundación, en el Cuzco los encomenderos monopolizaron completamente la representación en el cabildo. No fue sino hasta 1571 que Francisco de Toledo, mediante la amenaza o la fuerza, persuadió al cabildo del Cuzco a reconocer los derechos de los moradores a la representación en el gobierno, escogiendo a uno de ellos como magistrado ".

Puesto que la encomienda traía consigo beneficios económicos, poder político y prestigio social, todos los españoles aspiraban a ser dueños de una. En el Perú surgió un importante grupo formado por pretendientes a encomiendas, muchos de los cuales no desdeñaban la violencia para al

3 En una carta sin fecha a Bartolomé de las Casas, Domingo de Santo Tomás atribuía un aumento en la opresión de los indios al hecho que los encomenderos habían surgido muy endeudados de las revueltas del pasado. (Documentos inéditos de América, VII, 371).

4 No fue hasta 1560 que el Virrey Marqués de Cañete pudo anunciar que los precios habían finalmente llegado a un nivel moderado. Carta del Marqués de Cañete al Rey, enero 28, 1560. (Gobernantes del Perú, I, 347).

5 John P. Moore, The Cabildo in Perú under the Hapsburgs (Durham, N. C.. 1954), páginas 83-85.

6 Roberto Levillier, Don Francisco de Toledo, supremo organizador del Perú, 1518-1582 (4 volúmenes, Madrid, 1935-1942) I, 234-238.

7 En 17 de octubre de 1554, Pedro de la Gasca, entonces Obispo de Palencia en España, escribió al Rey informándola que el Perú se había convertido en un coto de caza para muchos inmigrantes indeseables "quienes vienen de España atraídos por las historias del oro y la plata, y fraudulentamente se hacen pasar por pasajeros para las Islas Canarias o Cartagena o Nueva España; y allí se hacen pasar por marineros o comerciantes o agentes con falsas credenciales que les permiten pasar; y de este modo día tras día el territorio es invadido por una canalla... Esta gente fomenta el desorden con la esperanza de arrancar beneficios del alboroto general, y cuando no hay rebelión organizada, tratan de cometer robos individuales... (Henry E. Huntington Library, From Panama to Peru; the Pizarro. La Gasca Manuscript Collection (London, 1925) páginas 541-542).

canzar sus objetivos. Muchos de ellos eran descendientes de conquistadores o pacificadores y habían contribuído a dominar las pasadas rebeliones, y en esta forma tenían títulos valederos para reclamar las escasas encomiendas de que se disponía. Otros eran soldados licenciados, nobles arruinados y personajes similares que habían llegado al Perú atraídos por la promesa de una riqueza fácil 7. Habían otros que pertenecían al grupo conocido con el nombre de la "gente perdida". Con la llegada de cada virrey surgía una masa de pretendientes que demandaban ser oídos en sus reclamos. Durante toda su administración, un virrey tenía que sufrir la persecución de los pretendientes. Tampoco era raro el recurso a la violencia y a la intimidación de virreyes y de funcionarios reales. Los pretendientes disidentes formaban a menudo grupos bien armados y amenazaban o realizaban motines locales para intimidar al Virrey o a otros funcionarios reales. En 1556, el Virrey Marqués de Cañete escribió con preocupación al Rey señalando que en el Perú había más de 3,000 pretendientes bien armados y que constituían una creciente amenaza a la paz del virreynato 8.

El problema que los pretendientes creaban a la administración real se agravaba por el hecho de que muchos de ellos vivían como vagabundos. Desdeñaban toda forma de trabajo y suponían su esperanza en un golpe de suerte, en forma de una encomienda, lo que muchas veces daba como resultado una vida de desesperación en la búsqueda del sustento. En 1563, el Virrey Conde de Nieva calculó en 2,500 los vagabundos que rondaban en la Colonia, y señaló que cuanto más rápidamente los eliminaba de ciertas zonas más pronto volvían a ellas 9. Hablan el idioma del "soldado gentil", declaró Cañete, y mendigan alimentos de los ciudadanos respetables de la comunidad 10. El propio término "soldado" llegó a significar en el Perú un arma en alquiler, un vagabundo preparado y deseoso de tomar parte en una revuelta cualquiera que fuera el sitio donde esta surgiera 11.

En esta forma, en las décadas de 1550 y 1560, el Perú era uno sociedad colonial de frontera, muy estratificada y que se caracterizaba por el oportunismo descarado que muchas veces se traducía en violencia.

Las grandes rebeliones pertenecían ya al pasado, pero la turbulencia y la falta de respeto a las leyes continuaban. En una carta dirigida al Duque de Alba en 1557, el Marqués de Cañete expresó bien el espíritu de esa sociedad al afirmar que "esta tierra es tan nueva que no creo que en

8 Carta del Marqués de Cañete al Rey, 16 de Marzo de 1556. (Gobernantes del Perú, I, 259).

(Ibid, página

9 Carta del Conde de Nieva al Rey, 10 de Setiembre de 1563.

541).

10

Carta del Marqués de Cañete al Rey, 16 de Marzo de 1556.

(Ibid. página

259).

11

Colección de documentos inéditos para la historia de España (112 volúmenes, Madrid, 1842-1895). XCIV, 583-584. (De aquí en adelante citada como Documentos inéditos de España).

el espíritu de la gente haya lugar para la paz y la quietud 12”. El mantenimiento de la paz en el Perú dependía en gran parte del poder del virrey para conceder o prometer encomiendas. Cuando en 1555 se ordenó al Marqués de Cañete que dejara en suspenso toda concesión de encomiendas hasta que se llegara a una decisión sobre la perpetuidad, este hecho causó una gran conmoción en el Perú y un grupo de soldados llamados “Guzmanes" amenazó con una revuelta 13. Este no es sino un ejemplo que demuestra que en las décadas de 1550 y 1560 la encomienda era tanto un instrumento para el mantenimiento de la paz, como para recompensar pasados servicios al Rey de España.

No todos los moradores no encomenderos eran pretendientes o va gabundos rebeldes. En el Perú había mercaderes, comerciantes, agricultores, que, debido a una falta de influencia o de notoriedad, no recibían mucha atención en las cartas escritas por los virreyes y funcionarios reales en las décadas de 1550 a 1560. Durante décadas los encomenderos habían formado en el Perú una minoría favorecida económicamente y dueña del poder político. Puesto que los procuradores en España eran nombrados por cabildos controlados por encomenderos, los moradores no encomenderos habían ejercido muy poca presión política en las pasadas luchas por la encomienda. Pero cuando en 1561 los comisionados trajeron el problema de la perpetuidad a la propia colonia, los moradores no encomenderos, como veremos más adelante, se vieron obligados a expresar su punto de vista.

Aún antes de la llegada de los comisarios, el clero del Perú había constituído una fuerza activa contra la perpetuidad. Fue bajo su vigilancia que los caciques se reunieron en 1559 para elegir a Bartolomé de las Casas y a Domingo de Santo Tomás como sus representantes en España. La mayor parte del clero apoyaba los esfuerzos de de las Casas y de Domingo de Santo Tomás para comprar la incorporación. La hostilidad del clero a la encomienda constituye un importante alejamiento de la posición adoptada por las órdenes religiosas en las pasadas luchas por la encomienda, época en que el clero en las colonias había luchado contra las Nuevas Leyes y había favorecido la perpetuidad. Mientras que, con anterioridad a las Nuevas Leyes y durante la turbulenta época que siguió, muchos miembros del clero habían apoyado el concepto feudal y jerárquico del gobierno, haciendo hincapié en que para mantener la paz y fomentar la religión se necesitaba una aristocracia colonial fuerte y rica. Mucha agua había corrido desde entonces bajo los puentes para obligarlos a cambiar de opinión. Las disposiciones de las Nuevas Leyes que prohibían a las órdenes religiosas poseer encomiendas se mantuvieron en vigor

12 Documentos escogidos del archivo de la casa de Alba (Madrid, 1891), página 216.

13 Carta del Marqués de Cañete al Rey, 3 de Noviembre de 1556. (Documentos inéditos de América. IV, 111-112).

14 Hanke, The Spanish Struggle for Justice, páginas 102-103; Zavala, New Viewpoints on Spanish Colonization, página 71.

en tal forma que en 1559 la Iglesia no tenía intereses en la encomienda. El mantenimiento de la encomienda por dos vidas había demostrado no ser favorable ni a la paz ni al progreso espiritual. Los encomenderos no sólo continuaban rebelándose y oprimiendo a sus encomendados sino que para 1559 el clero estaba convencido que constituían un obstáculo a la conversión de los indígenas. En virtud de su obligación de pagar un décimo del tributo para el adoctrinamiento religioso de sus encomendados, el encomendero había logrado obtener el control de los nombramientos de sacerdotes en las doctrinas que se encontraban en su encomienda 15. ΕΙ control de esos nombramientos, los conflictos permanentes entre el clero y los encomenderos que se veían en dificultades para pagar el diezmo 1o, y las intromisiones ilegales de los encomenderos en los pueblos indios explican la hostilidad del clero hacia la encomienda. La perpetuidad con jurisdicción no sólo habría significado la continuación de estas condiciones, sino que habría permitido a los encomenderos residir en los pueblos indios, práctica hasta entonces prohibida por la ley. El clero, encargado del desarrollo espiritual de los indígenas y renuente a todo desafío a su influencia, consideraba a los pueblos indios como su "dominio" y la perpetuidad con jurisdicción como una amenaza que debía ser eliminada a cualquier costo.

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La lucha por la perpetuidad en el Perú comenzó oficialmente el 24 de marzo de 1561 con una carta general de los comisarios a los encomenderos de cada comunidad, en la que se les pedía que convocaran a los cabildos para discutir la perpetuidad. Si estos la favorecían, deberían nombrar procuradores que negociarían la cuestión con los comisarios en Lima 17

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Mientras los encomenderos se reunían en consejos para discutir la perpetuidad y elegir procuradores, entraron en acción las fuerzas opuestas a la perpetuidad. Desde el púlpito y en otras reuniones, el clero atacó duramente a la perpetuidad. En violentos sermones el clero afirmó que la perpetuidad destruiría a los indios y que, por consiguiente, era contraria a la voluntad de Dios y a la misión de España en América. Temiendo que la vigorosa oposición del influyente clero incitara a la rebelión, el Conde de Nieva y los comisarios convocaron a una reunión de los provinciales de las órdenes religiosas. Aconsejaron a estos que castigaran a aquellos sacerdotes cuyos sermones tendían a soliviantar a los indios y a otros elementos. Después de esta advertencia, la oposición del clero se calmó pero manteniéndose viva 18. En esta forma, el clero alertó a los indios preparándolos para la llegada, a fines de 1561, de Domingo de

15 Carta del Conde de Nieva y los comisarios al Rey, 4 de Mayo de 1562. (Gobernantes del Perú, I, 415).

16 Moore, Cabildo in Peru, página 216.

17

Archivo de Indias, Indiferente General 1530, página 339.

18 Carta del Conde de Nieva y los comisarios al Rey, 4 de Mayo de 1562. (Gobernantes del Perú, I, 396-397).

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