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Si bien muchos miembros del clero, antes de la promulgación de las Nuevas Leyes y la tormentosa situación posterior, habían apoyado el concepto feudal, jerárquico del Gobierno, haciendo hincapié en la necesidad de contar con una aristocracia colonial rica y poderosa para mantener la paz y fomentar la religión, muchas cosas habían ocurrido desde entonces para hacerles cambiar de opinión. Las disposiciones de las Nuevas Leyes que prohibían a las órdenes religiosas poseer encomiendas permanecieron en vigor, en forma tal para 1561, el clero del Perú no tenía intereses en la institución. Los encomenderos no sólo continuaron rebelándose y oprimiendo a sus encargados, sino que en 1561 el clero estaba convencido de que constituían un impedimento para la conversión. El hecho de que los encomenderos fueran dueños del nombramiento de sacerdotes en las doctrinas situadas en sus encomiendas, los constantes conflictos entre el clero y los encomenderos sobre el pago de diezmos, y las intromisiones ilegales de los encomenderos en los pueblos de indios, explican la hostilidad del clero a la institución. La perpetuidad con jurisdicción habría significado no sólo la continuación de esta situación, sino que habría aumentado el poder de los encomenderos y legalizado su residencia en los pueblos de indios. Para el clero y los caciques, quienes consideraban a los pueblos de indios como su "dominio", este hecho constituía una amenaza a la que debía combatirse 2 toda costa. Por consiguiente, ya en 1561 la mayor parte del clero y los reformadores humanitarios constituían un sólo frente en su oposición a la perpetuidad y en su defensa de la incorporación.

La lucha por la perpetuidad en el Perú se había polarizado. En un extremo se mostraban los encomenderos que exigían la jurisdicción junto con la perpetuidad y hacían de aquélla un requisito del pago. En el otro extremo se hallaban los caciques que bajo la dirección del fraile dominico, Domingo de Santo Tomás, intentaban comprar la incorporación de las encomiendas al trono ofreciendo más que los encomenderos. Ninguna de estas dos fuerzas ganó la batalla. Los encomenderos del Perú sólo podían ofrecer un total de 3'338,000 pesos, cifra muy distante de los 7'600,000 pesos prometidos por Antonio de Ribera en 1555. Los comisarios rechazaron el movimiento en favor de la incorporación considerándolo sólo un plan concebido por los caciques y el clero pero con muy poco apoyo popular de las masas indias. Ponían en duda tanto la capacidad de los caciques para pagar la suma prometida como la bondad de la incorporación total que quince años antes había llevado a la rebelión a los encomenderos.

Con poderes para elaborar un plan destinado a llevar a la prácti ca la perpetuidad y basado en sus observaciones en el Perú, los comisarios trataron de encontrar el equilibrio entre las fuerzas en conflicto, a fin de mantener la paz y obtener la mayor suma posible de dinero para el Rey. Recomendaron una división tripartita de las encomiendas. Una

tercera parte de las encomiendas sería vendida en perpetuidad con jurisdicción civil y criminal en segunda instancia. Otra tercera parte sería incorporada a la Corona al terminar el plazo de dos vidas a cambio de un pago por los caciques. La última tercera parte seria incorporada al terminar el plazo de dos vidas, y sería concedida nuevamente por una vida pero sin jurisdicción. Esta última parte constituía un esfuerzo por satisfacer a los pretendientes y asegurar la existencia de un fondo destinado a premiar futuros servicios a la Corona.

Cualquiera que fuese la bondad del programa de los comisarios, fué anulado al hacerce público que habían saqueado el tesoro real del Perú. De aquí que mientras que los diversos sectores se apasionaban por la discusión sobre la perpetuidad y la incorporación, la posición de la Corona en la Colonia se vió seriamente debilitada por la corrupción. El Rey Felipe II comprendió que debía cesar toda discusión sobre la perpetuidad hasta que se restableciera la normalidad. El esfuerzo más importante por establecer la perpetuidad en el Nuevo Mundo había terminado en un gran fracaso.

Nunca más se realizaría un esfuerzo serio por establecer la perpetuidad. Desde el año 1568 al 1601, hubo discusiones periódicas sobre la perpetuidad en los consejos de España, pero no se adoptó ninguna medida. Conforme aumentaban sus deudas, el Rey Felipe II apeló continuamente a juntas de expertos para recibir sus opiniones sobre la perpetuidad, pero su desesperación financiera no pudo jamás superar sus temores sobre las consecuencias de tal acción. En la colonia del Perú, la incorporación de las encomiendas al terminar el plazo de dos vidas disminuía constantemente las filas de los encomenderos. Estos pasaron de sus grandiosos planes para comprar la perpetuidad con jurisdicción a esfuerzos por obtener la prórroga de sus concesiones. Fracasaron en sus empeños, y poco a poco la encomienda fué desapareciendo de la escena.

En este análisis se ha mencionado frecuentemente la opresión atribuible al corto plazo de la encomienda y la afirmación de los encomenderos de que la perpetuidad cambiaría el trágico curso de las relaciones raciales. Es interesante señalar que por lo menos en un moderno estudio del Perú colonial, Phillip Ainswort Means, opina que el fracaso de la Corona para conceder la perpetuidad con jurisdicción es la "gran lección práctica del período colonial". 1 Means sostiene que "un sistema social en el que las encomiendas convertidas en señoríos feudales permanentes, cuyos señores hubieran poseído la plenitud de la jurisdicción señorial, habría dado a la sociedad virreinal del Perú exactamente lo que necesitaba... Lo que los indios del Perú gozaban bajo los Incas, y cuya memoria atesoraban con tanto empeño y durante tanto tiempo después de la conquista, era el paternalismo. Para ser felices los indios necesi

1 P. A. Means, Fall of the Inca Empire, (New York, 1932), págs. 295-298.

taban un modo de vida en el cual el trabajo esté razonablemente proporcionado con el descanso, estando ambos gobernados por un íntimo conocimiento de las condiciones por parte de los administradres. Si la encomienda se hubiera convertido en una institución permanente, habrían gozado nuevamente de un paternalismo del tipo que mejor se adaptaba a ellos. Cada encomendero habra sido como un Inca en pequeño para la gente de su tierra, y los hubiera gobernado mediante una jerarquía de funcionarios conformada benévolamente en la de los antiguos Incas". Por consiguiente, Means considera a la perpetuidad con jurisdicción, como el primer paso hacia un feudalismo paternal y como un antídoto tanto para los excesos de la encomienda a corto plazo como para el crecimiento de un burocracia real que “estaba hambrienta de dinero y protegido por el complejo del espacio tiempo". Aunque el propósito del autor ha sido establecer las realidades históricas de la lucha por la perpetuidad en el Perú, conviene hacer algunos comentarios a la tesis de Means. Su suposición de que el gobierno de los Incas era de un paternalismo benévolo, está en contradicción con la opinión de muchos investigadores coloniales y modernos que pintan al gobierno de los I. cas como una tiranía o, por lo menos, en forma mucho menos favorable que Means. Al sostener la hipótesis de que si la perpetuidad con jurisdicción se hubiera llevado a la práctica, el paternalismo de los encomenderos habría sustituído al de los Incas, Means corre el peligro de hacer un paralelo entre dos personalidades históricas que fueron moldeadas por dos sociedades diferentes. La relación de amo a siervo entre el encomendero y el indio carecía del lazo de simpatía existente en las relaciones feudales entre pueblos de una misma raza y una misma cultura.

Sin embargo, es arriesgado tratar de encontrar argumentos en apo. yo de la hipótesis sobre los efectos de la perpetuidad. Aún contando con la ventaja de la perspectiva históirca y con siglos de progreso en el estudio de los asuntos humanos, sería muy difícil para el historiador moderno añadir algo a los argumentos en pro y en contra de la perpetuidad elaborados por las mentes más dotadas del siglo XVI español. Ambos campos presentaron argumentos de fuerza. El gran volumen de pruebas documentales sobre la perpetuidad certifica que España luchó durante mucho tiempo pero sin éxito para llegar a una decisión. El historiador moderno que decide tomar una posición, en favor o en contra de la cuestión de la perpetuidad, debe hacerlo sólo después de sopesar las fuerzas en acción durante ese período.

Con la finalidad de aumentar nuestro conocimiento sobre estas fuerzas y de arrojar luz sobre un período crucial de la historia del v!rreynato del Perú, es que este análisis se ofrece como una contribución

EXAMEN DE LAS FUENTES UTILIZADAS EN ESTE ESTUDIO Y POSIBLES PROYECTOS DE INVESTIGACION SOBRE LA ENCOMIENDA EN EL PERU

Las fuentes más útiles usadas en la preparación de este estudio fueron las copias fotostáticas de dos legajos del Archivo de Indias de Sevilla, que fueron proporcionadas por la Biblioteca del Congreso. Estos legajos, Indiferente General No 1624 e Indiferente General No 1530 están llenos de peticiones, órdenes reales, y opiniones oficiales sobre la lucha por la perpetuidad en el Nuevo Mundo. En relación con la lucha por la perpetuidad en el Perú, el autor consideró que dos de estos documentos eran especialmente reveladores. El primero es una larga opinión formal de Diego de Robles, funcionario real en las Indias durante 20 años y que alguna vez desempeñó el cargo de Tesorero en Potosí (Indiferente General No 1624, pp. 565-592) 1. Escrita alrededor del año 1579, esta opinión ofrece un excelente resumen del problema de la perpetuidad, junto con un análisis detallado de los distintos puntos de vista sobre el problema en el Perú. El segundo es otra larga opinión formal del Licenciado Ramírez de Cartagena, quien en 1561 fue encargado por los tres comisarios reales para llevar importantes documentos del Perú al Rey de España (Indiferente General No 1530, pp. 275-321). Escrita en 1562 ó 1563, esta opinión ofrece un resumen detallado de las actividades de los comisarios. A pesar de la riqueza del material sobre la perpetuidad, estos legajos no nos dan en forma alguna, un cuadro general del problema.

Para conocer otros materiales importantes sobre la lucha misma y sobre las condiciones en que se desarrollaban los esfuerzos por obtener la perpetuidad, el autor consultó muchas de las colecciones impresas de documentos. De los volúmenes que se citan a continuación se obtuvo material muy valioso sobre la lucha por la perpetuidad en el Perú:

Richard Konetzke, editor. Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica, vol. I, (Madrid, 1953). Roberto Levillier, editor, Audiencia de Lima, correspondencia de presidentes y oidores. Prólogo de José de la Riva Agüero, vol. I, (Madrid, 1922).

- editor, Gobernantes del Perú, Cartas y papeles, Siglo XVI, vols. I-IV, (14 vols. Madrid, 1921-1926).

Francisco de Zabálburu y José Sancho Rayón, editores, Nueva Colección de documentos inéditos para la historia de España y de sus Indias, vol. VI, (6 vols. Madrid, 1892-1896).

El documento más importante en estos volúmenes es una Carta del Conde de Nieva y de los comisarios al Rey, del 4 de mayo de 1562. (Gobernantes del Perú, I, 395-471). Se trata de una relación detallada

1 No debe confundirse con una opinión de 1568 del mismo Diego de Robles que se encuentra en la Nueva Colección de documentos...de España y sus Indias, VI, 268-274.

y realizada en el lugar del esfuerzo más serio para poner en práctica la perpetuidad en el Nuevo Mundo. En la Bibliografía de este estudio se indican otras colecciones que demostraron ser útiles.

Las fuentes de que dispuso el autor no fueron suficientes para aclarar un aspecto importante de la lucha por la perpetuidad en el Perú. La investigación de archivos probablemente ofrecería más información sobre los viajes efectuados por Domingo de Santo Tomás y Juan Polo de Ondegardo de Lima a La Plata, como representantes en las Juntas de Caciques organizadas para comprar la incorporación de las encomiendas a la Corona. En este sentido, el diligente Padre Rubén Vargas Ugarte ha hecho algunos progresos en su Historia del PerúVirreinato, 1551-1600, (Buenos Aires, 1949), pp. 135-141. Como un permanente defensor de la causa de los indios, el fraile dómico, fray Domingo de Santo Tomás, merecía un artículo erudito y aun una biografía. No sólo fue el dirigente de los indios del Perú en su lucha contra la perpetuidad, sino que parece haber participado en la mayor parte de las grandes batallas libradas de 1545 a 1575 en la lucha española por la justicia 2.

Sobre la encomienda en el Virreinato del Perú no se ha escrito ninguna monografía comparable a la de Lesley B. Simpson, The Encomienda in New Spain (Berkeley and Los Angeles, 1950). Silvio A. Zavala, historiador mexicano, ha hecho una contribución fundamental en su La encomienda indiana (Madrid, 1935), que se refiere a la encomienda en la Nueva España y en el Perú. La encomienda en el Perú (Lima, 1945), de Manuel Belaúnde Guinassi, se basa fundamentalmente en las Leyes de Indias y, por consiguiente, su alcance y su utilidad son limitados. Desde el punto de vista jurídico, también se puede espigar mucha información sobre la encomienda en las obras de dos juristas del siglo XVII. Nos referimos al Tratado de confirmaciones reales, 1630 (Buenos Aires, 1922) de Antonio León Pinelo, y a Política Indiana (Madrid, 1648) de Juan de Solórzano Pereira. Para la Capitanía General de Chile, estrechamente relacionada con e Virreinato de Perú, la obra básica continúa siendo Las encomiendas indígenas de Chile, 2 vols. (Santiago, 1909-1910) de Domingo Amunátegui Solar. Los trabajos de José Ots Capdequí y otros que aparecen en la Bibliografía, fueron también útiles en la preparación de este estudio.

A pesar de que estos trabajos, colectivamente, representan un progreso substancial en el estudio de esta importantísima institución, un vacío subsiste en la historia de la encomienda. La tendencia ha sido tratar la encomienda desde el punto de vista de su evolución de las Antillas a Tierra Firme, haciendo hincapié en la política real con respecto a la institución. No se han hecho esfuerzos sostenidos por analizar el pa

2 El autor no dispuso de la siguiente obra sobre Domingo de Santo Tomás: José María Vargas, Fray Domingo de Santo Tomás. (Quito, 1937).

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