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brero de 1812, con motivo del levantamiento de Huánuco le nombró Auditor de Guerra y acompañó a la expedición que salió a sofocar la rebelión. Asistió al combate de Ambo y entró en la ciudad juntamente con el Jefe realista. Le sirvió de asesor en la visita que hizo de las provincias sublevadas y en Junio de 1814 el Virrey Abascal le nombró Subdelegado de Huánuco.

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La Audiencia de Lima 1705-1707 Dos años de Gobierno criollo en el Perú

Por JORGE TOVAR VELARDE

El 22 de setiembre de 1705 falleció en Lima el virrey don Mel. chor Portocarrero y Lasso de la Vega, conde de la Monclova, después de un gobierno de dieciseis años y algunos meses, que hasta la fecha es el más prolongado que registra la historia del Perú (1).

De acuerdo con las disposiciones vigentes que analizaremos después debía asumir el mando del virreinato la Audiencia de Lima, el tribunal de mayor jerarquía y representación de la América del Sur. La sucesión en el gobierno, en un principio, no presentó dificuitades. Los magistrados se reunieron en "Acuerdo", presididos por el oidor más antiguo licenciado don Juan de Peñalosa, anciano que frisaba en los ochenta años de edad (2), y asumieron su función directiva (3). Desde aquel momento el Tribunal tomó el título de Audiencia Gobernadora: a sus quehaceres normales de administración de justicia y asesoramiento del virrey añadía la responsabilidad del gobierno civil y militar y el ejercicio del patronazgo en materias eclesiásticas. En síntesis, debía suplir al funcionario fallecido.

En esa fecha, la Sala de Oidores o Sala Civil -cuyos miembros eran los únicos que tenían voz y voto en el Acuerdo se hallaba integrada por las siguientes personas: Licenciado don Juan de Peñalosa (Decano), Dr. don Miguel Núñez de Sanabria, Dr. don Nicolás de Paredes Polanco y Armendáriz, Licenciado don Pablo Vásquez de Velasco y Salazar, Licenciado don Gonzalo Ramírez de Baquedano y don Diego de Reinoso y Mendoza (4). Como veremos, tres de los oidores eran limeños y los dos restantes, españoles peninsulares, sin contar al decano, que también lo era.

1 Vid. nota suplementaria 1.

2 En el censo de Lima del año 1700 aparece indicada la edad de 75, dato que probablemente se basó en la declaración del propio don Juan de Peñalosa. Vid.: Numeración General de todas las Personas de ambos sexos, edades y calidades que se ha echo en esta ciudad de Lima, año de 1700. (Biblioteca Nacional de Madrid. Manuscrito N° 3,116. Fs. 10 vta. 11).

3 Real cédula de Madrid, 13 de abril de 1707, dirigida al oidor Peñalosa, en respuesta a su carta de 19 de diciembre de 1705 (A.G. de I., Lima, 577. Libro 34 de Oficio Perú. Fs. 233-234). Real cédula de la misma fecha dirigida al virrey marqués de Castelldosrius (Ibid. Fs. 234-240).

4 Vid.: la misma cédula citada en la nota anterior, dirigida al Virrey, y las biografías de los oidores en este artículo.

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EL LICENCIADO DON Juan de PEÑALOSA Y BENAVIDES

Era peninsular, como se desprende del tenor de su correspondencia. No he conseguido averiguar el lugar de su nacimiento y tampoco me consta nada sobre sus estudios y actividades anteriores a su ingreso en la magistratura indiana. Al parecer, nació hacia 1625, a juzgar por la edad que se le atribuye en el censo de Lima del año 1700 (5).

En 1660 consigue el nombramiento de fiscal de la Audiencia de Quito y toma posesión de este su primer destino. Contaba a la sazón 35 años (6). Probablemente no fué ajena a este nombramiento la influencia de don Tomás de Valdés, su suegro, miembro del Consejo de Indias. En este puesto permaneció por once años, hasta 1671. Ocurrióle, pues, lo que cuenta Solórzano les acaecía a muchos togados de las Audiencias de América: que, pese a la recomendación legal de que se atendiese a ir ascendiéndolos de unos puestos a otros mejores, quedaban olvidados en su primer destino y sentían que "sin ser leños están como tales donde cayeron" (7). Durante esta época empezó a destacar su carácter altanero y su intransigencia de genio; tuvo serios disgustos con su presidente, a quien llegó a perder el respeto. El virrey conde de Lemos (1667-1672) tuvo que intervenir para apaciguar las discordias y resolver los conflictos planteados por razón de precedencias (8).

Después de largo olvido, el Rey concedió a Peñalosa un ascenso que compensaba el estancamiento anterior. En 1671 es promovido a fiscal de Lima: tenía entonces 46 años y se podía considerar a un paso de la culminación de su carrera (9). En 1676 ascendió a oidor del mismo tribunal, puesto en que permaneció hasta su muerte. Al jurar su nuevo cargo, con 51 años, sólo podía aspirar a tres posibles aumentos: o ser nombrado presidente de Quito o de Charcas, o ser promovido a la Chancillería de Valladolid (como fiscal o como oidor) o, por último, obtener plaza del Consejo de Indias. No llegó a alcanzar estos premios (10).

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Consulta del Consejo de Indias al Rey de fecha 4 de abril de 1708 (A.G. de I., Lima, 345). Peñalosa obtuvo el título de fiscal de Quito el 10 de diciembre de 1660 (Schaeffer, El Consejo Real y Supremo de las Indias, tomo II, Sevilla, E.E.H.A., pág. 516). Sobre la posible influencia de su suegro en el nombramiento, véase la consulta del Consejo de Indias al Rey, de 29 de octubre de 1708 (A.G. de I., Lima, 345), en la cual, con motivo de aconsejarle que concediera honores a Peñalosa, se recuerda aún que su suegro don Tomás de Valdés fué consejero por muchos años.

25.

7 Juan de Solórzano Pereira: Política Indiana, libro V, capítulo XV, Número Cfr. la ley 34, título 2, libro 2do. de la Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias, que recoge las Ordenanzas del Consejo de Indias del año 1636 y otras disposiciones anteriores. 8. Guillermo Lohmann Villena, El Conde de Lemos Virrey del Perú, Madrid. 1946, pág. 132.

9 Consulta de 4 de abril de 1708 citada en la nota 6. El despacho de fiscal de la Audiencia de Lima se expidió el 22 de abril de 1671 (Schaeffer, Ob. Cit. en la nota 6, tomo II, pág. 491).

10 Ibid. El título de oidor de Lima se le despachó el 25 de mayo de 1676 (Schaeffer, Ob. Cit., tomo II, pág. 485).

También en Lima dió a conocer su genio inflexible. Cuentan que llegó a impacientar de tal manera al virrey conde de Castellar que éste, en un arrebato, lo amenazó con echarlo por el balcón (11). En el extenso período durante el cual fué magistrado del alto tribunal limeño gozó de casi ilimitada confianza de la Corona, que le confirió diversas comisiones delicadas. La más importante fué, sin duda, la visita de las Reales Cajas de Lima, en la que estuvo ocupado varios años, consiguiendo cobrar créditos atrasados de la Real Hacienda y ajustar las cuentas a los oficiales reales. También en esta comisión tuvo muchos incidentes y adquirió enemigos, pero dejó probada su rectitud y se granjeó el aprecio del Gobierno Central. No obstante que el duque de la Palata se quejó del mal genio y soberbia de don Juan, acusándolo de condición "desapacible y grosera", mala educación y otros defectos, el Consejo continuó dispensando su favor al togado hasta los últimos días de su vida. Otra de sus comisiones consistió en la administración y cobranza de la renta del papel sellado y revisión de las cuentas de este ramo de Hacienda desde que se implantó en el Perú; para el cumplimiento de este cometido ostentaba el título de juez privativo del papel sellado (12). Asimismo estuvo a su cargo la recaudación del derecho de "lanzas" de los títulos de Castilla (13).

En 1678 asumió el gobierno superior del virreinato peruano el arzobispo de Lima don Melchor de Liñán y Cisneros. El flamante oidor Peñalosa llegó con ello a su mayor encumbramiento; supo captarse la voluntad del prelado hasta tal punto que era vox populi su decisiva influencia en las resoluciones del virrey interino; se le consideró como la eminencia gris, el virrey de entretelones (14). No sé hasta que punto sea verdad este rumor, pero, en todo caso, estaban muy unidos ambos personajes y es posible que se consultasen los asuntos de gobierno. El duque de la Palata aseguraba que el Arzobispo se dejó gobernar por Peñalosa, cuyo carácter insufrible sólo podía tolerarlo quien así se sometiese a él (15).

Poco duró esta época de privanza. En 1681 asume el mando el nuevo virrey don Melchor de Navarra y Rocafull duque de la Palata y príncipe de Massa. Según él mismo narra, traía voluntad de favorecer a don Juan, por ser éste cuñado de don Tomás de Valdés, a quien el Duque apreciaba mucho (16). Pero el papel de eminencia gris no pudo

11 Carta del duque de la Palata al Rey, de 12 de octubre de 1687 (A.G. de I., Lima, 174).

12 Carta del conde de la Monclova al Rey: Lima, 15 de mayo de 1696. Publicada en: Manuel Moreyra y Guillermo Céspedes, Virreinato Peruano. Documen tos para su Historia. Colección de Cartas de Virreyes. Conde de la Monclova, tomo II, Lima, 1954, pág. 97-98.

13 Vid. not. supl.

2.

14 Carta del duque de la Palata al Rey: Lima, 12 de octubre de 1687 (A.G. de I., Lima, 174).

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continuar: el nuevo gobernante era un hombre enérgico e independiente, en todo el vigor de la juventud. Traía ideas innovadoras, destinadas a sacudir la rutina de la administración virreinal, y luego de observar la situación, decidió cambiar totalmente la política anterior y según sus propias palabras- "borrar las sendas por donde se había caminado al desconcierto en que hallé este gobierno" (17). Consideró que don Juan de Peñalosa, probable promotor de tal política, podía ser un obstáculo a la suya y como, al mismo tiempo, sus compromisos con su amigo Valdés lo impulsaban a mejorarlo pensó que todo se solucionaba con el viejo recurso de nombrarlo para un puesto que, siendo provechoso, lo alejara de Lima. Ofrecióle, pues, el título de gobernador de Huancavelica, empleo que, por sus conveniencias y gajes, codiciaban los oidores de Lima y que se había hecho costumbre otorgar a algún alto funcionario de esta capital. Pero Peñalosa no pudo aceptar el nombramiento porque el Rey lo había comisionado para la visita de las Cajas Reales; solicitó al duque de la Palata lo confiriese a don Diego de Inclán Valdés, compañero de la Audiencia y amigo; hízolo así el Virrey, todavía en trance de complacerlo. Pidió también nuestro oidor que se le excusara de asistir a los acuerdos -celebrados en las mañanas— para poder dedicarse a su comisión de visitador de las Cajas Reales; el Duque concedióle esta nueva gracia (18).

Pronto iba a cesar la armonía entre ambos. El Oidor se conservó leal al Arzobispo y no quiso ocultar su disconformidad con las ideas políticas del nuevo Gobierno. Por otra parte, su carácter altivo y seco, enemigo de la adulación, no era el más a propósito para amoldarse a una voluntad dominadora como la del Duque, que no admitía oposición en los que lo rodeaban. El Virrey juzgó que don Juan no le rendía el acatamiento debido y lo consideró "grosero", "desapacible", "desatento", "impolítico" y mal educado. Peñalosa, que según el Virrey- era "tan soberano que no reconoce superior", no quiso atender a su conveniencia y prefirió seguir el camino de la oposición. La ciudad y el reino se dividieron en dos facciones o partidos, encabezados por las máximas autoridades, representantes de "los dos cuchillos": el duque de la Palata -autoridad civil y don Melchor de Liñán -autoridad religiosa. Este último contaba en su bando con todos los partidarios de la inmunidad eclesiástica, con los favorecidos durante su gobierno que no se mostraban ingratos, y con los descontentos del de don Melchor de Navarra.

Enterado éste por los chismosos de que don Juan era personaje prominente de la facción adversa a su gobierno, quitóle su favor y se negó a otorgarle más concesiones. Los murmuradores dijeron al Virrey que Peñalosa hablaba mal del Gobierno y también le contaron la anécdota que referí más arriba― de su entredicho con el conde de Castellar.

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